El 1 de septiembre de 1939 Alemania invadía Polonia. Era la guerra que Hitler buscaba con determinación desde hacía tiempo y que se había visto frustrada hasta ese momento por la condescendencia de las democracias liberales de Francia e Inglaterra, las cuales abandonaron a su suerte a Checoslovaquia y claudicaron con el Anschluss, la incorporación de Austria al Reich alemán. Hitler en Alemania era el Führer, el gran caudillo, el redentor, un líder carismático con un carácter cuasi providencial que había devuelto a Alemania a la grandeza y a un crecimiento económico espectacular con superación de la crisis de los años 20 y el crasch del 29. La finalidad de la guerra era doble, por un lado conseguir una Europa continental alemana, dominadora del mundo, convirtiendo a Rusia en un territorio colonizado por alemanes con la población de Polonia y la URSS como mano de obra esclava, y, de otro lado, consiguiendo la pureza racial con el exterminio de la raza judía. Con la batalla de Stalingrado perdida por Alemania (agosto 1942-febrero 1943), Hitler y sus acólitos sabían que la guerra estaba perdida con lo que se dedicaron plenamente, y aún a costa de utilizar preciosos recursos que podrían haber servido para ganar la guerra (transportes, mano de obra esclava, etc...), a conseguir el primer fin ideológico del nazismo: la aniquilación de los judíos europeos.
El exterminio de los judíos europeos se
produjo con el conocimiento de la población alemana, o por lo menos
de gran parte de ella. Ya vimos anteriormente cómo, de forma
progresiva, a los judíos se les había ido privando de sus derechos
civiles, cómo después fueron segregados, expoliados y finalmente
deportados. Los soldados daban cuenta de lo que se estaba haciendo en
sus cartas, y además la mayoría lo contaban con orgullo, se dejaba
rastro fotográfico, y se hacían estadísticas de todo el proceso.
Al principio se pensó en la deportación a Madagascar, una vez
Francia había caído en manos de Alemania, y después al Norte
helado de Rusia cuando se ganara la guerra, pero posteriormente y
dada la imposibilidad de estas ideas descabelladas, se llegó a la
idea de la “Solución final al problema judío”. Hitler para
evitar la “puñalada por la espalda” de 1918, implicó al
ejército en el exterminio para que todos fueran culpables y no se
pudieran volver atrás con semejante atrocidad a sus espaldas. Y todo
ello, sin que quien podría haber elevado su voz lo hicieran. Las
Iglesias cristianas apenas realizaron protestas significativas, en
general, ni las élites intelectuales, ni hubo un movimiento de a pie
en contra del exterminio, tan solo actuaciones individuales. Todo lo
contrario, cuando el exterminio estaba en su auge el antisemitismo
también llegó a su máximo nivel, y no solo en Alemania sino en la
mayoría de Europa, sobre todo en Polonia. Todo ello llevó a la
muerte a unos 6 millones de judíos europeos y a la destrucción de
toda una cultura, la yiddish, pueblos enteros con su folklore,
cultura, lengua, costumbres, tradiciones, etc..., desaparecieron de
la noche a la mañana para no volver, esto es lo que constata el
escritor Vasili Grossman en sus reportajes como periodista
cuando el Ejército Rojo iba reconquistando el terreno soviético de
las garras nazis (comentados en edición española por Antony
Beevor en Un escritor en Guerra, Vasili Grossman en el
Ejército Rojo, 1941-1945).
El éxito de los
gobiernos y sus políticas tiene que ver con su capacidad de
convencer a la población sobre los beneficios y la bondades de
aquellas, aunque vayan incluso en contra de su propio interés, y
para eso utiliza la propaganda. En todas las épocas se han utilizado
los mitos, los símbolos, las religiones, las ideologías, para
llevar a cabo esta propaganda con el objetivo de apuntalar a la
Iglesia, al Estado, al Rey, en definitiva a los poderes establecidos.
Esto se ha realizado a través de los tiempos con las obras
literarias, artísticas, el teatro, la heráldica, la religión, pero
siempre con el alcance que le daba su limitada difusión. Pero el
Estado nazi se dio cuenta del potencial que tenía la propaganda y el
fanatismo que podía inculcar a las masas con la utilización de los
nuevos medios de comunicación de masas: la radio y el cinematógrafo,
por lo que creó el Ministerio de Propaganda, con el siniestro Joseph
Goebbels al frente. Este entendió que para llevar a cabo los planes
de exterminación de los judíos se necesitaba la complacencia,
cuando no la colaboración, tanto de los alemanes como de las
poblaciones no judías del resto de Europa, así que para ello ideó
una campaña constante de antisemitismo en Alemania y en toda Europa:
emisiones radiofónicas, carteles, discursos, periódicos, el Partido
nazi, películas,... toda la culpa de la guerra era de los judíos,
los cuales pretendían dominar el mundo y destruir al pueblo alemán,
y todo a través de las plutocracias liberales de Inglaterra y
Francia, y a su infiltración en el bolchevismo comunista en Rusia.
