El Tercer Reich y los judíos (1939-1945). Los años de exterminio de Saul Friedländer - Sebastián Fontana Soler (Arden)





El 1 de septiembre de 1939 Alemania invadía Polonia. Era la guerra que Hitler buscaba con determinación desde hacía tiempo y que se había visto frustrada hasta ese momento por la condescendencia de las democracias liberales de Francia e Inglaterra, las cuales abandonaron a su suerte a Checoslovaquia y claudicaron con el Anschluss, la incorporación de Austria al Reich alemán. Hitler en Alemania era el Führer, el gran caudillo, el redentor, un líder carismático con un carácter cuasi providencial que había devuelto a Alemania a la grandeza y a un crecimiento económico espectacular con superación de la crisis de los años 20 y el crasch del 29. La finalidad de la guerra era doble, por un lado conseguir una Europa continental alemana, dominadora del mundo, convirtiendo a Rusia en un territorio colonizado por alemanes con la población de Polonia y la URSS como mano de obra esclava, y, de otro lado, consiguiendo la pureza racial con el exterminio de la raza judía. Con la batalla de Stalingrado perdida por Alemania (agosto 1942-febrero 1943), Hitler y sus acólitos sabían que la guerra estaba perdida con lo que se dedicaron plenamente, y aún a costa de utilizar preciosos recursos que podrían haber servido para ganar la guerra (transportes, mano de obra esclava, etc...), a conseguir el primer fin ideológico del nazismo: la aniquilación de los judíos europeos.

El exterminio de los judíos europeos se produjo con el conocimiento de la población alemana, o por lo menos de gran parte de ella. Ya vimos anteriormente cómo, de forma progresiva, a los judíos se les había ido privando de sus derechos civiles, cómo después fueron segregados, expoliados y finalmente deportados. Los soldados daban cuenta de lo que se estaba haciendo en sus cartas, y además la mayoría lo contaban con orgullo, se dejaba rastro fotográfico, y se hacían estadísticas de todo el proceso. Al principio se pensó en la deportación a Madagascar, una vez Francia había caído en manos de Alemania, y después al Norte helado de Rusia cuando se ganara la guerra, pero posteriormente y dada la imposibilidad de estas ideas descabelladas, se llegó a la idea de la “Solución final al problema judío”. Hitler para evitar la “puñalada por la espalda” de 1918, implicó al ejército en el exterminio para que todos fueran culpables y no se pudieran volver atrás con semejante atrocidad a sus espaldas. Y todo ello, sin que quien podría haber elevado su voz lo hicieran. Las Iglesias cristianas apenas realizaron protestas significativas, en general, ni las élites intelectuales, ni hubo un movimiento de a pie en contra del exterminio, tan solo actuaciones individuales. Todo lo contrario, cuando el exterminio estaba en su auge el antisemitismo también llegó a su máximo nivel, y no solo en Alemania sino en la mayoría de Europa, sobre todo en Polonia. Todo ello llevó a la muerte a unos 6 millones de judíos europeos y a la destrucción de toda una cultura, la yiddish, pueblos enteros con su folklore, cultura, lengua, costumbres, tradiciones, etc..., desaparecieron de la noche a la mañana para no volver, esto es lo que constata el escritor Vasili Grossman en sus reportajes como periodista cuando el Ejército Rojo iba reconquistando el terreno soviético de las garras nazis (comentados en edición española por Antony Beevor en Un escritor en Guerra, Vasili Grossman en el Ejército Rojo, 1941-1945).
Joseph Goebbels - Ministro de Propaganda del Reich
El éxito de los gobiernos y sus políticas tiene que ver con su capacidad de convencer a la población sobre los beneficios y la bondades de aquellas, aunque vayan incluso en contra de su propio interés, y para eso utiliza la propaganda. En todas las épocas se han utilizado los mitos, los símbolos, las religiones, las ideologías, para llevar a cabo esta propaganda con el objetivo de apuntalar a la Iglesia, al Estado, al Rey, en definitiva a los poderes establecidos. Esto se ha realizado a través de los tiempos con las obras literarias, artísticas, el teatro, la heráldica, la religión, pero siempre con el alcance que le daba su limitada difusión. Pero el Estado nazi se dio cuenta del potencial que tenía la propaganda y el fanatismo que podía inculcar a las masas con la utilización de los nuevos medios de comunicación de masas: la radio y el cinematógrafo, por lo que creó el Ministerio de Propaganda, con el siniestro Joseph Goebbels al frente. Este entendió que para llevar a cabo los planes de exterminación de los judíos se necesitaba la complacencia, cuando no la colaboración, tanto de los alemanes como de las poblaciones no judías del resto de Europa, así que para ello ideó una campaña constante de antisemitismo en Alemania y en toda Europa: emisiones radiofónicas, carteles, discursos, periódicos, el Partido nazi, películas,... toda la culpa de la guerra era de los judíos, los cuales pretendían dominar el mundo y destruir al pueblo alemán, y todo a través de las plutocracias liberales de Inglaterra y Francia, y a su infiltración en el bolchevismo comunista en Rusia.

