Los muertos (Dublineses) de James Joyce - José Alegre Seoane




James Joyce

Unas pinceladas sobre las obras
Pero…. ¿se puede hacer una película entera y fiel a un relato de no muchas páginas?
Sí, vaya si se puede. ¿La prueba?: la película "Dublineses. Los Muertos", de John Huston, basada en el relato "Los Muertos", de James Joyce.

Si difícil es reseñar obras literarias, aún lo es más escribir sobre su adaptación al cine. Rogando pues su indulgencia, intentaré en este artículo presentarles algunos datos y apreciaciones tanto sobre el relato como el film, esperando que les permitan disfrutar aún más de las creaciones de estos dos grandes en sus respectivas artes.



El relato
Poca presentación necesita el universal irlandés autor de su propio "Ulises". James Joyce nace en Dublín 1882 y fallece en Zurich en 1941 pero, a partir de 1904, reside voluntariamente fuera de Irlanda (sucesivamente en Trieste, Zurich, Paris y, de nuevo, Zurich).

En cuanto al texto de Joyce que inspira la película de Huston, se trata del último de los quince relatos que contiene su libro "Dublineses". El libro fue escrito en 1904, aunque publicado sólo en 1914. Por más que sea una obviedad, no está de más mencionar que, como la obra de Joyce en general, el libro rezuma Irlanda y, más precisamente, Dublín. A principios del Siglo XX, Dublín es la segunda ciudad más grande del entonces Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, y su vida social y política se ve progresivamente dominada por la cuestión de la independencia de Irlanda. Como veremos más adelante, este tema aparece de forma destacada en el relato y, por supuesto, en su recreación para la gran pantalla.

La acción de "Los Muertos" se desarrolla en un nevado Dublín en la noche de Epifanía de 1904. Las hermanas Morkan (Kate and Julia, dos entrañables viejecitas), junto con su también soltera sobrina Mary Jane, dan su tradicional baile anual. Asisten, entre otros, su sobrino Gabriel Conroy y la esposa de éste, Gretta Conroy. La mayor parte del relato se desarrolla en casa de las señoritas Morkan, aunque el momento decisivo acontece en la habitación del hotel en el que Gabriel y Gretta han decidido pasar la noche tras el baile. En este artículo no desvelaré muchos datos sobre el contenido de la última escena; los amantes del suspense pueden seguir leyendo -relativamente- tranquilos.
Quizás resulte interesante para el lector saber que el libro "Dublineses" ha sido traducido al castellano, entre otros, nada menos que por Guillermo Cabrera Infante1.

Dublín a principios del siglo XX.


 La película
John Marcellus Huston nace en Missouri en 1906, y fallece en Rhode Island en 1987. Su vida, azarosa, así como su personalidad, han sido a menudo comparadas a la de sus coetáneos Ernest Hemingway y Orson Welles. Su filmografía como director es impresionante, y daría pie a páginas de comentarios. Refiramos aquí simplemente que comienza en 1941 con "El Halcón Maltés" y finaliza en 1987 con, precisamente, "Los muertos".

En efecto, Huston rueda su última película ya en un muy precario estado de salud2, afectado por un enfisema pulmonar y postrado en silla de ruedas. El rodaje comienza el 19 de enero de 1987 y dura 33 días. La película está lista en abril, y Huston muere a finales de agosto3.

El guion lo escribe su hijo Tony, quien también asiste a su padre en la dirección de la obra en sus momentos de más debilidad. El papel (clave en la historia) de Gretta Conroy está interpretado por su hija, Anjelica, a la que Huston había dirigido dos años antes en "El Honor de los Prizzi" (y, en 1967, en su debut como actriz en "Un Paseo con el Amor y la Muerte"). Durante el rodaje, Anjelica enferma de mononucleosis, aunque, consciente de la extrema fragilidad de su padre, apenas se ausenta del mismo.

Al mismo tiempo que la película, se hace también un documental sobre su rodaje. Huston había pensado para ello en su hijo menor, Tommy, pero éste había recibido una oferta -que acepta- de Disney para rodar otra película durante este periodo.

Si añadimos a todo ello el que, disgustado por las purgas macartistas, Huston se había mudado a Irlanda en 1953, vivió allí4 durante décadas y acabó obteniendo la nacionalidad del país, el valor sentimental que esta su última película tuvo para el propio director no necesita de más glosa.



