Sue_Storm
El
esloveno Vladimir Bartol (Sveti Iván, 1903 - Ljubljana, 1967) es conocido
internacionalmente por su novela histórica "Alamut", publicada en 1938, en la que
recrea hechos históricos que llegaron a Occidente a través de Marco Polo: la
historia de Hassan Ibn Sabbah, “el Viejo de la Montaña”, creador de la secta de
los hasashin en la Persia del siglo XI. Este artículo intenta hacer un breve
recorrido por la vida del autor y por las diversas interpretaciones que se han
hecho de su más famosa obra: la historia de un manipulador político-religioso que,
a través de las drogas y el engaño, fue capaz de transformar a jóvenes ingenuos
en sus “fedayines”, comandos suicidas que lo obedecían ciegamente.
EL AUTOR
Marica Nadlisek Bartol, en su juventud |
Vladimir Bartol nació en
1903 en Eslovenia, en la entonces población de Sveti Iván, hoy llamada San Giovanni
e integrada en la villa de Trieste. Ciudadano, pues, del Imperio Austrohúngaro,
creció junto a sus seis hermanos en una familia de clase media con inquietudes
intelectuales, en aquel momento histórico que tan bien nos ha descrito en sus
memorias Stefan Zweig: el tiempo de la confianza absoluta en la seguridad del
Imperio y en la fuerza del progreso, cuando sólo se podía mirar hacia el futuro
con optimismo. Los padres de Vladimir, Gregor y Marica, empleado de Correos y
maestra respectivamente, se esforzaron por inculcar en sus hijos el profundo
interés que ellos mismos sentían por la cultura y la ciencia. En particular, el
amor por la literatura y el arte lo recibió Vladimir de su madre, Marica Nadlišek
Bartol, quien antes de casarse, además de trabajar como maestra, publicó una
novela, Fata Morgana (1898) en la que trató el tema de la emancipación de la
mujer, y escribió otra, Na Na, que permanecería inédita hasta 2005, mucho
después de su muerte; también tradujo al esloveno a autores italianos,
franceses y alemanes, y fue editora de la primera revista eslovena para
mujeres, Slovenka, entre 1897 y 1900.
Vladimir Bartol |
Tan estimulante educación
dio sus frutos: el joven Vladimir se describiría a sí mismo, en algunos de sus
relatos de corte autobiográfico, como un chico muy sensible y algo raro, dotado
de una fantasía desbordante. Todo le interesaba: la biología, la filosofía, la
psicología, el arte, el teatro, la literatura… y, cuando quería entretenerse,
salía al campo en busca de mariposas que después coleccionaba y clasificaba.
Terminado el bachillerato en Trieste, Vladimir se trasladará a Ljubljana para
estudiar biología y filosofía, y más tarde a París donde, ya en 1925, se
formará en psicología en las aulas de la Sorbona. Se consolida por entonces su
interés por la obra de Nietzsche, a quien ya había empezado a leer en Ljubljana
y que él mismo traducirá al esloveno, y su pasión por los principios de
psicología de Freud. Según el propio Bartol, Nietzsche y Freud fueron quienes
más le influyeron; otros estudiosos ven también en su obra rastros de
Dostoievski, así como de Platón en el uso del diálogo con fines didácticos, y
de Edgar Allan Poe en cuanto a técnica narrativa.
En 1927 Vladimir Bartol
dejó París y, tras un breve tiempo de servicio en el ejército yugoslavo en
Petrovaradin, comenzó a publicar relatos en las revistas literarias eslovenas Ljubljanski
zvon (La campana de Ljubljana) y Modra ptica (El pájaro azul). Desde entonces
las colaboraciones en periódicos y revistas serían una constante en su carrera,
no sólo en forma de cuentos sino también a través de ensayos y de críticas literarias,
teatrales y artísticas. Pero estos primeros relatos de finales de la década de
los 20, que más tarde reuniría el autor bajo el título de Al Araf (El muro, 1935),
son especialmente interesantes por los tintes autobiográficos que algunos
incorporan y, sobre todo, porque el relato que da título a la recopilación
puede considerarse como una prefiguración de la que, años más tarde, sería la
gran novela de Bartol, Alamut. Escrito en estilo epistolar, el relato es un
intercambio de cartas entre un hombre mayor y experimentado, Simon Krassowitz,
y otro joven e ingenuo, Jernej Svetina. Por culpa del mayor, el joven ha
sufrido una terrible decepción amorosa; cuando Jernej le busca para tomar
venganza, Simon le explica las razones de su acción, tras las cuales se esconde
un plan demoníaco. La experiencia traumática que Jernej ha sufrido le servirá,
dice Simon, para endurecer su corazón y, cuando haya renunciado al amor y a la
felicidad, se habrá convertido en alguien maduro, capaz de formar parte de una
élite, de aquellos que regirán la nación.
