Juan Mayorga
(Madrid, 6 de abril de 1965) es, posiblemente, el mejor representante
del teatro español realizado a caballo entre los siglos XX y XXI.
Sus obras se han representado en escenarios de todo el mundo desde
Argentina hasta Australia, y traducido a numerosas lenguas (además
de las más extendidas, también a otras más exóticas como el
coreano, el estonio, el finlandés, el hebreo, el holandés o el
húngaro, entre otras), lo cual da idea de la universalidad y el
éxito de su teatro. Ha obtenido, además, numerosos premios como el
Nacional de Teatro, el Nacional de literatura dramática o el
Valle-Inclán. En su obra, entre otros muchos temas, ha reflexionado
sobre las catástrofes humanitarias del siglo XX, como el Holocausto
y la Segunda Guerra Mundial (Himmelweg. Camino del cielo,
2003; El cartógrafo, 2009), la guerra fría (Rejkiavik,
sobre el duelo entre Boris Spassky y Bobby Fischer, 2012), pero
también otros temas actuales, como el abuso de menores y el
amarillismo de los medios de comunicación (Hamelín, 2005),
de la escuela y la imaginación (El
chico de la última fila, 2006), o la disección de la
sociedad actual a través de la dualidad animal-humano (Últimas
palabras de Copito de nieve, 2004; La tortuga de Darwin,
2008, Palabra de perro, 2003). La obra que nos ocupa, Cartas
de amor a Stalin (1999) nos muestra, a través de la relación
epistolar entre el escritor Mijaíl Bulgákov y el dictador Iósif
Stalin, una de las consecuencias de la Revolución rusa, la censura y
la falta de libertad de pensamiento en el sistema comunista
soviético, extensible en realidad a cualquier tipo de dictadura.
INTRODUCCIÓN
1.- La Unión
Soviética.
La Unión Soviética comunista |
El mundo se estremeció
el 28 de junio de 1914 con la noticia del asesinato del Archiduque
Francisco Fernando de Austria y su esposa en Sarajevo. Este suceso
llevaría a la Primera Guerra Mundial, que se preveía corta y
fulgurante y acabó siendo una carnicería con millones de muertos.
Nada sería igual, las naciones europeas acabaron exhaustas y
arruinadas, y varios imperios cayeron dando lugar a nuevas naciones y
a nuevos regímenes. Entre sus consecuencias quizás una de las más
significativas fue la desaparición del Imperio ruso en 1917, un
sistema autocrático que oprimía al pueblo en beneficio de unos
pocos. Las sucesivas derrotas militares en una guerra de desgaste que
provocó millones de muertos, el hambre, y un sistema político
caduco, absolutista e inepto, provocaron la rebelión de las masas en
lo que conocemos como la Revolución rusa de Octubre de 1917, dando
lugar a un régimen comunista bolchevique que se suponía otorgaría
el poder al pueblo, y con el que existiría, al fin, libertad de
expresión y de prensa, y el reparto de la riqueza de la enorme Rusia
en beneficio del pueblo, lo que llevaría no solo la paz entre las
naciones sino también un bienestar nunca imaginado para la mayoría,
la cual viviría en abundancia y libertad. Sin embargo, el
resultado fue muy diferente. En unos años, el régimen comunista de
la Unión Soviética con Stalin al frente era un Estado totalitario
donde murieron millones de personas de hambre o bien por las purgas y las
persecuciones políticas, con un férreo control de las personas, y
la eliminación arbitraria de las libertades individuales en aras de
un supuesto bienestar mayor para el pueblo, estableciendo un régimen
de terror similar al que los nazis establecerían en Alemania unos
años más tarde.
2.- Mijaíl Bulgakov.
