Recuerda Salvador de
Madariaga en una de las semblanzas que traza en su libro Españoles de mi tiempo (1974) una canción infantil que entonaban
los niños jugando al corro, durante su infancia coruñesa:
Republicana
del alma mía,
tú
que a las flores envidia das,
derrocaremos
la tiranía,
del
alma mía, del alma mía
reina
serás.
Ironiza el autor a
continuación sobre la inesperada alusión final al “retorno de la monarquía en
alas del amor”, y concluye: “Lo indudable es que en España la república ha sido
siempre la niña bonita”. No debe extrañar tal afirmación en boca de Madariaga,
que, además de ser catedrático de literatura en Oxford y uno de los padres de
la Unión Europea, fue embajador de España en Washington en 1931, Ministro de
Instrucción pública y Bellas Artes y Ministro de Justicia en 1934, y dedicó
gran parte de su vasta obra ensayística y periodística a defender el ideal
republicano, si bien puso siempre por encima de éste, como veremos, otros dos
ideales que para él fueron supremos: la democracia y el internacionalismo.
Nace Salvador de Madariaga
Rojo en La Coruña, el 23 de julio de 1886, hijo del coronel Darío José de
Madariaga, por entonces allí destinado, y de su esposa Ascensión Rojo Regi. Se
criará en una familia numerosa –son diez hermanos-, y los primeros doce años de
su vida estarán marcados por la ausencia del padre, que tuvo que trasladarse a
Cuba debido a un cambio de destino que se prolongó más de lo esperado.
Finalmente, el coronel consiguió que se le adjudicara una plaza en Madrid, y
allí se estableció toda la familia. Salvador creció en un ambiente liberal e
ilustrado, donde la formación académica y el conocimiento de idiomas era
primordial, tanto para los varones como para las mujeres: así, dos de las
hermanas de Salvador, Ascensión y Pilar, llegarán a brillar con luz propia, la
primera como fundadora del Lyceum Club Femenino en 1926, y la segunda como
científica, autora de notables investigaciones en el campo de la química.
Madariaga, en sus tiempos de estudiante en París |
Hacia 1900, a Salvador lo
envían a estudiar a Francia; allí cursará ingeniería de minas, carrera que no
le agradaba y que sólo estudió –brillantemente- para complacer a su padre, un
devoto de la ciencia que no se cansaba de repetir que la guerra contra Estados
Unidos se había perdido por causa del atraso tecnológico en que se hallaba
sumida España. Salvador no seguirá después, como todos esperaban de él, la
carrera militar; pero como observa Paul Preston, “su estancia en Francia le
hizo recorrer el camino de la técnica al humanismo, el cual, a su vez, se
convirtió en la ruta que le llevó a ser el más europeo de los españoles. En sus
años parisienses se apasionó por la Historia, y al respecto escribió: Entonces empecé a ver a España desde fuera,
perspectiva que completa la visión desde dentro y la fecunda; pero además, ya
muy pronto (según hoy percibo) fui adquiriendo una postura internacional o,
quizá más exactamente, humana y mundial, aun para las cosas de España”.
A partir de 1910, regresa
Madariaga a España y comienza a trabajar como ingeniero en la Compañía de
Ferrocarriles del Norte, mientras se relaciona en los ambientes intelectuales
de Madrid y publica, bajo seudónimo, colaboraciones en diversos periódicos y
revistas sobre política internacional. En ese año de 1910 viajará por primera
vez al Reino Unido, se declarará decididamente anglófilo y comenzará a
estrechar su relación sentimental con la señorita Constance Helen Archibald
(1878-1970), una historiadora de la economía a la que había conocido en París,
y con la que se casará en Glasgow en 1912. Ella será la madre de sus dos hijas:
Nieves (1917-2003), escritora y poeta, además de profesora de estudios
españoles en Oxford; e Isabel (1919-2014), historiadora, una de las grandes
especialistas mundiales en Historia de Rusia.
Salvador y Constance
comienzan su vida matrimonial en Madrid; pero cuando en 1916 el presidente del
Consejo de Administración del diario The
Times, John Walter, busca a alguien que pueda escribir para el público
español propaganda favorable a los aliados, le es recomendado el nombre de
Salvador de Madariaga. Éste no duda en dejar su empleo y marchar con su esposa
a vivir a Londres, trabajando como redactor del departamento de información del
Foreign Office; también se involucrará en los ambientes literarios de la
capital británica, y llegará a publicar artículos y críticas en The Times. Su primer libro publicado
será La guerra desde Londres (1917),
una colección de crónicas. Su profundo conocimiento de las literaturas española
e inglesa le llevará a escribir la serie de ensayos Shelley & Calderón, and other essays on English and Spanish poetry,
que verá la luz en 1920.
