Por una pedagogía sentimental revolucionaria - Antonio Fco. Canales



"La bolchevique enamorada", de Alexandra Kollontai, publicada en 1927, aspiraba a proporcionar a las mujeres de los tiempos revolucionarios nuevos valores para regular las relaciones entre hombres y mujeres. 
Cuenta la historia de Vasya, una joven bolchevique de gran rectitud moral que se enamora perdidamente de Volodia, un atractivo anarquista. Inician una bonita pero también tormentosa relación en la que el amor se entremezcla continuamente con el compromiso por su pueblo.


Alexandra Kollontai, nacida en 1872 en el seno de una familia aristocrática, fue una representante prototípica de esa intelligentsia rusa que abandonó orígenes sociales y familia (marido e hijo incluidos) para abrazar la lucha revolucionaria. Tras años de exilio, Kollontai regresó a Rusia en 1917 para asumir un papel protagonista en la revolución, primero como miembro del Comité Central del Partido Bolchevique y más tarde, tras la Revolución de Octubre, como Comisaria del Pueblo para la Asistencia Pública, cargo que la convertía en la primera ministra del mundo.

Los primeros años de la revolución fueron tiempos de experimentación rupturista en todos los ámbitos, incluyendo el papel de las mujeres. El acuerdo era amplio en la necesidad de socializar el tradicional trabajo doméstico a través de comedores, lavanderías, módulos de viviendas colectivas, etc. Resultaba ineficiente que la nueva mujer socialista malgastase en el ámbito privado una fuerza de trabajo que debía ponerse al servicio de la economía colectiva. No obstante, esta socialización del trabajo femenino no cuestionaba necesariamente su subordinación al varón. Ciertamente, la infraestructura económica que determinaba la sumisión femenina (el matrimonio burgués como prostitución institucionalizada) estaba siendo abolida con la incorporación masiva de las mujeres al mundo laboral. Ahora bien, quedaba pendiente el cambio en la superestructura ideológica, cultural y sentimental que durante siglos había justificado y mistificado esa dependencia económica. Y en este punto, no había de resultar fácil desterrar las viejas ideas tradicionales sobre la naturaleza femenina.

En estos años Kollontai abordó la cuestión con ensayos sobre la emancipación femenina como su "Autobiografía de una mujer sexualmente emancipada" de 1926, pero era consciente de que la reflexión teórica tenía un alcance muy limitado. Las relaciones sexuales podían liberalizarse, pero el amor seguía actuando como una trampa que encadenaba a las mujeres. Resultaba perentoria una pedagogía sentimental revolucionaria, y para ello la autora no dudó en recurrir al principal vehículo de la educación sentimental femenina: el folletín. Bajo la apariencia formal de la novela rosa tradicional, "La bolchevique enamorada", publicada en 1927, aspiraba a proporcionar a las mujeres de los tiempos revolucionarios nuevos valores para regular las relaciones entre hombres y mujeres. El interés de la novela, pues, no reside tanto en sus valores literarios, sino en su objetivo revolucionario en el plano sentimental.

Estudiantes radicales en San Petersburgo, en el periodo entre las revoluciones de 1905 y 1917
La novela se construye sobre dos personajes principales que devienen arquetipos portadores de valores contrapuestos: Vasya, una joven obrera bolchevique poco agraciada y ascética, volcada en el servicio a la causa revolucionaria, y Vladimir, un anarquista guapo y mundano, individualista y hedonista. A pesar de la contraposición de sus caracteres, Vasya y Vladimir se enamoran y forman una pareja que se salta los convencionalismos de la virginidad y el matrimonio. La idea de pareja, por tanto, parecía emerger del torbellino revolucionario del amor libre como pauta común de la relación entre mujeres y hombres. Más difícil resultaba, sin embargo, establecer los principios y normas reguladores de esta nueva pareja revolucionaria. A ello se aplica Kollontai a lo largo de la novela tomando las vicisitudes de Vasya y Volodia como caso práctico desde el que explorar estas nuevas relaciones.

