La estupenda escritora Rosa Ribas, nos ofrece en este artículo una mirada diferente al tema de emigración y literatura, la de una escritora desde dentro, planteándonos unos temas diferentes del acto mismo de la creación literaria en una sociedad ajena.
En un país
receptor de emigración como Alemania se percibe una gran presencia de
literatura sobre este tema, así como de textos de los llamados “escritores de
la emigración”, autores que escriben en alemán aunque proceden de otras
culturas. En Alemania existe, por ejemplo, el premio Chamisso que se concede a
obras que, escritas por autores cuya lengua materna no es el alemán,
contribuyen de manera notable a enriquecerla. Lo han recibido autores muy
reconocidos como Terézia Mora (húngara), Feridun Zaimoğl y Alev Tekinay
(turcos) Dimitré Dinev, e Ilija Trojanow (búlgaros) Ilma Rakusa (eslovaca) o
Yoko Tawada (japonesa), por citar solo algunos de ellos. Un reconocimiento que,
por otro lado entraña cierto peligro de encasillamiento derivado del etiquetado
“autor de origen migratorio” y las expectativas que esto puede comportar por lo
que se refiere a los temas, ya que se espera que los libros traten sobre los
problemas de la emigración, de los choques de culturas, de aspectos interculturales,
del desarraigo, del exilio,… Otro aspecto negativo de la etiqueta de autor de
la emigración es que se dé una recepción poco literaria de las obras, que la
recepción se concentre en los posibles aspectos autobiográficos o testimoniales
sin atender a los valores estéticos.
Pero, si
atendemos a la parte positiva, apreciamos una creciente sensibilidad y
curiosidad hacia la producción literaria de los autores venidos de fuera.
También de los que escribimos en nuestra propia lengua y llegamos al público
alemán a través de la traducción de nuestras obras.
Aunque he escrito
y he publicado algunos textos en alemán, mi lengua literaria es el español.
Escribo, pues, en una lengua extranjera en un entorno germanohablante, soy una
escritora que escribe en el extranjero (o desde el extranjero, según sea la
perspectiva), aunque, dado que hasta ahora solo se han publicado en alemán las
novelas de la serie Weber-Tejedor, algunos críticos y lectores alemanes a veces
me toman por una escritora de la emigración.
Porque Cornelia
Weber-Tejedor sí es hija de la emigración. En parte surgió del contacto con mis
alumnos en la Universidad de Fráncfort, donde durante muchos años fui lectora
de español en el Instituto de Románicas. Para la licenciatura en Románicas los
estudiantes tenían que cursar dos lenguas, para estudiantes de la llamada
“segunda generación” parecía que una de las elecciones ya estaba
predeterminada: la lengua materna, español, italiano o portugués. Parecía que,
en principio, tomar la que sentían como lengua materna les iba a poner las
cosas más fáciles, de modo que saltaron todos los niveles intermedios y se
anotaban en los cursos para alumnos avanzados, cursos de redacción de ensayos,
de traducción, de gramática específica. Descubrían entonces que, a pesar de
hablar la lengua en casa, tenían un dominio de la lengua parcial, ya que habían
sido escolarizados en alemán y, por lo tanto, tenían muchas carencias, fuera
por lo que se refiere al vocabulario fuera porque nunca hubo apenas habían
desarrollado una buena competencia escrita. Comparándose con compañeros cuya lengua
materna era el alemán, tuvieron que descubrir que estos eran más competentes
que ellos. Para algunos estudiantes resultó un choque tener que admitir que la
lengua que ellos no sólo consideraban, sino que sentían como su lengua materna
era una lengua que no dominaban plenamente. Hasta ese momento se habían
considerado bilingües, pero el poco desarrollo de determinadas competencias
evidenciaba que no era así. La lengua es un componente esencial en la
determinación de la identidad de una persona y esta inesperada constatación de
la falta de dominio suponía una amenaza para la autoimagen de algunos de los
estudiantes.
La opción de
asistir a cursos de un nivel más bajo para solventar estas carencias les
resultaba muchos de ellos inaceptable, por lo que algunos estudiantes optaron
por abandonar las clases de español, y, para sacar provecho de la ventaja que
presupone conocer una lengua afín, se matricularon en cursos de italiano o de portugués.
