1. De Don Benito Pérez Galdós
Benito Pérez Galdós, por Joaquín Sorolla.
Benito Pérez Galdós en uno de los grandes de la
literatura española. Durante la segunda mitad del Siglo XIX y primeros del
Siglo XX cultivó la novela ("Fortunata y Jacinta",
"Marianela", "Misericordia", "Doña Perfecta",
"Tristana"), el teatro y el cuento. Y, por supuesto, escribió los
monumentales "Episodios Nacionales". Que se aprecian mejor recordando
que Galdós, además de un gran literato, fue un muy activo y prolijo periodista
que nunca ocultó ni sus ideas avanzadas ni su oposición al tradicionalismo
clerical.
2. De los "Episodios Nacionales"
Los "Episodios Nacionales" son una serie de
cuarenta y seis novelas[1], escritas
entre 1872 y 1912 (es decir, a lo largo de 40 años). El primero de ellos trata
de la Batalla de Trafalgar; el último, de la Restauración borbónica bajo el
título "Cánovas". Aunque a veces se defina a los
"Episodios" como novela histórica, en mi modesta opinión esta
etiqueta no hace justicia a la obra. Se me ocurre que, quizás, "historia
novelada" sería un término más apropiado, porque en los
"Episodios" la novela no deforma el hecho histórico. De hecho, en los
dos "Episodios" a los que este artículo se refiere, la novela cede
terreno a la historia y, en muchas ocasiones, a la crónica parlamentaria.
3. Del trasfondo de la obra: la Primera
República Española
La Primera República es una gran desconocida. Cualquier aproximación
a ella, por mínima que sea, depara muchas sorpresas. Por ejemplo, no es muy
sabido que la Primera República no ondeó bandera tricolor, sino roja y amarilla
con los escudos pareados de Castilla y de León.
Bándera de la Primera
República.
Fuente: Ignacio Gavira. https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=814437
Además, como mencionado anteriormente, los pocos lugares
comunes que conocemos de ella son inexactos.
La Primera República sobrevivió (quizás sí sea ésta la palabra
adecuada) no durante 11 meses, sino 22 y medio. Fue proclamada el 11 de Febrero
de 1873 por las Cortes tras la abdicación del Rey Amadeo, y derribada el 29 de
Diciembre de 1874 por el pronunciamiento del General Martínez Campos en Sagunto
a favor de la restauración monárquica en la persona del heredero de la antes destronada
Isabel II (Alfonso XII).
La primera fase de la República sí comprendió, en efecto,
11 meses. Se sucedieron cuatro Presidentes (técnicamente, fueron Presidentes
del Poder Ejecutivo): Figueras, Pi i Margall, Salmerón y Castelar. Durante este
período, se preparó un proyecto de Constitución que, entre otras cosas,
enunciaba los Estados que compondrían la República Federal[2].
Mapa de los Estados enunciados en el proyecto de
Constitución Republicana Federal de 1973.
Fuente: Jadelmo - Trabajo propio, GFDL, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=10375042
El federalismo se vio sin embargo pronto desbordado por el
fenómeno del cantonalismo que, en algunos lugares, adquirió además carácter de revolución
social (como en Alcoy). Si los sucesivos presidentes consiguieron prácticamente
acabar con la rebelión cantonal, no lograron sin embargo imponerse al carlismo
(la Tercera Guerra Carlista, que había comenzado ya en 1872, acabó sólo en 1876,
ya bien entrada la Restauración).
El último de los antes mencionados cuatro presidentes, Emilio
Castelar (él mismo partidario de una República unitaria) fue derrocado por el
golpe del General Pavía el 3 de enero de 1874. Durante el resto de ese año,
España siguió siendo una República, aunque unitaria. Devino el quinto
Presidente de su Poder Ejecutivo el General Serrano, el mismo que había asumido
la Regencia tras la Revolución Gloriosa que destronó a Isabel II. Serrano,
desde su Regencia (1868-1870), no trajo la República sino que preparó el
advenimiento de Amadeo de Saboya. En su etapa como Presidente del Poder Ejecutivo
de la República, Serrano puso fin al Cantón de Cartagena y gobernó durante 1874
con poderes dictatoriales (con las Cortes disueltas). Conocidas sus
credenciales monárquicas, no sorprenderá saber que el General no se opuso a la
restauración de la monarquía borbónica.