Una vez comenzada la
guerra Goebbels ordenó la filmación de tres importantes películas
antijudías: Los Roschild, El judío Süss y
El eterno judío. El primero presentaba la historia del
poder económico judío y cómo se habían aprovechado de la miseria
de la gente y de la guerra. El eterno judío era un film
documental sobre el mundo judío, en él se contrastaba a los arios,
con sus escenas de belleza cristiana aria, su música de Bach, en
contraposición a los rostros sucios, demacrados, miserables y
macilentos de los judíos de los guetos más empobrecidos, y en una
escena impactante se presentaba una manada de ratas corriendo que se
convertía en enjambres de judíos abordando barcos a miles, el guión
decía: “Donde aparecen ratas, se propagan las enfermedades y
llevan al exterminio en la Tierra. Son astutas, cobardes y crueles;
sobre todo se mueven en grandes manadas, exactamente como los judíos
entre las personas.” El judío Süss fue un éxito
descomunal, en esta película el judío representaba la persona más
perversa que uno pueda encontrar en la literatura o el cine, todo lo
que ocurría era en beneficio de los judíos y en detrimento de los
buenos arios, era maquiavélico y malvado, retorcido tanto física
como anímicamente. La finalidad de estas películas era el mismo
despertar el odio y el asco a los judíos, considerarlos una plaga,
peor que la peste, subhumanos, y lo más cercano a las ratas que se
pueda imaginar. Con estos mimbres la población alemana y de toda
Europa estaba preparada para lo que iba a venir.
Joseph Goebbels - Ministro de Propaganda del Reich |
Cartel de la película antisemita "El eterno judío" |
POLONIA
En Polonía vivían
aproximadamente 2'2 millones de judíos, de los cuales solo una
mínima parte pertenecía a la burguesía, la mayoría pertenecían a
la clase media baja que se había empobrecido progresivamente por la
crisis económica y la hostilidad antisemita. Ya desde el principio
tanto las SS como la Wermacht (el ejército alemán) se comportaron
de forma despiadada con los judíos, se los humillaba, torturaba o
mataba como diversión, se producía el saqueo de sus bienes, aunque
todo ello de forma desorganizada y asistemática. Para la Wermacht al
principio de la guerra esto era un problema porque fomentaba la
indisciplina con lo que ocasionalmente se produjeron protestas de
algunos altos mandos.
Con la invasión por los
soviéticos de Polonia, en cumplimiento del acuerdo secreto entre
rusos y alemanes, aquella quedaba dividida en dos partes, una para
los alemanes y otra para los soviéticos. Los nazis al principio
parecían seguir el sistema aplicado hasta ese momento, aunque
llevado a cabo con mucha más violencia: identificación,
segregación, expropiación, concentración y emigración o
expulsión. La idea era colonizar una zona de Polonia por alemanes
donde ya había una minoría alemana importante, y expulsar a polacos
y judíos al resto de la zona ocupada, y provocar la huída de judíos
hacia el Este. Pero esto era prácticamente imposible cuando hablamos
de más de dos millones de personas, que tendrían que alimentarse y
vivir en algún lugar, y acomodar, además, a los polacos expulsados
de las tierras ocupadas. Por lo que se establecieron unas normas,
primero marcarlos obligando a llevar una estrella de David en un
brazalete, y segundo confinarlos en guetos, es decir barrios judíos
específicos, territorios exiguos donde se tenían que apiñar todos
los judíos, dejando libres todas sus viviendas para los nuevos
colonos alemanes y para los polacos que se habían quedado sin casas.
Brazalete judío |
Hambre y miseria en el gueto de Varsovia |
Los guetos de Lodz y
Varsovia se instalaron en la zona más degradada de esas ciudades. El
de Lodz tenía en principio 165.000 judíos apiñados en menos de
31.000 casas sin tuberías de agua ni desagüe, sin inodoros, tan
solo unos cientos de casas tenían algunas de esas comodidades. Era
una especie de campo de concentración y trabajo totalmente ajeno al
entorno que lo circundaba. El de Varsovia tenía en un principio
alrededor de 300.000 personas, llegarían a 445.000 personas unos
meses más tarde, instaladas en el 4'5 % de la ciudad, con una
densidad de 7 personas por habitación, a veces había 25 o 30
personas en una habitación de 6x4 metros. Literalmente la gente se
moría de hambre y miseria, unas cien mil en dos años en el gueto de
Varsovia. Nunca hubo alimentos para todos ni siquiera en una mínima
cantidad, a pesar del duro trabajo y de las ganancias que suponía la
mano de obra empleada por el gueto de Lodz, y enfermedades como la
tuberculosis o el tifus, campaban a sus anchas, además de que la
muerte por inanición era la más común. De hecho en el museo del
gueto de Varsovia se pueden ver filmaciones documentales de la
recogida de cadáveres por las calles del gueto a diario, imágenes
muy duras que difícilmente son soportables. Y todo ello a pesar del
contrabando y el mercado negro que surgió espontáneamente en el
gueto y que dio lugar a una emergente clase de nuevos ricos, al menos
durante un tiempo.
