La llamada de la selva. Jack London - Cape



NOTAS BIOGRÁFICAS

No se puede entender la obra de Jack London sin conocer previamente algunos apuntes sobre su persona.
Nacido en California, su vida sería digna inspiradora del argumento de una película de Hollywood. Comenzando por su nacimiento, hijo de la unión entre una espiritista y supuestamente un astrólogo itinerante, ya le da a su carrera un cierto aire exótico y extravagante. Su trayectoria vital fue una sucesión de altibajos hasta convertirse en uno de los primeros autores americanos que hizo fortuna con la literatura y que alcanzó un gran éxito editorial. Fue contrabandista de ostras, marino, patrullero, vagabundo, aventurero, periodista y terrateniente en un rancho.

Respecto a su formación, tras sus estudios de colegio, se puede decir que es básicamente autodidacta. Su contacto con la Universidad fue de poco más de un año, y nunca consiguió acabar estudios superiores.

La inspiración del libro objeto de este artículo La llamada de lo salvaje o La llamada de la Selva, pues así se ha traducido del título original “The call of the wild”, con seguridad le sobrevino basándose en sus experiencias vitales adquiridas durante la Fiebre del Oro que le llevó a buscar fortuna en Alaska y Canadá. Allí conoció de primera mano y experimentó en sus propias carnes el mundo de las grandes travesías árticas, de los trineos, y la crudeza de la vida de unos hombres curtidos en la adversidad de un clima hostil y de trabajos extenuantes. Si no resultaría difícil explicar su profundo conocimiento del comportamiento de los perros y su exploración hasta lo más íntimo del alma animal.

ENTORNO HISTÓRICO

A finales del siglo XIX Estados Unidos vivía una época convulsa. En 1893 y 1896 se produjeron dos grandes recesiones económicas y la quiebra de varios bancos, lo cual provocó un incremento inusitado del desempleo.

Coincidió esta época de crisis con el retorno a sus hogares de la costa oeste de los primeros prospectores que tuvieron éxito en la búsqueda de oro en lechos fluviales de varios ríos de Canadá y Alaska. La noticia corrió como la pólvora y miles de personas pusieron rumbo a Klondike. Esta fiebre no sólo arrastró a aquellos que lo habían perdido todo, sino también a gente que tenía una posición consolidada social y laboralmente.

Como las prospecciones no pudieron absorber este aluvión de inmigrantes, la gente que no tenía posibilidades de dedicarse al oro, gracias a su espíritu emprendedor, potenciaron el desarrollo económico de aquellas inhóspitas regiones.

Estos tiempos revueltos sirven de escenario a La llamada de la Selva, vividos en primera persona por el autor, que volvió a California no se sabe si rico o no, pero sí con el carácter forjado y dispuesto a convertirse en una figura literaria de primer nivel.


LA LLAMADA DE LA SELVA


Este libro narra las aventuras del perro Buck, que vive plácidamente en la finca del juez Millar, en las cálidas tierras de Santa Clara. Es un cruce de majestuosos perros, un Terranova y una Colley de pura raza escocesa. Allí pasa sus días como un rey, gozando con plenitud del cariño de sus amos, a quienes acompaña en sus actividades diarias y de ocio. Todo parece un cuento para niños.

Pero London antepone esta situación idílica del animal a todo lo que vendrá inmediatamente después. Al principio del libro Buck es un perro feliz, confiado, amable, cariñoso, no recela de nada ni de nadie porque desde cachorro todo han sido buenas atenciones hacia él. Por eso no desconfía cuando Manuel, ayudante del jardinero, le lleva a la estación de College Park para venderlo a un desalmado por un puñado de monedas de oro. Buck es trasladado a las frías y salvajes tierras del Norte, donde las prospecciones auríferas y la nueva organización social necesita de perros fuertes y de pelo largo para tirar de los trineos y soportar las gélidas temperaturas.
 
