John Reed |
Hay personas que tienen
la suerte o el acierto de estar en el momento justo en el lugar
adecuado para ser testigo de uno de los mayores acontecimientos de la
Historia con mayúsculas, el cual cambiaría la vida de millones de
personas y del mundo tal y como se conocía hasta ese momento.
Filosofía, economía, sociología, nada sería igual a partir de ese
momento, llegando incluso a producirse posteriormente la
bipolarización en dos mundos opuestos, el capitalista y el
comunista, con una Guerra fría que podría haber dado lugar a un
enfrentamiento entre las dos grandes potencias de la 2ª mitad del
siglo XX, la Unión Soviética y los Estados Unidos, que hubiera
llevado a la aniquilación de la civilización. Y todo comenzó con
la revolución de octubre de 1917 en Petrogrado (Imperio Ruso) que
llevaron a cabo un puñado de hombres decididos en medio del caos, y
del que fue testigo de primera mano John Reed (Portland, USA, 22 de
octubre de 1887 – Moscú, Unión Soviética, 19 de octubre de
1920), un periodista norteamericano comunista que supo plasmar en su
libro Diez días que estremecieron al mundo cómo se produjo el
cambio de régimen en Rusia, donde se desmoronaba definitivamente el
viejo mundo para dar lugar a uno nuevo y completamente desconocido.
Coronación del Zar Nicolás II |
El Imperio Ruso
Moscú, 1913. La dinastía
Románov está en pleno apogeo y se centra en celebrar el
tricentenario de su dinastía al frente de todas las Rusias. Para
ello las autoridades organizaron la celebración de grandes fastos.
El Zar Nicolás II y su esposa la Zarina Alexandra organizaron varias
cenas de gala multitudinarias y fastuosas, donde los invitados debían
vestirse como en la época del primer zar Románov, Miguel I. Las
luces brillaban en Moscú, la antigua capital, donde el lujo y el
derroche en joyas, trajes, recepciones, etc..., mostraban al mundo y
a la población lo sólido del régimen, de una dinastía que se
presentía eterna, y así lo parecía siendo un zar querido por el
pueblo. Cuatro años más tarde el Zar y su familia morirían
ejecutados penosamente dando fin a la supuestamente eterna dinastía
Románov.
¿Qué ocurrió para este
vuelco tan espectacular en tan pocos años?
A principios del siglo XX
el Imperio Ruso era un gigante con pies de barro. Una monarquía
autocrática apoyada en una nobleza escandalosamente rica que
disfrutaba de enormes privilegios, una burguesía incipiente que
reclamaba mayor poder, un proletariado cada vez mayor en las grandes
ciudades que vivían en condiciones pésimas, y sobre todo una enorme
población campesina en la miseria. Y aún así, el pueblo quería al
Zar, el padrecito. No obstante, la guerra ruso-japonesa, con la
derrota humillante de las tropas rusas, y el domingo sangriento de
1905, en el que perecieron más de 200 personas saliendo heridas
otras 800, las cuales habían salido a manifestarse pacíficamente
para pedir al padrecito Zar mejoras en sus condiciones de vida, ya
dieron muestra de la debilidad del régimen. A partir de ese momento
el Zar dejaba de ser ese padrecito que velaba por todos sus súbditos.
Pero, aún así, nadie podía prever lo que iba a pasar unos años
más tarde.
El detonante llegó con
la entrada de Rusia en la Primera Guerra Mundial en 1914. Una guerra
que se preveía corta acabó convirtiéndose en la tumba de más de
10 millones de personas, provocando una catástrofe en Rusia. Este
era un país poco preparado para una guerra moderna, tenían una gran
superioridad en número de soldados, pero estos eran carne de cañón,
mal armados, mal dirigidos por oficiales aristócratas prepotentes
que disfrutaban de grandes privilegios mientras los soldados pasaban
hambre. Por lo que derrota tras derrota, al llegar 1917 el país se
hallaba al borde del colapso. La inflación, el desabastecimiento, el
hambre, los bajos salarios, las penosas condiciones de trabajo, y
sobre todo la guerra en la que morían miles y miles de campesinos,
mal pertrechados y mal alimentados, provocaron la primera revolución
en el mes de febrero de ese mismo año. Dicha revolución con un
carácter más liberal, terminó con la abdicación del Zar y el
nombramiento de un Gobierno provisional, que acabó encabezando
Kerenski, un social-revolucionario, que hizo muchas promesas pero
pudo cumplir pocas dadas las carencias y las urgencias que tenía el
país, en el que estaban representados varios partidos pero
principalmente socialistas moderados y liberales, siendo boicoteado a
derecha e izquierda, por lo que se llegó al mes de octubre de 1917
con una situación catastrófica en todos los aspectos, y ahí es
donde comienza el libro.
