Diseño de portada: Isabel Palacio |
Quien no conoce su historia esta condenado a repetirla o a repetir los errores que han condenado sus decisiones al fracaso.
Vivimos tiempos en los que todo se cuestiona, una crisis política y social que busca y ansía territorios de paz, de justicia social y de igualdad, pero al mismo tiempo se repiten los desconcertantes resultados en la elección de unos gobernantes llenos de vicios y de maneras poco edificantes. Pero no es ninguna novedad, es algo que se repite en nuestra historia de manera inmutable y los intentos de regeneración parecen condenados al fracaso en una sociedad inmovilista que grita pero no se mueve. Diríamos que nos gusta ser dominados con mano de hierro, que tenemos miedo a elegir, a decidir nuestro camino.
No se si un régimen político determina la identidad de un pueblo, si en estos tiempo, la dicotomía Monarquía o República significa algo más allá de un sistema meramente formal, pero sí es cierto que nuestros dos intentos republicanos han sido dos fracasos sin matices. Tal vez no estábamos preparados para decidir que queríamos para nuestra sociedad anquilosada y tantos años cerrada a la modernidad.
Fueron dos intentos de modernización y cambios radicales que se enfrentaron a un conservadurismo recalcitrante en una sociedad con una base social inculta y embrutecida y una élite cultural y política alejada de la realidad. Tal vez pueda ser la explicación del fracaso. O tal vez fueron dos momentos convulsos de nuestra historia, condicionados por un entorno también complicado y violento.
Dos hitos han condicionado la historia de la humanidad en los siglos XIX y XX, la Revolución Francesa y la Revolución Rusa. Dos revoluciones que tiñeron de sangre, de forma arbitraria, las calles, y purgaron sin criterio a todo aquel del que se sospechaba que era enemigo, sin garantías, a veces solo por exigirlas. Tal vez fue que los tintes de venganza y el resentimiento se expandieron mas allá de la justicia, que la violencia de las masas oprimidas es difícil de domar por unos idealistas desbordados. O que la libertad tiene su coste en sangre.
En todo caso los dos intentos de instaurar la República en España entre el 11 de febrero de 1873, hasta el 29 de diciembre de 1874, el primer intento y desde 14 de abril de 1931 hasta el 1 de abril de 1939, estuvieron marcados por recelos y por guerras fratricidas, que terminaron con los chispazos de luz que apenas nos dejaron atisbar. O seguramente que no había nadie que supiera llevarnos de la mano y terminar de abrir una puerta de forma definitiva.
En todo caso, para bien o para mal, tenga un valor más democrático o no, en estos tiempos, no es un concepto exclusivo de una opción política, es un sentimiento transversal, una aspiración que encuentra un eco difícil de acallar en una sociedad en la que las distancias de clase cada vez tienen menos sentido.
En este numero queremos hacer una revisión, a través de la literatura, de lo que fueron y de la huella que dejaron estos dos intentos de cambio, y de las heridas abiertas que aun no han cerrado.
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