Por otro lado, uno de los
métodos más perversos que utilizaron los nazis para sus propósitos
fue el establecimiento de unos Consejos judíos (Judenrat) en
todos los centros con población judía, fueran grandes o pequeños,
para el control de la población judía. Como dice Friedlander
“las élites polacas fueron asesinadas porque podían incitar
en contra de los alemanes; las élites judías fueron respetadas
porque podían someterse y asegurar la sumisión”. De hecho, en su
controvertido ensayo Eichman en Jerusalén: informe sobre la
banalidad del mal, la filósofa judía Hanna Arendt,
atribuía parte del éxito en el exterminio de los judíos a la
docilidad de dichos consejos, los cuales accedieron a ceder sus
archivos y a elaborar un censo de los judíos, lo que escandalizó a
la sociedad de la época. Friedlander, sin embargo, entiende
que el propio Judenrat necesitaba el censo para identificar a
los posibles trabajadores, para proporcionar alimento, asistencia
social, distribución de comida, etc..., no siendo conscientes de lo
que ocurriría después. Aunque, también es cierto que esta élite
no dudaba en sacrificar a los demás para salvarse a sí misma y a
los que les eran más cercanos.
En una rápida guerra
entre los meses de abril y junio de 1940 Alemania invadió y derrotó
a Dinamarca y Noruega, Bélgica, Holanda, Luxemburgo y Francia,
contaba, además, con el respaldo de las dictaduras de España y
Portugal, el apoyo de la Italia de Mussolini, de la Francia de Vichy,
y de los gobiernos autoritarios de Hungría, Eslovaquia, Croacia,
Rumanía y Bulgaria, esto unido a la ascensión del Papa Pío XII,
filoalemán, antisemita y antibolchevique, y con gran interés en
mantener buenas relaciones con Alemania, lo cual dejaba a Alemania en
una situación inmejorable para sus fines, tanto territoriales como
respecto de los judíos. De hecho en el verano de 1940 tres millones
doscientos mil judíos estaban en las garras de los nazis. En estos
momentos los nazis aún podían permitir, extorsionando al máximo
desde el punto económico, la emigración, pero eran los demás
países los que cerraban sus fronteras a esta avalancha de
desfavorecidos y empobrecidos judíos, por lo que tanto la emigración
a Palestina como a los EE.UU o a los países latinoamericanos se hizo
imposible, por lo que las rutas a través de España y Portugal, o
los intentos de huida a Suecia y, sobre todo, a Suiza solían ser
totalmente infructuosos debido a la política de devolución de
inmigrantes judíos irregulares, lo que los llevaba a una muerte
segura.
FRANCIA Y HOLANDA
La Francia derrotada se
dividió en dos, la fachada atlántica y el Norte de Francia estaría
administrada directamente por los alemanes como potencia ocupante, y
la parte Sur y la costa del Mediterráneo seguiría en manos
francesas con un Gobierno presidido por el anciano Mariscal Pétain
desde la ciudad balneario de Vichy, un gobierno colaboracionista
antisemita, que daría los primeros pasos con leyes antijudías aún
antes de que los nazis lo pidieran, política que fue, en general,
bien recibida por la población residente en la zona no ocupada y
apoyada por la Iglesia católica.
Lo primero también fue
inscribir a los judíos, aunque también existía una clara
discriminación entre los judíos franceses y los conversos y los
judíos extranjeros o naturalizados franceses en los últimos años,
discriminación que hacían los propios judíos. Más de 150.000
judíos se inscribieron voluntariamente en los registros.
En otros países, como
Holanda, con 140.000 judíos, al principio la reacción fue la
contraria, de hecho en Amsterdam se sucedieron las protestas, tanto
de las iglesias cristianas como de los trabajadores holandeses que
fueron a la huelga en apoyo de los judíos. Pero se continuaron con
las medidas ya aplicadas en otros lugares: arianización de las
empresas y propiedades judías, inscripción obligatoria,
establecimiento de un Consejo judío adecuadamente sumiso...
Así a principios de
1941, se había producido la extensión del “modelo Reich”, y no
estaba previsto el exterminio de los judíos, más bien la expulsión
y confinamiento, la privación de derechos civiles, arianización de
las propiedades, esquilmar los bienes de todo tipo, empezando por
las obras de arte que enriquecieron principalmente a los jerifaltes
nazis. De hecho, en la actualidad, se siguen produciendo devoluciones
y descubrimientos de obras de arte expoliadas por los nazis a los
judíos. El museo del Louvre tiene, actualmente, una sala en la que
expone estas obras para que puedan ser reconocidas y reclamadas por
descendientes de los antiguos dueños.
UNIÓN SOVIÉTICA
El próximo paso que
contemplaba Hitler era la conquista de la Unión Soviética, esto
significaba cumplir el sueño del Volk (Pueblo) alemán, todo
el Este de Europa colmaría la necesidad de Lebensraum (espacio
vital) alemán, es decir se convertiría en una colonia alemana. La
población judía sería confinada en el Norte helado de Rusia y la
eslava diezmada por el llamado Plan del Hambre, matando de hambre a
la población de Ucrania y Rusia, dejando una mano esclava cifrada en
unos 20-30 millones de personas sin ningún tipo de educación.