Diez días que
estremecieron al mundo de John Reed
En primer lugar, hay que
destacar que no estamos ante un ensayo. El libro no es un análisis
de la Revolución de octubre de 2017 desde el punto de vista teórico o histórico,
es una narración de los hechos tal y como los vivió el autor en
esos días precisos, como testigo de los mismos. El libro tiene una
gran intensidad, pasamos de los debates de los bolcheviques en el Instituto Smolny, antiguo
edificio zarista utilizado por aquellos como cuartel general
durante la revolución, a la sede de la Duma, la asamblea estatal, con los debates de los legítimos representantes del pueblo, al
asalto al Palacio de invierno, al frente militar cercano donde se combatió por la Guardia Roja a
las fuerzas de Kerensky que quería recuperar el Gobierno, y después
a Moscú. En segundo lugar, hay que destacar el punto de vista de los
hechos. John Reed no es un
espectador neutral, era un periodista que comenzó a trabajar para el
periódico radical The masses en 1913, que siguió la revolución
mexicana acompañando a Pancho Villa en sus campañas en el Norte de
México, y escribiendo sobre ella el libro México insurgente, y
posteriormente a su vuelta a los EE.UU en 1919 fue expulsado del
Congreso socialista nacional fundando con los disidentes el partido
comunista de los EE.UU., escapó de su país al ser acusado de espía
huyendo a la Unión Soviética, donde murió y está enterrado en la
necrópolis de la muralla del Kremlin con numerosos dirigentes
bolcheviques.
Con esto lo que quiero
destacar es que no estamos, como podría parecer, ante un
corresponsal extranjero en Rusia que describe la situación con
equidistancia, como frío observador de los acontecimientos. No es
así. El autor presenta en numerosas ocasiones una visión romántica de la
revolución. Así, por poner un ejemplo, cuando está en Moscú, donde ha
habido una lucha encarnizada entre revolucionarios y partidarios del
Gobierno legítimo, cuenta el funeral de los camaradas muertos en la lucha:
“Aquel era el día del pueblo, y el clamor de su llegada se asemejaba al rugido del oleaje embravecido...
(…)
Abriéndonos camino a través de la copacta muchedumbre hacia los muros del Kremlin, trepamos sobre los montones de tierra. Algunas personas se encontraban ya allí, entre ellas Muralov, el soldado que había sido elegido comandante de Moscú, n hombre corpulento y barbudo, de rostro benévolo y aire sencillo.
Riadas de gentes desembocaban por todas las calles hacia la Plaza Roja, millares y millares de seres con las huellas de la miseria y las penalidades. Una banda militar llegó tocando La Internacional y, espontáneamente, el canto se apoderó de la multitud, propagándose como las ondas sobre el agua, majestuoso y solemne. De la muralla del Kremlin colgaban hasta el suelo gigantescos pendones rojos con grandes inscripciones en rojo y blanco que decían: “A los primeros mártires de la revolucion socialista mundial” y “¡Viva la fraternidad de los trabajadores del mundo!”.
Es decir que en
determinados momentos se impone una poética bolchevique antes que
una visión imparcial de la realidad.
Palacio de invierno de San Petersburgo octubre 1917 |
Otra de las cuestiones
que llama la atención es que el autor esté en cada uno de los
principales escenarios de la revolución justo en el momento en que
ocurre lo más importante, con gran clarividencia por su parte, don
de la oportunidad, e incluso puede que don de la ubicuidad,
accediendo a escenarios a los que era prácticamente imposible
acceder en esos momentos, escenarios de guerra, como el interior del Palacio
de invierno durante su asalto, pero parece ser que él lo conseguía,
con gran riesgo para su vida y una dosis de suerte enorme, porque
dada la inseguridad sobre la validez de los documentos emitidos, como
ejemplo destacar la inseguridad de los salvoconductos emitidos por uno u otro bando
entre los que se movía como pez en el agua, y la arbitrariedad de
las ejecuciones y el azar, lo extraño es que no acabara muerto, como
así cuenta en varias ocasiones.