Cartel de la película antisemita "El eterno judío"
Una vez comenzada la guerra Goebbels ordenó la filmación de tres importantes películas antijudías: Los Roschild, El judío Süss y El eterno judío. El primero presentaba la historia del poder económico judío y cómo se habían aprovechado de la miseria de la gente y de la guerra. El eterno judío era un film documental sobre el mundo judío, en él se contrastaba a los arios, con sus escenas de belleza cristiana aria, su música de Bach, en contraposición a los rostros sucios, demacrados, miserables y macilentos de los judíos de los guetos más empobrecidos, y en una escena impactante se presentaba una manada de ratas corriendo que se convertía en enjambres de judíos abordando barcos a miles, el guión decía: “Donde aparecen ratas, se propagan las enfermedades y llevan al exterminio en la Tierra. Son astutas, cobardes y crueles; sobre todo se mueven en grandes manadas, exactamente como los judíos entre las personas.” El judío Süss fue un éxito descomunal, en esta película el judío representaba la persona más perversa que uno pueda encontrar en la literatura o el cine, todo lo que ocurría era en beneficio de los judíos y en detrimento de los buenos arios, era maquiavélico y malvado, retorcido tanto física como anímicamente. La finalidad de estas películas era el mismo despertar el odio y el asco a los judíos, considerarlos una plaga, peor que la peste, subhumanos, y lo más cercano a las ratas que se pueda imaginar. Con estos mimbres la población alemana y de toda Europa estaba preparada para lo que iba a venir.

POLONIA

En Polonía vivían aproximadamente 2'2 millones de judíos, de los cuales solo una mínima parte pertenecía a la burguesía, la mayoría pertenecían a la clase media baja que se había empobrecido progresivamente por la crisis económica y la hostilidad antisemita. Ya desde el principio tanto las SS como la Wermacht (el ejército alemán) se comportaron de forma despiadada con los judíos, se los humillaba, torturaba o mataba como diversión, se producía el saqueo de sus bienes, aunque todo ello de forma desorganizada y asistemática. Para la Wermacht al principio de la guerra esto era un problema porque fomentaba la indisciplina con lo que ocasionalmente se produjeron protestas de algunos altos mandos.

Brazalete judío
Con la invasión por los soviéticos de Polonia, en cumplimiento del acuerdo secreto entre rusos y alemanes, aquella quedaba dividida en dos partes, una para los alemanes y otra para los soviéticos. Los nazis al principio parecían seguir el sistema aplicado hasta ese momento, aunque llevado a cabo con mucha más violencia: identificación, segregación, expropiación, concentración y emigración o expulsión. La idea era colonizar una zona de Polonia por alemanes donde ya había una minoría alemana importante, y expulsar a polacos y judíos al resto de la zona ocupada, y provocar la huída de judíos hacia el Este. Pero esto era prácticamente imposible cuando hablamos de más de dos millones de personas, que tendrían que alimentarse y vivir en algún lugar, y acomodar, además, a los polacos expulsados de las tierras ocupadas. Por lo que se establecieron unas normas, primero marcarlos obligando a llevar una estrella de David en un brazalete, y segundo confinarlos en guetos, es decir barrios judíos específicos, territorios exiguos donde se tenían que apiñar todos los judíos, dejando libres todas sus viviendas para los nuevos colonos alemanes y para los polacos que se habían quedado sin casas.

Hambre y miseria en el gueto de Varsovia
El gueto de Lodz se estableció en abril de 1940 y el de Varsovia en noviembre de 1940. Una de las funciones del gueto, además de la segregación, fue el de la sistemática explotación de la población judía prisionera en beneficio del Reich, sobre todo para las necesidades del ejército, y también tenían una dimensión pedagógica y psicológica: se organizaban grupos de turistas (soldados y civiles) que visitaban el gueto para que vieran como eran los judíos, obviamente, estos sin dinero, suministros, apelotonados en un espacio insuficiente, eran un escaparate de la miseria y la indigencia que concordaba con la idea de la propaganda nazi de los judíos como infrahumanos, también se llevaron equipos de filmación para sus películas de propaganda. Y, de hecho en algunas cartas de soldados, se remarca que el espéctaculo de los judíos muertos era para no perdérselo.

Los guetos de Lodz y Varsovia se instalaron en la zona más degradada de esas ciudades. El de Lodz tenía en principio 165.000 judíos apiñados en menos de 31.000 casas sin tuberías de agua ni desagüe, sin inodoros, tan solo unos cientos de casas tenían algunas de esas comodidades. Era una especie de campo de concentración y trabajo totalmente ajeno al entorno que lo circundaba. El de Varsovia tenía en un principio alrededor de 300.000 personas, llegarían a 445.000 personas unos meses más tarde, instaladas en el 4'5 % de la ciudad, con una densidad de 7 personas por habitación, a veces había 25 o 30 personas en una habitación de 6x4 metros. Literalmente la gente se moría de hambre y miseria, unas cien mil en dos años en el gueto de Varsovia. Nunca hubo alimentos para todos ni siquiera en una mínima cantidad, a pesar del duro trabajo y de las ganancias que suponía la mano de obra empleada por el gueto de Lodz, y enfermedades como la tuberculosis o el tifus, campaban a sus anchas, además de que la muerte por inanición era la más común. De hecho en el museo del gueto de Varsovia se pueden ver filmaciones documentales de la recogida de cadáveres por las calles del gueto a diario, imágenes muy duras que difícilmente son soportables. Y todo ello a pesar del contrabando y el mercado negro que surgió espontáneamente en el gueto y que dio lugar a una emergente clase de nuevos ricos, al menos durante un tiempo.