En junio de 1941 se
produjo la invasión de la Unión Soviética, la cual había ya
ocupado anteriormente los países bálticos (Estonia, Letonia y
Lituania) y la parte Este de Polonia. En esta campaña militar
primero avanzaba el ejército y detrás les seguían Einsatzgruppen
de las SS con directrices muy claras: “todos los funcionarios del
Estado soviético y del partido comunista que fueran judíos serían
ejecutados y había que alentar los pogromos locales.” Pero
después, se les unieron batallones de la Policía de Orden y
unidades auxiliares formadas por alemanes de la zona y por soldados
del Ejército, que se dedicaron a matar a todos los judíos que caían
en sus manos.
Con la invasión de la
Unión Soviética y sus territorios ocupados cayeron en manos de los
nazis unos 2'5 millones de judíos, el resto consiguió huir. A
finales de 1941 unos 600.000 judíos habían sido asesinados.
¿Quiénes eran los
asesinos? Según el profesor Christopher
R. Browning en su libro Aquellos hombres grises
(El batallón 101 y la Solución final en Polonia), gente
corriente. Browning analiza la composición y la actuación
del batallón 101 de la Policía de Orden, formada por profesionales
alemanes, el dentista, el abogado, el tendero de la esquina, gente
corriente que fusilaba a hombres, mujeres y niños como un trabajo
más. De hecho Hitler y la cúpula nazi quiso involucrar al Ejército
en las matanzas para que no hubiera vuelta atrás. Pero esto también
llevaba a un problema emocional, sobre todo con los bebés y niños a
los que tenían que pegar un tiro o estrellar sus cabezas contra la
pared, con lo que emocionalmente acababa pasando factura, además del
gasto en munición, con lo que alentaron pogromos locales sobre todo
con la población báltica y ucraniana, que además de ser cristiana
y antisemita odiaba a los judíos porque había muchos entre los
comunistas, y no hay que olvidar los millones de muertos en Ucrania
por hambre provocados por Stalin unos años antes.
Aktion en la Unión Soviética |
Como ejemplo de estas
situaciones Friedlander cuenta el caso de los niños de la
pequeña ciudad ucraniana de Bjelaja Zerkow. Al llegar los SS mataron
a tiros a los 800 o 900 judíos que había, excepto de un grupo de
niños menores de cinco años, que fueron recluidos en un edificio y
matando a tiros a la mayoría, pero 90 niños se quedaron para morir
de hambre y sed y pronto sus gritos se hicieron insoportables, se
avisó a los capellanes, y un coronel se negó a matarlos, al final
después de consultar con los mandos superiores un capitán se los
llevó, incluso a una niña muy pequeña de la mano para dispararles
ante una fosa que habían cavado. Y lo mismo ocurrió en Vilna o en
Kovno (Lituania) con sus 60.000 judíos, donde empezaron matando a
5.000 varones, y donde la población veía con buenos ojos estas
matanzas para poder quedarse con sus bienes. Al igual que ocurrió en
Polonía o Letonia, donde de 60.000 judíos solo quedaban 12.000 en
unos meses, de los cuales 8.000 eran alemanes deportados.
En Rumanía, los rumanos
también masacrarían en un año entre 280.000 y 380.000 judíos, en los
territorios que ocuparon de la Unión Soviética e incorporaron a
Rumanía, mediante disparos, explosivos o quemándolos vivos.
Curiosamente, en Croacia,
con un gobierno nacionalista de ultraderecha católico aliado alemán,
mataron a más de 45.000 judíos, y los que se salvaron fue porque
huyeron a territorio italiano donde encontraron amparo. Sin embargo,
el Papa que tenía la mayor ascendencia ante los croatas, y también
ante los eslovacos, con un gobierno ultracatólico al frente del cual
estaba un sacerdote, nunca les recriminó sobre estos crímenes.
LA SOLUCIÓN FINAL
Como hemos visto, matar a
millones de personas a tiros, incluídos mujeres y niños o bebés,
conllevaba un precio tanto emocional como económico, por lo que en
un momento dado, una vez descartada la solución de deportar a los
judíos a algún lugar de Rusia puesto que la guerra no terminaba, y
que, además, aquellos consumían recursos, aunque generaran también
beneficios económicos como mano de obra esclava, se empezó a pensar
en algún tipo de solución rápida, sencilla dentro de lo posible y
económica, y sin los inconvenientes de las matanzas que habían
tenido lugar hasta ese momento en la Unión Soviética.
Mientras continuaban los
asesinatos, como la liquidación del gueto de Riga (Letonia), donde
murieron 30.000 judíos para dar cabida a los judíos deportados de
Alemania, el otoño de 1941 llevó a la convicción de que la guerra
iba a ser más larga de lo que parecía y Hitler aumentó las
diatribas contra los judíos en todos sus discursos hasta que el 21
de octubre, después de decir las barbaridades de siempre terminó
con el famoso final: “Exterminando a esta peste, haremos a la
humanidad un servicio del cual nuestros soldados no tienen ni idea.”
El 11 de diciembre declaró la guerra a los EE.UU., y con eso se
tendría que producir el cumplimiento de la profecía que había
realizado en enero de 1939, que si se producía una guerra mundial
esta sería culpa de los judíos y la consecuencia necesaria era su
exterminio. Solo faltaba cómo aplicar esa orden.