Frente a los enormes
problemas que tenía el país y con los que tenía que lidiar el
Gobierno, un gobierno precario atacado a la derecha por los Kadetes,
monárquicos, terratenientes, es decir un grupo reducido pero con
mucho poder, y a izquierda por los grupos más radicales, los
bolcheviques ofrecían soluciones sencillas de prometer y difíciles
de conseguir, pero como siempre ocurre la gente siempre lo que quiere es ilusión,
esperanza, llegar a la meta prometida y que les ofrezcan una solución
a sus problemas sin pensar en el coste de realizar esos sueños, de ahí lo fácil que es que las masas caigan en manos populistas.
Lenin dirigiéndose a la multitud con Trotski a un lado |
El programa de los
bolcheviques era claro: la paz, la tierra para los campesinos, la
industria para los obreros, y un gobierno obrero, así satisfacían
las necesidades de los tres grupos principales de la población:
soldados, campesinos y obreros. ¿Se iba a cumplir? No. ¿Se podía
cumplir? No. Pero eso en una revolución es indiferente. Así, mientras los mencheviques y los
socialrevolucionarios, es decir los revolucionarios moderados
mayoritarios en febrero, se enredaban en compromisos con la burguesía
y los elementos del antiguo régimen, que formaban también una parte
importante y poderosa de la población, la más instruida, los
bolcheviques conquistaron rápidamente a las masas. Lo importante en
una revolución no es ofrecer una visión real, sino el arrastrar a
las masas hacia aquella hasta conseguir derrocar al poder
establecido, independientemente de que sea mentira lo que has prometido. En un mundo ideal todo lo que se ofrecía era posible,
pero en la realidad no, con lo que se estaba llevando al pueblo hacia
el precipicio, aún mayor que el que estaban inmersos, pero eso ser
vería posteriormente una vez los bolcheviques estuvieron establecidos
en el poder, pero por lo pronto todas las promesas sonaban a gloria.
La más importante de las
promesas para poder comenzar el asalto al poder era la de finalizar
la participación de Rusia en la guerra europea. Una revolución para
conseguir el poder necesita solventar dos cuestiones:
1) La primera, imponerse
al poder legalmente establecido. Y esto depende no solo de conseguir
el apoyo de las masas sino que además necesita poder imponer sus
ideas por la fuerza, puesto que salvo excepciones se va a encontrar
con la oposición del poder del Estado o del Gobierno contra el que se rebela. En la China comunista de
1989, la revuelta de Tiananmen fue aplasta por los tanques del
gobierno, hubo miles de muertos y heridos, y después purgas y cárcel
para los disidentes, porque estos no contaban con armas para
defenderse, lo mismo ocurrió con la revolución de terciopelo en la
Checoslovaquia de 1968 o con el levantamiento de Hungría en 1956.
Sin embargo, los bolcheviques consiguieron que los soldados de la
guarnición de Petrogrado (San Petersburgo) se pusieran de su lado,
consiguieron también armas con las que formaron una Guardia Roja, y
contactaron con el ejército del frente y las guarniciones que
rodeaban la capital, y después también en Moscú y otros lugares,
para que se sublevaran los soldados en contra de sus mandos y
oficiales. Así, el Gobierno se encontró con unidades leales,
unidades que habían desertado y otras que se declaraban neutrales
porque no querían disparar contra otros rusos, aunque no estuvieran
a favor de los bolcheviques. Hubo una encarnizada lucha, pero
consiguieron por lo pronto rechazar a los que se consideraban leales
al gobierno puesto que estas estaban más lejos de la capital.
Los bolcheviques sabían que, puesto que eran una minoría, tenían pocas posibilidades de
imponerse en un Congreso con la participación de todas las fuerzas,
por lo que se adelantaron a su celebración con la insurrección,
tenían pocas posibilidades pero contaban con el efecto sorpresa, los obreros armados y la posibilidad de que algunas de las guarniciones militares se pusieran a su favor. Se arriesgaron a ser derrotados o a ganar, pero lo sabían desde un principio y decidieron que esta vez era todo o nada. Dice Sebastian Haffner en sus
Anotaciones sobre Hitler que
No dudo de que Lenin en caso de derrota hubiera huido a la cercana Finlandia, como ya lo había hecho en el mes de julio de 1917 cuando se había realizado un intento de derrocar al Gobierno,. No tenía vocación de mártir, prefería que la cárcel la cumplieran los demás. En Julio los bolcheviques lograron sobrevivir al recular de la intentona, sin embargo, en octubre, ya con un levantamiento armado una derrota hubiera llevado seguramente a la segunda de las consecuencias, el dejar una derrota heroica que se pudiera exhibir en el futuro ante sus partidarios.