Esta experiencia
me llevó a reflexionar sobre los conflictos de identidad que marcan a muchas
personas de la llamada “segunda generación”, un tema mucho menos relevante para
la generación de sus padres que no se plantean “qué son”.
En el caso de la
segunda generación, me interesaba ver de qué modo y por qué razones cada individuo
trata de encontrar cuál es su identidad, hasta qué punto se trata de una
decisión individual y qué peso tiene la visión de los otros, siempre teniendo
presente que la identidad no es única y monolítica, sino variable y relativa.
Moverse entre
culturas resulta difícil cuando muchas veces el entorno exige a las personas
que se decidan solo por una de las posibles opciones; también puede ser
doloroso cuando esto se asocia al desarraigo. Por otro lado, es una forma de
vivir enriquecedora, porque, gracias a la perspectiva que proporciona, permite
cuestionar lo que otros dan por absoluto, permite ser más comprensivo, aprender
a ponerse en la piel de los otros, desarrollar una cualidad, a mi entender
esencial, de los seres humanos, la empatía, una cualidad cada vez más
importante en la personalidad de Cornelia Weber-Tejedor.
Cornelia nació en
una novela (por suerte) inédita en la que no solo investigaba un asesinato sino
que actuaba como mediadora entre dos mundos y dos culturas. Era un personaje
secundario que se convirtió en protagonista cuando tuve la idea inicial de Entre dos aguas, el asesinato en
Fráncfort de un español, que había llegado al país en la gran ola migratoria de
los años sesenta, que cambió Alemania de una manera profunda. Un tema que, a
pesar de lo dicho al principio de este artículo, aún no ha sido muy tratado en
la literatura alemana y menos todavía en la española.
En la serie de
Cornelia Weber-Tejedor encontramos un leitmotiv
que recorre las hasta ahora tres novelas publicadas, el tema de la identidad de
su protagonista, el modo en que esta se transforma y desarrolla cambiando su
visión del mundo y su forma de trabajar como policía, ya que, desde el momento
en que al final de Entre dos aguas,
acepta que se mueve entre dos mundos, se convierte en una mejor observadora.
Es también mi
caso. Vivo en Alemania desde hace más de veinte años, por lo tanto es natural
que algunas de mis novelas transcurran en este país, pero, a pesar de los años,
conservo una posición de observadora, un rasgo que comparto con el personaje de
Cornelia, aunque evidentemente por motivos diferentes. En las novelas de la
serie, trato de hacer aprehensible al público lector hispanohablante la ciudad
y la sociedad en la que se mueven los protagonistas. Cuando las traducen al
alemán, ofrecen al lector alemán la perspectiva que tiene escritora extranjera
de su sociedad.
Abandonada la
inocencia de los primeros años, he asumido que, mientras viva aquí, soy y
siempre seré una extranjera. Quién sabe si no lo seré también si algún día
regreso a España.
De momento aquí
estamos Cornelia y yo, observando el mundo. Y contándolo.
¡Ualaaaa! ¡Qué lujazo! ¡Pero si ahora mismito estoy con el segundo de Cornelia, enganchada a más no poder! :) Vaya sorpresa encontrarme con este artículo, me lo cargo en el lector y lo leo :). Segurísimo que me va a encantar, pues no me toca el tema, ni nada :).
ResponderEliminarCuando lo lea, me paso otra vez por aquí ;).
Marga
Un lujo contar con este artículo para un tema que la autora conoce de primera mano. Muy interesantes las experiencias con las "segundas generaciones" de emigrantes y su problemática académico-sentimental. Y cómo ha conseguido crear el personaje de Cornelia para dar un enfoque distinto, sin que acabe siento autobiografico y plano, se agradece y disfruta un montón.
ResponderEliminarPues como me imaginaba, me ha gustado mucho el artículo. Como profesora de español en Alemania, yo también he tenido contacto con esa "segunda generación" y sus problemas lingüísticos, y también un poco con sus conflictos de identidad.
ResponderEliminarEn cuanto a Cornelia, en el segundo libro, que acabo de terminar, la he visto más segura de su "doble identidad". Parece que se hace menos preguntas, y hasta disfruta de su "biculturalidad". Me he reído mucho con ella en algunos momentos en los que me he sentido muy identificada :).
Rosa, gracias por el artículo, y gracias por tus novelas. Me muero de ganas por leer la tercera.
Por cierto, te esperamos en Colonia, para hablar de Cornelia, de ELE o de lo que quieras ;).