Por otro lado, uno de los métodos más perversos que utilizaron los nazis para sus propósitos fue el establecimiento de unos Consejos judíos (Judenrat) en todos los centros con población judía, fueran grandes o pequeños, para el control de la población judía. Como dice Friedlander “las élites polacas fueron asesinadas porque podían incitar en contra de los alemanes; las élites judías fueron respetadas porque podían someterse y asegurar la sumisión”. De hecho, en su controvertido ensayo Eichman en Jerusalén: informe sobre la banalidad del mal, la filósofa judía Hanna Arendt, atribuía parte del éxito en el exterminio de los judíos a la docilidad de dichos consejos, los cuales accedieron a ceder sus archivos y a elaborar un censo de los judíos, lo que escandalizó a la sociedad de la época. Friedlander, sin embargo, entiende que el propio Judenrat necesitaba el censo para identificar a los posibles trabajadores, para proporcionar alimento, asistencia social, distribución de comida, etc..., no siendo conscientes de lo que ocurriría después. Aunque, también es cierto que esta élite no dudaba en sacrificar a los demás para salvarse a sí misma y a los que les eran más cercanos.

En una rápida guerra entre los meses de abril y junio de 1940 Alemania invadió y derrotó a Dinamarca y Noruega, Bélgica, Holanda, Luxemburgo y Francia, contaba, además, con el respaldo de las dictaduras de España y Portugal, el apoyo de la Italia de Mussolini, de la Francia de Vichy, y de los gobiernos autoritarios de Hungría, Eslovaquia, Croacia, Rumanía y Bulgaria, esto unido a la ascensión del Papa Pío XII, filoalemán, antisemita y antibolchevique, y con gran interés en mantener buenas relaciones con Alemania, lo cual dejaba a Alemania en una situación inmejorable para sus fines, tanto territoriales como respecto de los judíos. De hecho en el verano de 1940 tres millones doscientos mil judíos estaban en las garras de los nazis. En estos momentos los nazis aún podían permitir, extorsionando al máximo desde el punto económico, la emigración, pero eran los demás países los que cerraban sus fronteras a esta avalancha de desfavorecidos y empobrecidos judíos, por lo que tanto la emigración a Palestina como a los EE.UU o a los países latinoamericanos se hizo imposible, por lo que las rutas a través de España y Portugal, o los intentos de huida a Suecia y, sobre todo, a Suiza solían ser totalmente infructuosos debido a la política de devolución de inmigrantes judíos irregulares, lo que los llevaba a una muerte segura.


FRANCIA Y HOLANDA

La Francia derrotada se dividió en dos, la fachada atlántica y el Norte de Francia estaría administrada directamente por los alemanes como potencia ocupante, y la parte Sur y la costa del Mediterráneo seguiría en manos francesas con un Gobierno presidido por el anciano Mariscal Pétain desde la ciudad balneario de Vichy, un gobierno colaboracionista antisemita, que daría los primeros pasos con leyes antijudías aún antes de que los nazis lo pidieran, política que fue, en general, bien recibida por la población residente en la zona no ocupada y apoyada por la Iglesia católica.

Lo primero también fue inscribir a los judíos, aunque también existía una clara discriminación entre los judíos franceses y los conversos y los judíos extranjeros o naturalizados franceses en los últimos años, discriminación que hacían los propios judíos. Más de 150.000 judíos se inscribieron voluntariamente en los registros.

En otros países, como Holanda, con 140.000 judíos, al principio la reacción fue la contraria, de hecho en Amsterdam se sucedieron las protestas, tanto de las iglesias cristianas como de los trabajadores holandeses que fueron a la huelga en apoyo de los judíos. Pero se continuaron con las medidas ya aplicadas en otros lugares: arianización de las empresas y propiedades judías, inscripción obligatoria, establecimiento de un Consejo judío adecuadamente sumiso...

Así a principios de 1941, se había producido la extensión del “modelo Reich”, y no estaba previsto el exterminio de los judíos, más bien la expulsión y confinamiento, la privación de derechos civiles, arianización de las propiedades, esquilmar los bienes de todo tipo, empezando por las obras de arte que enriquecieron principalmente a los jerifaltes nazis. De hecho, en la actualidad, se siguen produciendo devoluciones y descubrimientos de obras de arte expoliadas por los nazis a los judíos. El museo del Louvre tiene, actualmente, una sala en la que expone estas obras para que puedan ser reconocidas y reclamadas por descendientes de los antiguos dueños.

UNIÓN SOVIÉTICA

El próximo paso que contemplaba Hitler era la conquista de la Unión Soviética, esto significaba cumplir el sueño del Volk (Pueblo) alemán, todo el Este de Europa colmaría la necesidad de Lebensraum (espacio vital) alemán, es decir se convertiría en una colonia alemana. La población judía sería confinada en el Norte helado de Rusia y la eslava diezmada por el llamado Plan del Hambre, matando de hambre a la población de Ucrania y Rusia, dejando una mano esclava cifrada en unos 20-30 millones de personas sin ningún tipo de educación.

En junio de 1941 se produjo la invasión de la Unión Soviética, la cual había ya ocupado anteriormente los países bálticos (Estonia, Letonia y Lituania) y la parte Este de Polonia. En esta campaña militar primero avanzaba el ejército y detrás les seguían Einsatzgruppen de las SS con directrices muy claras: “todos los funcionarios del Estado soviético y del partido comunista que fueran judíos serían ejecutados y había que alentar los pogromos locales.” Pero después, se les unieron batallones de la Policía de Orden y unidades auxiliares formadas por alemanes de la zona y por soldados del Ejército, que se dedicaron a matar a todos los judíos que caían en sus manos.