“A lo largo de la historia se han dado dos modos de pensar y de actuar en situaciones de derrota, que podríamos llamar el pragmático y el heroico. El primero busca salvar lo máximo posible del patrimonio amenazado; el segundo trata de dejar una leyenda edificante. Según las circunstancias, ambos tienen sus pros y sus contras.”
No dudo de que Lenin en caso de derrota hubiera huido a la cercana Finlandia, como ya lo había hecho en el mes de julio de 1917 cuando se había realizado un intento de derrocar al Gobierno,. No tenía vocación de mártir, prefería que la cárcel la cumplieran los demás. En Julio los bolcheviques lograron sobrevivir al recular de la intentona, sin embargo, en octubre, ya con un levantamiento armado una derrota hubiera llevado seguramente a la segunda de las consecuencias, el dejar una derrota heroica que se pudiera exhibir en el futuro ante sus partidarios.
Fundamentales en ese
momento fueron los soviets, una especie de asambleas que se habían
ido imponiendo en todos los ámbitos después de febrero de 1917, con
lo que en realidad el poder siempre era dual, estaba el parlamento,
el Estado mayor del Ejército, etc..., pero siempre tenían que
acabar teniendo el beneplácito de los soviets. Por ejemplo ,en el
ejército del soviet de los soldados. Así si los bolcheviques
conseguían el apoyo de los soviets tenían la mitad del trabajo
realizado, que es lo que ocurrió. El ejército ya no era esa masa de tropas que obedecían órdenes de sus oficiales, sino que el poder estaba en poder de los soviets que podían
ordenar algo diferente al Estado Mayor del Ejército.
2) El apoyo
internacional. En este caso el nuevo gobierno bolchevique no fue
reconocido por los aliados de Rusia, que no querían que saliera de
la guerra, pero sí por los alemanes y sus aliados, que lo que
querían era poder terminar con la guerra en el Este para poder
concentrar sus fuerzas en el Oeste y derrotar así a sus enemigos.
Lenin llega a San Petersburgo desde Suiza aclamado por la multitud |
De hecho, fue Alemania
quien facilitó el traslado de Lenin y otros bolcheviques desde Suiza
en un tren sellado a través de Alemania, Suecia y Finlandia hasta
Rusia, lo cual cuenta muy bien Catherine Merridale en su libro El
tren de Lenin.
En cualquier rebelión,
normalmente, existen intereses extranjeros que se ponen al servicio
del insurrecto con el fin de conseguir sus propios objetivos y
debilitar al Estado o al Gobierno legítimo. Sin la ayuda alemana
Lenin y sus camaradas no hubieran llegado a Rusia seguramente para
encabezar la revolución, pero esto llevó a Rusia a unas pérdidas
tremendas, que fueron paliadas por la derrota de Alemania en la
guerra.
Territorios perdidos por Rusia por el tratado de Brest-Litovsk |
¿Se cumplieron las
promesas bolcheviques respecto de la guerra europea? Sí, pero a un
precio desorbitado. La guerra terminó con Alemania firmando el 3 de
marzo de 1918 la paz de Brest-Litovsk, después de un utópico
ofrecimiento de paz indeterminado a todas las naciones realizado por
Trotski se llegó a lo práctico que era la firma de esta paz, por la
que Rusia perdía Polonia, Lituania, Letonia, Estonia, Finlandia, la
mayor parte de Bielorrusia y reconocía la independencia de Ucrania,
es decir que perdía el territorio donde vivía un tercio de su
población, un tercio de las tierras cultivadas y el 75 % de las
zonas industriales, y además debía pagar una fortuna a Alemania
como reparaciones de guerra.
Esto lo que hizo fue que
el gobierno bolchevique pudiera dedicarse a combatir en la guerra
civil que se había declarado en el país, entre el Ejército Rojo y
el Movimiento blanco de opositores, puesto que una parte importante
de la población no estaba conforme con el cambio de régimen. Este
conflicto duró entre 1917 y 1923, y la guerra se cobró más de
nueve millones de vidas debido no solo a las muertes en campaña sino
al hambre y la reducción de alimentos y cosechas.