Mijaíl Bulgákov
(Kíev, Imperio ruso, 15 mayo de 1891 – Moscú, Unión Soviética,
10 de marzo de 1940), hijo de un profesor-historiador, nació en una familia de clase media, lo cual
determinaba cuál iba a ser su lugar en el mundo dada la nula
movilidad social existente. En ese momento el sistema político ruso
era una autocracia donde el Zar encabezaba una minoría de
aristócratas terratenientes que tenían tanto la riqueza como el
poder político y económico, al que se sumaba en mucha menor medida
la burguesía propietaria de la naciente industria, profesionales
liberales y funcionarios que formaban una pequeña clase alta y
media, y una inmensa mayoría de la población formada por un
campesinado analfabeto extremadamente pobre y obreros industriales en
las grandes ciudades con condiciones de trabajo y salarios pésimos.
Aunque se graduó en
medicina su gran pasión fue la literatura por lo que se dedicó
plenamente a ella, sobre todo con libros de relatos y novelas como La
guardia blanca o la satírica Corazón de perro (1925),
además de obras de teatro como Los días de los Turbín o La
isla púrpura (1927). Bulgákov, vivió desde dentro la guerra civil en Ucrania entre el
Ejército Blanco contrarrevolucionario que se enfrentó al Ejército
Rojo bolchevique para reconquistar el poder y los independentistas ucranianos, y su familia se hallaba
en su mayoría exiliada, esto le marcaría frente a las autoridades
comunistas. No obstante, tanto la novela La guardia blanca
(1922-24) como su adaptación teatral, Los días de los Turbín
(1926), adoptaban un tono exento de maniqueísmo, Bulgákov en su
primera carta a Stalin destaca su esfuerzo por situarse indiferente
por encima de los rojos y de los blancos. Para el poder absoluto esto
nunca es suficiente, cuando hay dos bandos, o se está conmigo o se
está contra mí, no existen términos medios ni matices ni posible
equidistancia, por lo que la actitud de Bulgákov no era suficiente
al enfrontarse con la línea ideológica del Gobierno de que el Arte
debía estar al servicio del pueblo, es decir que debía ser pura
propaganda bolchevique dedicada a ensalzar los logros de la
Revolución. No obstante esto, en la década de los 20 las obras de
Bulgákov eran representadas y aplaudidas, se dice que el
propio Stalin vio alguna de ellas entre 10 y 15 veces. Pero sus obras
satíricas era más de lo que la censura soviética podía permitir,
y de hecho su obra de teatro La isla púrpura fue prohibida después de tan solo
una representación, al mostrar de forma satírica y ridícula la
actuación de la censura y del Comité Central de Repertorio. Las
obras de Bulgákov fueron prohibidas a partir de 1929.
En ese contexto es en el
que se enmarcan las cartas que, entre 1930 y 1934, Bulgákov
le escribió a Stalin, el gran dictador del país y Secretario
General del Comité Central del Partido Comunista de la Unión
Soviética, responsable de la muerte de millones de personas por
hambre en 1932-33, y de la persecución política que llevaría a los
centenares de miles de sospechosos de disidencia a los Gulags (campos
de trabajo mayoritariamente en Siberia en condiciones inhumanas para
supuestos disidentes políticos y sus familias), o directamente a la
muerte, sobre todo en las grandes purgas de los años 1937-38, y que
tan bien retrató el Premio Nobel de literatura Alexandr
Solzhenitsyn en sus obras Archipiélago Gulag (1973-75) o
Un día en la vida de Iván Denisovich (1962), y como recoge
la escritora checa Mónika
Gusztovà en su recopilación de testimonios de las
mujeres del Gulag, Vestidas para
un baile en la nieve (2017).
En la década de los 30
Bulgákov, privado de poder trabajar en el teatro y de
publicar, escribiría su gran obra maestra, El maestro y
Margarita, la cual no pudo ser publicada hasta 1966 en Rusia,
aunque eliminando una parte de la obra, por lo que en realidad esta
obra no pudo ser leída completa en Rusia hasta 1989 con la caída
del régimen comunista. En ella el diablo visita una Unión Soviética
ateísta, y la crítica de Bulgákov, alegórica en muchas
ocasiones pero plenamente reconocible, al sistema soviético y a la
sociedad que había creado, con las desapariciones de personas, las
purgas estalinistas, la ineptitud, la censura arbitraria y absurda,
todo ello con el tono de sátira y farsa que lo caracterizaba y que
hacen de esta novela una de las más celebradas del siglo XX.