A finales de 1941, se
empezó a pensar en el gas como método de asesinato masivo. Se había
probado en el programa de eutanasia de enfermos mentales llevado a
cabo en Alemania tiempo atrás, así que en Chelmno (Polonia) se
utilizaron tres camiones modificados, donde se embutía a 50
personas, con los tubos de escape hacia dentro, con esto la capacidad
de mortífera era de aproximadamente mil personas al día, para
aligerar el gueto de Lodz, adonde se iban a trasladar los deportados
judíos del Reich, y además donde se liquidaron unos 4.400 gitanos.
Después se enterraban los cadáveres en el bosque. Un testigo
relataba como a veces había alguna persona viva, o bebés que sus
madres habían protegido del gas con mantas. En estos casos “los
alemanes estampaban las cabezas de los bebés contra los árboles,
matándolos en el acto.”.
Camión para los asesinatos masivos en Chelmno |
Una vez claro el mandato
de Hitler, representantes civiles, políticos y militares alemanes se
reunieron en Wanssee, cerca de Berlín, para una conferencia en la
que se trataría el tema de la Solución final del problema judío,
es decir del exterminio de los judíos europeos, comandados por Adolf
Eichmann y Reinhard Heydrich. Se estableció la forma de campos de
exterminio y de trabajo, y que habría un campo modelo,
Theresiendstat, en lo que es actualmente la República Checa, que
serviría de escaparate al exterior, para acallar los rumores que
existieran sobre el destino de los judíos deportados. Muy
recomendable es la obra de teatro Himmelweg
(Camino del cielo) de Juan Mayorga, en ella el
comandante de un campo nazi equivalente a Theresiendstadt va a poner
en marcha la obra de arte total, estará todo al servicio de una
única representación para el Delegado de la Cruz Roja, los internos
serán los figurantes, un mundo idílico a representar ante este como
el modelo de campo ideal. Curiosamente, el campo más mortífero no
en cuanto a número de muertos pero sí en cuanto al porcentaje de
supervivientes, nulo prácticamente, fue Treblinka, que tenía su
propio “Camino del cielo”.
Así, una vez establecido
el plan, el principal punto era cómo aprovechar a los judíos
útiles al máximo y exterminar rápidamente a la población no
trabajadora, por lo que se construyeron campos de la muerte en
emplazamientos próximos a los guetos principales, los llamados
campos “Aktion Reindhart”, y grandes campos de trabajo y
exterminio como Auschwitz.
Mientras continuaban los
gaseamientos en Chelmno se construyó Belzec cerca del gueto de
Lublin, el cual empezó a funcionar a finales de 1941. A finales de
1942, 434.000 judíos había sido exterminados, solo dos de los
deportados a Belzec sobrevivieron. En Sobibor, también cerca de
Lublin, construido a finales de marzo de 1942, en sus primeros tres
meses de funcionamiento fueron asesinados entre 90.000 y 100.000
judíos.
Fosa común en Belzec |
Friedlander
explica cómo se procedía una vez llegaban los trenes cargados hasta
arriba de judíos hacinados en vagones de carga:
“El exterminio en los campos “Aktion Reindhart” seguía procedimientos estipulados. Auxiliares ucranianos, normalmente armados con látigos, sacaban a los judíos de los trenes. Como en Chelmno, el siguiente paso era la “desinfección”: las víctimas tenían que desnudarse y dejar todas sus pertenencias en la sala común. Luego empujaban a aquella muchedumbre de personas desnudas y aterrorizadas por un pasadizo o un vestíbulo hasta las cámaras de gas. Las puertas quedaban herméticamente cerradas; empezaba a salir el gas. (…) La muerte llegaba lentamente en aquellas cámaras (tardaba diez minutos o más). A veces la agonía de las víctimas se podía contemplar por unas mirillas. Cuando todo terminaba, el vaciado de las cámaras se dejaba, igual que en Chelmno, a sonderkommandos (comandos especiales) judíos que más tarde también serían liquidados.”
Un SS en la Aktion |
Los dos campos principales por los que se recuerda el holocausto son Treblinka y Auschwitz. A medida que la guerra avanzaba algunos dirigentes nazis ya sabían que la guerra no se podía ganar, y más después de Stalingrado, pero eso llevó a que las diatribas y discursos contra los judíos se redoblaran y que el objetivo de exterminio de los judíos pasase a ser el principal. Himmler visitó Auschwitz en julio de 1942 contemplando el asesinato de un transporte de judíos holandeses. Lo primero que ordenó fue que, a partir de ese momento, no se tenía que dejar rastro, debían abrirse todas las fosas comunes, quemar los cuerpos y eliminar las cenizas, de tal manera que en un futuro fuera imposible calcular el número de muertos quemados. Y el exterminio tenía que ampliarse a los judíos de los países occidentales, Francia, Holanda, Bélgica, Dinamarca, aliados como Eslovaquia, Italia, Hungría, Rumanía, y los demás países ocupados como Grecia.
En la mayoría de casos
la población local no hizo nada para defender a los judíos, ni las
iglesias tampoco, tan solo personas individuales ayudaron en lo
posible. Más de mil niños holandeses fueron salvados por la
directora holandesa de un centro, Henriette Rodríguez-Pimental, un
nombre que merece la pena ser recordado, como tantos otros “justos”,
destruyó los archivos y encontró lugares seguros en familias
holandesas para los niños. En Francia la colaboración fue
prácticamente total, con redadas por parte de la policía francesa y
el traslado al campo de Drancy, que era el tránsito hacia Auschwitz.
