Cañas y barro. Blasco Ibáñez - Cuscurro

 
"La barca penetraba en el lago. Por entre dos masas de carrizales, semejantes a las escolleras de un puerto, se veía una gran extensión de agua tersa, reluciente, de un azul blanquecino. Era el lluent, la verdadera Albufera, el lago libre, con sus bosquecillos de cañas esparcidos a grandes distancias, donde se refugiaban las aves del lago, tan perseguidas por los cazadores de la ciudad. La barca costeaba el lado de la Dehesa, donde ciertos barrizales cubiertos de agua se iban convirtiendo lentamente en campos de arroz."



Según la RAE, Naturalismo, en su primera entrada, se define como: Sistema filosófico que considera la naturaleza como primer principio de la realidad. Si atendemos a su segunda entrada: Corriente literaria del siglo XIX, que intensifica los caracteres del realismo reflejando en sus obras los hechos que trata de reproducir, y que sigue los métodos de la ciencia experimental en cuanto a su concepción determinista de las actitudes humanas.

Según estas definiciones, Cañas y barro encaja perfectamente en la corriente naturalista al ser una narración que describe detalladamente el ambiente de la Albufera y la vida mísera que viven los habitantes del Palmar. Más que vivir, se podría decir que mal viven, siempre al borde la subsistencia, pasando fríos y famélicos inviernos por la falta de recursos. Al igual que las barcas están a merced de las perchas y los vientos, los personajes están a merced de lo que la naturaleza les depara, ya que es ésta quien gobierna sus vidas: para bien y para mal. La realidad está tan bien trazada en la obra que sientes el deslizar de las barcas sobre la albufera, el frío del invierno cuando no hay leña que quemar o cuando hay que meter las manos en el agua fría para recoger la pesca, sientes el sabor del barro que todo lo impregna al igual que el olor. Baste el ejemplo:
Un hedor insoportable se esparcía en torno de la barca. Sus tablas se habían impregnado del tufo de los cestos de anguilas y de la suciedad de centenares de pasajeros: una mezcla nauseabunda de pieles gelatinosas, escamas de pez criado en el barro, pies sucios y ropas mugrientas, que con su roce habían acabado por pulir y abrillantar los asientos de la barca.”

La familia Paloma son los personajes principales sobre los que gira la obra. Esta familia está compuesta por el tío Paloma, cazador y pescador. Que ha visto morir de miseria y enfermedades a muchos de sus hijos casi recién nacidos, niños que “morían oportunamente”, como indica el autor, en una brutal descripción de como una muerte salva a la familia de la miseria. Así como también ha visto morir a su mujer, lo que le lleva a no tener apego por la familia. Tío Paloma solo hace distinción entre dos tipos de hombres: los buenos y los malos cazadores. Y digo bien: hombres; porque en su universo particular, el espacio de la mujer es inexistente. Aquí dejo la opinión que el amigo tiene sobre ellas:
El viejo barquero declaraba que el hombre debía ser como los buixquerots del lago, que cantan alegremente mientras están en libertad, y cuando los meten en una jaula prefieren morir antes que verse encerrados.
Todas sus comparaciones se las facilitaban los pájaros de la Albufera. ¡Las hembras...! ¡Mala peste! Eran los seres más ingratos y olvidadizos de la creación. No había más que ver a los pobres collverts del lago.
Vuelan siempre en compañía de la hembra, y no saben ir sin ella ni a buscar la comida. Dispara el cazador. Si cae muerta la hembra, el pobre macho, en vez de escapar, vuela y vuela en torno del sitio donde pereció su compañera, hasta que el tirador acaba también con él. Pero si cae el pobre macho, la hembra sigue volando tan fresca, sin volver la cabeza, como si nada hubiese pasado, y al notar la falta del acompañante se busca otro... ¡Cristo! Así son todas las hembras, lo mismo las que llevan plumas que las que visten zagalejos.

Tono, hijo de tío Paloma, no se resigna a la pobreza entre la que vive y desea prosperar para sacar adelante a su familia por lo que además de pescar y cazar con su padre, cuando llega el tiempo de la siega del arroz, marcha a esta labor para sacar unas perras y prosperar. Tío Paloma no comprende cómo su hijo puede cambiar la vida de libertad de cazador y pescador, bajo la protección ofrecida por la madre Albufera, por andar entre barro y sanguijuelas, segando arroz que además es para otros, para los “lechuguinos” de la ciudad. Esta sensación que tío Paloma tiene de la actitud de su hijo yendo contra el orden establecido, es aún más acusada cuando Tono recibe una parcela de albufera y comienza su lucha por cubrir de tierra ese agua y así disponer de tierra propia para su cultivo de arroz. Parcela que sin él saberlo no será más que sudario de Tonet.