3.- Cartas a Stalin de
Mijaíl Bulgakov y Evgeni Zamyatin.
En España estas cartas
fueron publicadas por la editorial Veintisieteletras en 2010, con un
excelente prólogo de Marcelo Figueras. Este destaca la
ingenuidad de las mismas al intentar dialogar con el Poder absoluto
encarnado en Stalin. Bulgákov no concibe que con el Poder no se pueda dialogar por lo que lo intenta una y otra vez como en el mito de Sísifo, con la esperanza de
que esa encarnación de Dios en la Tierra, el todopoderoso Stalin,
les dé la libertad.
Para Bulgákov la
libertad del escritor es fundamental, dice en su primera carta:
“La lucha contra la
censura, cualquiera que sea, y cualquiera que sea el poder que la
detente, representa mi deber de escritor, así como la exigencia de
una prensa libre. Soy ferviente admirador de esa libertad y creo que, si algún escritor intentara demostrar que la libertad no le es
necesaria, se asemejaría a un pez que segurara públicamente que el
agua no le es imprescindible.
(…) Le pido que
considere que, para mí, el no poder escritbir es lo mismo que ser
enterrado vivo.”
Tanto Bulgákov como Zamiatin piden la
salida de la Unión Soviética porque para ambos lo más importante
es poder escribir, ambos cometían el error político de considerar
que el Arte estaba por encima del sistema y que podía tener una vida
independiente. Al no obtener respuesta las cartas de Bulgákov estas van siendo menos reivindicativas, cada vez se conforma con menos,
pero aún así lo que siempre permanece es que un artista debe ser
crítico con el poder, nunca claudica en este punto. La diferencia
con Zamiatin es que este tenía claro lo que quería, el
ostracismo, salir de una Unión Soviética que lo ahogaba, sin
embargo Bulgákov quiere salir pero no es firme y decidido, en
realidad acaba siendo ambiguo solicitando que se le permita trabajar
en lo que sea para no morir de hambre, le puede más su deseo de
estar en Rusia que el deseo de libertad, sin la escritura moriría
pero sin Rusia también.
Yevgeni Zamiatin |
El resultado fue que
Bulgákov nunca obtuvo el permiso para marcharse por muchas
cartas que escribiera, y Zamiatin solo necesitó una para
poder marcharse. Este último tuvo, además, la osadía de enviar con
su carta a Stalin el texto Tengo miedo, por el que había
caído en desgracia, en la que criticaba el arte al servicio del
gobierno, diciendo:
“Lo principal es que la
auténtica literatura solo puede existir allí donde la hacen no
ejecutivos y leales funcionarios, sino imprudentes, ermitaños,
heréticos, visionarios, sediciosos, escépticos. Si el escritor debe
ser leal, si debe ser católico-ortodoxo, si debe ser útil, entonces
no puede fustigarlo todo como Swift, no puede reírse de todo como
Anatole France; en tal caso no es una literatura de bronce, sino una
literatura de papel, una literatura de periódico; que se lee hoy y
con la que mañana se envuelve la pastilla de jabón”.
Curiosamente, el título
del texto me ha recordado la intervención, después de la Revolución
cubana y de haberse instaurado ya la censura en la isla, del escritor
Virgilio Piñera en una reunión de escritores y artistas frente a la
presencia imponente de Fidel Castro, levantándose tímidamente y
diciendo “Yo quiero decir que tengo mucho miedo”. Casualidad o
no, los escritores tenían ese algo en común, la lucha contra la
censura y el miedo. Castro, al igual que Stalin, era categórico
sobre la postura del intelectual en la Revolución: Con la Revolución
todo, contra la Revolución nada”.
CARTAS DE AMOR A
STALIN de Juan Mayorga.
Esta obra parte de la
situación que hemos referido anteriormente. Un Bulgákov
desesperado por no poder publicar ni representar ninguna obra intenta
desbloquear la situación en que se encuentra escribiendo una carta
personal al camarada Stalin. Sabe que Él es omnipotente y puede
solucionarlo. Para Bulgákov debe haber un malentendido, no ha
escrito una obra como La isla púrpura contra la Revolución sino
contra el Comité Central del Teatro, al que considera el asesino del
espíritu creador, encargado de atemorizar a los artistas para
obtener de ellos lo que pretende, y por lo tanto no entiende que eso
para las autoridades es ir en contra de la Revolución.