El campo de exterminio de Treblinka se construyó principalmente para acabar con los judíos del gueto de Varsovia, el más poblado. Al principio los judíos no sabían lo que les esperaba. Las condiciones del gueto eran insoportables por el hacinamiento y las enfermedades, simplemente no había que comer, la gente moría de tifus, cólera, inanición, directamente de hambre, así que les prometían 3kg de pan y 1kg de mermelada a los que acudieran a la plaza principal para llevarlos a un campo de trabajo, tenían que llevarse, además, a sus hijos. El éxito nazi fue total la gente se presentaba voluntariamente sin saber que, en realidad, los llevaran al matadero. El 5 de agosto de 1942 las deportaciones alcanzaron a los orfanatos. Uno de los testimonios más impresionantes lo constituye el Diario del gueto del Dr. Janusz Korczak, director de un orfanato que había conseguido que sus niños sobrevivieran a todas las dificultades. Llegado el momento él se puso al frente de los niños para que no se asustaran y murió con ellos. Esta primera Aktion en Varsovia dejó 10.380 muertos en el gueto durante las deportaciones y 265.040 gaseados en Treblinka. Este es el campo más escalofriante y mortífero que haya podido existir. Empezó a funcionar el 23 de julio de 1942, y a finales de agosto habían sido asesinados 312.000 judíos. Todo era un caos de muertos por todas partes, no se daba abasto, se trabajaba y asesinaba día y noche a toda velocidad, no daba tiempo a incinerar, a clasificar los bienes dejados por los judíos, que se robaban impunemente, produciendo una orgía de muerte y destrucción masiva sin orden ni concierto, diversos testimonios de los propios alemanes hablan de miles de cuerpos a la intemperie pudriéndose cuyo olor llegaba a zonas pobladas. Si alguien quiere saber cómo era el infierno de Treblinka tiene que leer el impresionante libro Treblinka de Chil Rajman, testimonio de uno de los escasos supervivientes, y ver la película húngara, ganadora del Oscar a la mejor película de habla no inglesa, El hijo de Saul. Cuando ya prácticamente no quedaban judíos en Varsovia, los mismos judíos que quedaban en Treblinka como comandos de trabajo para llevar a los muertos, enterrarlos, quemarlos, clasificar bienes, etc..., sabiendo que les iba a tocar el turno se rebelaron y escaparon, murieron la mayoría pero algunos sobrevivieron, por ellos sabemos qué ocurrió realmente allí, puesto que era un campo de exterminio no de trabajo, donde el que llegaba lo hacía para morir.
El campo de exterminio de Treblinka se construyó principalmente para acabar con los judíos del gueto de Varsovia, el más poblado. Al principio los judíos no sabían lo que les esperaba. Las condiciones del gueto eran insoportables por el hacinamiento y las enfermedades, simplemente no había que comer, la gente moría de tifus, cólera, inanición, directamente de hambre, así que les prometían 3kg de pan y 1kg de mermelada a los que acudieran a la plaza principal para llevarlos a un campo de trabajo, tenían que llevarse, además, a sus hijos. El éxito nazi fue total la gente se presentaba voluntariamente sin saber que, en realidad, los llevaran al matadero. El 5 de agosto de 1942 las deportaciones alcanzaron a los orfanatos. Uno de los testimonios más impresionantes lo constituye el Diario del gueto del Dr. Janusz Korczak, director de un orfanato que había conseguido que sus niños sobrevivieran a todas las dificultades. Llegado el momento él se puso al frente de los niños para que no se asustaran y murió con ellos. Esta primera Aktion en Varsovia dejó 10.380 muertos en el gueto durante las deportaciones y 265.040 gaseados en Treblinka. Este es el campo más escalofriante y mortífero que haya podido existir. Empezó a funcionar el 23 de julio de 1942, y a finales de agosto habían sido asesinados 312.000 judíos. Todo era un caos de muertos por todas partes, no se daba abasto, se trabajaba y asesinaba día y noche a toda velocidad, no daba tiempo a incinerar, a clasificar los bienes dejados por los judíos, que se robaban impunemente, produciendo una orgía de muerte y destrucción masiva sin orden ni concierto, diversos testimonios de los propios alemanes hablan de miles de cuerpos a la intemperie pudriéndose cuyo olor llegaba a zonas pobladas. Si alguien quiere saber cómo era el infierno de Treblinka tiene que leer el impresionante libro Treblinka de Chil Rajman, testimonio de uno de los escasos supervivientes, y ver la película húngara, ganadora del Oscar a la mejor película de habla no inglesa, El hijo de Saul. Cuando ya prácticamente no quedaban judíos en Varsovia, los mismos judíos que quedaban en Treblinka como comandos de trabajo para llevar a los muertos, enterrarlos, quemarlos, clasificar bienes, etc..., sabiendo que les iba a tocar el turno se rebelaron y escaparon, murieron la mayoría pero algunos sobrevivieron, por ellos sabemos qué ocurrió realmente allí, puesto que era un campo de exterminio no de trabajo, donde el que llegaba lo hacía para morir.