4. De "La Primera República" y
"De Cartago a Sagunto"
Presentado el trasfondo histórico en el que se
desarrollan los "Episodios" "La Primera República" y
"De Cartago a Sagunto", pasemos a examinar la obra literaria.
Portada de
"La Primera República", 1911.
De entrada, sorprende la incompleta correlación entre los
títulos de estos dos "Episodios" y su contenido. "La Primera
República" no cubre sino el año 1873. "De Cartago a Sagunto" comienza
por la caída del Cantón de Cartagena pero no narra el pronunciamiento de
Martínez Campos en Sagunto, que Galdós deja ya para "Cánovas" (el siguiente
y último "Episodio").
Importa reconocer que no son estos dos "Episodios"
el Galdós más fácil de leer.
El personaje central de
estos "Episodios" es Tito, quien es además el narrador en primera
persona. Se ha visto en Tito un
desdoblamiento del autor, un álter ego de Galdós, en tanto que Tito es también periodista,
frecuenta las tertulias madrileñas y relata amargamente el naufragio del
republicanismo federal[2]. El
personaje de Tito es uno de los mecanismos a través de los cuales la naturaleza
novelesca de los "Episodios" se difumina en favor de una descripción triste
y crítica de acontecimientos históricos que decepcionaron al autor
5. De la alegoría
Otro de tales mecanismos es la creación de personajes
alegóricos. El principal es Mariclío, nada menos que trasunto de la Musa de la
Historia. Si algunas veces se presenta encarnada en persona de apariencia plenamente
humana, otras lo hace con una apariencia más mitológica. Aparecen otras musas,
como Doña Aritmética y Doña Gramática. A pesar de ser irreales, estos
personajes juegan un papel activo en el relato. No cambian el curso de los
acontecimientos como lo harían los dioses clásicos en las epopeyas homéricas,
pero sí interactúan con Tito en muchas ocasiones. En "La Primera
República" incluso le acompañan en un imaginario viaje subterráneo desde
Madrid a Cartagena.
Dicho de otro modo: estos "Episodios" no son
una narración mitológica, pero tampoco una novela realista. En una
interpretación propia, quizás algo aventurada, me atrevería a decir que en ellos encontramos algunos elementos
precursores del realismo mágico. Realismo mágico de corte greco-latino y no
tropical, obviamente. Pero ¿en qué mejor género podríamos clasificar el pasaje
en el que Tito se encuentra con Mariclío en una casa palaciega sabiendo que, cuando
Tito quiere volver a ella, en su lugar encuentra sólo un lóbrego callejón de
chabolas?
6. De los demás personajes
Más allá de los elementos fantásticos, los personajes no
imaginarios de los "Episodios" son variados, de todo tipo y
condición, y están bien caracterizados. Aparecen y desaparecen en función de la
trama y, cuando retornan a ella, lo hacen habiendo evolucionado. Cuando lo
hacer, el lector tiene la muy agradable sensación de reencontrarse con un viejo
amigo al que hacía tiempo que no veía y que le pone al día de lo que le ha acontecido
entre tanto. Así, estos "Episodios" están plagados de (no siempre muy
verosímiles) "casuales" reencuentros de Tito con otros personajes.
Sorprende particularmente la desenvoltura con la que Galdós
nos presenta ambientes y costumbres que estaban lejos de estar socialmente
aceptados en aquella época. Lupanares y alcahuetas no son ajenos al mundo de Tito,
y Galdós también nos presenta la figura de la comúnmente llamada "
mantenida". Pero el autor no dirige a estos personajes femeninos una
mirada de reproche. Al contrario, escoge a una de ellas (no desvelaré su
nombre) para contar una historia que hoy en día calificaríamos como de superación
y desarrollo personal: una mujer que consigue mejorar drásticamente su suerte a
través de la instrucción y la mejora del lenguaje, sin por ello abandonar su
forma de abrirse paso en la dura vida de la España decimonónica.
