Diseño: Isabel Palacio
Vivimos en un tiempo de prisas, buscando constantemente la novedad. Esto se traslada también al mundo de los libros. Las editoriales parecen apostar más por la novedad que por la calidad y por otro lado todo el mundo quiere publicar un libro, SU libro.
En esta vorágine de títulos sobre las mesas de las novedades en las librerías, el mayor premio es llegar a las de las grandes superficies, entonces es que se ha triunfado. El que un libro se convierta en bandera del mes o de la semana, el que un autor se promocione como la nueva estrella rutilante de la galaxia literaria, es aún un misterio. La mayoría adolece de una falta de fondo literario, de rigor en el manejo de los rudimentos básicos de la narración, que asusta.
Siento con frecuencia que se ha trasladado el concepto de aquellos bolsilibros, que salían cada semana o cada diez días, al espíritu de la publicación del best seller moderno. Esas nuevas estrellas fulgurantes duran apenas un suspiro en el escaparate. Tal vez alguna escape y se convierta en un nuevo sol que actué como un faro al que imitar. Pero la realidad es que, con mucha frecuencia, resulta dificilísimo el encontrar un libro editado hace apenas un año, y ahí incluyo a libros de autores considerados de culto que se publican como novedades comerciales, aquellos que son reconocidos por los lectores y por la crítica. Cuando pasa la novedad inmediata, la mayoría van directamente a la mesa de saldos y, al poco tiempo, directos a la destrucción. Me refiero sobre todo a las grandes editoriales comerciales, ya que las pequeñas, esas que publican con amor y mimo, juegan en otra liga, mucho mas humilde pero también la de lectores mas fieles y selectivos.
Hay una tendencia muy acusada de renunciar a los autores nacionales si no vienen envueltos en ropajes cosmopolitas. Los sentimos más ajenos que los anglosajones, dominadores imperiales del mundo cultural. Parece preferirse las literaturas exóticas a la nacional, tal vez por aquello de hacer volar la imaginación, porque lo propio nos parece paleto y rancio o queremos evadirnos de lo que nos rodea, aunque sean a los estercoleros y bajos fondos ajenos. Pero al final resulta extraño el renunciar a lo familiar, a los esquemas vitales conocidos, en pos de unas sociedades que, en el fondo, nunca llegaremos a comprender del todo.
Mientras nuestros clásicos duermen cubiertos de polvo, o tal vez convertidos en cenizas entre la más absoluta indiferencia y apatía.
Leer a Galdós o a Baroja, después de haberlo hecho con el último descubrimiento llamado a ser convertido el clásico del futuro, es una auténtica orgía de placer para el lector. Porque lo tienen todo: argumentos intemporales, estructuras narrativas naturales, no más simples, simplemente adecuadas a la historia que narran, y nos permiten descubrir a los verdaderos creadores de tendencias.
Creo que a los nuevos escritores les faltan lecturas, el tener detrás un bagaje que les permita ser conscientes de sus limitaciones o de su objetivo como creadores. No bastan cien cursos de escritura creativa, si no se lee, si no se conocen a los eternos, siempre vivos cuando se les quita el polvo del olvido.
Por eso dedicamos este número a nuestros clásicos, a los españoles, esta vez. Porque necesitamos conocernos, porque necesitamos recuperar el uso de la palabra precisa, darnos cuenta que son como mínimo igual de valiosos que los de fuera y porque nos gustan y son nuestros. ¡¡¡Queremos a nuestros clásicos!!!
Cunqueiro mitológico - Ariodante
Leopoldo Alas "Clarín". Un asturiano de corazón - Sabino Fernández Alonso (ciro)
Mariano José de Larra - Carmen Neke
Dramatis Personae: Quevedo - Ana Espinosa
Agustín Moreto. El lindo don Diego - Arden
San Manuel Bueno, Mártir. Miguel de Unamuno - Tuto
Cañas y barro. Blasco Ibáñez - cuscurro
Enrique Jardiel Poncela - Raquel Sáez (Eyre)
Un cuento de Rosalía de Castro - Camino Huarte
Cunqueiro mitológico - Ariodante
Leopoldo Alas "Clarín". Un asturiano de corazón - Sabino Fernández Alonso (ciro)
Mariano José de Larra - Carmen Neke
Dramatis Personae: Quevedo - Ana Espinosa
Agustín Moreto. El lindo don Diego - Arden
San Manuel Bueno, Mártir. Miguel de Unamuno - Tuto
Cañas y barro. Blasco Ibáñez - cuscurro
Enrique Jardiel Poncela - Raquel Sáez (Eyre)
Un cuento de Rosalía de Castro - Camino Huarte
Buenísima introducción Julia. A ver si se comenta algún clásico que viva, si es que lo hay :)
ResponderEliminarGracias Juan Manuel, y ya sabes que estamos siempre abierto a colaboraciones y que elegimos en función de nuestros gustos personales.
ResponderEliminarClaro que falta mucho por leer, Julia, pero si antes de escribir hubiera que leer a todos los que se clasifican como de obligada lectura, nadie escribiría nada más. Pero nada de nada. Así que, lo mejor, es alternar. Hoy, un autor del s.XX, mañana viajamos al s.XIV, etc... Eso sí da perspectivas. Un cordial abrazo
ResponderEliminarBlas, no estoy pidiendo que se lea todo, solo que se lea. Los imprescindibles son muy subjetivos, para mi puede ser Galdos, y para el de al lado King o Murakami. Pero un escritor no puede salir de la nada. Simplemente digo, que un escritor tiene que ser también lector, no solo escritor a palo seco.
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