John Huston con sus hijos durante el rodaje de la película

Es importante aclarar que, quizás por razones comerciales, la versión en español de la película de Huston fue distribuida con el nombre "Dublineses" (es decir, con el título del libro que agrupa los 15 relatos), con la mención de "Los Muertos" incluida sólo a modo de subtítulo en una línea inferior.




Cartel de la película en inglés


Adaptando el relato al cine
Todas las críticas son unánimes en lo que cualquier lector/espectador constatará también fácilmente por sí mismo: la película es extremadamente fiel al relato. De hecho, la experiencia de seguir la película con el libro en la mano depara numerosas y gratas epifanías en las que el espectador/lector puede comprobar que las intervenciones de los actores reproducen textualmente los diálogos del relato.

Pero el director usa también otros recursos para conseguir dicha fidelidad. Por ejemplo, todos los actores, excepto Anjelika Huston, están formados en los teatros Abbey y Gate de la capital de Irlanda5. También, en la versión original se aprecia con claridad que los intérpretes utilizan la característica pronunciación y entonación del inglés hablado por los dublineses.

Sin embargo, es imposible conseguir una literalidad absoluta en la adaptación de un texto literario al cine. Visionar la película desde el relato nos proporciona la interesante experiencia de descubrir las distintas técnicas que el guionista utiliza para transformar lo que en origen es un texto con un narrador omnisciente en una acción cinematográfica no narrada por nadie.
  • Por ejemplo, a la llegada de los esposos Conroy a la fiesta, el narrador del relato nos presenta con cierto detalle las dudas de Gabriel acerca del discurso que tendrá que pronunciar más tarde durante la cena. Transcribiendo el párrafo en cuestión a lenguaje cinematográfico, la película nos muestra durante unos instantes a un Gabriel pensativo. Pero como, obviamente, esto no es suficiente para informar al espectador de la razón de su cavilar, el guionista pone la explicación en boca de su mujer, Gretta, quien en ese momento pasa junto a él charlando con sus tías.
  • Más adelante en el relato, el narrador nos cuenta como el simpático (aunque algo borracho) Freddy, está contando cierta historia a otro de los asistentes, el señor Browne. Joyce quiere enfatizar el buen gesto de este último, quien, intentando recomponer a Freddy para el resto de la velada, le sirve una limonada en vez de un vaso de whisky; el escritor no nos da ningún detalle sobre lo que Freddy está contando al señor Browne. Sin embargo, en la película, la escena requiere obviamente poner algo específico en boca de Freddy. La creatividad del guionista suple la falta de concreción de Joyce en este punto con una historia que resulta del todo creíble y apropiada al personaje que la relata.
  • Joyce incluye en el cuento ciertos detalles descriptivos sobre la decoración de la casa de las señoritas Morkan. Estos detalles van más allá de la pura ambientación, y juegan un papel importante en el retrato no tanto de la casa sino de las propietarias mismas. Se podría pensar que adaptar la descripción del interior de una casa al cine no debe ser particularmente difícil; sin embargo, lo es cuando se trata de pequeños objetos y fotografías a los que planos muy generales de los salones no darían toda la importancia que poseen en el relato, ya que pasarían desapercibidos en ellos. El director lo soluciona introduciendo, durante una de las interpretaciones musicales de la noche, un plano en el que la cámara viaja a muy corta distancia sobre esos objetos y fotografías.
La película se toma también ciertas licencias con respecto al relato. Destacaría tres:
  • El guiño -amistoso- de la señorita Ivors (la encarnación del nacionalismo irlandés en la historia, tema del que hablaremos más adelante) a Gabriel Conroy antes de su común baile. Sin ser necesario, este guiño sugiere que ambos se conocen; aquí quizás podamos decir que Huston facilita la mejor comprensión del relato. En efecto, en su texto, Joyce no da a entender que ambos se conocen (esto se deduce sólo ya avanzado el diálogo entre los dos personajes), con lo que el lector puede en un primer momento juzgar exagerada la familiaridad con la que la señorita Ivors se dirige a Gabriel.
  • La licencia más llamativa que se permite Huston es la introducción de la recitación por un invitado de la traducción inglesa de un poema irlandés ("Donal Óg")6. Con este recurso, Huston consigue añadir una mención a Lady Gregory7, dramaturga y, en lo que es más interesante para el propósito de esta reseña, gran figura del renacimiento cultural romántico irlandés. Sin embargo, desde el punto de vista de la propia historia, la mayor innovación es la muy intensa reacción de Gretta al poema. La cámara se detiene con atención en ella, anunciando, de algún modo, la última escena del relato/película. Si bien ello no desvirtúa la historia de Joyce, no deja de ser una anticipación del final que el autor no incluyó en su obra. De todos modos, Huston, en este punto, tampoco quiso cargar las tintas, ya que decidió no incorporar a la película uno de los tres cortes de la reacción de su hija que se filmaron, en el cual ella mostraba una expresión que John juzgó excesivamente trágica8.
  • En su relato, Joyce no nos explica la razón del temprano abandono de la fiesta por parte de la señorita Ivors. Nos dice, eso sí, que se va contenta, que lo hace con una cierta prisa y que rechaza todas las propuestas de ser acompañada a casa. En la película, sin embargo, la misma señorita Ivors nos presenta la causa de su precipitada salida: va a asistir a una reunión política de un comité nacionalista, en la que participará el mismísimo Collins, héroe de la lucha por la independencia. Es, qué duda cabe, una libertad importante que se toman los Huston sobre el relato – pero, releyendo el texto a la luz de las explicaciones que la señorita Ivors da en el film… ¿no es al fin y al cabo lo que Joyce quiso decir sin mencionarlo?
¿Hay omisiones en la película? Si las hay, son mínimas. El que esto escribe creyó haber encontrado el Santo Grial cuando advirtió que, a la salida de la fiesta, nadie cuenta la historia del caballo Johnny, que Joyce refiere en el texto con evidente deleite. Falso triunfo: en el viaje en coche al hotel, Gabriel cuenta a Gretta dicha historia siguiendo casi literalmente a Joyce. Por lo demás, la película desplaza ligeramente ciertas líneas de diálogo en el tiempo, respetando en todo momento el espíritu de cada escena y del conjunto.

