En España el
advenimiento de la República el día 14 de abril de 1931 supuso un
cambio radical de régimen político. Hasta ese momento el
sistema político republicano solo había sido un experimento que
apenas duró menos de dos años, desde el mes de febrero de 1873
hasta el mes de diciembre de 1874, que naufragó en medio de la
inestabilidad política, con cuatro presidentes en un período tan
corto de tiempo, y tres conflictos armados a la vez (insurrección en
Cuba, sublevación cantonal y guerra carlista), que llevaron a su
abrupto final. Con estos antecedentes era de prever que la andadura
de la Segunda República española no fuera un camino de rosas, como
así resultó, pero ¿cómo se llegó a su proclamación? ¿cómo se
vivieron esos primeros momentos? Trataremos de contarlo a través de
la visión del escritor y periodista catalán Josep Pla, el cual
llegó a Madrid ese mismo día 14 de abril de 1931 para seguir de
cerca los acontecimientos.
Josep Pla, el
hombre contradictorio
Se podría decir que
Josep Pla (Palafrugell, 8 de marzo de 1897 – Llufríu, 23 de abril
de 1981), seguramente uno de los autores más leídos en lengua
catalana, es el paradigma del hombre contradictorio. Nacido en una
familia de pequeños propietarios rurales del Bajo Ampurdán, fue
siempre un hombre muy ligado a su tierra, la cual sirvió de fuente
de inspiración para muchas de sus obras, y al mismo tiempo fue un
hombre absolutamente cosmopolita que se pasó gran parte de su vida
viajando por todo el continente europeo, en un primer momento, y por
el resto del mundo posteriormente. En las crónicas de sus primeros
años como periodista contó sus experiencias en la Italia de
Mussolini, la Alemania de Weimar de entreguerras, el París de la
belle époque, el Londres de los años 20, e incluso cómo era Madrid
en 1921.
No se puede decir que Pla
fuera un periodista de vocación, indudablemente era un gran
escritor, pero en la búsqueda de su estilo se dio cuenta de que la
novela no era lo suyo, la encontraba artificial, y aunque también lo
intentó con el relato, con notables pero desiguales resultados, poco
a poco se dio cuenta de que a él lo que le salía de forma natural
era escribir sobre la realidad, describiéndola, con lo que muchas de
las crónicas de sus viajes eran artículos sobre las tierras por las
que pasaba y la gente que las poblaba y sus costumbres. El periodismo
le daba la oportunidad de escribir tal y como le inclinaba su
temperamento, vagabundeando, improvisando, y escribiendo siempre con
una visión irónica del mundo y de la moral, pero también le
abocaba a estar siempre pendiente de las finanzas porque no era un
oficio bien pagado.
Pla en Paris |
La imagen que siempre se
ha tenido de Pla es la de un escritor conservador, incluso se le ha
tachado de franquista, sin embargo pretender enconsertar a Pla dentro
de una etiqueta es como intentar ponerle puertas al campo.
Catalanista sí, pero pasó del independentismo al federalismo y de
ahí al regionalismo, y siempre fue un escritor en catalán, con el
castellano nunca se acabó de encontrar cómodo escribiendo, pero
siempre de un catalán alejado de la retórica, con la lengua
catalana más coloquial, con un estilo que él denominaba “natural”.
Era un liberal-conservador, con el orden siempre como prioridad y
telón de fondo, pero al mismo tiempo en los años 20 mostró
simpatías por algunos aspectos del anarquismo, consideraba que el
ataque violento del anarquismo contra la autoridad era una
consecuencia de las injusticias y las desigualdades sociales, pero no
podía estar de acuerdo con la utilización de la violencia desde
abajo. En su visita a Italia Pla entendió que el fascismo era una
fuerza destructora y que el restablecimiento del orden no era más
que una excusa, primero provocas el desorden y después apareces como
el salvador y el que va a restablecer el orden. Pero al mismo tiempo
apoyó, aunque durante no mucho tiempo, al régimen de Franco como
forma de terminar con el desorden existente en España. El apoyo no
duró mucho, y más cuando se impidió la publicación en catalán, y
después se limitó a convivir con el régimen esperando que cayera
por su propio peso, retirándose a su masía del Ampurdán en una
especie de cómodo exilio interior. La visita a la Rusia soviética
en los años 20, acompañado del grandísimo periodista Eugeni
Xammar, y vivir el período de la hiperinflación de la Alemania de
Weimar, junto a su experiencia en la Italia fascista, le hicieron un
escéptico amante del orden ante todo.
