Libros que hablan de libros - Julia Duce Gimeno

Diseño: Isabel Palacio


Los libros alimentan otros libros. Es un hecho y este hecho adquiere dimensiones, a veces, difíciles de definir y que derivan en rumbos insospechados. 
Los libros en los libros son objeto de deseo, motivo de crímenes, de búsquedas plagadas de aventuras. Son pasión obsesiva por aprender, objeto de horrores innombrables, de mágicos poderes, de secretos tesoros que cambiarán el mundo. Alimentan a solitarios protagonistas en momentos de angustia, construyen puentes, dan aliento, cambian almas atormentadas enseñándoles el camino,  construyen realidades paralelas.


Don Quijote se creyó un caballero andante y adoptó como código de hombre de honor aquel trazado por esos personajes que protagonizaban sus libros favoritos. Amadises y Palmerines dejaron de ser literatura y se convirtieron en  modelos para el viejo hidalgo envejecido, su épica fue historia real para Alonso Quijano. Varios siglos después, una mediocre dama de provincias se convirtió en un personaje mítico cuando, moldeada por sus lecturas románticas, huyó de la realidad en busca de un amor de novela que nunca encontró. Emma, como Alonso, enloqueció o, tal vez, vivió una vida más hermosa que aquella a la que estaba destinada. 

Quienes amamos los libros, a veces, tendemos a olvidar la realidad y navegamos con nuestros personajes de barco en barco en pos de un horizonte de mundos infinitos.  Otras transformamos escritores de leyenda en personajes literarios. Poe, el detective,  resuelve crímenes reales convertidos en ficción,  Bierce será un viejo gringo que acompaña cabalgando al revolucionario mexicano y se perderá en la batalla  sin dejar huella. 

Nuestros personajes favoritos escriben libros que compraríamos sin duda: Sherlock Holmes nos enseñaría a ser sabuesos de primera con La utilidad de los perros en el trabajo de detective o en El arte de las pesquisas, Pantagruel nos educaría en urbanidad con Ars honesti pentandi in societate o su De modo Cacandi, imprescindibles en toda casa de buen tono. O aquel que tiene el poder de revivir a los dioses ancestrales, el Necromicón, grimorio escrito por el sabio loco Abdul Al-hazred, descrito con rigor en sus detalles y en su historia por Lovecraft y que está presente en la imaginación de escritores del horror de  todo el mundo, desde que aquella sociedad de escritores  de literatura popular compartió su iconografía, sus sucesores, desde entonces, vuelven a él una y otra vez.

Nuestras heroínas románticas se reciclan en guerreras mata-zombis o retoman sus vidas  para continuar su historia de amor.  Queremos saber más de ellas después del happy end que las llevo al matrimonio con los hombres de sus sueños. Y el  monstruo que poblaba nuestros miedos en la noche, retornará, con nuevas intenciones o, tal vez, el tiempo y la sensibilidad lo hayan convertido en un condenado atormentado que sueña con recobrar la humanidad. Queremos saber mas de la señorita Bennet y Mister Darcy, si Miss Radcliffe dará la talla cuando ella sea la heroína de novela, armada con su código de dama inglesa,  contenida y mesurada,  persiguiendo vampiros desalmados  para salvar a su hombre ideal y a su mejor amiga, que se lo arrebató en justa lid amorosa. 

Libros que corrompen o dan la libertad en Fahrenheit 451, libros que matan en El nombre de la rosa, libros que moldean la tragedia como "El evangelio según San  Marcos" de Borges, libros que continúan los parques adivinando dramas oscuros.  

Escritores pierden en control de su mundo literario cuando crean una sociedad paralela: Zola y sus Rougon-Macquart crearan una Francia alternativa, de la misma manera que Dickens un Londres lleno de personajes  inmortales, o Galdós un  Madrid  gemelo del real. Pasaremos de una novela a otra siguiendo los hilos de las vidas  ficticias que se cruzan,  porque los personajes, los paisajes y las desventuras, cobran en la imaginación de estos genios, una consistencia y un peso que transmuta la esencia de la literatura en algo que trasciende.

De una o de otra forma, sean  principio, móvil, objeto o fin del relato, es pues un  hecho,  los libros nos conducen a otros libros.



La ciudad de los libros soñadores - Lifen

Mendel, el de los libros. Stefan Zweig - Eliena

Los amores de un bibliómano. Eugene Field - Illimani

Leyendo con Alberto Manguel - Ariodante

No leer, de Alejandro Zambra - hierbamora

El nuevo Herman Koch - Carmen Neke

Si una noche de invierno un viajero. Italo Calvino - KindOfMagic

Tres maneras distintas de amar la literatura - Antonio Ponce (olamiamol)

El Club Dumas, deshojando a Los Tres Mosqueteros - Ana Espinosa

Bibliomanía, de Gustave Flaubert - Arden

Las bibliotecas de Mary Ann Clark Bremer - Raquel Sáez (Eyre)


Libro Abierto:

Perorata del Apestado, de Gesualdo Bufalino - Gorezsu







5 comentarios:

  1. Montse Gallardo (fresa_charly)21 de julio de 2014, 13:40

    Una presentación del tema muy buena, Julia; me gusta mucho. Y la portada es preciosa, enhorabuena a quien la haya elegido

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  2. El artículo fenomenal, como siempre que escribe Julita pero la imagen me ha encantado ¿puede utilizarse?

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  3. Habrá que preguntarselo.
    Julia, como siempre, enhorabuena. Suerte que tenemos con tus editoriales.
    ¡Besos!

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