En un primer momento, la pareja parece cimentarse sobre su actividad revolucionaria común. Vasya y Vladimir trascienden el limitado mundo de los sentimientos privados proyectándose en la lucha por un ideal social común. ¿Negación del individuo frente a la colectividad tan del gusto estalinista? Sin duda, pero también voluntad de transcendencia y compromiso más allá de la perpetuación de linaje. En todo caso, un modelo de pareja que más tarde resonaría en los poemas de Benedetti (“en calle codo a codo, somos mucho más que dos”). La convivencia, sin embargo, resulta problemática. Vladimir se resiente de la escasa atención que le dedica Vasya y de su ascetismo y comienza a mostrar su querencia por los bienes materiales y la diversión. Los respectivos compromisos políticos vienen a salvar la pareja in extremis con la marcha de Vladimir como director de empresa a otra ciudad, mientras Vasya se queda desarrollando sus propios proyectos. Primera lección de Kollontai: las mujeres tienen también su carrera pública que debe priorizarse frente a la tentación de subordinarla por razones sentimentales a la del varón. Casi cien años después parece que todavía buena parte de las bisnietas de Vasya no ha superado el examen y arrastra esta asignatura pendiente.

Sólo tras finalizar su misión, Vasya opta por abandonar su ciudad y empezar una nueva etapa junto a su marido. El grueso de la novela da cuenta de las dificultades de conciliación de Vasya, es decir, de su incapacidad para encontrar su lugar como mujer del director de una gran fábrica en una pequeña ciudad. De entrada, la contraposición de caracteres entre ambos personajes se ha agrandado en el plano político en el contexto de la Nueva Política Económica, una apuesta pragmática que dejaba espacio al mercado y a la iniciativa privada para recuperar la economía tras los duros años de comunismo de guerra. Mientras Vasya se opone radicalmente a la NEP y a la traición revolucionaria que implica, Vladimir se encuentra más que cómodo con el retorno de la desigualdad económica y social. De hecho, ofrece a Vasya el tradicional modo de vida burgués propio de un directivo: un chalet, vestidos, servicio doméstico y otros objetos de lujo.
Actuación en un evento literario (Moscú 1924)
Pero las desavenencias no se reducen al ámbito ideológico, sino que estallan con fuerza en el sentimental. Entre las lacras del viejo mundo que renacen ante el reflujo revolucionario se encuentran las “muchachas de la NEP”, chicas burguesas vestidas y maquilladas a la vieja usanza que revolotean en torno a los hombres poderosos, incluido, cómo no, el atractivo director Vladimir, al que nunca le ha dejado de bailar el ojo. Reaparece así la cuestión de la infidelidad ya previamente esbozada que parece resolverse a través de un nuevo estadio de la pareja: la pareja abierta basada en lazos más profundos que la monogamia que concede libertad sexual a sus integrantes. Sin duda, la relación entre Vasya y Vladimir está por encima de los devaneos sexuales de este último.

¿Sin duda? En absoluto. De hecho, Kollontai invierte buena parte de la novela en desvelar la falacia de este modelo de pareja y la profunda asimetría en que se basa. Mientras Vladimir mariposea feliz, Vasya no corre al encuentro de musculosos mozos de almacén, sino que se sume en el pozo de los celos. La situación se agrava cuando queda evidente que las aventuras de Vladimir van más allá del plano sexual. En realidad, lo que hace el director es mantener a la clásica querida, una joven burguesa que, a pesar de su educación, parece incapaz de concebir otro medio de vida que la dependencia de los hombres. Una joven hermosa y sumisa que procura a Vladimir el entorno complaciente que le aleja todavía más de una convivencia doméstica cargada de reproches. Pero además la joven ofrece al director algo que Vasya nunca le pudo bridar: su virginidad. Naturalmente, Vladimir quiere escapar de esa trampa reaccionaria y salvar sus principios revolucionarios. Por ello, en nombre de la relación superior que les une, implora ayuda a Vasya en la lucha estéril contra las tentaciones en las que reiteradamente acaba sucumbiendo.