Madrid, una ciudad moderna |
Madrid. 1931
Con el final en el mes de diciembre de 1874 de la Primera República,
España volvió a la Monarquía como sistema de gobierno, en la
persona de Alfonso XII, hijo de Isabel II, inaugurando el llamado
período de la Restauración, en el cual se implantó un sistema
aparentemente democrático de alternancia política entre los dos
partidos mayoritarios que llevó al anquilosamiento y la corrupción
del Estado, lo que agravado por la problemática de las guerras
coloniales, la pérdida de Cuba, Filipinas y Puerto Rico, y después
las guerras en Marruecos, y la falta de solución al problema catalán
y la tensión provocada por las pretensiones legítimas de la clase
obrera, alentadas con lo ocurrido en la Revolución rusa, y con una
represión brutal por parte del gobierno y reacciones violentas por
parte de los anarquistas, llevaron al golpe de Estado y a la
Dictadura del general Primo de Rivera en 1923, consentido por el Rey
Alfonso XIII.
Alfonso XIII y el General Primo de Rivera |
Los primeros años de la dictadura del General Primo de Rivera
llevaron al restablecimiento del orden y aumentaron en cierto modo la
prosperidad del país, pero al no sustentarse en un verdadero apoyo
popular ni político, al no contentar a ninguna de las facciones
políticas, y con la caída de la peseta y la crisis de 1929 el
régimen perdió todos los apoyos con los que podía contar, con lo
que Primo de Rivera acabó marchándose en 1930. En esos momentos el
Rey decidió gobernar solo, con un gobierno presidido por un general,
tal y como había hecho Primo, y se entró en un impasse en que el
Rey no se atrevía a imponer una dictadura ni se acababa de decidir
por un sistema democrático, y entre tanto los partidarios de la
República iban aumentando, y la Monarquía perdía partidarios,
incluso entre los militares y la Iglesia. Esto llevó a que el Rey
decidiera poner a prueba a la opinión pública convocando unas
elecciones municipales para el mes de abril de 1931. Esto fue un
grave error, y Pla lo comenta en uno de sus artículos, puesto que el
campo, controlado por los caciques, era eminentemente conservador y
monárquico, sin embargo las ciudades, donde las elecciones eran
mucho más difíciles de amañar, iban a reflejar el cambio de
mentalidad, así que en unas elecciones generales el resultado
hubiera sido seguramente favorable a la Monarquía y la Historia de
España puede que hubiera cambiado, y, sin embargo, se optó por unas
elecciones municipales que adquirieron carácter de plebiscito. Y
así, cuando el 12 de abril de 1931 empezaron a conocerse los
resultados finales de las urnas, quedó claro que en todas las
grandes ciudades los partidarios de la Monarquía habían sido
derrotados. En estas circunstancias llega Pla el día 14 de abril de
1931 a Madrid, en un tren desde Barcelona, junto al político
Francesc Cambó, líder de la Lliga Regionalista catalana con el que
Pla tenía gran afinidad política, y sobre el que había escrito una
polémica y popular biografía.
Madrid.
El advenimiento de la República.
El
libro de Pla es un dietario, es decir un diario personal. El dietario
es una de las formas de escritura que más se adaptaba a la
personalidad del autor, simplemente tenía que estar allí y observar
qué ocurría en las calles, las plazas, los cafés y sus tertulias,
entrevistándose y conversando con periodistas y políticos pero
también con gente de la calle.