En su libro Disarmament (1929), nuestro autor se
declarará decididamente partidario de establecer “una comunidad mundial que
reglamentara su funcionamiento de la A a la Z basándose en el principio de que
el mundo es uno y de que hay un interés común, que ha de desentrañarse el nudo
de los intereses en conflicto y, una vez desentrañado, ha de servirse el
interés común”. Pero su decepción había sido profunda al comprobar la
inutilidad de la Sociedad de Naciones, que, al no contar entre sus afiliados
con la mayor potencia occidental, Estados Unidos, era incapaz de convertirse en
una verdadera organización mundial como la que él imaginaba. Dimitió de su
puesto en 1927 y pasó un tiempo dando giras de conferencias por diversas
ciudades de Estados Unidos, mientras preparaba la que sería su obra fundamental
en el campo del ensayo: España (ensayo de
historia contemporánea), que publicará por primera vez en Londres en 1929,
y en España dos años más tarde.
En 1928 acepta el puesto
de profesor de literatura española que le ofrece la Universidad de Oxford.
Disfrutó de su estancia allí, pero no llegó a encontrarse cómodo en la rigidez
de la vida académica, y se sentía frustrado por el fracaso de todos sus
intentos de innovar la forma de enseñar el español y transmitir ilusión por la
cultura y la historia españolas. Así, en el otoño de 1930 inició una nueva gira
de conferencias por Estados Unidos, Cuba y México. Durante este viaje le
sorprendió la noticia de la proclamación de la Segunda República Española y, al
llegar a La Habana, el 1 de mayo de 1931, se enteró por la prensa de que había
sido nombrado embajador de España en Washington.
Los sentimientos de
Madariaga ante esta distinción por sorpresa y sin consulta previa eran
ambivalentes. Comprendía que la República tenía que recurrir a los
intelectuales más conocidos para ese tipo de puestos, pues el grueso del cuerpo
diplomático español era monárquico, y no dejaba de sentirse halagado; pero le
preocupaba estar a las órdenes de un personaje turbio como Alejandro Lerroux,
que había sido nombrado Ministro de Asuntos Exteriores, cuenta Paul Preston, “sólo
porque sus colegas de conspiración, los del Pacto de San Sebastián de 1930,
creyeron que era el ministerio que le daba menos oportunidades de corrupción”.
La estancia de Madariaga en Washington no llegó a los dos meses; apenas había
presentado sus cartas credenciales cuando fue llamado urgentemente a Ginebra,
para asumir la representación de España en el Consejo General de la Sociedad de
Naciones, ocupando el lugar de Lerroux, que ya había dado suficientes muestras
de ignorancia y de notoria incompetencia. Permaneció en Ginebra hasta 1934 y
tuvo ocasión de participar en debates trascendentales, como los relativos a la
invasión japonesa de Manchuria en 1931, en los que sostuvo una posición
contraria a los intereses de Japón y defendió la idea de un arbitraje
internacional con tanto ardor, que le valió el apodo de “Don Quijote de la
Manchuria”. También el ministro británico de Asuntos Exteriores, Sir John
Simon, dijo de él que era “la conciencia de la Sociedad de Naciones”.
Madariaga en 1932, cuando era representante de España en la Sociedad de Naciones |
En varias ocasiones había
rechazado Madariaga una cartera ministerial, pero cuando en 1934 le ofrecen la
de Instrucción Pública y Bellas Artes, cree que es su deber aceptarla y
regresar a España para trabajar desde allí por la República. Ocupó su cargo con
entusiasmo, pero, como explica Preston, “cuando apenas comenzaba a dominar los
problemas de la educación en un país con una infraestructura mínima de
escuelas, universidades y personal apropiado, se le pidió que ocupara también
el Ministerio de Justicia. El hecho de que accediera es revelador de su falta
de cinismo político. Pero apenas duró diez días en el cargo. El 28 de abril
cayó el gobierno Lerroux.” Dicha caída fue propiciada por la iniciativa de la
CEDA, aliada de Lerroux, de indultar al general Sanjurjo, que había encabezado
la intentona de golpe militar de 1932. De este modo, Madariaga fue, como el
resto del gobierno, considerado cómplice de la extrema derecha, y se ganó
definitivamente la enemistad de la izquierda. De esa época es uno de sus libros
más polémicos, Anarquía o jerarquía:
Ideario para la constitución de la Tercera República (1935) en donde describe los peligros que
acechan a la democracia, propiciados tanto por la izquierda como por la
derecha.
A principios de 1936,
desilusionado de la política española, se retira Madariaga a su cigarral de
Toledo y termina su segunda novela, El
enemigo de Dios, de prosa impecable y con reminiscencias de Unamuno y Pérez
de Ayala. El 20 de mayo es nombrado académico de la lengua, y le es asignado el
sillón correspondiente a la M mayúscula, si bien no podrá tomar posesión del
mismo, ya que el 18 de julio estalla la rebelión militar. El 21 de julio, Madariaga
publica en el diario Ahora un
artículo en el que explica que, desde el punto de vista de la libertad, no hay
diferencia entre marxismo y fascismo; postura sin duda muy razonable, pero que
en ese momento no podía resultar más inoportuna, y que estuvo a punto de
costarles la vida a él y a su familia. Estaba decidido a “abstenerse”, como él
decía, de la guerra civil, pues creía que ambos lados eran igualmente culpables,
y estaba resentido con la República por no haber llevado a cabo las reformas agraria
y fiscal que tanto había prometido. El gobierno, mirando por su seguridad,
envió a Madariaga nuevamente a Ginebra, donde se embarcó en el más quijotesco
de sus proyectos: propuso la constitución de un comité de tres potencias,
presidido por Gran Bretaña, para organizar una intervención humanitaria en la
guerra civil española y obligar a ambos bandos a aceptar un gobierno de
personalidades que no estuvieran comprometidas ni con la República, ni con la
Monarquía, ni con la Junta de Burgos. Tan ingenua propuesta cayó en saco roto,
pero Madariaga continuaría defendiendo la posibilidad de una mediación, hasta
mucho después de que fuera evidente lo inútil de su empeño.
