El Papel Pintado Amarillo - Charlotte Perkins Gilman. Por José Alegre Seoane

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Estás en 1885. Eres mujer, tienes 25 años. Te has criado durante muchos años con dos tías, una de ella es sufragista y la otra es la autora de La Cabaña del Tío Tom [1]. Eres de inteligencia brillante y, aunque no siempre hayas obtenido buenas notas, has conseguido estudiar en la muy prestigiosa Escuela de Diseño (Bellas Artes) de Rhode Island. Pintas, vendes acuarelas y tarjetas de felicitación para costearte tus estudios, escribes y deseas continuar haciéndolo. Con reticencias ante el obstáculo que ello puede significar para el tipo de vida intelectual y artística a la que aspiras, aceptas casarte y fundar una familia. Tras el nacimiento de tu hija Katherine, te sobreviene una muy seria depresión post-parto. El especialista al que consultas, tras prescribirte una cura de reposo de seis semanas, te envía a casa con las siguientes instrucciones:


 «Viva una vida tan doméstica como se pueda. Tenga a su hija consigo todo el tiempo... Échese durante una hora tras cada comida. Como máximo tenga dos horas de actividad intelectual al día. Y nunca toque una pluma, un lápiz o un pincel en su vida» [2]

¿Qué te ocurre cuando te aplicas a seguir dichas instrucciones?

 Charlotte Perkins Gilman nos lo cuenta en “El Papel Pintado Amarillo”. Un cuento cuya profundidad es inversamente proporcional a su reducida extensión.

 
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 “El Papel Pintado Amarillo”

El que esto escribe, falto de tiempo y deseando reseñar un texto corto, imaginaba poco que un cuento de apenas 25 páginas y en formato estrecho [3] podría dar pie a lecturas tan complejas. Si se me permite un símil poco literario, “El Papel Pintado Amarillo” es un “relato lasaña”: bajo la bechamel del relato fantástico, se esconde un número insospechado de capas de potentes y muy diversos sabores. La locura, el tema de este número de la Revista  ¡¡Ábrete libro!!, es sólo uno de esos jugosos estratos [4].

Antes de empezar a degustar el cuento, importa señalar que “El Papel Pintado Amarillo” se escribió en 1890, dos años después de que Charlotte se separara de su marido. La separación fue voluntad de Charlotte, quien lo consideró beneficioso para su salud mental (se divorciarían definitivamente en 1894).  

El relato fantástico  

“Ocurre raramente que gente ordinaria como John o yo misma alquile un casón señorial para el verano” [5].

Así comienza “El Papel Pintado Amarillo”, lanzándonos sin preámbulo alguno al mundo del relato fantástico decimonónico. Un párrafo más allá, la protagonista (y narradora) insiste:

 “Y sin embargo yo insisto que [la casa] tiene algo raro.”

Y vaya si lo tiene: el papel que empapela la habitación en la que duermen la protagonista y su marido, John. De color amarillo, el papel de pared irá ganando presencia y protagonismo a lo largo del relato. Pero que esta (por otra parte, muy bien construida) fachada a lo Edgard Allan Poe no nos distraiga de lo fundamental.  

La enfermedad mental 

A medida que el papel de pared deja de ser un objeto inanimado a los ojos de la protagonista, la pregunta asalta al lector: ¿está volviéndose loca? Para el que esto escribe las dos posibles respuestas son ciertas a la vez: sí y no.

Por un lado, no cabe duda que el cuento trata, entre otras cosas, del descenso a la locura. La misma autora lo aclara en un Posfacio escrito en 1913. En él, Charlotte refiere que un reputado médico había opinado que el cuento “era la mejor descripción de locura incipiente que había visto nunca”. La autora nos explica que, en efecto, escribió el cuento a raíz de su propia experiencia. El tratamiento que para sus trastornos nerviosos le prescribió el especialista la privó de toda actividad intelectual y la confinó a un rol estrictamente hogareño. Dicho tratamiento la acercó tanto a la “ruina mental” que llegó a “ver el otro lado”. Tras escribir el cuento, Charlotte envió una copia al especialista que la había tratado, quien nunca le contestó. Sin embargo, la autora refiere con orgullo en el Posfacio que, años más tarde, supo que el especialista había cambiado sus tratamientos para la neurastenia tras leer su cuento. De él dice Charlotte en le Postfacio que:  

“No intentaba volver a la gente loca, sino impedir se volviera loca, y funcionó”.