La segunda promesa era la
entrega de la tierra para los campesinos. ¿Se iba a conseguir? No,
evidentemente, pero como cuenta Reed fue la puntilla para que los
revolucionarios bolcheviques consiguieran conservar el poder. Una vez
ya tenían a los soldados de su parte, y a la mayor parte de los
obreros, faltaba la gran masa de campesinos, en su mayoría
ignorantes y analfabetos, que constituían el 80 % de la población
rusa, sin ellos la revolución no podría sobrevivir. La izquierda
social-revolucionaria era la mayoritaria entre los campesinos, pero
qué hicieron los bolcheviques para ganarse a los campesinos,
ofrecerles un decreto sobre la tierra, que consistía en lo
siguiente:
1.- La gran propiedad sobre el suelo se declara inmediatamente abolida, sin ninguna indemnización.
2.- Las fincas de los terratenientes, al igual que todas las tierras de la corona, los conventos, la Iglesia, con todos sus ganasdos y aperos, sus edificios y todas sus dependencias, pasan a depender de los comités agrarios comarcales y de los sovietes de diputados campesinos de distrito, hasta que la cuestión sea reglamentada por la Asamblea constituyente.
(…)
5.- No serán confiscadas las tierras de los simples campesinos y de los simples cosacos.
Es decir, la tierra se
confiscaba a los ricos y se iba a repartir entre los campesinos.
Lenin fue muy astuto al convocar un congreso de soviets campesinos y ofrecerles este reparto, consiguiendo el cambio de opinión de los representantes campesinos, que se
fueron tan contentos apoyando la revolución.
¿Cuál fue el resultado?
Rebeliones campesinas posteriores y la hambruna rusa de 1921-22 que
mató a millones de personas. Después de conseguir sucesivas
victorias contra el Ejército blanco, se confiscó la tierra y la
producción a los campesinos colectivizándola, lo que provocó la
rebelión de los mismos, los cuales durante meses resistieron a las
veteranas tropas del Ejército Rojo. Murieron unos 240.000, y
centenares de miles fueron deportados. En cuanto a la hambruna,
provocada por las confiscaciones del grano que se tenía incluso para
plantar la cosecha, provocaron un máximo de 5.000.000 de muertos.
En 1932-33, Stalin
provocó un genocidio entre los campesinos ucranianos provocando otra
hambruna, se conoce con la palabra Holodomor, y es totalmente
desconocida, al contrario que el Holocausto. Sin embargo, el
resultado fue igual de espeluznante ya que provocó entre 1'5 y 10
millones de personas muertas de hambre. El 23 de octubre de 1988 el
Parlamento europeo aprobó una resolución por la que se reconocía
el Holodomor como un crimen contra la Humanidad.
La tercera promesa que se
hizo era obtener el control de la industria, con un gobierno obrero.
Es decir el poder en la industria para los obreros. Esto sí se
consiguió, se eliminó por completo a los empresarios, pero en la
práctica fueron sustituidos por cuadros del partido, que alentaban a
los trabajadores a que trabajaran más y por menos por bien de la
revolución, dadas las carencias que había. En los años 30 se
ensalzaba el estajanovismo, es decir el producir más trabajando más
creando competiciones entre fábricas. La situación viene reflejada
en la obra satírica Rebelión en la granja de George Orwell, donde
una revolución entre los animales acaba con el poder de los humanos
en la granja, pero los nuevos dueños del poder, los cerdos, se
organizan para vivir con los mismos privilegios que los humanos y los
animales acaban peor de lo que estaban anteriormente.
En cuanto a los demás
derechos que se perseguían, una cosa es pedirlos cuando no se está
en el poder y otra es reconocerlos una vez este lo detentas tú.
Cuando los bolcheviques
no estaban en el poder las huelgas eran la principal arma contra el
Gobierno, un derecho sagrado. Sin embargo, una vez en el poder se
prohibieron las huelgas según aviso del Comité Militar
Revolucionario de 20 de noviembre de 1917, dijo Lenin: “¡El orden
revolucionario! ¡Disciplina revolucionaria! ¡Contabilidad y control
riguroso! ¡Nada de huelgas! ¡Nada de holgazanería!”. Las huelgas
pasaban a ser “actos de sabotaje” intolerables, y culpaban del
hambre y de la situación a los huelguistas. Así, dice Reed que
“En las colas para conseguir pan, que continuaban alargándose en las heladas calles, la gente no echaba pestes contra el gobierno, como ocurría bajo Kerenski, sino contra los Thinoviks, contra los saboteadores; porque el gobierno, ahora, era su gobierno.”