A partir de 1937 se exilió
de forma permanente en Oxford, viajando de vez en cuando para ofrecer
conferencias y participar en cursos. Comenzó por retomar su actividad
ensayística, publicando en inglés Teoría
y práctica de las relaciones internacionales (1938). Durante la Segunda
Guerra Mundial dio conferencias y clases en el Reino Unido, y en 1959 redactó
una carta abierta al general Franco (por cuya figura había manifestado
inicialmente cierta simpatía) que contiene la famosa frase: “General, márchese
usted. No lo digo por ofenderle, pero el caudillo de un bando de la guerra
civil no sirve para hacer la unidad española.” Los años 40 y 50 son para él de
intensa actividad literaria: publica biografías y ensayos históricos, como Vida del muy magnífico señor don Cristóbal
Colón (1940), Hernán Cortés (1941),
Cuadro histórico de las Indias (1945),
o Bolívar (1951); ensayos políticos,
como ¡Ojo, vencedores! (1945), Bosquejo de Europa (1951) o Presente y porvenir de Hispanoamérica (1953);
poesía, como las elegías dedicadas a Miguel de Unamuno y a Federico García
Lorca, y las recopilaciones Rosa de cieno
y ceniza (1942) y Romances para Beatriz
(1955); también un ciclo de cinco novelas titulado Esquiveles y Manriques, ambientado en el mundo de la conquista y
colonización de América hasta el comienzo de su liberación política, siendo el
título más conocido el primero, El
corazón de piedra verde (1942). Otras novelas publicadas por Madariaga son Ramo de errores (1952), la sátira
anticomunista La camarada Ana (1954)
y una incursión en el género satírico-fantástico, Sanco Panco (1964), concebida como una parodia crítica del régimen
de Franco y también de los líderes políticos mundiales. Escribió también dos
amenos libros de Memorias: Memorias de un
federalista (1967) y 1921-1936:
Amanecer sin mediodía (1974).
La Universidad norteamericana
de Princeton le nombró doctor honoris
causa; por dos veces, en 1937 y en 1952, fue candidato al Premio Nobel de
la Paz. Fue uno de los creadores del Colegio de Europa, con sede en Brujas. Comprometido
en favor de la recuperación de las libertades en España, participó en la
fundación de la Unión Europea de Fuerzas Democráticas, y en 1962 fue uno de los
promotores del Congreso del Movimiento Europeo, que se reunió en Munich
(llamado por el régimen franquista “el contubernio de Munich”).
Salvador de Madariaga toma posesión como académico de la RAE, en 1976 |
Tras el fallecimiento de
su esposa Constance en 1971, Madariaga contrajo nuevo matrimonio con la húngara
Emile Skazely, que había sido su secretaria y colaboradora desde 1938. Con ella
se trasladó a vivir a Locarno (Suiza). En 1973 fue el primer español en recibir
en Aquisgrán el Premio Carlomagno; en su discurso de aceptación defendió la
idea de una Europa liberal y unida. Tras la muerte de Franco regresó en varias
ocasiones a España, aunque continuó manteniendo su residencia en Suiza; y el 2
de mayo de 1976 tomó solemne posesión del sillón M mayúscula que la Real
Academia Española de la Lengua le había estado reservando durante cuarenta
años. El título del discurso que pronunció fue “De la belleza de la ciencia”, y él mismo confesó que, aunque le entraron tentaciones de comenzarlo con
el famoso “Decíamos ayer…”, no lo hizo porque “le faltaba gente con quien
llenar ese decíamos”.
BIBLIOGRAFÍA
FERNÁNDEZ TEIJEIRO, JUAN
JOSÉ: “Salvador de Madariaga, 1886-1978, treinta años después”. Diario ABC, Madrid,
2008.
FUNDACIÓN ZULOAGA: “La
cultura del XIX al XX en España. Biografía de Salvador de Madariaga”.
http://www.modernismo98y14.com/madariaga-salvador-de.html
MADARIAGA, SALVADOR DE:
“Españoles de mi tiempo”.
Editorial Planeta, Barcelona, 1974.
“Memorias de un
federalista”. Editorial Espasa-Calpe, Madrid, 1977.
PRESTON, PAUL: “Las tres
Españas del 36”. Editorial Debolsillo, Barcelona, 2011.
Un estupendo artículo, como siempre por otra parte :)
ResponderEliminarMuchas gracias por recordarnos a este pensador tan olvidado. Además, un artículo excelente.
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