Lubov Belozerskaya Bulgákova, 2ª esposa de Bulgákov |
Su esposa, Bulgákova, es
la que le plantea ayudarle representando al principio a Stalin,
imitándolo y haciendo de abogada del diablo, para poder escribir la
carta que podrá convencerlo o bien de que les dejen marchar o bien
de que le dejen publicar y representar su obra o, al menos, poder
obtener un trabajo, cualquier trabajo. De hecho los argumentos que
utiliza Bulgákov son los que podemos leer en sus cartas
reales.
Y, entonces, se produce
la famosa conversación telefónica, acaecida realmente el 18 de
abril de 1930, entre Bulgákov y Stalin. Este le llamó y le
preguntó si realmente quería marcharse de la Unión Soviética, y
cuando están conversando y parece que van a arreglar una cita para
verse la llamada se interrumpe.
A partir de ahí la
situación de Bulgákov da un vuelco, pasa del desconcierto,
qué puede haber podido pasar, a intentar escribir una carta detrás
de otra, sin separarse del teléfono por si Stalin vuelve a llamar, y
esa carta tiene que ser la obra maestra de su vida, ya que puede
significar la libertad, por lo que se convierte en una obsesión:
“Bulgákova: Es solo
una carta.
Bulgákov: ¿Solo
una carta? Jamás he escrito nada tan importante. Mis comedias, mis
novelas...¿Qué valor tienen frente a una carta así? Todo lo que he
escrito es un juego de niños si lo comparo con una carta a Stalin.”
Iósif Stalin |
El diálogo de Bulgákov
con Bulgákova/Stalin va transformándose en un diálogo con el
“fantasma” Stalin, personaje que solo está en su imaginación.
Así el escritor ya no necesita a su esposa para dialogar con Stalin,
ese diálogo tan ansiado. Stalin se le aparece y cada vez más se
dedica solo a dialogar con él y a escribirle. La actitud de su
esposa va transformándose también, vemos cómo intenta salir del
marasmo, puesto que el marido ya no sale de casa y no hace nada más
que escribir la misma carta una y otra vez, intentando solicitar por
otros cauces la salida del país, y va viendo, también, el cambio en
su esposo, el cual parece padecer lo que se conoce como “síndrome
de Estocolmo”, justificando la actuación de Stalin.
El “fantasma” de
Stalin es cada vez más dueño de la situación y en un momento dado
se convierte en la tentación, ¿por qué no renuncia a la libertad
de escribir y se convierte en un escritor del régimen? Podría tener
una estatua...Recuerda a la escena de la tentación de Cristo en el
desierto. Hay que recordar que en El maestro y Margarita es el
diablo el protagonista con lo que es una actitud interesante,
pasaríamos a tener un Stalin/diablo. Esto se observa en la escena
siguiente en la que la esposa dice:
“Me da miedo dejarte
solo. Es como si esta casa estuviese endemoniada. Como si el demonio
estuviese suelto por la casa.
(…) Te sacaré de aquí,
Mijaíl. Conseguiré esos pasaportes. Te sacaré de este infierno.”.
Bulgákov va
escribiendo cartas y arrastrándose hacia la locura, se culpa de no
haber acertado con las palabras adecuadas durante la convesación
telefónica con Stalin, y poco a poco la conversación entre ellos
cambia de tono, es como si Stalin fuera su mujer o su amante, incluso
Stalin cambia el tratamiento al dirigirse a él, ya no es Bulgákov o
Mijaíl, es Misha, un diminutivo cariñoso. Es muy interesante el
monólogo final de Stalin, este le pide que sea el artista de la
Revolución, y Mayorga utiliza expresiones y fragmentos de los textos
de Zamiatin:
Stalin: (…) ¿Cuál es
la causa del silencio del arte verdadero? ¿La miseria? No. Los
artistas rusos estáis acostumbrados a pasar hambre. La razón de
vuestro silencio no es la falta de pan, sino uno mucho más profunda.