Con la invasión de la Unión Soviética y sus territorios ocupados cayeron en manos de los nazis unos 2'5 millones de judíos, el resto consiguió huir. A finales de 1941 unos 600.000 judíos habían sido asesinados.

Aktion en la Unión Soviética
¿Quiénes eran los asesinos? Según el profesor Christopher R. Browning en su libro Aquellos hombres grises (El batallón 101 y la Solución final en Polonia), gente corriente. Browning analiza la composición y la actuación del batallón 101 de la Policía de Orden, formada por profesionales alemanes, el dentista, el abogado, el tendero de la esquina, gente corriente que fusilaba a hombres, mujeres y niños como un trabajo más. De hecho Hitler y la cúpula nazi quiso involucrar al Ejército en las matanzas para que no hubiera vuelta atrás. Pero esto también llevaba a un problema emocional, sobre todo con los bebés y niños a los que tenían que pegar un tiro o estrellar sus cabezas contra la pared, con lo que emocionalmente acababa pasando factura, además del gasto en munición, con lo que alentaron pogromos locales sobre todo con la población báltica y ucraniana, que además de ser cristiana y antisemita odiaba a los judíos porque había muchos entre los comunistas, y no hay que olvidar los millones de muertos en Ucrania por hambre provocados por Stalin unos años antes.

Como ejemplo de estas situaciones Friedlander cuenta el caso de los niños de la pequeña ciudad ucraniana de Bjelaja Zerkow. Al llegar los SS mataron a tiros a los 800 o 900 judíos que había, excepto de un grupo de niños menores de cinco años, que fueron recluidos en un edificio y matando a tiros a la mayoría, pero 90 niños se quedaron para morir de hambre y sed y pronto sus gritos se hicieron insoportables, se avisó a los capellanes, y un coronel se negó a matarlos, al final después de consultar con los mandos superiores un capitán se los llevó, incluso a una niña muy pequeña de la mano para dispararles ante una fosa que habían cavado. Y lo mismo ocurrió en Vilna o en Kovno (Lituania) con sus 60.000 judíos, donde empezaron matando a 5.000 varones, y donde la población veía con buenos ojos estas matanzas para poder quedarse con sus bienes. Al igual que ocurrió en Polonía o Letonia, donde de 60.000 judíos solo quedaban 12.000 en unos meses, de los cuales 8.000 eran alemanes deportados.

En Rumanía, los rumanos también masacrarían en un año entre 280.000 y 380.000 judíos, en los territorios que ocuparon de la Unión Soviética e incorporaron a Rumanía, mediante disparos, explosivos o quemándolos vivos.

Curiosamente, en Croacia, con un gobierno nacionalista de ultraderecha católico aliado alemán, mataron a más de 45.000 judíos, y los que se salvaron fue porque huyeron a territorio italiano donde encontraron amparo. Sin embargo, el Papa que tenía la mayor ascendencia ante los croatas, y también ante los eslovacos, con un gobierno ultracatólico al frente del cual estaba un sacerdote, nunca les recriminó sobre estos crímenes.

LA SOLUCIÓN FINAL

Como hemos visto, matar a millones de personas a tiros, incluídos mujeres y niños o bebés, conllevaba un precio tanto emocional como económico, por lo que en un momento dado, una vez descartada la solución de deportar a los judíos a algún lugar de Rusia puesto que la guerra no terminaba, y que, además, aquellos consumían recursos, aunque generaran también beneficios económicos como mano de obra esclava, se empezó a pensar en algún tipo de solución rápida, sencilla dentro de lo posible y económica, y sin los inconvenientes de las matanzas que habían tenido lugar hasta ese momento en la Unión Soviética.

Mientras continuaban los asesinatos, como la liquidación del gueto de Riga (Letonia), donde murieron 30.000 judíos para dar cabida a los judíos deportados de Alemania, el otoño de 1941 llevó a la convicción de que la guerra iba a ser más larga de lo que parecía y Hitler aumentó las diatribas contra los judíos en todos sus discursos hasta que el 21 de octubre, después de decir las barbaridades de siempre terminó con el famoso final: “Exterminando a esta peste, haremos a la humanidad un servicio del cual nuestros soldados no tienen ni idea.” El 11 de diciembre declaró la guerra a los EE.UU., y con eso se tendría que producir el cumplimiento de la profecía que había realizado en enero de 1939, que si se producía una guerra mundial esta sería culpa de los judíos y la consecuencia necesaria era su exterminio. Solo faltaba cómo aplicar esa orden.

Camión para los asesinatos masivos en Chelmno
A finales de 1941, se empezó a pensar en el gas como método de asesinato masivo. Se había probado en el programa de eutanasia de enfermos mentales llevado a cabo en Alemania tiempo atrás, así que en Chelmno (Polonia) se utilizaron tres camiones modificados, donde se embutía a 50 personas, con los tubos de escape hacia dentro, con esto la capacidad de mortífera era de aproximadamente mil personas al día, para aligerar el gueto de Lodz, adonde se iban a trasladar los deportados judíos del Reich, y además donde se liquidaron unos 4.400 gitanos. Después se enterraban los cadáveres en el bosque. Un testigo relataba como a veces había alguna persona viva, o bebés que sus madres habían protegido del gas con mantas. En estos casos “los alemanes estampaban las cabezas de los bebés contra los árboles, matándolos en el acto.”.