Subrayado especial merece la adaptación de los últimos párrafos del relato, en los que se encuentran la clave de bóveda de la historia. El texto de Joyce es una descripción de los pensamientos de Gabriel hecha por el narrador. Los Huston deciden poner esas reflexiones interiores de Gabriel en su propia voz; la cámara nos lo muestra pensativo y, progresivamente, nos presenta también imágenes de las situaciones y lugares a las que el monólogo interior de Gabriel se va refiriendo. El resultado es que el texto, mensaje y sentido del cuento se ven y escuchan en la pantalla con toda la fuerza del texto de Joyce.

Los temas del relato/película
Me atrevo a decir que el relato "Los Muertos" (como el de otros de Joyce) no anda muy lejos de los que escribía el gran maestro Chejov: bajo el barniz de la aparente trivialidad del argumento y sus situaciones, se esconde una insospechada riqueza de temas y emociones.
Modestamente, yo he encontrado los siguientes:
  • Dublín, el Dublín de Joyce: como ya hemos señalado, Dublín es, qué duda cabe, un protagonista fundamental del relato. Cierto es que el título global del libro ("Dublineses") apunta más a los habitantes de la ciudad que a la ciudad en sí, y sería por supuesto absurdo pretender que Joyce no pretende presentarnos un abanico de los tipos humanos que pueblan la capital de Irlanda en los albores del Siglo XX. Pero no es tampoco menos cierto que la ciudad en sí juega un papel en sus relatos (como en su "Ulises") que va más allá del mero decorado.
Aunque no llega a dar la dirección precisa de las casa de las señoritas Morkan, Joyce la emplaza explícitamente en Usher's Island, nombre que recibe un tramo de la ribera derecha del Rio Liffey a su paso por el centro de Dublín. El autor ayuda al lector a situar la casa en el conjunto más amplio de la ciudad mediante referencias a dos hitos cercanos en la ribera opuesta (los 15 Acres del Parque Fénix y el Palacio de Justicia9).