Bartol hará además dos
incursiones en el teatro, ambas de tinte histórico: la tragedia López (1932) y
la tragicomedia Empédocles (1945), y publicará otra colección de relatos,
Estampas humorísticas de Trieste (1957). Entre 1933 y 1934 estuvo viviendo en
Belgrado, donde colaboró con un semanario esloveno que se publicaba en aquella
ciudad. Durante la Segunda Guerra Mundial, combatió el fascismo junto a los
partisanos eslovenos. Tras finalizar la guerra, se estableció durante diez años
en Trieste; pero la nostalgia de su Eslovenia natal pudo más que los escrúpulos
políticos y acabó por aceptar la propuesta que le hizo la Academia Eslovena de
las Ciencias y las Artes, trasladándose a Ljubljana, donde residió hasta su
muerte en 1967.
Póstumamente vieron la luz
dos recopilaciones de relatos y ensayos (Demonio y Eros, en 1974, y Entre el idilio
y el horror, en 1988), dos novelas (Milagro en la aldea, en 1985, y San Lorenzo
de Spadoni, en 1986) y un libro autobiográfico, Juventud en Sveti Iván, en
2001.
LA NOVELA
Portada de una edición reciente de Alamut (Círculo de Lectores) |
Dice Kenizé Mourad en su
prólogo a la edición de 1989 de Alamut que “este libro es como una muñeca rusa.
Dentro de un primer envoltorio aparece otra muñeca, luego otra y otra más… Con
los colores de un cuento oriental colmado de jovencitas, de fuentes y de rosas,
bajo la apariencia de una notable reconstrucción histórica de la vida de Hassan
Ibn Sabbah, fundador de la secta de los hashashins –de donde proviene la
palabra asesino-, surgida en el Irán musulmán del siglo XI, en realidad se
trata de un viaje iniciático. Cuando crees haber llegado, haber comprendido, te
das cuenta de que no es más que una etapa, que hay que seguir andando, cada vez
más lejos, y que la búsqueda no tiene fin.”
Vladimir Bartol concibió
la idea inicial de Alamut en 1927, cuando a través de su gran amigo el crítico,
traductor y ensayista Josip Vidmar conoció los hechos históricos narrados por
Marco Polo. Meticuloso y obsesivo como en todos los aspectos de su vida, se
marcó un plazo de diez años para escribir la novela, y lo cumplió escrupulosamente,
finalizándola en 1937 tras minuciosas investigaciones y consulta de fuentes
históricas y filosóficas, entre las que no faltaron El Príncipe de Maquiavelo y, por supuesto, el Corán. Según recoge
Michael Biggins en su estudio Against ideologies: Vladimir Bartol and Alamut (2004), “durante
este tiempo Bartol fue muy feliz, tal como imaginamos que debe sentirse alguien
que está creando una obra maestra.”
Si bien en la literatura
eslovena del momento el género histórico y los escenarios exóticos estaban de
moda, Alamut fue inmediatamente interpretada como una sofisticada alusión a los
regímenes totalitarios emergentes en la Europa de aquel momento. Tal parecía
ser, incluso, la intención del autor, que dedicó la primera edición, en un
alarde de ironía, a Benito Mussolini. Bartol escribió en sus notas a la segunda
edición, en 1958, que en algún momento de la redacción de la novela sus propios
personajes empezaron a hablarle, y la realidad histórica que rodeaba a su país
acabó por filtrarse en la obra: por el norte, Hitler y sus fanáticos de las SS
presionaban más y más contra la frontera de Eslovenia; por el oeste acechaba
Mussolini, que ya había subyugado una tercera parte de Eslovenia y la mayoría
del territorio de Croacia; al este, el enigmático Stalin se apropiaba de la
herencia revolucionaria de Lenin y comenzaba su monstruoso proceso de purgas y
represión. Así, Alamut es, al mismo tiempo, -y así quiere presentarla su autor-
la historia de la secta de los hassashin y una parábola de las artimañas
empleadas por los dictadores de entreguerras para fanatizar a sus adeptos.