Una vez claro el mandato de Hitler, representantes civiles, políticos y militares alemanes se reunieron en Wanssee, cerca de Berlín, para una conferencia en la que se trataría el tema de la Solución final del problema judío, es decir del exterminio de los judíos europeos, comandados por Adolf Eichmann y Reinhard Heydrich. Se estableció la forma de campos de exterminio y de trabajo, y que habría un campo modelo, Theresiendstat, en lo que es actualmente la República Checa, que serviría de escaparate al exterior, para acallar los rumores que existieran sobre el destino de los judíos deportados. Muy recomendable es la obra de teatro Himmelweg (Camino del cielo) de Juan Mayorga, en ella el comandante de un campo nazi equivalente a Theresiendstadt va a poner en marcha la obra de arte total, estará todo al servicio de una única representación para el Delegado de la Cruz Roja, los internos serán los figurantes, un mundo idílico a representar ante este como el modelo de campo ideal. Curiosamente, el campo más mortífero no en cuanto a número de muertos pero sí en cuanto al porcentaje de supervivientes, nulo prácticamente, fue Treblinka, que tenía su propio “Camino del cielo”.

Así, una vez establecido el plan, el principal punto era cómo aprovechar a los judíos útiles al máximo y exterminar rápidamente a la población no trabajadora, por lo que se construyeron campos de la muerte en emplazamientos próximos a los guetos principales, los llamados campos “Aktion Reindhart”, y grandes campos de trabajo y exterminio como Auschwitz.

Fosa común en Belzec
Mientras continuaban los gaseamientos en Chelmno se construyó Belzec cerca del gueto de Lublin, el cual empezó a funcionar a finales de 1941. A finales de 1942, 434.000 judíos había sido exterminados, solo dos de los deportados a Belzec sobrevivieron. En Sobibor, también cerca de Lublin, construido a finales de marzo de 1942, en sus primeros tres meses de funcionamiento fueron asesinados entre 90.000 y 100.000 judíos.

Friedlander explica cómo se procedía una vez llegaban los trenes cargados hasta arriba de judíos hacinados en vagones de carga:

“El exterminio en los campos “Aktion Reindhart” seguía procedimientos estipulados. Auxiliares ucranianos, normalmente armados con látigos, sacaban a los judíos de los trenes. Como en Chelmno, el siguiente paso era la “desinfección”: las víctimas tenían que desnudarse y dejar todas sus pertenencias en la sala común. Luego empujaban a aquella muchedumbre de personas desnudas y aterrorizadas por un pasadizo o un vestíbulo hasta las cámaras de gas. Las puertas quedaban herméticamente cerradas; empezaba a salir el gas. (…) La muerte llegaba lentamente en aquellas cámaras (tardaba diez minutos o más). A veces la agonía de las víctimas se podía contemplar por unas mirillas. Cuando todo terminaba, el vaciado de las cámaras se dejaba, igual que en Chelmno, a sonderkommandos (comandos especiales) judíos que más tarde también serían liquidados.”

Un SS en la Aktion
Mientras tanto empezó una segunda oleada de asesinatos en la Unión Soviética ocupada por los nazis, la cual se realizó con ayuda entusiasta de población local, auxiliares lituanos, bielorrusos y ucranianos, y con la participación voluntaria de miembros de la Werhmacht. Sus propios informes indican que se eliminaron solo en Ucrania otros 360.000 judíos, exterminando prácticamente a toda la población judía, la cual iba desapareciendo en sucesivas acciones que iban dejando los pequeños guetos vacíos, dejando tan solo un diminuto segmento útil de la población, como artesanos especializados, unos quinientos concretamente. Fue la llamada solución “del cien por cien”. Y lo mismo ocurrió en los países bálticos.

Los dos campos principales por los que se recuerda el holocausto son Treblinka y Auschwitz. A medida que la guerra avanzaba algunos dirigentes nazis ya sabían que la guerra no se podía ganar, y más después de Stalingrado, pero eso llevó a que las diatribas y discursos contra los judíos se redoblaran y que el objetivo de exterminio de los judíos pasase a ser el principal. Himmler visitó Auschwitz en julio de 1942 contemplando el asesinato de un transporte de judíos holandeses. Lo primero que ordenó fue que, a partir de ese momento, no se tenía que dejar rastro, debían abrirse todas las fosas comunes, quemar los cuerpos y eliminar las cenizas, de tal manera que en un futuro fuera imposible calcular el número de muertos quemados. Y el exterminio tenía que ampliarse a los judíos de los países occidentales, Francia, Holanda, Bélgica, Dinamarca, aliados como Eslovaquia, Italia, Hungría, Rumanía, y los demás países ocupados como Grecia.

En la mayoría de casos la población local no hizo nada para defender a los judíos, ni las iglesias tampoco, tan solo personas individuales ayudaron en lo posible. Más de mil niños holandeses fueron salvados por la directora holandesa de un centro, Henriette Rodríguez-Pimental, un nombre que merece la pena ser recordado, como tantos otros “justos”, destruyó los archivos y encontró lugares seguros en familias holandesas para los niños. En Francia la colaboración fue prácticamente total, con redadas por parte de la policía francesa y el traslado al campo de Drancy, que era el tránsito hacia Auschwitz.

