Entrevistas Express: Sebastián Roa


Sebastian Roa, imagen cortesía del autor a Makma


Hace tiempo iniciamos para el blog una serie de entrevistas breves a escritores centradas en lo que para ellos es la literatura y en sus gustos y elecciones.  Creemos que conocer  los gustos y las motivcaciones lectores de nuestros escritores mas allá de sus obras añaden una mirada diferente y enriquezora a su trabajo. Hoy las recuperamos para nuestra revista. 

Sebastian Roa es uno de los escritores de novela histórica mas reconocidos en nuestra literatura contemporánea. Con numerosos premios y  una labor cultural incesante,  participa activamente en eventos literarios y en talleres divulgativos.
  
¿Existen fronteras entre literatura de género y "Literatura"? 
Existen entre la literatura y lo que no lo es. Y supongo que podemos hablar de mala y buena literatura, aunque en este caso las fronteras quedan, creo, para el ámbito personal. Lo de las diferencias entre género y high literature forma parte del gran chiringuito de algunos críticos y autores. De algo tienen que vivir los sastres de trajes invisibles imperiales. 

¿Qué considera más importante, la experiencia vivida o la imaginación? 
Me mojo: la imaginación. Cuando alguien dice que un autor ha de limitarse a escribir sobre lo que sabe, me suena a portazo en la mazmorra y tres vueltas de llave. La literatura es la vida, vale; pero vida tenía hasta el pobre soldado de Johnny cogió su fusil, porque aún disponía de imaginación. La evasión del prisionero, lo llamaba Tolkien. Incluso si tus vivencias son extraordinarias y singulares, necesitarás de creatividad para transformarlas en algo con valor narrativo, que trascienda la simple experiencia personal. No es que no valore la experiencia: es que lo realmente literario es la capacidad de procesar, de transformar y de sublimar el auténtico sentido de la vida. En estos casos suelo nombrar a Tolkien, como acabo de hacer, y también a Lewis o a Dahl. Los tres las pasaron canutas en sus respectivas guerras mundiales. Así, en primera persona. ¿Y escribieron sobre trincheras en el Somme o combates aéreos? No. Hobbits, elfos, armarios interdimensionales, fábricas de chocolate. ¿Importan las vivencias? Pues claro. Pero sin imaginación… Ah, sin imaginación, Frodo habría machacado a los orcos en plan Rambo, se habría cargado a Gollum en un duelo a florete y luego habría sido alcalde de la Comarca.

¿Qué sentido tendría leer a disgusto?
 Ninguno. Por fortuna, aprendí hace tiempo a cerrar los libros que no me dicen nada o me lo dicen mal. La vida es corta, la presunta producción literaria es larguísima. Tal vez leer a disgusto sea una de las causas por las que los españoles lo hacemos poco. Un mal enfoque escolar, supongo. Deberíamos hacer que nuestros chavales se enamorasen de la literatura, y para eso no vale cualquier cosa. 

¿El primer libro que recuerdas de tu infancia? 
El Camino, de Delibes. Hubo otros, claro, pero soy incapaz de recordar sus títulos. Por algo será. De todas formas te diré que mis primeras lecturas fueron las novelillas pulp de Bruguera que mi padre guardaba sobre la vitrina. Era yo quien me encargaba de llevarlas a docenas al quiosco de Dominguín, en Teruel, para cambiarlas una vez las habíamos acabado. Porque no se compraban: se cambiaban. A duro el ejemplar. Anda que no cayeron historietas de esas de Clark Carrados, Curtis Garland, Joseph Berna… Esos tíos tenían mucho mérito.  

¿Qué libros contemporáneo y clásico recomiendas sin reservas? 
¿Contemporáneo? Hace poco he leído Patria, de Aramburu. Lo recomiendo sin reservas. Aunque, tal y como andamos, haría lo mismo con Farenheit 451 o con Rebelión en la granja. El clásico, por supuesto, es la Ilíada

¿El libro que tienes ahora mismo en tu mesilla? 
Acabo de fijarme y tengo tres, fíjate. La guerra civil española, de Hugh Thomas; García II de Galicia: el rey y el reino, de Ermelindo Portela; y Todos deberíamos ser feministas, de Chimamanda Ngozi Adichie. Ahora que lo pienso, ninguno es novela.

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