La obra literaria del húngaro Lajos Zilahy (Nagyszalonta, Hungría, 1891- Novi Sad, Serbia, 1974), que conoció una gran popularidad en toda Europa y América durante el siglo XX, está volviendo a la actualidad tras un largo olvido, gracias a nuevas ediciones y traducciones. En 1932, Zilahy publicó “El alma se apaga”, también traducida al castellano como "El alma se extingue", novela sobre la experiencia vital de un emigrante: una historia teñida de suave melancolía y de una desconsolada nostalgia por la tierra natal, que muchos creen autobiográfica, aunque no sea exactamente así.
El protagonista de El alma se apaga es János Pekri, un joven que un buen día dejó su aldea natal en Hungría, que poco podía ofrecerle, y quiso hacer fortuna en una tierra lejana y desconocida: los misteriosos Estados Unidos de América. De ese país, como tantos otros emigrantes, nada sabía János: ni el idioma, ni la historia, ni las costumbres; sólo que allí cualquiera podía abrirse camino, sin otros avales que su propio esfuerzo. En pocos años, gracias a sus méritos, y también a un inesperado golpe de suerte que vino en su ayuda, János termina logrando lo que tanto había ansiado: un negocio modesto aunque próspero, estabilidad económica y familiar…, una vida, en suma, plena; envidiable, si queremos.
Sin embargo, en lo íntimo del corazón de János hay un vacío, un desarraigo del que nunca ha logrado desprenderse y que no le permite ser del todo feliz. La nostalgia de su tierra natal continúa ardiendo en el fondo de su corazón con la misma desesperada amargura del primer día. Exteriormente, su integración en la sociedad norteamericana es perfecta; pero mientras János Pekri, que ahora se llama John Pancree, vive su vida cotidiana en el lugar donde ha construido su hogar -la ciudad de Honolulu, en Hawai-, su alma continúa recorriendo las calles y las plazas, las iglesias y los mercados de Hungría, su tierra, a la que, cuantos más años pasan, más añora. Y sin embargo, ese mismo paso inexorable del tiempo ha empezado a borrar de su memoria ciertos sonidos de la lengua húngara, los rostros de sus antiguos amigos e incluso de sus familiares, los nombres de las calles…
Lógico todo ello, en una
época donde las comunicaciones internacionales eran difíciles, siempre indirectas
y llenas de obstáculos. Además, János nunca formó parte de esas comunidades cuasifamiliares
de inmigrantes que conservan su lengua y sus tradiciones, como la que describe Upton Sinclair en The jungle (1906); él llegó a
América solo, y solo continuó viviendo, primero en Nueva York, después en
Hollywood, hasta que una serie de peripecias lo llevaron a hacer su vida en
Honolulu, ya casado con Jennifer, una hermosa norteamericana que lo amaba sin
comprenderlo del todo.
El punto de inflexión de
la novela, en el que brilla especialmente el sentido del humor tan
característico de Zilahy, es el momento en que por fin el melancólico y
sentimental János realiza su sueño: ¡viajar con su esposa a Hungría, poder
enseñarle la casa de su familia, su pueblo, sus campos, todo lo que tantas
veces ha recordado con nostalgia infinita! ¡Volver a ver a su hermana Rózsa, a
su cuñado Gyula, a tantos amigos y familiares cuyas cartas llenas de cariño han
sido durante años el alimento de su espíritu! La felicidad de János no conoce
límites durante los preparativos del viaje, y continúa exultante durante el
trayecto mismo... para darse de bruces
con una realidad que sólo el recuerdo y la nostalgia habían embellecido. Ya no
recordaba por qué en sus años jóvenes había sentido tanta urgencia por salir de
allí y ahora le resulta evidente. Todo le parece más feo, más pequeño, más
estrecho de lo que era en su memoria; las personas por las que tanto había
suspirado están cambiadas por los años, le resultan ajenas y lejanas; su esposa
se aburre mortalmente al no poder comunicarse con nadie, pues ni ella habla
húngaro ni los familiares de János hablan inglés… Tan decepcionante es la
visita, que la llegada de un telegrama solicitando a János que regrese cuanto
antes a Honolulu por motivos de negocios, resulta un verdadero alivio para
todos. Y así, el señor y la señora Pancree dejan Hungría antes de lo previsto,
sabiendo que ya nunca volverán.
Zilahy escribió gran parte
de El alma se apaga durante un viaje
por los Estados Unidos, mucho antes de establecerse definitivamente en ese
país, por lo que mal puede tratarse de una obra autobiográfica, como muchos han
creído. Gracias al testimonio de su sobrino-nieto, Stephen Beszedits, sabemos
que la historia le fue inspirada por el recuerdo de un tío paterno que emigró
poco después de la Gran Guerra y que a lo largo de los años escribió a su
familia emocionantes cartas, primero desde los Estados Unidos, luego desde Brasil
y por último desde México. Llegó un momento en que la correspondencia se
interrumpió, y el padre de Zilahy siempre
se preguntó qué habría sido de su hermano menor.
Aunque no sea quizá la
mejor novela de su autor, El alma se
apaga es de lectura agradable, y deja un regusto agridulce difícil de
olvidar.
BIBLIOGRAFÍA
ZILAHY, LAJOS: “El alma se
apaga”. José Janés Editor, 1950. Traducción de F. Oliver Brachfeld.
BESZEDITS, STEPHEN: “Some reminiscences about Lajos
Zilahy”. Vasváry collection, Newsletter, 2008. http://www.sk-szeged.hu/statikus_html/vasvary/newsletter/08jun/zilahy.html
Este es uno de mis pendientes de leer. Y sin haberlo leído ya puedo sentir el desgarro que supone ser emigrante a la fuerza, ir olvidándote de lo tuyo hasta que llega un punto en que no eres de aquí ni de allá.
ResponderEliminarConozco esa experiencia de cerca y es triste, muy triste.
Felicidades por tu reseña, Sue. Un besazo.
Me ha emocionado tu reseña, Sue, transmites maravillosamente toda esa nostalgia que la imaginación tiende a engrandecer. Me encantaría leer esta novela.
ResponderEliminarBeso :)
Es un autor que quiero leer desde hace tiempo. Quizás por todo lo que trasmites tan maravillosamente en tu artículo: el desgarro de aquel que ya no tiene fundamento, de aquel que tiene que buscar otro necesriamente.
ResponderEliminarGracias por darnos esta oportunidad de pensar.
Gracias por ser tan generosos :) Me alegro de haber sabido transmitir la idea central, que efectivamente es la angustia de no ser ya ni de aquí ni de allí. Es un libro melancólico, pero no es deprimente: Zilahy nunca lo es. Os lo recomiendo.
ResponderEliminarPor fin leí tu reseña, Sue! :) Qué casualidad, éste es uno de los poquitos Zilahy que tengo, lo encontré en una pensión de Barcelona y me lo llevé :S. Todavía no lo he leído, pero con tu reseña me han entrado aún más ganas de conocer a este escritor. Gracias! :)
ResponderEliminarCon un poco de retraso he leído, Sue, tu maravillosa reseña. El autor no me es desconocido, he leído varios de sus libros hace muchos años, pero esta historia en concreto creo que está entre mis pendientes. Me ha gustado mucho como transmites la añoranza, el desarraigo y la frustración del regreso.
ResponderEliminarGracias Sue ;)
Caro