7. De los males de España
La instrucción está en efecto bien presente en estos "Episodios",
como uno de los remedios a los males del país. No creo que resulte descabellado
presentar algunos pasajes de la obra como "Regeneracionismo novelado",
tanto más cuanto estas obras están escritas ya entrado el Siglo XX, bien pasado
1898 y en un momento en que la alternancia canovista ya había dado abundantes
pruebas de su incapacidad para resolver los más profundos problemas del país.
Y es que de lo que en el fondo tratan estos dos
"Episodios" es aquello que Galdós considera como males de España. En
mi opinión, más que una crítica, estamos ante un desesperanzado catálogo de los
mismos. Estos son los que Galdós nos presenta en estos dos
"Episodios":
- El nepotismo en el acceso a la administración y la consiguiente cesantía en el cargo en función de los vaivenes políticos.
- La vacuidad y el exceso en el discurso parlamentario, que Galdós presenta como ajenos a las necesidades del país e incluso, a veces, opuestos al progreso del mismo.
- Los golpes militares, y la apatía de la clase política y la población para oponerse a ellos.
- La hipocresía del término "moderado", que para Galdós simplemente esconde el conocido conservadurismo clerical.
- El desbordamiento de la solución descentralizadora por el cantonalismo. De hecho, en su relato del asedio de Cartagena por las tropas federalistas, Galdós parece querer presentar más la futilidad del sacrificio antes que actos de heroísmo.
- El tradicionalismo ultramontano encarnado en el Carlismo. "De Cartago a Sagunto" contiene un relato horripilante de la toma y cruel saqueo de Cuenca por las tropas carlistas, al mando de Alfonso de Borbón y de Este (hermano del pretendiente carlista) y su esposa Maria Teresa de Braganza. El saqueo fue tan cruel que, con posterioridad, Cánovas buscó (en vano) la extradición de los mismos[4].
8. Conclusión
Es evidente que gran parte de todo lo expuesto por Galdós desborda el
marco de los 22 meses cubiertos por estos dos "Episodios", puesto que
se trata de líneas de fuerza de la historia de España que precedieron y sobrevivieron
a la Primera República. El lector de esta reseña sacará sus propias
conclusiones al respecto; no es objeto de este artículo hacerlo.
A modo de conclusión, el que esto escribe resaltaría lo siguiente:
- la obra literaria como instrumento eficaz para que el autor exprese su desesperanza ante el fracaso de un régimen que él pensaba podía sacar al país de su ancestral parálisis y llevarlo a la modernidad;
- la sorprendente incursión de Galdós en el mundo de la interacción entre lo mágico y lo real, poco esperable en una obra que, al fin y al cabo, trata de acontecimientos históricos.
En resumen, estos dos "Episodios" corresponden bien a la
definición de las obras clásicas: si bien no siempre son las de más fácil
lectura, nunca dejan de hacernos sentir y, también, reflexionar.
[2] El Proyecto de Constitución Federal enunciaba que
"Componen la Nación Española los Estados de Andalucía Alta, Andalucía
Baja, Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Castilla la Nueva, Castilla la
Vieja, Cataluña, Cuba, Extremadura, Galicia, Murcia, Navarra, Puerto Rico,
Valencia, Regiones Vascongadas
Como siempre un artículo excelente.
ResponderEliminarGracias
ResponderEliminarLleno de contenido y de ágil lectura. Me encanta leerte.
ResponderEliminarLleno de contenido y de ágil lectura. Me encanta leerte.
ResponderEliminarQué bien estructurado y contado. El artículo avanza, se desarrolla y concluye con mucha fluidez. Me ha gustado mucho.
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