El
libro empieza, precisamente, a las 7 de la mañana del día 14 de
abril de 1931 en el tren que va de Barcelona a Madrid. Pla va
acompañado del político catalán Francesc Cambó y de un industrial
catalán, que describe con cara de dolor de muelas. Este es
el típico comentario socarrón de Pla, solo con este comentario ya
nos muestra cómo planea la incertidumbre del cambio político en la
burguesía catalana, haciéndonos ver que el dinero siempre tiene
miedo de los cambios y es conservador por naturaleza.
A
las 11'30 de la mañana llega a Madrid donde le sorprende la tibieza
de los periódicos republicanos. Estos hablan de la importancia del
triunfo electoral pero comentando que sería prematuro hablar de un
triunfo completo. La idea de fondo es que se trata tan solo de unas
elecciones municipales y habría que esperar a unas generales. De
hecho conversa con un amigo periodista el cual le comenta que ha
hablado con don Fernando de los Ríos, destacado político socialista
que formaría parte ese mismo día del nuevo gobierno republicano
presidido por don Niceto Alcalá Zamora como Ministro de Justicia, y
este le ha comentado que “está radiante. Dice que la República va
a implantarse en España de manera indefectible antes de dos años”.
Es
decir que por lo que parece no daba la sensación de que la República
fuera a instaurarse de forma inminente, y sin embargo las
circunstancias estaban siendo diferentes. Pla cuenta como el 13 de
abril por la mañana se había reunido el Consejo de Ministros bajo
la presidencia del Rey, y este pidió a los ministros su opinión
sobre la situación política creada por los resultados electorales.
El ministro Juan de la Cierva propone resistir con el ejército, y el
general Berenguer, ministro de la Guerra, se encarga de preguntar a
los capitanes generales qué postura adoptarían en caso de tener que
aplicar una política de resistencia, con resultados ambiguos, tibios
o contrarios, con lo que el resto de los ministros no se atreven a
seguir esa política de resistencia y se opta por negociar con el
Comité Republicano, es decir con los integrantes del Pacto de San
Sebastián, que fue un acuerdo de todos los partidos republicanos,
menos el Partido Federal Español, firmado en agosto de 1930 para
conseguir el cambio de régimen político en España, al que se
adhirieron los socialistas, y que llevó a la cárcel a varios de sus
dirigentes, con lo que prácticamente estos pasaron de la cárcel al
Gobierno.
Pla
describe que cuando termina el Consejo de Ministros:
“Los ministros saludan al Rey, que durante toda la reunión ha permanecido en un estado de impávida serenidad. Al despedirse del señor Ventosa, le dice:
Podría, seguramente, resistir. Pero la fuerza material no puede emplearse cuando no se tiene fuerza moral para ello...Excelente observación. Es un resumen de la mayor parte de un reinado. Resulta curioso constatar que, a veces, los hombres empiezan a volverse sensatos cuando lo tienen todo perdido. Se trata, sin duda, de una buena observación. En política, ante un cúmulo de imponderables, no hay resistencia posible.”
Era
un momento crítico, la resistencia podría haber ocasionado una
represión brutal, amparado por parte del Ejército, e incluso una
guerra civil, como se ha visto en numerosas ocasiones, tenemos los
ejemplos recientes de Libia o Siria, donde los tiranos se atrincheran
en el poder a pesar del rechazo popular y acaban de forma sangrienta
o en una guerra civil interminable.