Lo mismo ocurrió con la
libertad de expresión y de prensa. Antes de estar en el poder, los
bolcheviques clamaban contra cualquier tipo de censura que pudiera
hacerse, sin embargo una vez en el poder, lo primero que hicieron fue
prohibir la libertad de prensa, dejando solo publicar los periódicos
afines, Lenin dijo:
“Tolerar la existencia de la prensa burguesa significa renunciar a ser socialistas. Cuando se hace la revolución, no se puede contemporizar; hay que avanzar o retroceder. El que hable de libertad de prensa retrocede y trata de frenar nuestro avance, nuestra marcha hacia el socialismo.”
Lo mismo respecto de la
pluralidad política o la tolerancia a cualquier línea de opinión
diferente a la oficial del Partido. Antes de su llegada al poder, los
bolcheviques eran minoría y exigían una representación
proporcionada, tener voz y voto, incluso mayor que la que le pudiera
corresponder, pero una vez en el poder no podía haber más que una
voz única, cuando los social-revolucionarios exigieron una cuota de
poder y se les denegó, varios de los integrantes más importantes
del partido dimitieron y otros firmaron un manifiesto en contra,
Lenin dijo:
“¡Ojalá sean capaces de avergonzarse de su conducta los hombres de poca fe, los vacilantes, los pusilánimes, los que se dejan intimidar por la burguesía o capitulan ante el griterío de sus cómplices directos o indirectos! En las masas obreras y entre los soldados de Petrogrado, Moscú y de otras partes, no hay ni sombra de vacilación.”
Se imponía la idea del
Pensamiento único, nada de disensiones u opiniones diferentes a la
oficial, cualquiera que se apartara de la única línea permitida era
considerado un traidor y un contrarrevolucionario, y por lo tanto
debía ser purgado. Esto se hizo desde el principio, y alcanzó su
cénit con las purgas que realizó Stalin a finales de la década de
los años 30 con más de 700.000 ejecutados, y otros tantos llevados
a campos de trabajo en los confines de la inmensa y helada Siberia.
En definitiva, del libro
de John Reed podemos sacar determinadas conclusiones sobre las
razones del éxito de la revolución rusa: la situación de
descomposición del Gobierno existente con una población al límite
debido a la escasez y la guerra, el acceso a las armas de los
insurrectos, la división y desorganización de los opositores a la
revolución, la determinación y unión de los bolcheviques y sus
líderes, el empezar a legislar inmediatamente a través de decretos que se empiezan a aplicar imponiendo una legislación paralela a la oficial, y, sobre todo, su voluntad de imponer sus ideas al resto de la población
a través de la represión, lo que llevó al exilio a entre 1 y 2
millones de rusos, y sobre todo su voluntad de imponer sus ideas
fuera al precio que fuera, guerra, miseria, ruina, con muertos y
exiliados. Es también lo que ocurrió con la rebelión en España
por los fascistas en 1936. Sin estar dispuesto a pagar ese precio
para imponer sus ideas difícilmente los rebeldes pueden llevar a
cabo sus planes, salvo que se dé un proceso de descomposición
previo del Estado o del régimen, con un prácticamente total apoyo
de la población a la rebelión y del ejército, y con el reconocimiento internacional posterior a la situación.
Cartel original de la película |
Reds de Warren Beatty
El libro Diez días que
estremecieron al mundo fue adaptado al cine por el actor y director
norteamericano Warren Beatty, consiguiendo la película, entre
numerosos premios, 12 nominaciones a los premios Oscar, de los que
consiguió tres: Mejor director, mejor actriz de reparto y mejor
fotografía, y todo ello en plena revolución conservadora
norteamericana con Ronald Reegan como nuevo Presidente electo de los
EE.UU. Una película, pues, realizada a contracorriente, donde sonaba
la Internacional como banda sonora, con tintes épicos y muy
recomendable.
Como curiosidad contar
que parte del rodaje fue en España, concretamente en Sevilla,
Granada, Guadix y Madrid.
Como no podía ser de otra manera, acabo de leer un artículo espléndido y profundo donde articulas divulgación y ensayística, a partes iguales.
ResponderEliminar¡Enhorabuena!