Todas las fuentes sitúan la acción de "Los Muertos" en el número 15 de Usher's Island10. En esa casa habrían vivido unas tías de Joyce con las que el escritor habría pasado fiestas navideñas de joven11. Una simple búsqueda de esta dirección en internet arroja como resultado muchas fotografías del edificio y sus alrededores inmediatos. Para encontrarla físicamente, el visitante a Dublín podrá guiarse no sólo por los mapas, sino también por la llamativa estructura del puente "James Joyce", construido por el arquitecto valenciano Santiago Calatrava en su reconocible estilo justo a la altura del número 15 en cuestión.

El momento final del relato y la respectiva última escena de la película tienen lugar en un clásico establecimiento hotelero dublinés todavía en funcionamiento: el Hotel Gresham.



  • El nacionalismo irlandés: como hemos señalado, el nacionalismo irlandés está encarnado en el relato y en la película por la señorita Ivors, a la que Joyce y Huston nos retratan como una joven entusiasta, políticamente comprometida y activista. Todo lo que el relato nos da a conocer sobre la señorita Ivors (sus gustos, sus actividades) está teñido por su convicción nacionalista. Pero quizás más interesante que la persona de la señorita Ivors en sí es la función del personaje como trasunto de la irrupción del nacionalismo irlandés en la previsible vida social de las clases acomodadas dublinesas del momento. En su desafiante diálogo con Gabriel, lo que al fin y al cabo hace la señorita Ivors es introducir una dimensión política en dos actividades que para su compañero de baile, hasta ese momento, no la tenían: su colaboración literaria para un periódico (sospechoso de ser próximo al poder británico) y el destino de sus vacaciones (el extranjero, al que la señorita Ivors opone nada menos que las Islas Aran, el epítome de la Irlanda celta virgen de influencia anglosajona). La decidida señorita llega, medio en broma medio en serio, a acusar a Gabriel de "Británico Occidental"12.
¿Qué nos quiere decir Joyce? ¿Quién de los dos personajes está más cerca de lo que él pensaba sobre el nacionalismo? ¿Le parece algo positivo la presencia del nacionalismo en la fiesta, o quizás sea algo que lamenta? El que esto suscribe ha encontrado en internet ríos de bytes acerca de Joyce y el nacionalismo irlandés, y le resulta difícil formular una opinión al respecto. Si la "irlandesidad" de Joyce está fuera de toda duda, también lo está su rechazo al fomento de la lengua gaélica y al catolicismo como aglutinadores de la oposición al dominio británico, y no parece discutible que su difícil relación con el catolicismo fue una razón más poderosa para su voluntario exilio de Irlanda que la pertenencia de la isla al Reino Unido. Sea de uno u otro modo, mediante el personaje de la señorita Ivors, Joyce hace de excelente notario de la irrupción del nacionalismo en el ambiente social que su relato retrata.

Huston añade tres elementos al relato que podrían suscitar también interesantes reflexiones al respecto de su posición acerca del nacionalismo irlandés. Ya hemos referido que las explicaciones de la señorita Ivors sobre su temprana partida de la fiesta no se encuentran en el texto. Además, en la película la tía Kate proscribe explícitamente la política de su mesa para asegurar la concordia durante la cena. El cochero que recoge a Freddy Malins y su madre a la salida de la fiesta (del que el relato sí deja claro que no conoce Dublín) añade que es nativo, precisamente, de las islas Aran.
  • La religión: el relato cuenta con un personaje protestante, el señor Browne. La manera en la que se nos revela su adscripción religiosa es interesante. No lo hace el narrador, sino Mary Jane, quien no utiliza el término "protestante" sino los elípticos "de la otra confesión". Sea o no una convención de la época, el caso es que Mary Jane no lo define como "inglés" o "británico", es decir, no niega a la persona "de la otra confesión" su pertenencia a la comunidad irlandesa.
El diálogo entre el señor Browne y Freddy sobre las costumbres de los monjes católicos del monasterio en el que Freddy planea una estancia (¿para curarse de su adicción a la bebida?) ocupa un lugar muy importante tanto en el relato como en la película. De nuevo, es difícil saber quién de los dos personajes está más cerca de las convicciones de Joyce. Por un lado, las preguntas del señor Browne ponen de relieve el aparente absurdo de ciertas costumbres extremas de los monjes (como el dormir en ataúdes). Por otro lado, el autor y el director, de modo perceptible, buscan suscitar en el lector/espectador una cierta simpatía por la candidez con la que Freddy defiende la motivación altruista de los monjes frente al más mercantilista racionalismo del señor Browne.