El campo de exterminio de Treblinka se construyó principalmente para acabar con los judíos del gueto de Varsovia, el más poblado. Al principio los judíos no sabían lo que les esperaba. Las condiciones del gueto eran insoportables por el hacinamiento y las enfermedades, simplemente no había que comer, la gente moría de tifus, cólera, inanición, directamente de hambre, así que les prometían 3kg de pan y 1kg de mermelada a los que acudieran a la plaza principal para llevarlos a un campo de trabajo, tenían que llevarse, además, a sus hijos. El éxito nazi fue total la gente se presentaba voluntariamente sin saber que, en realidad, los llevaran al matadero. El 5 de agosto de 1942 las deportaciones alcanzaron a los orfanatos. Uno de los testimonios más impresionantes lo constituye el Diario del gueto del Dr. Janusz Korczak, director de un orfanato que había conseguido que sus niños sobrevivieran a todas las dificultades. Llegado el momento él se puso al frente de los niños para que no se asustaran y murió con ellos. Esta primera Aktion en Varsovia dejó 10.380 muertos en el gueto durante las deportaciones y 265.040 gaseados en Treblinka. Este es el campo más escalofriante y mortífero que haya podido existir. Empezó a funcionar el 23 de julio de 1942, y a finales de agosto habían sido asesinados 312.000 judíos. Todo era un caos de muertos por todas partes, no se daba abasto, se trabajaba y asesinaba día y noche a toda velocidad, no daba tiempo a incinerar, a clasificar los bienes dejados por los judíos, que se robaban impunemente, produciendo una orgía de muerte y destrucción masiva sin orden ni concierto, diversos testimonios de los propios alemanes hablan de miles de cuerpos a la intemperie pudriéndose cuyo olor llegaba a zonas pobladas. Si alguien quiere saber cómo era el infierno de Treblinka tiene que leer el impresionante libro Treblinka de Chil Rajman, testimonio de uno de los escasos supervivientes, y ver la película húngara, ganadora del Oscar a la mejor película de habla no inglesa, El hijo de Saul. Cuando ya prácticamente no quedaban judíos en Varsovia, los mismos judíos que quedaban en Treblinka como comandos de trabajo para llevar a los muertos, enterrarlos, quemarlos, clasificar bienes, etc..., sabiendo que les iba a tocar el turno se rebelaron y escaparon, murieron la mayoría pero algunos sobrevivieron, por ellos sabemos qué ocurrió realmente allí, puesto que era un campo de exterminio no de trabajo, donde el que llegaba lo hacía para morir.

Después de la derrota de Stalingrado en febrero de 1943, los discursos de Hitler y Goebbels repetían una y otra vez la misma cantinela, “había que eliminar a los judíos del Reich y de toda Europa”. En su delirio los judíos eran la línea de comunicación entre los enemigos del Reich; Friedlander lo expresa así:

“Ellos extendían los rumores derrotistas y la propaganda hostil. Por ello, y también para utilizarlos como cabeza de turco, se redobló la presión a la prensa para culpar a los judíos de la guerra, Goebbels emitió a los periódicos una circular secreta que concretaba: “hay que culpar a los judíos, los judíos querían la guerra; los judíos están empeorando la guerra y una y otra vez hay que culpar a los judíos”.

De hecho una de las máximas conocidas de Goebbles sobre la propaganda, y que sigue estando vigente en la actualidad por los políticos actuales es: “repetir mil veces una mentira la convierte en verdad”. La gente acabó por creerlo con lo que el antisemitismo era más poderoso que nunca.

Un informe nazi de 31 de diciembre de 1942 daba la cifra exacta de “evacuados” (léase asesinados) judíos a los campos de la muerte: 1.873.539 judíos, de ellos más de 700.000 en Treblinka. Pero quedaba aún mucho más: los judíos de Eslovaquia, Rumanía, Bulgaria, Croacia, la comunidad sefardí de Salónica en Grecia, pero sobre todo los 800.000 judíos húngaros que constituían un apetitoso bocado para la industria de la muerte alemana.

Campo de exterminio Auschwitz II-Birkenau
El campo de Auschwitz (Polonia) empezó siendo un campo de trabajo donde tenían lugar asesinatos esporádicos pero acabó convirtiéndose en el centro de exterminio donde terminaba el flujo constante de judíos de toda Europa. Fue creciendo a lo largo de 1943 con multitud de campos auxiliares, Auschwitz II-Birkenau, donde se instalaron los crematorios II a V, y una miríada de campos auxiliares y de trabajo para la industria de guerra alemana. A partir de un hallazgo casual los nazis se dieron cuenta que el gas Zyklon B, que se utilizaba para desinfecta, era el medio más efectivo para el asesinato masivo. Los cristales de este gas se bajaban por columnas con tela metálica en contenedores hasta las salas acondicionadas como duchas colectivas donde tenía lugar la muerte de los judíos que ignorantes de lo que iba a ocurrir pensaban que iban a desinfectarse allí:

“Aparte de la sala de desnudamiento y la cámara de gas, los sótanos de estos crematorios construidos en dos niveles incluían una sala para la manipulación de los cadáveres, para extraer los dientes de oro, cortar el pelo de las mujeres, quitar los miembros ortopédicos o recoger cualquier objeto de valor ,com oanillos de boda, gafas y similares, tarea que realizaban los miembros del Sonderkommando judío después de sacar a rastras los cadáveres de la cámara de gas. Luego se llevan los cuerpos en montacargas a la planta baja, donde varios hornos los reducían a cenizas. Después de triturar los huesos en molinos especiales, las cenizas se utilizaban para fertilizar los campos cercanos, o se arrojaban e los bosques locales o bien al río.”