Sin
embargo, Madrid reflejaba un aspecto de ciudad tranquila ajena que
asiste asombrada cómo, hacia las 3'30 de la tarde, en el Palacio de
Comunicaciones, al otro lado del Banco de España y del Ministerio de
la Guerra, sube por el mástil la bandera republicana. Al llegar la
noticia al Hotel Palace donde hay varios periodistas, incluido el
propio Pla, salen todos disparados y se dirigen hacia allí. Mucha
gente desconoce incluso que se trata de la bandera republicana, pero
la noticia corre como la pólvora pasando de la perplejidad inicial
al entusiasmo con lo que la masa de gente va aumentando
progresivamente. Pla describe así la situación:
“Perdido en medio del hormiguero, observo cómo el comercio se apresura a destruir y esconder los símbolos monárquicos. Los comerciantes, proveedores de la Real Casa, las tiendas con el escudo real, los hoteles, las fondas, los teatros y los restaurantes que tenian o aspiraban a tener el nombre ligado al régimen caído, hacen desaparecer, con una diligencia admirable, las insignias y los nombres considerados coprotederos. En el Hotel del Príncipe de Asturias, Carrera de San Jerónimo, veo una bandera republicana sobre la palabra “Príncipe” del letrero de la calle. El establecimiento se ha convertido, de forma instantánea, en Hotel de Asturias.”
La
gente inunda las calles, suena el Himno de Riego, que era el de la
insurrección de 1820 contra el absolutismo del Rey Fernando VII, la
Internacional
socialista, y hasta la Marsellesa.
“Todo coge un aire de verbena triunfante, un aire de alborozo franco y desenfrenado –sólo que es una verbena política-. La gente se abraza, grita, suda, canta. Un ciudadano cualquiera, pacífico y retirado, su señora o su hija, pueden echarse a los brazos de otra persona completamente desconocida y extraña. (…) Los guardias dominan a sus caballos y siguen indiferentes en las esquinas, mano sobre mano.”
Madrid, 14 de abril de 1931 |
A
Pla lo que auténticamente le sorprende es la facilidad cómo una
monarquía de siglos cae sin ningún problema ni resistencia, ni por
arriba ni por abajo, es decir ni Iglesia, ni la aristocracia ni el
ejército hacen nada para defender al Rey, ni, por supuesto, el
pueblo.
Miguel Maura conversando con Manuel Azaña |
A
las 6 de la tarde, Pla ve pasar a Miguel Maura y a Azaña en un taxi,
los cuales ante la lentitud de la negociación se dirigen al
Ministerio de Gobernación, lo que ahora sería el Ministerio del
Interior. Pla cuenta de forma muy socarrona cómo Maura estaba
impaciente y ante la falta de noticias, y con un Azaña temeroso y
cobarde, decide presentarse en el Ministerio de Gobernación y que
pase lo que tenga que pasar. Así que llegan al Ministerio de
Gobernación y en la puerta un oficial de la Guardia Civil les
pregunta que qué desean, a lo que les responden que son el Gobierno
provisional de la República, así que de repente se les cuadran
todos los guardias y suben al despacho del subsecretario donde Maura
se identifica como nuevo ministro de Gobernación del Gobierno
provisional de la República y que se marche, y así lo hace, todo
contado de forma esperpéntica:
“Marfil, pálido como un personaje del Greco, se pasó la mano por la barba y dijo con una voz cobarde:
Me doy por enterado...”
Maura
se puso a llamar a todos los gobernadores de provincia y les ordena
entregar el mando a los presidentes de las Audiencias.
Niceto
Alcalá Zamora, nombrado ese día presidente de ese Gobierno
provisional de la República, en sus memorias da una versión
ligeramente diferente, pero es una versión tan buena que si no es
del todo real merecería serlo.
Manifiesto del Rey Alfonso XIII |
Mientras
tanto las calles de Madrid están abarrotadas de gente entusiasmada
que devora los periódicos de la tarde donde se publica el
manifiesto del Rey, el cual, sin renunciar a sus derechos y según él
para evitar la guerra civil, se marcha del país.
Pla
rememora tanto la noche como la madrugada de ese día, con el Palacio
Real cerrado y a oscuras mientras la multitud llena la plaza y Madrid
vive una madrugada frenética de festejos, dando el toque humorístico
como siempre al recordar que en la Puerta del Sol oye a una señorita
de mal vivir diciéndole a una amiga con aire resignado que con esto
de la República aún no se había estrenado.