Después de la derrota de
Stalingrado en febrero de 1943, los discursos de Hitler y Goebbels
repetían una y otra vez la misma cantinela, “había que eliminar a
los judíos del Reich y de toda Europa”. En su delirio los judíos
eran la línea de comunicación entre los enemigos del Reich; Friedlander lo expresa así:
“Ellos extendían los rumores derrotistas y la propaganda hostil. Por ello, y también para utilizarlos como cabeza de turco, se redobló la presión a la prensa para culpar a los judíos de la guerra, Goebbels emitió a los periódicos una circular secreta que concretaba: “hay que culpar a los judíos, los judíos querían la guerra; los judíos están empeorando la guerra y una y otra vez hay que culpar a los judíos”.
De hecho una de las
máximas conocidas de Goebbles sobre la propaganda, y que sigue
estando vigente en la actualidad por los políticos actuales es:
“repetir mil veces una mentira la convierte en verdad”. La gente
acabó por creerlo con lo que el antisemitismo era más poderoso que
nunca.
Un informe nazi de 31 de
diciembre de 1942 daba la cifra exacta de “evacuados” (léase
asesinados) judíos a los campos de la muerte: 1.873.539 judíos, de
ellos más de 700.000 en Treblinka. Pero quedaba aún mucho más: los
judíos de Eslovaquia, Rumanía, Bulgaria, Croacia, la comunidad
sefardí de Salónica en Grecia, pero sobre todo los 800.000 judíos
húngaros que constituían un apetitoso bocado para la industria de
la muerte alemana.
El campo de Auschwitz
(Polonia) empezó siendo un campo de trabajo donde tenían lugar
asesinatos esporádicos pero acabó convirtiéndose en el centro de
exterminio donde terminaba el flujo constante de judíos de toda
Europa. Fue creciendo a lo largo de 1943 con multitud de campos
auxiliares, Auschwitz II-Birkenau, donde se instalaron los
crematorios II a V, y una miríada de campos auxiliares y de trabajo
para la industria de guerra alemana. A partir de un hallazgo casual
los nazis se dieron cuenta que el gas Zyklon B, que se utilizaba para
desinfecta, era el medio más efectivo para el asesinato masivo. Los
cristales de este gas se bajaban por columnas con tela metálica en
contenedores hasta las salas acondicionadas como duchas colectivas
donde tenía lugar la muerte de los judíos que ignorantes de lo que
iba a ocurrir pensaban que iban a desinfectarse allí:
Campo de exterminio Auschwitz II-Birkenau |
“Aparte de la sala de desnudamiento y la cámara de gas, los sótanos de estos crematorios construidos en dos niveles incluían una sala para la manipulación de los cadáveres, para extraer los dientes de oro, cortar el pelo de las mujeres, quitar los miembros ortopédicos o recoger cualquier objeto de valor ,com oanillos de boda, gafas y similares, tarea que realizaban los miembros del Sonderkommando judío después de sacar a rastras los cadáveres de la cámara de gas. Luego se llevan los cuerpos en montacargas a la planta baja, donde varios hornos los reducían a cenizas. Después de triturar los huesos en molinos especiales, las cenizas se utilizaban para fertilizar los campos cercanos, o se arrojaban e los bosques locales o bien al río.”
El escritor Primo Levi
describió en su gran obra autobriográfica Si esto es un
hombre su experiencia en este campo, así como el Premio Nobel
húngaro Imre Kerstez en su novela Sin destino narra el
paso de un adolescente por diversos campos de concentración nazis.
A los deportados se les
seleccionaba a la izquierda unos a la derecha otros, según su
apariencia por su capacidad para trabajar, los demás iban
directamente a las cámaras de gas. Entre los seleccionados había
médicos, como el famoso Dr. Mengele, que utilizaban a judíos para
sus monstruosos experimentos científicos. El escalofriante relato El
profesor Scanner que forma parte del libro Medallones
de Zofia Nalkowska nos muestra hasta dónde podían llegar
estos médicos con sus experimentos. A los deportados seleccionados
para el trabajo se les identificaba con un número tatuado en el
antebrazo izquierdo, y en su uniforme a rayas de preso se les
identificaba con triángulos de distinto color según su categoría:
homosexuales, judíos, presos políticos,... y a los judíos con una
estrella de David amarilla.
El Dr. Mengele y niños para los experimentos |
Papa Pío XII |
Mientras tanto, la
invasión de Italia por los aliados acabó provocando la ocupación
de los nazis y el establecimiento en el norte de Italia de una
República títere fascista, y con ella el fin de la protección que
Italia hasta ese momento había ofrecido a los judíos. Dejando
expedito el camino a terminar con los judíos italianos. A tiro de
piedra de la residencia papal se capturó y deportó a Matthausen a
los 8.000 judíos de Roma. El Papa se mantuvo en silencio. No
obstante, de forma individual sí se produjeron por entidades
religiosas encubrimientos y salvación de judíos, sobre todo
conversos.