El último es Tonet, el hijo de Tono, quien inicialmente da una alegría al abuelo al decantarse por la caza y la pesca. Experto en manejar la percha llevando su barca por los canales de la albufera. Pero pronto se descubre que es el opuesto a los dos: un vago al que no le gusta trabajar,  “Sólo mostraba actividad y sacudía su somnolencia de perezoso ante una diversión próxima”.  El destino ya marcó en la infancia su noviazgo con Neteta, la que será mujer de Cañamel, el hombre más rico del Palmar. Este destino es paciente y no tiene conciencia, va cobrando víctimas en su devenir sin hacer distinciones entre la inocencia, la molicie y el trabajo.

Cañas y barro (1902) es la última de las novelas valencianas escritas por Blasco Ibáñez. Esta serie se completa con Arroz y tartana (1894), Flor de Mayo (1895), La barraca (1898) y  Entre naranjos (1900). La época en la que se escriben estas novelas es aquella en la que el autor de las mismas se encuentra en su mayor activismo político por lo que no es extraño que estén impregnadas de sus ideas políticas. Entre 1892 y 1905, franja en la que son escritas sus novelas valencianas, Blasco Ibáñez está metido de lleno en la política, llegando a ser unos de los políticos más conocidos y de mayor influencia en Valencia, tanto es así, que se llega a decir que “En Valencia no se puede salir a la calle sin el permiso del señor Blasco Ibáñez y de sus amigos”

Por todo ello, no hay que perder de vista, a la hora de leer Cañas y barro, que Blasco Ibáñez es republicano, masón, anticlerical y firme luchador y defensor del progreso del pueblo para que salga de la penosa situación en la que vive a finales del siglo XIX, rodeado de analfabetismo y miseria además de pasando penurias. Muchas de estas ideas se pueden ir descubriendo a lo largo de la lectura de esta obra.

Baste ver las ideas de tío Paloma, comunista sin saberlo, ya que su idea es que el lago es de todos, lago del que cada cual toma lo que le corresponde de acuerdo a la suerte que Dios reparte en cada sorteo anual de puestos para la pesca. No le gustan los de tierra que reparten propiedades y ponen límites a lo suyo y a lo del vecino. Tanto orgullo tiene siendo pescador que piensa que Jesús, cuando predicó, lo hacía a la gente de los lagos, a los pescadores, y no a los agricultores.

Pero esta no es la única idea personal sobre Dios. Sangonera, el borracho oficial de la Albufera, puesto heredado de su padre, tras pasar un tiempo de monaguillo y leer los libros sagrados, descubre cual es su vocación: mantenerse alejado del pecado que es el trabajar ya que según su interpretación, eso es ir contra Dios, dudar de Él, ya que en Su misericordia se ocupará de Sus hijos, al igual que se ocupa de los pájaros que no trabajan y tienen con lo  que alimentarse o de los lirios que no hilan y tienen con lo que vestirse. Todo porque están bajo el manto protector de Dios y así quiere vivir él.

Cañas y barro muy bien podría representar los dos extremos en los que se sitúan los dos trabajadores del clan Paloma: en un extremo el tío Paloma, el barquero más antiguo de la Albufera estaría representado por las cañas que utiliza para montar sus redolins con los que se dedica al único oficio que cree digno en la tierra: pescador. Al otro extremo estaría el tío Toni, su hijo, que sería el barro del arrozal.

 
La ancestral lucha entre el cazador y el agricultor se repite una vez más en el enfrentamiento entre padre e hijo. Dos formas diferentes de ver la vida: la del padre basada en la protección de la madre Albufera que se encarga de llenar las redes de pescado y anguilas y la del hijo, centrada en domesticar la naturaleza para adaptarla a sus necesidades de progreso. Es la eterna lucha entre cazadores y agricultores, nómadas y sedentarios, miseria y progreso. Muy bien podemos imaginar que esta misma escena se ha venido repitiendo a lo largo de los miles de años que el hombre lleva de existencia.

1 comentario:

  1. Me ha gustado mucho el artículo, cañas y barro es mi novela favorita de entre las de ambiente valenciano, del autor, y está muy bien explicada la dicotomía entre el cazador-pescador/libre y el agricultor/dependiente.

    ResponderEliminar

No hay comentarios