Madrid. El advenimiento de la República de Josep Pla - Sebastián Fontana Soler (Arden)


En España el advenimiento de la República el día 14 de abril de 1931 supuso un cambio radical de régimen político. Hasta ese momento el sistema político republicano solo había sido un experimento que apenas duró menos de dos años, desde el mes de febrero de 1873 hasta el mes de diciembre de 1874, que naufragó en medio de la inestabilidad política, con cuatro presidentes en un período tan corto de tiempo, y tres conflictos armados a la vez (insurrección en Cuba, sublevación cantonal y guerra carlista), que llevaron a su abrupto final. Con estos antecedentes era de prever que la andadura de la Segunda República española no fuera un camino de rosas, como así resultó, pero ¿cómo se llegó a su proclamación? ¿cómo se vivieron esos primeros momentos? Trataremos de contarlo a través de la visión del escritor y periodista catalán Josep Pla, el cual llegó a Madrid ese mismo día 14 de abril de 1931 para seguir de cerca los acontecimientos.


Josep Pla, el hombre contradictorio

Se podría decir que Josep Pla (Palafrugell, 8 de marzo de 1897 – Llufríu, 23 de abril de 1981), seguramente uno de los autores más leídos en lengua catalana, es el paradigma del hombre contradictorio. Nacido en una familia de pequeños propietarios rurales del Bajo Ampurdán, fue siempre un hombre muy ligado a su tierra, la cual sirvió de fuente de inspiración para muchas de sus obras, y al mismo tiempo fue un hombre absolutamente cosmopolita que se pasó gran parte de su vida viajando por todo el continente europeo, en un primer momento, y por el resto del mundo posteriormente. En las crónicas de sus primeros años como periodista contó sus experiencias en la Italia de Mussolini, la Alemania de Weimar de entreguerras, el París de la belle époque, el Londres de los años 20, e incluso cómo era Madrid en 1921.

No se puede decir que Pla fuera un periodista de vocación, indudablemente era un gran escritor, pero en la búsqueda de su estilo se dio cuenta de que la novela no era lo suyo, la encontraba artificial, y aunque también lo intentó con el relato, con notables pero desiguales resultados, poco a poco se dio cuenta de que a él lo que le salía de forma natural era escribir sobre la realidad, describiéndola, con lo que muchas de las crónicas de sus viajes eran artículos sobre las tierras por las que pasaba y la gente que las poblaba y sus costumbres. El periodismo le daba la oportunidad de escribir tal y como le inclinaba su temperamento, vagabundeando, improvisando, y escribiendo siempre con una visión irónica del mundo y de la moral, pero también le abocaba a estar siempre pendiente de las finanzas porque no era un oficio bien pagado.

Pla en Paris
La imagen que siempre se ha tenido de Pla es la de un escritor conservador, incluso se le ha tachado de franquista, sin embargo pretender enconsertar a Pla dentro de una etiqueta es como intentar ponerle puertas al campo. Catalanista sí, pero pasó del independentismo al federalismo y de ahí al regionalismo, y siempre fue un escritor en catalán, con el castellano nunca se acabó de encontrar cómodo escribiendo, pero siempre de un catalán alejado de la retórica, con la lengua catalana más coloquial, con un estilo que él denominaba “natural”. Era un liberal-conservador, con el orden siempre como prioridad y telón de fondo, pero al mismo tiempo en los años 20 mostró simpatías por algunos aspectos del anarquismo, consideraba que el ataque violento del anarquismo contra la autoridad era una consecuencia de las injusticias y las desigualdades sociales, pero no podía estar de acuerdo con la utilización de la violencia desde abajo. En su visita a Italia Pla entendió que el fascismo era una fuerza destructora y que el restablecimiento del orden no era más que una excusa, primero provocas el desorden y después apareces como el salvador y el que va a restablecer el orden. Pero al mismo tiempo apoyó, aunque durante no mucho tiempo, al régimen de Franco como forma de terminar con el desorden existente en España. El apoyo no duró mucho, y más cuando se impidió la publicación en catalán, y después se limitó a convivir con el régimen esperando que cayera por su propio peso, retirándose a su masía del Ampurdán en una especie de cómodo exilio interior. La visita a la Rusia soviética en los años 20, acompañado del grandísimo periodista Eugeni Xammar, y vivir el período de la hiperinflación de la Alemania de Weimar, junto a su experiencia en la Italia fascista, le hicieron un escéptico amante del orden ante todo.