El Papel Pintado Amarillo” retrata pues, con pocas pero muy certeras pinceladas, algunas de las características más comunes de la enfermedad mental:
  • El increíble esfuerzo que para el enfermo representan las actividades cotidianas más básicas como el vestirse y lavarse.
  • La incomprensión del círculo íntimo del enfermo (incluso de aquellos que prestan sus devotos cuidados al enfermo) del hecho que la enfermedad mental no responde a la voluntad del que la padece. La protagonista se sabe incomprendida en este punto. De su marido dice que “no sabe cuánto sufro en realidad. Sólo sabe que no hay razón para que sufra, y ello le basta”. El bienintencionado (y hasta cierto punto sin duda pertinente) consejo de John de que debe seguir luchando por salir de la enfermedad está trufado de las consabidas llamadas al autocontrol, a la fuerza de voluntad y al no dejarse dominar por tontas fantasías. Capacidades cuya ausencia (total o parcial) en una víctima de enfermedad mental es lo que caracteriza la situación que vive como enfermedad. En efecto, de poder salir el enfermo de su situación de sufrimiento por la simple voluntad de hacerlo, no estaría enfermo.
  •  La sensación del enfermo de ser una carga para su círculo íntimo.
  • La minimización de la enfermedad por los allegados, que no hace al que la padece sino sentirse más incomprendido y culpable.
Elementos pues que nos permiten decir que El Papel Pintado Amarillo describe, como la propia protagonista deseaba, el descenso paulatino a la enfermedad mental.

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Feminismo

Pero, como decíamos más arriba, el cuento también admite la lectura contraria.

Se puede sostener que la protagonista no está enloqueciendo. Simplemente, se le está revelando la realidad de su situación, que la tranquilidad del retiro en la casa señorial y los cuidados de sus familiares no pueden enterrar. La protagonista está en realidad descubriendo lo que aprisiona el papel pintado: una, no, muchas mujeres. La elección del color (amarillo) no parece casual, ya que dicho color se identificaba en aquella época con la hipersensibilidad o la sensibilidad femenina [4]). En el cuento de Charlotte Perkins Gilman, el papel pintado y sus cambiantes dibujos acaban revelándose como las rejas que atrapan a tantas y tantas mujeres que no deseaban conformarse al papel de vida familiar y hogareña que les asignaba la sociedad del momento.

El mensaje es tanto más claro en cuanto que “El Papel Pintado Amarillo” no nos describe una situación de abuso de una mujer a manos de un marido violento. Al contrario, John es descrito como “atento” y “cariñoso”. El marido de la protagonista le “ama profundamente”, “odia verla enferma”, y se alegra sinceramente de la mejoría que experimenta con el paso de los días.

Pero John (más que probable trasunto del primer marido de la autora) es también, sin duda, el arquetipo del hombre de mentalidad tradicional. Se ríe de ciertos comentarios de la protagonista. Su devoción hacia su mujer incluye prescribirle su programa cotidiano al detalle, aislarla de sus familiares más “estimulantes” y la prohibición de escribir. La hermana de John, que también es cariñosa y pródiga en atenciones a la protagonista, comparte dicha esa mentalidad tradicional ya que, en palabras de la protagonista, no tiene más aspiraciones que ocuparse de la casa y considera la escritura como la causa de la enfermedad de la protagonista.

Ese papel pintado amarillo tras el cual se ahogan multitud de mujeres aprisionadas es pues una metáfora poderosísima de la mentalidad tradicional y machista que confina a las mujeres a sus roles tradicionales, impidiéndoles el acceso a la vida que desean. Es ese confinamiento la causa real de la “locura” de la protagonista y, por tanto, la “medicina” no podrá nunca ser ahogarla más en el rol estereotipado. Como tampoco lo fue en el caso de Charlotte. El descubrimiento de la opresión (simbolizada por el papel amarillo) no se nos aparece pues como síntoma de “locura”, sino como la mejor muestra de lucidez.

En pocas palabras: no, tampoco en 1885 estaba loca la mujer que aspiraba a liberarse de toda tutela (por muy bien intencionada y amable que fuera) para lograr su realización personal en igualdad y libertad.  