Al respecto de la presencia de la religión en el relato/película, resulta también destacable la rebelión de la tía Kate ante injusta exclusión de su hermana Julia del coro parroquial por parte de los sacerdotes responsables. Es una rebelión que llega -casi- a poner en cuestión la autoridad papal. La tía Kate no tiene más remedio que recoger velas, pero no sin ofrecer urbi et orbe un vehemente ejemplo del muy irlandés sentido de la justicia frente a la arbitrariedad.
  • El alcohol: lugar común o no en un relato de temática irlandesa, lo cierto es que Joyce, en el retablo de la sociedad dublinesa que hace en "Los Muertos", incluye al personaje del hijo tarambana adicto sin remedio al whisky (Freddy Malins). De hecho, ni los excesos del alcohol ni el personaje mismo de Freddy son elementos menores del relato, porque Joyce se recrea en ellos cuando nos presenta la preocupación de las tías por el estado en el que Freddy aparecerá en la fiesta, así como la decepción de su madre ante el estado en el que lo hace. Sobre este punto sí me atrevo a aventurar una conclusión: Joyce quiere "absolver" a este personaje arquetípico y a todos aquellos a los que representa. No sólo porque hace decir a sus tías al final de la velada que, en el fondo, Freddy es un buen chico, sino también por la manera en la que Joyce presenta el grado de ebriedad del personaje: lo suficientemente borracho para que sus intervenciones caigan como una mosca en la sopa de una cena burguesa, pero no tanto como para arruinar la velada a sus tías. La versión cinematográfica (y el actor que encarna a Freddy) plasman de manera magistral este delicado punto de equilibrio que permite al personaje seguir siendo un miembro de la sociedad dublinesa a pesar de la desaprobación general de su conducta. El término "equilibrio" no parece artificioso si sabemos que, en el rodaje, cuando el actor que interpreta a Malins comenzó en cierto momento a sobreactuar; Huston lo llevó aparte para decirle "Freddy consume alcohol, no cocaína"13.
  • Dos discusiones ajenos al siglo XIX pero que serán muy intensas durante el siglo XX (y aún en la actualidad). La primera es la igualdad de la mujer (Joyce encarna al nacionalismo no en hombre sino en una mujer; la cual, además, en todo recuerda a las sufragistas ya activas en aquellos momentos). La segunda es la discriminación racial: Freddy pregunta abiertamente a los comensales si no piensan que un tenor de color que canta esos días en Dublín (no en la Opera, como se insinúa que debiera, sino en un teatro de varietés) pueda tener una buena voz por el hecho de serlo.
  • El deseo sexual, tema bien querido a Joyce. Está presente de manera muy explícita en un momento del relato, cuando el narrador nos presenta los pensamientos y gestos de Gabriel a su llegada al hotel tras la fiesta con su mujer. En cambio, la película, conscientemente o no, no presenta este elemento de manera tan explícita.
  • El amor frustrado es otro gran tema de la historia que aparece con algo más de fuerza en la película que en el relato. Sin entrar en detalles que puedan destripar la resolución de la trama, la película incluye o enfatiza ciertas pistas que atraen la atención del espectador hacia esta dimensión de la historia. Señalaré el deleite con el que la cámara refleja la reacción de Gretta al poema que se recita durante la velada (situación que, como hemos indicado, no figura en el relato), y el despliegue de recursos interpretativos de la actriz que encarna a la tía Kate cuando habla del tenor al que admiró en su juventud.
  • La muerte: obviamente, la muerte está presente en el relato, y ya desde el título. Permítaseme ser también discreto en este punto.
  • Sin embargo, más allá de los temas del amor frustrado y la muerte, así como de la general nostalgia que destilan el relato y su adaptación al cine, el tema principal del relato es, en mi modesta opinión, el inexorable transcurso del tiempo.
En efecto, el relato y su fiel transcripción a la pantalla grande van desgranando situaciones que permiten a los personajes concluir que "ya nada es como antes". Dicho de otro modo, situaciones que contraponen un más lozano pasado con un decepcionante presente.