El escritor Primo Levi describió en su gran obra autobriográfica Si esto es un hombre su experiencia en este campo, así como el Premio Nobel húngaro Imre Kerstez en su novela Sin destino narra el paso de un adolescente por diversos campos de concentración nazis.

El Dr. Mengele y niños para los experimentos
A los deportados se les seleccionaba a la izquierda unos a la derecha otros, según su apariencia por su capacidad para trabajar, los demás iban directamente a las cámaras de gas. Entre los seleccionados había médicos, como el famoso Dr. Mengele, que utilizaban a judíos para sus monstruosos experimentos científicos. El escalofriante relato El profesor Scanner que forma parte del libro Medallones de Zofia Nalkowska nos muestra hasta dónde podían llegar estos médicos con sus experimentos. A los deportados seleccionados para el trabajo se les identificaba con un número tatuado en el antebrazo izquierdo, y en su uniforme a rayas de preso se les identificaba con triángulos de distinto color según su categoría: homosexuales, judíos, presos políticos,... y a los judíos con una estrella de David amarilla.

Papa Pío XII
Mientras tanto, la invasión de Italia por los aliados acabó provocando la ocupación de los nazis y el establecimiento en el norte de Italia de una República títere fascista, y con ella el fin de la protección que Italia hasta ese momento había ofrecido a los judíos. Dejando expedito el camino a terminar con los judíos italianos. A tiro de piedra de la residencia papal se capturó y deportó a Matthausen a los 8.000 judíos de Roma. El Papa se mantuvo en silencio. No obstante, de forma individual sí se produjeron por entidades religiosas encubrimientos y salvación de judíos, sobre todo conversos.


Gueto de Varsovia 1943
Ya en 1943 el gueto de Varsovia iba reduciéndose en extensión y población poco a poco a medida que las Aktion nazis iban en aumento, con el fin de vaciar el gueto y derruirlo definitivamente. Algunos grupos judíos decidieron resistir, y así cuando empezó la liquidación del gueto de Varsovia el 19 de abril de 1943, ocurrió lo nunca visto: los judíos disparaban y los alemanes no eran inmunes a las balas ni las explosiones, con lo que empezó una encarnizada y desigual batalla cuyo final estaba claro, los sublevados resistieron hasta el 16 de mayo, su finalidad era morir con dignidad. Sobre el gueto de Varsovia son muy interesantes los libros Voces del gueto de Varsovia de Michal Grynberg y Crónica del gueto de Varsovia de Emanuel Ringelblum, y recomiendo, además, especialmente la obra teatral El cartógrafo de Juan Mayorga. Los polacos no levantaron un dedo por ayudar a los judíos, tenían ya en mente su propio levantamiento en contra de los alemanes, el cual llevó a la práctica destrucción de Varsovia ante la impasibilidad de las tropas soviéticas que ya se encontraban a las puertas de la ciudad, pero esta es otra historia. No obstante recomiendo el Diario del levantamiento de Varsovia de Miron Bialoszewski para profundizar sobre el tema.

También en otros países aliados de Alemania los regímenes se tambaleaban viendo que las tropas rusas se acercaban, por lo que los nazis acabaron por derribarlos y poner al frente a elementos más leales. El caso más importante fue el de Hungría con la caída del dictador Horthy, poniendo al frente a miembros del grupo fascista antisemita Cruces flechadas. El 14 de mayo de 1944 comenzaron las deportaciones a Auschwitz a un ritmo de 12.000 a 14.000 deportados al día. “Los crematorios de Birkenau no daban abasto con aquel ritmo de gaseo, y hubo que hacer fosas crematorias a campo abierto.”

Barracones en Auschwitz
Es increíble que en esa etapa de la guerra, y con el caos ferroviario, los bombardeos en las ciudades, la falta de recursos para llevar el avituallamiento al frente, con los soviéticos avanzando hacia el oeste y la guerra perdida, se desperdiciaran tantísimos recursos a exterminar a los judíos húngaros. Aunque, como hemos visto, desde el punto de vista ideológico y del objetivo final nazi una vez ya sabían que no iban a conquistar el mundo, su postura era perfectamente lógica porque podrían avanzar hasta su otro objetivo final: destruir a los judíos europeos. El 9 de julio, cuando terminaron las deportaciones de las provincias húngaras 438.000 judíos habían sido enviados a Auschwitz, de los cuales 394.000 habían sido exterminados. De los seleccionados para el trabajo pocos sobrevivirían hasta el final. Y aún quedaban 250.000 judíos en Budapest. ¿Se podría haber evitado? Existe una gran controversia sobre este tema. Se conocía el holocausto por parte de británicos y norteamericanos, se habían hecho llegar por distintas fuentes independientes las noticias sobre lo que estaba pasando, incluso se propusieron dos soluciones: bombardear las líneas férreas que iban de Hungría a Auschwitz, o incluso el mismo campo destruyendo las instalaciones. A nadie le importó, se entendió que el esfuerzo de guerra era más importante.

