Dos historias, dos destinos. Cioma Schönhaus e Imre Kertész - Cuscurro

Imre Kertész  

Uno de los beneficios de ser hijo único es acaparar todo el cariño de tus padres. Sin embargo, cuando las familias crecen y los hermanos aumentan, las suspicacias entre ellos pueden aparecer y con ellas las envidias cuando alguno de los hermanos pasa a ser el preferido de los padres. Quizás, ser el pueblo elegido de Dios de entre todas las religiones hermanas monoteístas haya causado la misma situación, llevando a los judíos a ser un pueblo perseguido a lo largo de la historia.

No digo nada nuevo cuando comento que la persecución judía que se produjo por la Alemania nazi es otro episodio más dentro de la larga historia de persecuciones de este pueblo elegido y su utilización como chivo expiatorio sobre el que volcar todos los odios, frustraciones y señuelo para distracción de la realidad y así camuflar otros males. Lo que diferencia la situación ocurrida en el siglo XX con el resto es el plan industrial diseñado para la exterminación completa del pueblo judío de los territorios alemanes, lo que se llamó la Solución Final.

Ante el continuo deterioro que los judíos alemanes primero y europeos después venían sufriendo en sus derechos, se abrían dos alternativas: emigrar o aguantar. Pocos fueron los judíos que pudieron emigrar por lo que la inmensa mayoría tuvo que sufrir las consecuencias del régimen nazi. Dentro de los que no tuvieron más remedio que quedarse o incluso quisieron quedarse, podemos encontrar ejemplos de diversas situaciones de abordar la situación: los que fueron trasladados a guetos y desde allí a los campos de trabajo o de exterminio, los que se ocultaron hasta que fueron descubiertos (en este caso, sirva de ejemplo la familia de Anna Frank), los que vivían el día a día hasta que recibían la notificación de traslado y aquellos que se ocultaron a la vista de todos.
Cioma Schönhaus

Cioma Schönhaus (Berlín, 28/09/1922 - Biel-Benken(Suiza), 22/09/2015) e Imre Kertész (Budapest, 9/11/1929 - Budapest, 31/03/2016) son dos ejemplos diferentes de judíos que no emigraron ni de Berlín ni de Budapest respectivamente y que siguieron inicialmente caminos similares pero que vivieron desenlaces muy diferentes según nos cuentan ellos mismos: Cioma Schönhaus en primera persona en su libro El falsificador de pasaportes e Imre Kertész en su libro Sin Destino, obra de ficción basada en su vida.‎ Ambos protagonistas son judíos, viven la represión, trabajan como obreros cualificados esperando evitar el traslado hasta que finalmente la orden de traslado es recibida. A partir de este momento ambos protagonistas afrontan su nueva vida de manera completamente diferente. 

Cioma en El falsificador de pasaportes describe en las primeras páginas cómo los judíos alemanes aún no han pasado a formar parte de la Solución Final y viven su día a día perdiendo derechos: dónde poder trabajar, soportar el toque de queda, imposibilidad de matrimonios mixtos, prohibición de acceso a refugios antiaéreos, obligatoriedad de identificación con la estrella amarilla, … A pesar de ello, la vida de estos judíos alemanes vale aún algo más que nada ya que por el momento no son exterminados como ocurre en el este ocupado. Viven conociendo lo que hacen con sus hermanos de religión pero sorprendentemente lo toman como hechos consumados, con naturalidad y resignación. Muy al contrario de esta resignación colectiva, Cioma no se da por vencido y empieza a idear planes para abandonar Alemania al mismo tiempo que trabaja haciéndose pasar por ario gracias a lo que podríamos llamar “alemanes buenos”. Quizás aquí nace la chispa del plan que Cioma: ocultarse de todos mientras está a la vista de todos. El protagonista entra en contacto con un pequeño círculo de personas clandestinas que se dedican a conseguir documentación falsa para que algunos judíos puedan emigrar y este falsificador no es otro que Cioma.

Cuando llega la orden de movilización, Cioma deja de ser judío y falsificando su documentación pasa a ser ario y viviendo como un ario más, haciendo vida social como cualquier otro ario: bailes, comidas, restaurantes, cafés, … Sabe que esta decisión es arriesgada, se juega la vida si le detienen, pero de esta forma, al menos tiene una posibilidad ya que no confía en volver de la deportación forzosa. Pero vivir en la clandestinidad a la luz de los focos para un joven ario en edad militar no es fácil por lo que el círculo policial de sus perseguidores se va estrechando sobre él poco a poco mientras que su única idea es cruzar a Suiza y para ello se arriesga a realizar unas falsas vacaciones durante un falso permiso militar.

El falsificador de pasaportes no es una obra pesimista ni derrotista, más bien al contrario, da la sensación de estar leyendo una obra de aventuras donde el protagonista va superando pruebas escapando de sus perseguidores a la vez que vive una vida al límite relativamente alegre mientras que de melodía de fondo siempre está el problema de las deportaciones y no regreso de conocidos y familiares.