En ocasiones, el relato opone dichos conceptos de forma explícita, como cuando el narrador describe las dudas de Gabriel acerca de si debe mencionar en su discurso la más generosa hospitalidad de las antiguas generaciones frente al carácter más abrupto de las nuevas. También, durante la cena, varios comensales mantienen que ya no hay cantantes de ópera como los de antaño.

Pero quizás el momento en el que este tema está tratado con más fuerza es la interpretación por la tía Julia de un aria de Bellini. La película no deja lugar a dudas: la voz de la antigua cantante de coro ha conocido mejores tiempos. Además del sonido roto y gastado de su voz, los planos de la ya anciana mujer sólo hacen que reforzar esa impresión. Les invito sin embargo a comparar esta escena con el párrafo correspondiente del relato. En apariencia, Joyce alaba la voz de la mujer durante varias líneas. Pero unas muy escasas palabras ("Esto [el aplauso] sonó tan genuino…") bastan para revelarnos la verdadera naturaleza de la prestación de la tía Julia, que no es ciertamente la de una cantante en plenitud de facultades, sino que está más bien a mitad de camino entre lo patético y lo entrañable, punto que Huston (y la actriz) plasman a la perfección en la película.

Más allá de los momentos concretos, sin embargo, toda la primera parte del relato/película supura un lamento por el paso del tiempo. El contraste entre, por un lado, la concatenación de elementos de la establecida tradición (el acontecimiento en sí, la interpretación al piano de Mary Jane, la canción de la tía Julia, la cena, el rol de Gabriel en el trinchado de la carne, etc.) y, por otro, los cambios que inexorablemente produce el paso del tiempo en los protagonistas y en sus vidas, produce un efecto paradójico: la tradición, a través de su repetición, no acaba sino subrayando la impermanencia de aquello que pretende preservar (en este caso, la juventud, la voz, la hospitalidad, la presencia de los ya ausentes). De ese contraste surge la profunda nostalgia que impregna el relato y la película; nostalgia magistralmente encapsulada en la escena en la, a la salida de la fiesta, Gretta escucha, transportada, esa canción tan evocadora, de la que podrán escuchar una versión en el enlace adjunto14.

Pero, yendo de nuevo más allá de la nostalgia, es la nieve la que, en ese hermoso párrafo final del cuento (y sus correspondientes bellísimos planos de la película), representa al tiempo. Y su suave caer, no sólo sobre la totalidad de Irlanda sino sobre el entero universo, no sería sino el curso inexorable del mismo, al que nada ni nadie puede escapar.


Conclusión
En esta reseña he intentado compartir con ustedes algunas observaciones sobre el texto del relato de Joyce y la película de John Huston, así como algunas reflexiones sobre todo lo que este cuento -sencillo sólo en apariencia- encierra.

¿Mi conclusión? Lean el relato y vean la película. No les puedo asegurar que no sufrirán un ataque agudo de nostalgia, pero sí que disfrutaran de dos joyas de la literatura y del cine, gemelas entre sí, y talladas con esmero, maestría y sentimiento.







1 Edición de Alianza Editorial, Madrid, 1972.

2 Las informaciones contenidas en este apartado provienen en su mayoría de dos obras: "La última Mirada. Testamentos fílmicos", de Domènec Font, Ediciones de la Mirada, Valencia, 1999-2000, y ""Los Huston. Historia de una Dinastía de Hollywood", Lawrence Grobel, T&B editores, Madrid.

3 http://www.rogerebert.com/reviews/great-movie-the-dead-1987

5 "La última mirada…", ibíd, página 92

6 https://en.wikipedia.org/wiki/The_Dead_(1987_film)

7 https://es.wikipedia.org/wiki/Lady_Gregory

8 "Los Huston…" Ibíd, página 46.

9 Phoenix Park y Four Courts, respectivamente

10 www.facebook.com/JamesJoyceHouse. Sin embargo, a juzgar sin embargo por los enlaces disponibles en esta página, parece que la principal actividad que tiene actualmente lugar en la casa estaría más relacionada con otros aspectos menos literarios de la cultura irlandesa: http://www.jamesjoycewhiskey.ie/our-story.

12 "West Briton".

13 "Los Huston…", ibid, página 42.

14 https://www.youtube.com/watch?v=ZKe4ox_VjaI


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