En
sus anotaciones de los días 14 y siguientes se nota en Pla un tono
neutral, muy irónico por las situaciones chocantes con las que se
encuentra, como el de la rotulación de las calles:
“Mientras se ha ido limpiando la población de símbolos monárquicos, de coronas, de escudos y de aquellas bolas del arquitecto Herrera que reprersentaron, en tiempos de los Austrias, aquello de que en los dominios de España no se ponía nunca el sol. Muchas calles disponen de una nueva rotulación, surgida del corazón del pueblo, en la que se han prodigado los nombres de los héroes de la Revolución. El país ha sido pródigo en héroes, y es natural que estas personas tiren para inmortales. En los países latinos, la rotulación de las calles ha ido siempre unida a la política del momento; de ahí que haya sido tan variada y abundante.”
El
dietario, sobre todo en esos primeros días, es pródigo en
anécdotas, la mayoría divertidas y redactadas con mucha ironía.
Otras anotaciones tienen por objeto el análisis del por qué de la
caída de la monarquía, y, como siempre sucede en los libros de Pla,
muchas de ellas tienen por objeto la descripción del lugar que está
visitando, en este caso comparando el nuevo Madrid con el que él
visitó en 1921 cuando estuvo durante un breve período como
corresponsal, y su evolución desde el viejo Madrid, con su Casa Real
y su aristocracia rancia, a la ciudad moderna en la que se había
convertido.
Llama
poderosamente la atención algunas reflexiones a lo largo del libro,
en las que cambiando alguna palabra por otra, se podrían aplicar a
la explicación de lo ocurrido en España recientemente:
“La Dictadura fue un gobierno de personas mediocres, mejor dicho, muy mediocres, que, por el hecho de mantener durante siete años un orden social y público, lo que ha venido en llamarse la paz y la tranquilidad del país, hizo que los españoles creyeran que España era un país rico. La estabilización de la vida general, el mantenimiento del precio de la moneda, aceleró considerablemente la circulación de capitales. Se hicieron muchas cosas y pasaron tantos duros ante los ojos de la gente y a tanta velocidad, que la gente creyó que había más moneda y más asequible de la que había en realidad. Todo lo cual, claro, es relativo -relativo en relación con otros países-. Lo cierto es que se creó una ilusión económica, y que esta ilusión impulsó en buena medida el hedonismo de la gente. El hedonismo no tiene límites y, cuando se conoce, se inscribe implícitamente en el partido del progreso indefinido –en el partido de los grifos que manan siempre-.Se produjo, sin embargo, el colapso.”
Otra
de las reflexiones interesantes viene a cuento de una nueva palabra
de gran éxito creada en esa época: el enchufismo,
la
cual,
como
bien sabemos todos, no solo ha tenido éxito como palabra sino que se
instaló definitivamente como institución
También
aprovecha Pla estas notas para analizar el carácter de algunos de
los personajes de la época, como los filósofos Ortega y Gasset y
Eugenio D'Ors, o el banquero Joan March, personaje turbio donde los
haya y que iba a tener un papel decisivo y preponderante en el futuro
de la República y de España; y, sobre todo, es muy interesante la
reflexión sobre Azaña, que aunque en principio aparece como
negativa después no resulta serlo tant. Le pronostica que va a ser
un estadista fracasado, pero también lo atribuye a los grandes
enemigos que se puede crear por la envidia española. Realmente es un
artículo muy curioso cuya lectura recomiendo.