Gueto de Varsovia 1943 |
También en otros países
aliados de Alemania los regímenes se tambaleaban viendo que las
tropas rusas se acercaban, por lo que los nazis acabaron por
derribarlos y poner al frente a elementos más leales. El caso más
importante fue el de Hungría con la caída del dictador Horthy,
poniendo al frente a miembros del grupo fascista antisemita Cruces
flechadas. El 14 de mayo de 1944 comenzaron las deportaciones a
Auschwitz a un ritmo de 12.000 a 14.000 deportados al día. “Los
crematorios de Birkenau no daban abasto con aquel ritmo de gaseo, y
hubo que hacer fosas crematorias a campo abierto.”
Barracones en Auschwitz |
A finales de julio 1944
los soviéticos liberaron Majdanek sin que los alemanes hubieran
destruído las cámaras de gas y las pruebas de las atrocidades
cometidas. A partir de ese momento para los alemanes la máxima
prioridad fue destruir esas pruebas, lo difícil era cómo hacer para
trasladar todos los cadáveres enterrados y quemarlos. Chelmno fue
desmantelado, liquidando los judíos que quedaban del gueto de Lodz.
Cuando llegaron los rusos solo quedaban vivos 827 judíos en el
gueto. Según Friedlander, cuando Polonia quedó liberada de
los nazis “De los 3'3 millones de judíos que vivían en Polonia en
1939, sobrevivieron a la guerra unos trescientos mil; entre ellos,
unos cuarenta mil como máximo ocultos en territorio polaco.” Toda
una civilización había desaparecido.
Ante el avance soviético
se siguió matando judíos en el mismo Budapest por los cruces
flechadas. Varios miembros del cuerpo diplomático extranjero
intervinieron activamente protegiendo con documentos falsos a miles
de judíos. Había en circulación 150.000 documentos de protección,
unos 50.000 auténticos, el resto falsos. Unos 60.000 judíos se
instalaron en 4.500 apartamentos con protección internacional.
Héroes, hombres justos, como los suizos Carl Lutz y Friedrich Born,
el portugués Carlos Branquinho, el sueco Raoul Wallenberg, el
español Ángel Sanz Briz y el italiano Giorgio Perlasca, que quedó
al frente de la delegación española cuando aquel tuvo que marchar,
salvaron miles de judíos de Budapest, y se convirtieron en su
principal fuente de esperanza.
Restos humanos en Auschwitz encontrados en su liberación |
El 2 de mayo de 1945 los
soviéticos ocuparon Berlín. Hitler se había suicidado, la guerra
se había terminado. No obstante no terminaba el calvario para los
judíos, tenían que recuperarse física y anímicamente, pero
¿adónde ir? Algunos intentaron volver a sus lugares de origen,
pero se encontraron con que su mundo había desaparecido. En muchos
casos fueron asesinados porque al volver a sus casas estas estaban
ocupadas, sus bienes pertenecían a otras personas y, obviamente no
querían devolverlos, y seguía habiendo un antisemitismo feroz en
toda Europa. De hecho Polonia sigue siendo el paradigma. De 3'3
millones de judíos polacos, un 10 % de la población total en aquel
momento, quedan 10.000 judíos en la actualidad, y el gobierno polaco
ultranacionalista conservador ha aprobado recientemente una ley por
la que se niega cualquier responsabilidad polaca en el holocausto,
incluyendo como delito en el Código Penal cualquier referencia a
dicha responsabilidad. Solo quedó como solución una nueva
esperanza, un Estado judío en Palestina, lo que llevó a nuevos
problemas. Pero eso es otra historia...
La cuestión principal no
es cómo un cabo desconocido, un pintor fracasado, un don nadie, pudo
convertirse en el todopoderoso Führer de Alemania, sino cómo
decenas de millones de personas decidieron seguirlo ciegamente hasta
el final, por qué tantos alemanes seguían creyéndole todavía al
llegar ese final e incluso después. La histérica adoración y la fe
ciega de incontables alemanes que aún en el final y la catástrofe
creían en los milagros de las nuevas armas que el Führer había
prometido, y que la victoria final estaba próxima.
Al finalizar la guerra
entre 5 y 6 millones de judíos habían sido asesinados, entre ellos
1'5 millones menores de 14 años. Una civilización había
prácticamente desaparecido. Las atrocidades de las Aktion en
el territorio soviético, los campos de la muerte de Treblinka,
Sobibor, Majdanek y tantos otros, la explotación de mano de obra
esclava hasta la muerte, los experimentos médicos atroces en niños
por parte de eminencias médicas alemanas, el expolio de los bienes,
las absurdas marchas de la muerte, y todo lo que representa
Auschwitz, la maldad humana, o como decía el loco Coronel Kurtz en
sus últimas palabras en El corazón de las tinieblas de
Joseph Conrad: “el horror, el horror ...”, todo ello
representan lo peor del ser humano. Pero en ese mar de oscuridad,
existe una pequeña luz, un destello, esos hombres y mujeres justos
que representan lo mejor del ser humano, que salvaron a miles de
judíos del exterminio aún a costa de su propio bienestar y
seguridad, lo que también nos hace albergar, a pesar de todo, la
esperanza en el ser humano.
Como siempre un artículo profundo y documento que nos ayuda a estudiar y comprender lo que sucedió durante el Holocausto. Personalmente, se impone una lectura de esta obra.
ResponderEliminarGracias, Sebastián.