Este hecho marca un antes y un después en la ley que rige el comportamiento de Buck. Son ahora, como dice el autor, el garrote y el colmillo los elementos que marcan su conducta corregida, por tanto, a golpes y a dentelladas de otros perros.

La extremada exigencia física a la que se ven sometidos los perros y las relaciones con el resto de animales del grupo llenan de crudeza y violencia decenas de páginas de la novela, y resultando la obra muy dura hasta para corazones de hielo. Resulta casi imposible permanecer indiferente. Este aspecto aleja al libro de una literatura destinada al público de corta edad, pero no del lector juvenil que guste de vivir esta historia con pasión.
La lucha por la supervivencia se convierte en el rol esencial que tiene que jugar Buck para salir adelante. Al principio se comporta tímidamente, lo que implica verse avasallado por los otros perros que son muy territoriales y resabidos. Le roban la comida, le desplazan de cualquier acomodo que encuentre… Pero pronto se va a dar cuenta de que tiene que espabilarse deprisa para ganar su posición en el grupo y hacerse respetar.

Para dar más intensidad a esta dramática aventura, London “humaniza” a los protagonistas cánidos de su obra. Los perros piensan, sienten, son presa de celos y envidias, aman y sufren como cualquier persona.

London pone de manifiesto que en aquellas durísimas condiciones la adaptación al medio marca, tanto para animales como para humanos, quién vive y quén muere. La improvisación y los errores se pagan muy caros en una travesía a través de la nieve y el hielo. Tal es el caso de Hal, Carlos y Mercedes.

Hay un lapso en las aventuras de Buck donde parecen revivirse los felices días de Santa Clara, junto a su nuevo amo y amigo Thornton. Pero Buck ya había experimentado un cambio progresivo. El carácter del animal domesticado durante generaciones y fiel compañero de sus amos había perdido fuerza, y surgió lo que se ha venido llamando el instinto animal más primitivo, dormido en el alma del perro y que lo devuelve a sus orígenes, respondiendo a la llamada del bosque que entona el amigo lobo.

Sin duda esta historia, desde sus orígenes a comienzos del siglo XX, ha atraído a jóvenes y adultos por tratarse, a pesar de su crudeza, de un canto a la lucha individual del hombre, a no rendirse jamás, al respeto por los animales y a la amistad, en aquel nuevo escenario salvaje y primitivo de Klondike, un nuevo Oeste en Norteamérica.


4 comentarios:

  1. Cape, muchísimas gracias por el artículo ¡y por ser de este libro! Es de los primeros libros de aventuras que leí, de los primeros que te hacen conocer otros sitios y aventuras de otros tiempos, en la infancia impresionan mucho. No me gustan los libros en que los protagonistas son animales, manías de una, menos los de Jack London.
    Y que vida más curiosa y movida la del autor, y aún tuvo tiempo de escribir... fffff ¿qué estoy haciendo con mi vida?! jejejjeje
    Gracias de nuevo por el artículo, Cape

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  2. Hola, Marta.
    No las merece. Mi contacto con Jack London no se produjo hasta hace muy poco, por lo que puedo suponer el impacto que causó en tí, pues a estas alturas, como se suele decir, curtida de la vida, me impresionó bastante.
    Un abrazo,

    Cape

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  3. Un artículo magnífico, Cape. Leyéndolo puede uno percibir la dureza de las escenas retratadas por London. Toda una metáfora el cambio en la vida de Buck, su entrada en la edad adulta.

    Mil gracias por compartir tus reflexiones :)

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  4. Hola, Gabo.

    Me alegra que el artículo haya podido reflejar la crudeza que Jack London quiso transmitir con su obra sobre la vida del pobre Buck y las duras condiciones de aquellas lejanas tierras del oro. No entiendo cómo puede haber personas (por decir algo) que maltraten animales, o seres humanos, especialmente los más desvalidos y que no se pueden defender, como niños y ancianos.
    Un saludo, y gracias.
    Cape

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