- Editorial: PLANETA
- ISBN: 9788408034551
No se puede analizar el significado de la revolución rusa sin detenerse en lo que supuso el asesinato de la familia imperial. Sobre los últimos Romanov hay miles de páginas escritas, foros de internet dedicados íntegramente a ellos, leyendas de personajes que una y otra vez afirman que algunos se salvaron y terminaron sus vidas en el exilio y la pobreza, testimonios de todo tipo y un culto que roza el fanatismo.
Nicolás y Alexandra con sus cinco hijos: Olga, Tatiana, María, Anastasia y Nicolás |
La zarina Alexandra, princesa alemana y nieta de la reina Victoria, y sus cuatro bellísimas hijas, junto con el zar Nicolás II y su hijo, un adolescente condenado por la terrible maldición de la hemofilia como tantos otros¬ herederos europeos descendientes por vía materna de los Battenberg, fueron masacrados en la noche del 17 de julio de 1918, en el sótano de la casa de Ekaterimburgo en la que habían sido recluidos. La matanza corrió a cargo de un grupo de bolcheviques que ejecutaban órdenes del Soviet regional de los Urales. Los cuerpos de la familia imperial fueron hechos desaparecer, para evitar que nadie rindiera culto a sus restos en una Rusia soviética apenas naciente, y en cuyos flamantes ciudadanos no podía borrarse de un plumazo el respeto y el amor supersticiosos hacia el Padrecito Zar que, desde hacía siglos, venía formando parte de la esencia misma de la identidad rusa. Y buena prueba de ello es que, muchas décadas más tarde, en el año 2000, cuando la Revolución era ya sólo un recuerdo, Nicolás II y toda su familia fueron declarados santos por la iglesia ortodoxa rusa.
La zarina Alexandra |
No dejaron de elevarse voces que recordaron que la vida del zar no fue precisamente ejemplar, y que en 1905 había ordenado una matanza indiscriminada de trabajadores que marchaban pacíficamente para presentarle una petición; sin embargo, el Concilio Episcopal de la iglesia ortodoxa rusa acalló las protestas afirmando que no se canonizaba a la familia imperial por su vida, sino por su forma de asumir la muerte: “Los sufrimientos de la familia imperial en el cautiverio, la humildad y resignación cristiana con que aceptaron su martirio, son una victoria de la fe de Cristo sobre el mal."
Leonid Ivánovich Sednev |
Tiene el libro mucho de documento histórico: la narración de aquellos tiempos convulsos, la mirada del pueblo y la distancia de una mujer siempre solitaria, la zarina, a la que se veía como extranjera siempre, tanto por los súbditos como por una corte corrupta, y absorta en sí misma y en el amor a su familia.
Hay detrás del relato un sólido trabajo de investigación, y algunas de las quejas que se hacen de el libro, tienen que ver precisamente con esto, el exceso de historia. En realidad, estamos más en la estela de una crónica, o memorias noveladas, que ante un relato de ficción. Sin embargo, es un mérito que la trama novelesca se mantenga controlada por la veracidad de la historia.
Sobre la familia imperial y su entorno inmediato hay y se conservan testimonios de todo tipo, incluso los diarios y la correspondencia de los protagonistas de uno y otro lado. La consulta de tan abundantes fuentes ha permitido, sin duda, a la autora construir un personaje-narrador que se expresa de forma sencilla, directa y creíble, sin caer en el sentimentalismo más que en muy contadas ocasiones; y aun éstas se le pueden perdonar, pues su perspectiva, la de un anciano que a las puertas de la muerte narra recuerdos de su infancia y adolescencia, hace perfectamente creíble para el lector su trémolo de emoción cuando nos narra, por ejemplo, un primer amor idealizado y no correspondido.
El Leonid Sednev de la novela comienza siendo niño a servir en el palacio imperial como deshollinador o “water-baby” (así eran llamados en la época los niños deshollinadores, en alusión al protagonista del cuento de Charles Kingsley The water babies, muy de moda en toda Europa), y este cometido le permite moverse libremente por los reductos escondidos del palacio. Es miembro de una familia de criados de aristócratas (criados, que no sirvientes: es decir, trabajadores que habían nacido y crecido y se habían educado en casa de sus señores) por cuyas venas, con frecuencia, corría sangre de las encumbradas familias para las que trabajaban; y que sin embargo, en sus humildes existencias, eran invisibles a la mirada de sus señores. Por el contacto con éstos, y por su capacidad de observación, gozaban estos criados de una refinada educación que, tras la diáspora post-revolucionaria, con frecuencia les permitió mutar en nobles, inventándose títulos y orígenes fantásticos con los que presumir y medrar fuera de su patria, aunque fuera en esa miseria inicial en la que príncipes y duquesas se disputaban un puesto en la servidumbre de las casas señoriales francesas o inglesas.
