Larra es uno de los clásicos más modernos y
actuales de nuestras letras. Sus
críticas despiadadas a la sociedad de su época fueron el precedente directo del
“España me duele” de Unamuno y la generación del 98, que pasando por el
esperpento de Valle-Inclán continúa en nuestros días bajo las formas más
variopintas, desde artículos de opinión en los periódicos hasta su versión más
digitalizada de blogs y tweets.
Su Vuelva usted mañana se ha
convertido en refrán y paradigma de la burocracia más anquilosada. En su artículo ¿Quién es el público y dónde se encuentra? ya criticaba la falta de
criterio del público que decide de manera caprichosa sobre el destino de los
artistas. Y qué decir del “No se lee en
este país porque no se escribe, o no se escribe porque no se lee” de su Carta desde las Batuecas (“Batuecas” era
el nombre burlón y despectivo con el que Larra se refería a España): casi dos siglos más tarde y esta frase por
desgracia sigue en boca de todos.
Fue Larra
quien introdujo en nuestro país los artículos de crítica social, tan populares
en la actualidad, tomando modelos franceses pero añadiéndoles una buena carga
de burla, sátira y esperpento de la que carecían los originales. En el periodismo español de entonces dominaba
la corriente costumbrista liderada por Mesonero Romanos, con artículos que
exaltaban el españolismo castizo de costumbres, vestiduras y festejos como una
forma de reafirmación nacional frente a la invasión napoleónica que acababa de
terminar. Larra, en cambio, era el hijo de
un médico afrancesado y había crecido en el exilio en Francia, con lo que a su
vuelta a España trajo consigo unas ideas y visiones sociales muy diferentes de
las predominantes. Era un patriota
incapaz de identificarse con el españolismo polvoriento e inmovilista de lo
castizo: se rebeló contra las mantillas
y las corridas de toros, denunció la españolísima campechanía como falta de
modales básicos y defendió contra viento y marea una modernización de la
sociedad española que la sacara del oscurantismo generalizado.
Pero el
gran crítico social terminó perdiendo las esperanzas sobre el escaso poder de
su labor periodística para cambiar las cosas.
La sátira aguda y festiva de sus primeros
artículos fue dando paso a piezas cada vez más tortuosas y sombrías, en las que
la denuncia comprometida de antaño se transformaba en una observación dolorosa
de la realidad por su impotencia como literato por hacer algo al respecto. Después se vieron frustradas sus aspiraciones
políticas, y sus aspiraciones amorosas también.
Víctima del desaliento, acabó quitándose la vida a los 27 años. Y el primer periodista comprometido de
nuestras letras se convirtió, de esta manera y a su pesar, en nuestro primer
héroe romántico.
Pobre Larra, se desesperaría al ver que España no tenía solución, que iba a ser un país de paletos y en contra de la modernidad, y si hoy levantara la cabeza vería que no han cambiado tanto las cosas. Ayer la Presidenta de Castilla-La Mancha dio hora y media de permiso para los funcionarios que quisieran asistir a misa...En fin, gracias Carmen Neke por el artículo.
ResponderEliminarBuen artículo.
ResponderEliminarY sí, es desesperanzador comprobar que la observación de realidad sigue siendo dolorosa.