A finales de julio 1944 los soviéticos liberaron Majdanek sin que los alemanes hubieran destruído las cámaras de gas y las pruebas de las atrocidades cometidas. A partir de ese momento para los alemanes la máxima prioridad fue destruir esas pruebas, lo difícil era cómo hacer para trasladar todos los cadáveres enterrados y quemarlos. Chelmno fue desmantelado, liquidando los judíos que quedaban del gueto de Lodz. Cuando llegaron los rusos solo quedaban vivos 827 judíos en el gueto. Según Friedlander, cuando Polonia quedó liberada de los nazis “De los 3'3 millones de judíos que vivían en Polonia en 1939, sobrevivieron a la guerra unos trescientos mil; entre ellos, unos cuarenta mil como máximo ocultos en territorio polaco.” Toda una civilización había desaparecido.

Ante el avance soviético se siguió matando judíos en el mismo Budapest por los cruces flechadas. Varios miembros del cuerpo diplomático extranjero intervinieron activamente protegiendo con documentos falsos a miles de judíos. Había en circulación 150.000 documentos de protección, unos 50.000 auténticos, el resto falsos. Unos 60.000 judíos se instalaron en 4.500 apartamentos con protección internacional. Héroes, hombres justos, como los suizos Carl Lutz y Friedrich Born, el portugués Carlos Branquinho, el sueco Raoul Wallenberg, el español Ángel Sanz Briz y el italiano Giorgio Perlasca, que quedó al frente de la delegación española cuando aquel tuvo que marchar, salvaron miles de judíos de Budapest, y se convirtieron en su principal fuente de esperanza.

Restos humanos en Auschwitz encontrados en su liberación
A partir de ese momento empezaron las llamadas “marchas de la muerte”, se llevaba a pie a los judíos de un lugar a otro con un destino impreciso, otro campo ya en Austria o en Alemania, para supuestamente trabajar o ser exterminados. Estamos en el otoño y el invierno de 1944-45, el frío, el hambre, la lluvia, las marchas extenuantes y la brutalidad acabaron con miles y miles de judíos ateridos, desnutridos. El Reich se desmoronaba y empezaba a reinar el caos, pero se seguía intentando acabar con los judíos. El Reichsfürher Himmler quiso negociar a espaldas de Hitler y para ello utilizó la liberación de pequeños grupos de judíos en muestra de buena voluntad. En enero de 1945 se evacuaron de los campos unos 750 a 800.000 judíos, de los cuales perecieron unos 250.000 por el camino, ante la indiferencia de la población que los veía pasar.

El 2 de mayo de 1945 los soviéticos ocuparon Berlín. Hitler se había suicidado, la guerra se había terminado. No obstante no terminaba el calvario para los judíos, tenían que recuperarse física y anímicamente, pero ¿adónde ir? Algunos intentaron volver a sus lugares de origen, pero se encontraron con que su mundo había desaparecido. En muchos casos fueron asesinados porque al volver a sus casas estas estaban ocupadas, sus bienes pertenecían a otras personas y, obviamente no querían devolverlos, y seguía habiendo un antisemitismo feroz en toda Europa. De hecho Polonia sigue siendo el paradigma. De 3'3 millones de judíos polacos, un 10 % de la población total en aquel momento, quedan 10.000 judíos en la actualidad, y el gobierno polaco ultranacionalista conservador ha aprobado recientemente una ley por la que se niega cualquier responsabilidad polaca en el holocausto, incluyendo como delito en el Código Penal cualquier referencia a dicha responsabilidad. Solo quedó como solución una nueva esperanza, un Estado judío en Palestina, lo que llevó a nuevos problemas. Pero eso es otra historia...

La cuestión principal no es cómo un cabo desconocido, un pintor fracasado, un don nadie, pudo convertirse en el todopoderoso Führer de Alemania, sino cómo decenas de millones de personas decidieron seguirlo ciegamente hasta el final, por qué tantos alemanes seguían creyéndole todavía al llegar ese final e incluso después. La histérica adoración y la fe ciega de incontables alemanes que aún en el final y la catástrofe creían en los milagros de las nuevas armas que el Führer había prometido, y que la victoria final estaba próxima.

Al finalizar la guerra entre 5 y 6 millones de judíos habían sido asesinados, entre ellos 1'5 millones menores de 14 años. Una civilización había prácticamente desaparecido. Las atrocidades de las Aktion en el territorio soviético, los campos de la muerte de Treblinka, Sobibor, Majdanek y tantos otros, la explotación de mano de obra esclava hasta la muerte, los experimentos médicos atroces en niños por parte de eminencias médicas alemanas, el expolio de los bienes, las absurdas marchas de la muerte, y todo lo que representa Auschwitz, la maldad humana, o como decía el loco Coronel Kurtz en sus últimas palabras en El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad: “el horror, el horror ...”, todo ello representan lo peor del ser humano. Pero en ese mar de oscuridad, existe una pequeña luz, un destello, esos hombres y mujeres justos que representan lo mejor del ser humano, que salvaron a miles de judíos del exterminio aún a costa de su propio bienestar y seguridad, lo que también nos hace albergar, a pesar de todo, la esperanza en el ser humano.


1 comentario:

  1. Como siempre un artículo profundo y documento que nos ayuda a estudiar y comprender lo que sucedió durante el Holocausto. Personalmente, se impone una lectura de esta obra.

    Gracias, Sebastián.

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