Más allá de la condición de la mujer.

Como tampoco lo estaban todos aquellos y aquellas que, en sus vidas, se ha visto imponer roles y límites que les amputan parte de su propia naturaleza, espíritu y aspiraciones. “El Papel Pintado Amarillo” habla de la condición oprimida del género femenino, y así debe ser visto de forma primordial e inequívoca. Pero la metáfora del papel pintado puede también inspirar a todos aquellos que, diferentes, han sido calificados de dementes por el hecho de serlos, y se han visto privados del derecho a su realización personal en su diferencia.

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Conclusión

La experiencia personal de la autora, en la que se inspiró para escribir este cuento, tuvo un desenlace positivo. Charlotte no acabó encerrada en un centro psiquiátrico sino que tuvo una prolífica (y heterodoxa para la época) vida como escritora, directora de revistas feministas y activista. En 1900 casó con un primo suyo, quien apoyó su independencia y actividades feministas. Se quitó la vida en con una sobredosis de cloroformo en 1935, cuando se le diagnosticó un cáncer de mama incurable.

La lectura de “El Papel Pintado Amarillo” provoca pues una intensa reflexión a muchos niveles. Primero, sobre ese papel pintado amarillo que, con firmeza, continua todavía aprisionando a tantas mujeres en este planeta, cerca y lejos de nosotros. Segundo, sobre cuánto ha cambiado la sociedad desde 1885, pero también sobre cuánto no lo ha hecho todavía. Y, por último, sobre lo que mujeres y hombres del siglo XXI debemos a personas como Charlotte Perkins Gilman, que pagaron un alto precio personal por abrir, hace más de 130 años, un camino del que aún quedan tantos kilómetros por recorrer  

Notas
[1]: Isabella Beecher Hooker y Harriet Beecher Stowe.
[2]: https://es.wikipedia.org/wiki/Charlotte_Perkins_Gilman
[3]: El Papel Pintado Amarillo, Charlotte Perking Gilman, Edición Bilingüe, Contraseña Editorial. Traducción de Maria José Chuliá, Prólogo de Maria Ángeles Naval (Universidad de Zaragoza)
[4]: Para la preparación de esta reseña, el autor se ha basado, además de otras fuentes y sus propias interpretaciones, en ideas expuestas en el Prólogo de la edición manejada, escrito por María Ángeles Naval (Universidad de Zaragoza).
[5] Los extractos del texto del cuento son traducciones directas del original realizadas por el autor de esta reseña. No corresponden pues al texto en castellano de la edición manejada.

Créditos de las fotografías: dominio público 
a. https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Charlotte_Perkins_Gilman.jpg
b. https://en.wikipedia.org/wiki/File:Yellowwp_med.jpg
c. C.F. Lummis, Restauración por Adam Cuerden – Dominio público. https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2638416
d. http://www.charlotteperkinsgilman.com/

12 comentarios:

  1. Un excelente artículo como siempre. No conocía el cuento y dada su calidad y lo interesante del tema voy a leerlo lo antes posible. Evidentemente, por muy bienintencionadas que fueran las intenciones de sus familiares lo bien cierto es que la estaban hundiendo más aún. Su cárcel no era mental, estaba envuelta de papel pintado amarillo.

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  2. Exacto. No era ella la que estaba loca - era la sociedad que le imponía un rol.

    El cuento se lee rápido, de un tirón.

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  3. Lo importante es que avancemos en auto conciencia, porque una sociedad es una suma de muchos individuos. Aún hoy hay mujeres más machistas que muchos hombres. Un placer la lectura....

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  4. Me ha encantado. Vuelves a hacer sencillo comprender temas complejos como la enfermedad mental, el entorno bienintencionado y dañino, la incomprensión del enfermo, la importancia del contexto, el mundo de la mujer.... Gracias, un gusto leerte.

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    1. Gracias

      El cuento atrapa - porque enlaza dos temas importantísimos: la locura, y la lucha por la liberación de la mujer

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  5. Me ha dado muchas ganas de leer el cuento ! Qué bueno

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  6. Como siempre un espléndido artículo que nos asoma al mundo de la locura. Por supuesto, dan ganas de leer este cuento.

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  7. Me encanta la calificación de "relato-lasaña". Y por lo demás, gran artículo. Enhorabuena.

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