Asistentes a la conferencia de Unamuno en el Ateneo en 1930 |
Una
vez pasados estos primeros momentos de euforia, Pla ya empieza a
mostrar su descontento con el nuevo régimen político. Critica la
política de Ateneo que según él se está aplicando. El Ateneo era
una institución liberal, centro de gran agitación social y
política. Muchos de los ministros eran ateneístas, y por lo tanto
de lo que les acusa Pla es de hacer una política de salón, donde se
tienen todas las soluciones pero donde lo que falta es poder
aplicarlas, siendo más crítico con el que considera el paradigma
del ateneísmo, don Manuel Azaña. Y, sobre todo, empieza a apuntar
la deriva del país hacia el desorden. El 10 de mayo se producen
disturbios que podrían haber acabado con el allanamiento del
Ministerio de Gobernación y el día 11 de mayo, y con la pasividad
de las fuerzas de orden público, en Madrid se produce la quema de
conventos, aunque la gravedad de dichos actos queda inmediatamente
atrás por nuevos acontecimientos, algo que hace notar Pla con
reflexiones que a día de hoy son de igual vigencia:
“En
esta tierra puede ocurrir cualquier cosa, incluso algo muy grave, el
acontecimiento más sensacional, uno de aquellos acontecimientos más
sensacional, uno de aquellos acontecimientos que en otro país
preocupan durante mucho tiempo y en los que, al cabo de poco de
producirse, buena parte de la gente toma primero un aire de
suficiencia, luego de real o fingida indiferencia, para acabar
glosando la última ocurrencia del mometo. No creo que exista en el
mundo imaginación suficiente para describir las dimensiones que
tendría que tener una desgracia o un simple hecho como para llegar a
interesarnos de verdad durante un tiempo prolongado. Lo único que
realmente interesa es la sensación momentánea, el instante
momentáneo e inmediato.”
Y
es que, en realidad, las cosas no han cambiado tanto. En el libro Pla
refleja la nueva política, que en realidad lleva a un nuevo tipo de
caciquismo, y escribe frases tan lúcidas como que “No hay nada
peor en política que las cristalizaciones mentales”, y también
observamos que las críticas que se realizan a según qué políticos
tampoco han cambiado, porque Pla hace una crítica de la indumentaria
de los nuevos diputados, elegidos en las elecciones generales del mes
de junio y que representaban partidos de raigambre más popular. Estas
críticas no se alejan mucho de las realizadas a los diputados de
determinados partidos en las últimas dos elecciones generales, donde
parece que lo importante no era el discurso político sino si tal o
cual diputado llevaba vaqueros o rastas, además de criticar la
demagogia de los nuevos partidos de izquierda. Y es que en
definitiva, y como se refleja en este libro, España en esencia es el
mismo país.
Manifiesto proclamando la República catalana |
También
es curioso el paralelismo con la época actual respecto a la cuestión
catalana. Cataluña tenía tantas ansias de independencia que el Sr.
Macià proclamó el mismo día 14 de abril la República catalana
como Estado integrante de la Federación ibérica. Sin embargo, un
problema que podría haber evolucionado a una situación extrema y
violenta y que llevaba enconado muchísimos años fue solucionado
rápidamente con una negociación seria con los catalanistas desde el
gobierno de España. De hecho Pla refleja que
“en los meses venideros, el problema de Cataluña no será más que un pequeño detalle accesorio de la cuestión electoral. ¡Ganar las elecciones! ¡Ganar las elecciones siempre! ¡Ganar las elecciones como sea! En los próximos meses, el problema catalán va a quedar reducido a esto.”Y así, poco a poco, el tiempo va pasando llegando a las anotaciones del 10 de enero de 1932, donde Pla hace un repaso de determinadas personalidades cuya relevancia antimonárquica y en contra de la dictadura era tremenda pero que con el advenimiento de la República habían decaído. Escritores, políticos e intelectuales, que me han hecho recordar la frase acuñada por el escritor Manuel Vázquez Montalbán: “Contra Franco vivíamos mejor.”
El
libro termina con un repaso de “Las cuestiones esenciales”, donde
fundamentalmente Pla se refiere a sí mismo como un hombre
eminentemente práctico y que, por lo tanto, choca con un gobierno
que quiere hacer muchas cosas pero que no sabe qué camino tomar para
hacerlas, y pone como ejemplo el de la reforma agraria, acabando todo
con el “ya veremos...vuelva usted mañana”, y lo mismo con el
problema de la Iglesia o la cuestión catalana. Y como podemos ver en
esas estamos...
Muy interesante y muy actual. Este país no avanza; afortunadamente quedan los testimonios de aquellxs intelectuales capaces de reflejarlo, con ironía generalmente, única arma para distanciarse, para evitar el desencanto que conduce al infierno personal...
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