Madrid, una ciudad moderna
Madrid. 1931

Con el final en el mes de diciembre de 1874 de la Primera República, España volvió a la Monarquía como sistema de gobierno, en la persona de Alfonso XII, hijo de Isabel II, inaugurando el llamado período de la Restauración, en el cual se implantó un sistema aparentemente democrático de alternancia política entre los dos partidos mayoritarios que llevó al anquilosamiento y la corrupción del Estado, lo que agravado por la problemática de las guerras coloniales, la pérdida de Cuba, Filipinas y Puerto Rico, y después las guerras en Marruecos, y la falta de solución al problema catalán y la tensión provocada por las pretensiones legítimas de la clase obrera, alentadas con lo ocurrido en la Revolución rusa, y con una represión brutal por parte del gobierno y reacciones violentas por parte de los anarquistas, llevaron al golpe de Estado y a la Dictadura del general Primo de Rivera en 1923, consentido por el Rey Alfonso XIII.

Alfonso XIII y el General Primo de Rivera
Los primeros años de la dictadura del General Primo de Rivera llevaron al restablecimiento del orden y aumentaron en cierto modo la prosperidad del país, pero al no sustentarse en un verdadero apoyo popular ni político, al no contentar a ninguna de las facciones políticas, y con la caída de la peseta y la crisis de 1929 el régimen perdió todos los apoyos con los que podía contar, con lo que Primo de Rivera acabó marchándose en 1930. En esos momentos el Rey decidió gobernar solo, con un gobierno presidido por un general, tal y como había hecho Primo, y se entró en un impasse en que el Rey no se atrevía a imponer una dictadura ni se acababa de decidir por un sistema democrático, y entre tanto los partidarios de la República iban aumentando, y la Monarquía perdía partidarios, incluso entre los militares y la Iglesia. Esto llevó a que el Rey decidiera poner a prueba a la opinión pública convocando unas elecciones municipales para el mes de abril de 1931. Esto fue un grave error, y Pla lo comenta en uno de sus artículos, puesto que el campo, controlado por los caciques, era eminentemente conservador y monárquico, sin embargo las ciudades, donde las elecciones eran mucho más difíciles de amañar, iban a reflejar el cambio de mentalidad, así que en unas elecciones generales el resultado hubiera sido seguramente favorable a la Monarquía y la Historia de España puede que hubiera cambiado, y, sin embargo, se optó por unas elecciones municipales que adquirieron carácter de plebiscito. Y así, cuando el 12 de abril de 1931 empezaron a conocerse los resultados finales de las urnas, quedó claro que en todas las grandes ciudades los partidarios de la Monarquía habían sido derrotados. En estas circunstancias llega Pla el día 14 de abril de 1931 a Madrid, en un tren desde Barcelona, junto al político Francesc Cambó, líder de la Lliga Regionalista catalana con el que Pla tenía gran afinidad política, y sobre el que había escrito una polémica y popular biografía.


Madrid. El advenimiento de la República.

El libro de Pla es un dietario, es decir un diario personal. El dietario es una de las formas de escritura que más se adaptaba a la personalidad del autor, simplemente tenía que estar allí y observar qué ocurría en las calles, las plazas, los cafés y sus tertulias, entrevistándose y conversando con periodistas y políticos pero también con gente de la calle.

El libro empieza, precisamente, a las 7 de la mañana del día 14 de abril de 1931 en el tren que va de Barcelona a Madrid. Pla va acompañado del político catalán Francesc Cambó y de un industrial catalán, que describe con cara de dolor de muelas. Este es el típico comentario socarrón de Pla, solo con este comentario ya nos muestra cómo planea la incertidumbre del cambio político en la burguesía catalana, haciéndonos ver que el dinero siempre tiene miedo de los cambios y es conservador por naturaleza.

A las 11'30 de la mañana llega a Madrid donde le sorprende la tibieza de los periódicos republicanos. Estos hablan de la importancia del triunfo electoral pero comentando que sería prematuro hablar de un triunfo completo. La idea de fondo es que se trata tan solo de unas elecciones municipales y habría que esperar a unas generales. De hecho conversa con un amigo periodista el cual le comenta que ha hablado con don Fernando de los Ríos, destacado político socialista que formaría parte ese mismo día del nuevo gobierno republicano presidido por don Niceto Alcalá Zamora como Ministro de Justicia, y este le ha comentado que “está radiante. Dice que la República va a implantarse en España de manera indefectible antes de dos años”.