Podría pensarse que el folletín está servido, máxime cuando la autora no escatima el truculento intento de suicidio del desgarrado Vladimir. Sin embargo, lo que Kollontai hace en esta parte es hacer caer uno tras otros los velos tras lo que se esconde la falsedad en que se basa ese modelo de pareja abierta. Y la mejor prueba de ello es que acaba traduciéndose en la práctica en el modus operandi del más tradicional matrimonio burgués. Vasya se degrada interceptando el correo de los amantes y acudiendo a contemplar a su competidora en el parque. Más tarde, superada esta fase de competencia y celos, Vasya parece acomodarse a la salida que le aconseja que la sabiduría popular por boca de la vieja criada: asumir el papel de la complaciente mujer burguesa que no sólo acepta las infidelidades de su marido, sino que incluso le sirve de paño de lágrimas ante sus remordimientos.

Pero "La bolchevique enamorada" no es un folletín realista, sino una novela revolucionaria. Para Kollontai la sabiduría popular no es más que pura reacción. No en vano, la descreída criada remata la negación revolucionaria poniendo el dedo en la llaga: más allá de los discursos y aspavientos, los viejos y los nuevos señores son lo mismo, incluso en sus relaciones sentimentales. Tras esta reducción al absurdo, la autora se ve forzada a sacar a su protagonista de la trampa de La mujer rota de Simone de Beauvoir, y lo hace valientemente a través de la reivindicación de la autenticidad sentimental compatible con el desarrollo social pleno de la mujer. Sencillamente Vasya reconoce que Vladimir no la quiere y que prefiere todo lo que encarna la joven burguesa. Ante esta constatación no caben reproches, ni mucho el degradante enfrentamiento entre mujeres culpabilizando a la otra, sino simplemente reconocer ese amor sin acritud, desearles a los amantes lo mejor y buscar su propio camino.

Alexandra Kollontai (en el centro) con un grupo de diputadas asistiendo a la Conferencia de Mujeres Comunistas de los Pueblos del Este (en torno a 1920)
Esta es la salida de Vasya: la búsqueda de su realización personal fuera del amor romántico a través de la reinserción de lleno en el proyecto colectivo de la revolución. Segunda lección de Kollontai: la realización de las mujeres no pasa por lo privado, sino por lo público. ¿Y el amor? ¿Y la familia? Sobre la primera cuestión la autora parece dejar en el aire un anhelo de amor, en la medida de lo posible, siempre y cuando implique autenticidad y crecimiento personal, y no una frustrante aceptación de las normas sociales. En este sentido, Vasya defiende en contra de la resentida esposa y de la comunidad la relación basada en el amor y el crecimiento personal de un maduro padre de familia con una joven. Sobre la segunda cuestión, familia, la autora no puede ser más radical: tras abandonar a Vladimir, Vasya descubre que está embarazada y reivindica una nueva maternidad “sin hombres” que se desarrolle en la colectividad. Puede discutirse la efectividad de este final “sin hombres” con respecto al inicial objetivo de ofrecer una educación sentimental a la nueva mujer revolucionaria. Es más que probable que la renuncia de Vasya al amor resultarse muy poco atractiva para buena parte de las jóvenes soviéticas. Ahora bien, lo que no se puede cuestionar es la lucidez de Kollontai a la hora de dibujar la tela de araña que todavía hoy sigue enmarañando a las bisnietas de la bolchevique enamorada.

Antonio Fco. Canales es historiador y profesor en la Universidad de La Laguna

La bolchevique enamorada (2008) Editorial Txalaparta. ISBN: 9788481365092

1 comentario:

  1. Un magnífico artículo. Un aspecto de la revolución rusa totalmente desconocido para mí y del que creo que se ha hablado poco, el feminismo en la nueva sociedad soviética.

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