El arte no pueden hacerlo leales funcionarios, sino herejes
peligrosos como tú. Si un escritor intenta ser leal, hará una
literatura con la que mañana envolveremos la pastilla de jabón.”
El texto es una obra
maestra. El autor está perfectamente documentado, desde el contenido
de las cartas reales de Bulgakov a Stalin, a la utilización de
los textos de Zamiatin, la llamada telefónica de Stalin a
Bulgákov, e incluso los pasos que Bulgákova da con el fin de
conseguir la salida del país, y también las referencias que hace a
la salida de Zamiatin. La progresión de los tres personajes,
tanto de Bulgákov, pasando de la rebeldía a la locura, la
obsesión y la culpa, desentendiéndose cada vez más de su esposa y
de la realidad, para conversar con el espectro irreal de Stalin, como
de Bulgákova, su esposa, que pasa del apoyo incondicional al marido,
a la determinación por conseguir la marcha y escapar de ese
infierno, y después a la rendición a través de su marcha; y, por
último, del propio Stalin, al que empezamos viendo como una
imitación de la esposa para posteriormente pasar a ser un personaje
con entidad propia, cada vez más corpóreo y más real, y con más
peso, siendo de hecho quien cierra la obra con su monólogo.
Estamos ante una obra que es una reflexión sobre el Arte, la libertad de expresión, la censura, los escritores, las
dictaduras, y el papel de resistencia y confrontación del artista
contra el poder establecido, cualquier poder, y con mayor razón si
se trata de un poder omnímodo y absoluto que reclama una lealtad sin
fisuras.
La espera de Bulgákov
fue en vano, nunca recibió respuesta, y la interrumpida conversación
telefónica no tuvo continuidad. Según la leyenda, en 1932, Stalin
se habría indignado al no ver en cartel ninguna obra de Bulgákov
con lo que este se puso a escribir una nueva obra, Moliére,
pero el 14 de marzo de 1932 el Gran Teatro Dramático de Leningrado
rechazaba la obra y denunciaba el contrato. El hacer o decir casi al
mismo tiempo dos cosas contradictorias, así nunca se estaba seguro
de cómo proceder y mantenía en vilo a todo el mundo, era una
práctica común en Stalin, y la usará a lo largo de toda su
estancia en el poder incluso durante la IIª Guerra Mundial con
nefastas consecuencias.
Marcelo Figueras
termina el prólogo al libro Cartas a Stalin de Mijaíl Bulgákov
y Yevgeni Zamiatin, con una reflexión sobre la importancia de
Bulgákov en la literatura y la perduración de su obra que entiendo
destaca la victoria final entre la batalla entre el escritor y el
dictador:
“(...) en 1982, la
astrónoma Lyudmila Georgievna Karachkina descubrió un pequeño
planeta al que bautizó con el apellido del escritor.
No sé de ningún planeta
llamado Stalin.”
Como siempre, un artículo pleno de información y comentarios interesantísimos.
ResponderEliminarTratas temas apasionantes, y destacarías dos:
- el arte y la literatura en los regimémenes totalitarios y dictaduras
- el poder absoluto: cómo hasta los aspectos más básicos de la vida de cualquier súbdito dependen de la voluntad del "super dictador".
Gracias
Me alegro de que te haya gustado Pepe. La obra es muy interesante precisamente por los temas que comentas, y más si, además, conoces la situación personal y profesional de Bulgakov.
ResponderEliminarEspero que pueda publicar mi comentario.
ResponderEliminarDesde aquí, mi mayor enhorabuena por la cantidad de aspectos que vas tocando y por el enorme despliegue de investigación que has realizado, Sebastián.
Impresionante avalancha de información. La relación Stalion/Bulgákov la conozco someramente por mi intento de lectura de “La guardia blanca”. Digo intento porque tuve que dejarla en sus inicios ya que no conecté. Habrá que intentarlo más adelante.
ResponderEliminarTambién me anoto "El maestro y Margarita".