Rasputín |
Sir Mansfield Cumming |
Nicolás II de Rusia y Jorge V de Inglaterra |
Es, en efecto, la zarina Alexandra quien carga con las iras de todos: la mujer tímida y familiar, profundamente religiosa y sobria, es culpada de todos los males del país: se la acusa de ser espía alemana, y de estar sometida al odioso Rasputín, su guía y consejero, tanto espiritual como político. Su timidez le hace ser considerada soberbia y altanera; su búsqueda de una vida sencilla y alejada de excesos y boatos, no es comprendida por la fastuosa corte rusa. Sus decisiones políticas mientras gobierna estando su marido en el frente, durante la Gran Guerra, tampoco son acertadas en tiempos tan convulsos y violentos.
Todo eso podemos verlo en un relato equilibrado y bien documentado. Luego llega el descenso a los infiernos, el sometimiento a los verdugos, aceptado con un ascetismo humilde y sumiso. Asumiendo desprecios y humillaciones, y al final, la masacre inmisericorde.
La historia de Leonid Sednev y de las memorias que, según se afirma, realmente llegó a escribir y que nunca han sido encontradas, también ha sido tratada por el autor norteamericano de best-sellers Robert D. Zimmerman (Chicago, 1952), que con el seudónimo de Robert Alexander publicó en 2003 su novela The kitchen boy: A novel of the last Tsar. Este libro fue el inicio de una trilogía dedicada por Alexander a los últimos Romanov, incluyendo otros dos títulos que suenan bastante rocambolescos: Rasputin’s daughter (2006) y The Romanov bride (2008). En el año 2014 la prensa norteamericana anunció que The kitchen boy iba a ser llevado al cine, con Kristin Scott-Thomas en el papel de la zarina Alexandra, y bajo la dirección del austríaco Stefan Ruzowitzky, ganador del Oscar en 2008 a la mejor película en lengua extranjera por Los falsificadores; en el momento de escribir estas líneas, dicha producción no se ha estrenado, y desconocemos si llegó siquiera a rodarse.
La admiración a la familia de los zares sigue llenando páginas y páginas: se les ha convertido en personajes de leyenda y en tema literario recurrente y atractivo. Su asesinato marcó la memoria de generaciones, y su final seguirá dando juego en la imaginación con el apoyo de los abundantes documentos gráficos conservados y su destino tras el hallazgo de sus restos.
Carmen Posadas nos proporciona un dibujo equilibrado de esa época, centrándose en la familia imperial y su final desde la cotidianeidad, a través de la mirada de quien es espectador y un testigo invisible para víctimas y verdugos.
Muy buen artículo. Enhorabuena. Imagino que al novelar a través de un testigo invisible que podía estar en todas partes la autora nos relatará desde dentro el mundo de los Romanov y su caída.
ResponderEliminarMe ha parecido un recurso interesante. Evidentemente la familia esta algo idealizada, pero no esconde tampoco sus errores. La escusa del anciano narrado hace que ese tono sea mas suave y comprensible, Siempre se recuerda los hechos del pasado que nos marcan embellecidos ( o aun mas oscuros). Es una novela muy agradable de leer y acerca matices poco tenidos en cuenta.
EliminarRobert D. Zimmermann? Mira que ponerse un seudónimo que no fuese Bob D. Dylan...
ResponderEliminar¡Eso mismo pensé yo!
Eliminarjajaja, no se pasa una José Angel, yo a diferencia de Sue, no caí en el detalle.
EliminarGracias por el artículo. No tenía la sensación de que esta escritora casara con mis gustos literarios pero creo que este libro me lo voy a leer gracias a lo que indicáis "...estamos más en la estela de una crónica, o memorias noveladas, que ante un relato de ficción...".
ResponderEliminarEsto es lo que me ha hecho decidirme.
Yo había leído otro y no me gusto, pero en este, y coincidimos en la experiencia Sue y yo, si nos ha gustado. Es muy documental, y esto es un aspecto del que se quejan algunos lectores. La parte novelada es mínima y a veces una escusa para focalizar la mirada en otra perspectiva, lo que no excluye una mirada personal o sesgada.
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