Breves notas sobre el Holocausto en "De algún tiempo a esta parte" de Max Aub - Esther Lázaro


[Advertencia: este texto contiene spoilers de la obra]. 

 Max Aub, nacido en París de madre francesa y padre alemán, pero escritor español por elección, y uno de los nombres más destacados del exilio republicano de 1939, poseía una extraña lucidez casi premonitoria, aunque tal vez solo fuera su capacidad crítica para ver el mundo. En 1939, recién cruzada la frontera para iniciar su exilio francés, escribe un monólogo estremecedor titulado De algún tiempo a esta parte, cuya protagonista, Emma, habla con su marido muerto y le cuenta cómo han cambiado los tiempos.


Sinagoga ardiendo durante la noche de los cristales rotos
 El argumento podría no tener mayor importancia si no fuera porque sitúa a esa mujer en Viena en 1938. En esa fecha, hacía menos de un año que Austria había sido anexionada al Tercer Reich en lo que se conoce como el Anschluss, la Anexión. Y tampoco ese escenario podría tener mayor relevancia si no fuera porque Emma tiene ascendencia judía, aunque, para hacerlo todavía un poco más rebuscado, Aub la hace católica conversa de segunda generación. Es decir, tanto sus padres como los padres de su marido Adolfo se convirtieron al catolicismo, por lo que ellos –Emma y Adolfo− fueron educados en esa religión desde niños, desde su bautismo, igual que su hijo Samuel, quien probablemente incluso desconocía sus raíces.

Colocar a una mujer burguesa, acomodada, católica, apolítica, pero de origen judío como protagonista en ese espacio-tiempo, la Viena anexionada a la Alemania nazi, permite a Aub darnos una visión de lo que realmente supuso el nazismo y su holocausto a nivel cotidiano. Las vejaciones a que se ve sometida Emma, cómo cambia su vida en unos meses, cómo le arrebatan todo lo que la significaba, todo lo que le daba un sentido a su vida, forma parte del mecanismo del holocausto nazi. Un mecanismo que no ejercen solamente los SS o los SA, sino sus vecinos, sus amigos, incluso miembros de su propia comunidad judía. Porque el valor de esta obra reside ahí, en la capacidad de Aub para señalar al nazi que cualquiera lleva dentro, para señalar la facilidad con la que uno puede cambiar su actitud frente al poder. 
Cartel de "De algún tiempo a esta parte"


Pero el cambio es bidireccional. Emma, como otros personajes femeninos del teatro aubiano, adquiere una consciencia política ante la realidad que le toca vivir, ante las injusticias a las que se ve sometida, solamente por esa supuesta sangre judía, esa «sangre que siento hervir en mí como si no fuese mía», como ella misma dice en la obra. La historia de Emma pasa de lo particular a lo colectivo, porque da voz a miles de víctimas. Porque Aub, a través de los ojos de su protagonista, nos describe hechos que todavía hoy se conmemoran y que están en el imaginario colectivo de la mayoría como, por ejemplo, la Kristallnacht y la quema de las sinagogas, y otros menos conocidos pero igual de ciertos, como la expropiación de todos sus bienes, las nuevas leyes que obligaban a los judíos a ser barrenderos, a pagar lo expropiado, o cómo les robaban el dinero que sus familiares les mandaban desde el extranjero para que pudieran huir. Porque cuando Aub escribe este texto a principios de 1939, está recordando las noticias que leía a finales de 1938 en los periódicos y advierte, a través de este texto, de todo lo que está por llegar, del peligro que encierra el nazismo y de las maneras que apunta el holocausto, que ya tiene nombres propios y lugares propios, como Dachau, el primer campo de concentración nazi, donde muere fusilado el marido de Emma.

Esther Lázaro como "Emma"


Emma, que se presenta como una víctima que reza con odio para que Dios les castigue a «ellos», incapaz de pronunciar la palabra del horror, la palabra «nazi», más que en una ocasión a lo largo de todo el texto, en realidad, no es sólo una víctima del nazismo. Es también una esposa y una madre, características que la universalizan todavía más. Ya que, su principal angustia, su principal sufrimiento, es el sospechar que su hijo Samuel «pudo ser de ellos». Samuel ha muerto también, aunque en circunstancias casi contrarias a las de su padre. Joven diplomático en el consulado de Austria en Barcelona, cuando su país se anexiona a la Alemania enemiga, en plena guerra civil española, son los republicanos los que se encargan de matarle, al tratarse muy probablemente de un colaboracionista nazi. Y es que, seguramente, Samuel, católico de tercera generación, no conocía su origen judío (a pesar de su nombre…). O, de hacerlo, simpatizaba con el partido nacionalsocialista alemán por otras muchas razones ideológicas, y el antisemitismo le resultaba más bien indiferente. Cabe recordar de nuevo que se trata de un texto escrito en 1939 y que el mundo no abrió los ojos realmente al horror del holocausto hasta 1945, tras la victoria aliada, a pesar de que eran muchas las voces que ya, desde mediados y finales de la década de 1930, denunciaban lo que estaba ocurriendo con el pueblo judío, como hace Max Aub en esta obra.

Situar a Samuel en Barcelona le sirve a Aub, además, para hablar también de nuestra guerra civil y para hacer un paralelismo entre el pueblo español y el pueblo austríaco, y cómo unos combaten contra el fascismo que los quiere dominar mientras los otros sucumben a él sin oponer demasiada resistencia. Tampoco pierde la oportunidad de hablar sobre la primera guerra mundial, una guerra donde combatieron muchos que luego murieron en campos de concentración, como Adolfo, que luchó por su patria alemana y al que incluso condecoraron hasta en tres ocasiones, aunque de poco le sirvió veinte años más tarde.