Toda moneda tiene dos lados: anverso y reverso, cara y cruz, pues la cruz de la moneda es Gyürgy Küves el protagonista de Sin Destino, el alter ego de Imre Kertész. Gyürgy Küves es un chaval de 14 años, de Budapest, hijo de padres separados, padre judío de clase media propietario de una empresa maderera que es puesta a nombre de su contable, otra buena persona, para que no le sea expropiada. Pronto la vida empieza a ponerle pruebas: vive la marcha del padre a los campos de trabajo, es movilizado y debe dejar sus estudios para empezar a trabajar en la Shell, y finalmente es deportado a los campos de trabajo. Primeramente a Auschwitz donde dice tener 16 años para poder trabajar y pasar el primero filtro de no morir a causa de su corta edad, allí ya ve cómo se realizan las selecciones, cómo pequeños detalles marcan la diferencia entre vivir o morir todo ellos bajo la falsa amabilidad y correcta organización de los alemanes. A los tres días es trasladado a los campos de trabajo de Buchenwald y Zeitz donde estará el año y medio del relato. Sortea un campo de exterminio para acomodarse en un campo de trabajo donde se dejará diariamente su vitalidad hasta el agotamiento mental y vital. 

A pesar de que Imre Kertész vivió personalmente esta experiencia, el libro no es un relato de los hechos en primera persona, como hace Primo Levi en sus obras, sino que nos presenta a un adolescente que está empezando a tener sus primeros escarceos amorosos con su vecina, que es arrancado de su hogar y obligado violentamente a hacerse adulto en un mundo de todo o nada, en un juego donde la apuesta diaria es la vida propia. Primeramente todo es algo festivo, situaciones nuevas, no todo es tan malo como la gente comenta, pero poco a poco, día a día, va conociendo la dura realidad del campo de trabajo: despersonalización del individuo para pasar a ser colectividad vía repetición diaria de tareas: comidas, aseo, trabajo, descanso, y así uno y otro y otro día hasta que todos y cada uno de los días sean el mismo día. Como un terrible día de la marmota. Este continuo temporal va minando la personalidad del protagonista hasta convertirlo en un “musulmán”, calificativo que se utilizaba en el campo para definir a aquellas personas que ya no tienen ganas de vivir, que han perdido las ganas de vivir, una persona sin destino en este mundo. En palabras del autor:

"Nunca lo hubiese creído y, sin embargo, es una verdad como un templo: en ninguna otra circunstancia importa tanto llevar una vida ordenada, ejemplar y hasta virtuosa como estando preso. Todo eso estaba claro. Bastaba con echar un vistazo a los alrededores del bloque uno, donde vivían los presos más antiguos. El triángulo amarillo en su pecho nos lo decía todo, y la letra «L» nos informaba que procedían de la lejana Letonia, exactamente de la ciudad de Riga, según me dijeron. Entre ellos había unos sujetos extraños que al principio me sorprendieron; eran todos muy viejos, con la cabeza hundida, la nariz prominente y el sucio uniforme colgando sobre sus hombros: parecían cuervos frioleros incluso en los días más calurosos del verano. Con aquel aspecto, aquellos pasos difíciles y penosos parecían preguntar: «¿Vale la pena el esfuerzo?». Eran como signos de interrogación vivientes. Por su forma y hasta por su volumen no podían llamarse de otro modo. Me enteré de que en el campo de concentración los llamaban «los musulmanes». Bandi Citrom me advertía: «Al verlos se te quitan las ganas de vivir», y tenía algo de razón, aunque más tarde comprendí que para eso hacía falta mucho más."

Y como descripción de lo que eran los “musulmanes” en primera persona baste como ejemplo este extracto:

"Ya no trataba de mirar hacia delante pero sólo veía el día siguiente, y éste era como el anterior, exactamente igual, en caso ─por supuesto─ de que siguiera acompañándonos la suerte. Ya no tenía ganas ni fuerzas para nada; cada día me levantaba más cansado: cada día que pasaba soportaba peor el hambre; me movía con más y más dificultad; todo se me volvía una carga, incluso yo mismo".

Tras caer enfermo, es declarado no apto para el trabajo y enviado al hospital del campo de Buchenwald donde vive un remanso de paz gracias a los enfermeros que allí había. Esta enfermedad paradójicamente fue lo que le salvó la vida ya que estando en el hospital, convertido en un “cuervo friolero”, como llamaban a los más antiguos supervivientes del campo, se produce la liberación del campo y con ella el regreso a casa.

Los dos protagonistas viven finales felices pero no recorren el mismo tránsito por la vida durante el nazismo, las pruebas que deben pasar uno y otro son tremendamente diferentes. Quizás la forma despreocupada y optimista de afrontar ambos la situación en sus inicios, de tomar pequeñas decisiones, fue la que marcó los caminos que se abrían ante ellos fueran los que le llevaron finalmente a que no pasaran a formar un número más en la larga lista de víctimas del Holocausto y hayamos podido disfrutar de sus dos historias.


Recordemos: “Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla

3 comentarios:

  1. Dos ejemplos diferentes, de los muchos testimonios que se conservan, de personas que sobrevivieron el holocausto. Me ha gustado mucho el artículo. No he leído ninguna de las dos obras, y ambas las tengo, así que las pongo en lista.

    ResponderEliminar
  2. Como siempre, el artículo es interesante y nos muestra una doble perspectiva de cómo afrontar el Holocausto. Finalmente, los dos sobrevivieron.

    Gracias por esta excelente propuesta literaria, cuscurro.

    ResponderEliminar
  3. Bueno, al menos son dos visiones de la situación de personajes que realmente lo vivieron de primera mano. Gracias por los comentarios.

    ResponderEliminar

No hay comentarios