La novela no conoció el éxito
de forma inmediata; en el momento de su aparición, los críticos la tacharon de
demasiado exótica y aventurera, y en particular la despreciaron por no estar
dedicada a ensalzar la identidad y la cultura eslovenas. Sólo uno de ellos, Lino
Legiša, creyó advertir cierto parelelismo entre los personajes principales y
los miembros de la organización para la resistencia eslovena, el TIGR (anagrama
de Trieste, Istria, Gorizia y Rijeka), que entre 1927 y 1941 luchó contra el
dominio fascista italiano sobre los territorios litorales del antiguo Imperio
Austrohúngaro. Recientemente, sin embargo, Michael Biggins ha desmontado esta
teoría por considerarla en exceso simple: pensar así reduciría la complejidad
de un libro como Alamut a una mera obra de tesis, y además no cabe duda de que
la esencia del personaje de Hassan Ibn Sabbah reside en su radical nihilismo,
su racionalismo a ultranza y su talento para la manipulación, mucho más que en
el elemento nacionalista, que ciertamente está presente en la novela, pero no
pasa de ser el pretexto que el personaje emplea para conseguir sus fines.
A partir de 1946 Alamut
comienza a ser traducida, primero al checo y al serbio, y poco a poco a
prácticamente todas las lenguas, convirtiéndose en un clásico contemporáneo que
hoy se lee y se conoce a lo largo de todo el mundo, aunque quizá algunas traducciones
no han sido demasiado depuradas: por ejemplo, la traducción al alemán (del año
1992) no era directa del original, sino que partía de una previa traducción al
francés. En inglés, sin embargo, no se publicó hasta el año 2004, en traducción
directa del esloveno por Michael Biggins. La traducción al español es del año
1989. Prueba del impacto de la obra de Bartol en la cultura popular es que su
trama sirvió de inspiración para la serie de videojuegos Assasin’s Creed,
lanzada en 2007, en cuya primera versión aparece además el leit-motiv de Hassan
Ibn Sabbah: “Nada es verdadero; todo está permitido” como lema de la Orden de los
Assasins, sucesores ficticios de los ismaelíes. Alusiones a esta frase y al
personaje de Ibn Sabbah aparecen también a lo largo de la novela de William S.
Borroughs El almuerzo desnudo, publicada en 1959; sin duda Borroughs debió leer
la traducción francesa de la obra de Bartol.
A la sombría luz de la
actualidad, es fácil encontrar en las páginas de Alamut nuevos paralelismos y
metáforas: desgraciadamente, los jóvenes ingenuos y ofuscados que mueren
matando para alcanzar el paraíso ya no son arquetipos literarios, sino una
terrible realidad que, una y otra vez, hoy golpea el mismo corazón de
Occidente. Pero además, Alamut, como todos los clásicos, ofrece varios niveles
de lectura, y en todos ellos puede disfrutarse por igual: es una novela de
aventuras; es una narración de hechos históricos; es una historia de amor; es
un estudio psicológico sobre el poder y sus consecuencias; es una
representación filosófica del nihilismo; es, también, un estremecedor ejemplo
de cómo la soberbia puede llegar a anular la mejor parte del ser humano, hasta
hacerle creer que el fin justifica los medios. El propio autor declaró que, al
escribir Alamut, tuvo la sensación de que no escribía sólo para sus
contemporáneos, sino también para los lectores que habían vivido cincuenta años
atrás, igual que para los que vendrían cincuenta años después. Y acertó. Su
novela sigue hoy más viva que nunca, y sin duda seguirá siendo apreciada por
las generaciones futuras.
BIBLIOGRAFÍA
Bartol, Vladimir: Alamut.
Traducción de Mauricio Wacquez y Slavica Membrado. Editorial El Aleph,
Barcelona, 2003. ISBN 9788476696057.
Hladnik, Miran: “Nevertheless, is it also a Machiavellian
novel?”. Slovene Studies, University of Ljubljana, 2005.
http://www.ukom.gov.si/en/media_room/background_information/culture/vladimir_bartol_the_author_of_alamut/
(Republic of Slovenia, Government Communication Office).
No conocía la obra y con la lectura de este excelente artículo la pongo a la cola de mis lecturas porque por lo que veo es mucho más que una novela histórica.
ResponderEliminarEnhorabuena.
ResponderEliminarDas en el clavo cuando dices que tiene muchos niveles de lectura. La historia retrate el fenómeno histórico de la secta de los hasasshin y por supuesto el terrorismo islamista. Pero también cualquier otro régimen totalitario y fenómeno en los que un lider sin escrúpulos no duda en recurrir a la manipulación y al sacrificio de vidas humanas para conseguir sus fines, nihilistas o no. El retrato de la falta de consideración que el lider tiene por la vida ajena, incluída la de los sus partidarios, nos parecería exagerado si los extremismos que hemos sufrido a lo largo de la historia y aún siguen vivos no se encargaran de demostrar que, en efecto, no es exageración, sino realidad.
Muchas gracias.
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