Este repaso por las primeras décadas de la Historia del siglo XX, y en especial por el incipiente auge del nazismo, se inserta en el discurso de Emma siempre desde su punto de vista, el punto de vista de una mujer que se ha quedado sola, que poco tiene que perder, que desea, en el fondo, la muerte, a menos «que Dios me haga vivir sólo para ver su venganza». Pero que representa, a la vez, esa voz del pueblo oprimido. En su caso, por el nazismo que la acecha en cada persona con la que se cruza, en cada esquina, en cada puerta, en cada mirada antes amiga y ahora hostil. El nazismo que se ha apoderado de toda una sociedad. Por desgracia, lo que hace tan universal y atemporal este texto de Aub es que el abuso de poder y los extremismos están vivos en todas las épocas. En algunas se les llama de otros modos, por supuesto, pero en todas partes, en todo momento, hay alguien que es una Emma, otra víctima más.

Montaje de la obra "De algún tiempo a esta parte" 

Por eso, De algún tiempo a esta parte no es sólo un texto de una gran calidad literaria, sino también un documento que debe funcionar como ejercicio de Memoria, de esa con mayúscula, de la que debe ser preservada por todos. Porque Aub advertía a sus contemporáneos, advertía a la sociedad que aún no había iniciado la segunda guerra mundial de lo que estaba pasando ya en Alemania y en los países anexionados. Pero Aub sigue advirtiéndonos ahora de lo que sucede cuando toda una sociedad decide mirar hacia otro lado, o decide subirse al carro de la mayoría para mantener su seguridad, su estatus, su tranquilidad, aunque eso implique votar algo en lo que no crees, retirar la palabra a tus amigos porque alguien ha decidido considerarles distintos, o linchar a tu vecino en plena calle. El peligro de que toda una sociedad se vuelva «ciega y sorda».

Estas son sólo unas breves notas sobre una obra que da muchísimo de sí en muchos aspectos, de la que podría hablarse durante horas y horas, analizando a Emma, los personajes secundarios, los conceptos que maneja Aub en el discurso, por no entrar en aspectos más formales de la dramaturgia. Sin duda, de las obras que conforman lo que a mí me gusta llamar su “tri-ciclo judío” (De algún tiempo a esta parte, San Juan y Comedia que no acaba), es en esta primera donde la visión del holocausto cobra más significación y el peso del testimonio, el «lo que he visto y porque lo he visto con mis ojos», como nos recuerda Emma, el hacer hincapié en que no se trata de ficción inventada, sino de una ficción basada en hechos muy reales, es lo que le da a esta obra mayor valor y relevancia. Porque tal vez no existió una Emma Blumenthal, casada con un ingeniero alemán llamado Adolfo, y con un hijo diplomático llamado Samuel. Pero seguro que existieron muchísimas mujeres con las mismas características de Emma y con su mismo destino.

A propósito de eso, Emma, aun sola y derrotada, sobrevive a la guerra mundial y Aub la rescata para hacerla aparecer de nuevo en No, obra escrita en su exilio mexicano décadas después. Sin embargo, las desgracias que debió padecer en los años que estaban por venir le robaron la cordura, y la reencontramos vieja e ida, gritando versículos bíblicos cual profecías. Porque las heridas del holocausto fueron, son, y –por desgracia− seguirán siendo, mucho más profundas e insondables de lo que desearíamos. Parafraseando esa boutade de Sartre, los nazis eran grandes pedagogos, porque enseñaron al mundo a tomarse el mal en serio. Aub, en esta obra, señala ese mal en serio que habita en todos y que tan fácilmente reflota cuando está secundado por el poder imperante.

PD.  Esther Lázaro, ha representado esta obra en varios escenarios, y es ademas una profunda conocedora de la obra de Max Aub. Es un lujo para nosotros el contar con su colaboración en este número. 


5 comentarios:

  1. Bueno, qué decir de una obra que he leído varias veces, y que he visto representada en varias ocasiones por Esther. Una maravilla de obra a la que el artículo de la que imagino es la mayor experta en la misma, puesto que la ha estudiado y representado más que nadie, con lo que es todo un lujo contar con este artículo para profundizar en su lectura.

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    1. ¡Gracias por la parte que te toca, Sebas! Yo encantada de poder colaborar con vosotros (cosa que hago con mucho cariño) y de que apostéis por atender a Aub y a la literatura del exilio.

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  2. Felicidades, Esther, por el artículo. Una obra que no he visto ni leído pero que imagino soberbia. Apuntada queda.

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  3. Es una obra de teatro que hace tiempo quiero leer. El artículo de Esther anima a ello, así que no me va a quedar más remedio.

    El día que vea a Esther en este papel creo que será un lujo enorme. ¡Muchas felicidades por este maravilloso artículo!

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  4. Arden, hierbamora, Aben: muchísimas gracias por vuestros comentarios y celebro que os haya gustado el artículo, aunque os aseguro que la obra es mil veces mejor y os animo a leerla.
    Por supuesto, me encantaría que pudierais ver también el montaje. Prometo ir avisando en el hilo de la obra de las próximas actuaciones, pero también podéis consultarlas en el blog de la compañía, therkasteatre.blogspot.com, o seguirnos en las redes (@TherkasTeatre). Perdón por la publicidad...
    ¡Abrazos!

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