Es decir que por lo que parece no daba la sensación de que la República fuera a instaurarse de forma inminente, y sin embargo las circunstancias estaban siendo diferentes. Pla cuenta como el 13 de abril por la mañana se había reunido el Consejo de Ministros bajo la presidencia del Rey, y este pidió a los ministros su opinión sobre la situación política creada por los resultados electorales. El ministro Juan de la Cierva propone resistir con el ejército, y el general Berenguer, ministro de la Guerra, se encarga de preguntar a los capitanes generales qué postura adoptarían en caso de tener que aplicar una política de resistencia, con resultados ambiguos, tibios o contrarios, con lo que el resto de los ministros no se atreven a seguir esa política de resistencia y se opta por negociar con el Comité Republicano, es decir con los integrantes del Pacto de San Sebastián, que fue un acuerdo de todos los partidos republicanos, menos el Partido Federal Español, firmado en agosto de 1930 para conseguir el cambio de régimen político en España, al que se adhirieron los socialistas, y que llevó a la cárcel a varios de sus dirigentes, con lo que prácticamente estos pasaron de la cárcel al Gobierno.

Pla describe que cuando termina el Consejo de Ministros:

Los ministros saludan al Rey, que durante toda la reunión ha permanecido en un estado de impávida serenidad. Al despedirse del señor Ventosa, le dice:

  • Podría, seguramente, resistir. Pero la fuerza material no puede emplearse cuando no se tiene fuerza moral para ello...

Excelente observación. Es un resumen de la mayor parte de un reinado. Resulta curioso constatar que, a veces, los hombres empiezan a volverse sensatos cuando lo tienen todo perdido. Se trata, sin duda, de una buena observación. En política, ante un cúmulo de imponderables, no hay resistencia posible.”

Era un momento crítico, la resistencia podría haber ocasionado una represión brutal, amparado por parte del Ejército, e incluso una guerra civil, como se ha visto en numerosas ocasiones, tenemos los ejemplos recientes de Libia o Siria, donde los tiranos se atrincheran en el poder a pesar del rechazo popular y acaban de forma sangrienta o en una guerra civil interminable.

Sin embargo, Madrid reflejaba un aspecto de ciudad tranquila ajena que asiste asombrada cómo, hacia las 3'30 de la tarde, en el Palacio de Comunicaciones, al otro lado del Banco de España y del Ministerio de la Guerra, sube por el mástil la bandera republicana. Al llegar la noticia al Hotel Palace donde hay varios periodistas, incluido el propio Pla, salen todos disparados y se dirigen hacia allí. Mucha gente desconoce incluso que se trata de la bandera republicana, pero la noticia corre como la pólvora pasando de la perplejidad inicial al entusiasmo con lo que la masa de gente va aumentando progresivamente. Pla describe así la situación:

Perdido en medio del hormiguero, observo cómo el comercio se apresura a destruir y esconder los símbolos monárquicos. Los comerciantes, proveedores de la Real Casa, las tiendas con el escudo real, los hoteles, las fondas, los teatros y los restaurantes que tenian o aspiraban a tener el nombre ligado al régimen caído, hacen desaparecer, con una diligencia admirable, las insignias y los nombres considerados coprotederos. En el Hotel del Príncipe de Asturias, Carrera de San Jerónimo, veo una bandera republicana sobre la palabra “Príncipe” del letrero de la calle. El establecimiento se ha convertido, de forma instantánea, en Hotel de Asturias.”

La gente inunda las calles, suena el Himno de Riego, que era el de la insurrección de 1820 contra el absolutismo del Rey Fernando VII, la Internacional socialista, y hasta la Marsellesa.

Todo coge un aire de verbena triunfante, un aire de alborozo franco y desenfrenado –sólo que es una verbena política-. La gente se abraza, grita, suda, canta. Un ciudadano cualquiera, pacífico y retirado, su señora o su hija, pueden echarse a los brazos de otra persona completamente desconocida y extraña. (…) Los guardias dominan a sus caballos y siguen indiferentes en las esquinas, mano sobre mano.”

Madrid, 14 de abril de 1931

A Pla lo que auténticamente le sorprende es la facilidad cómo una monarquía de siglos cae sin ningún problema ni resistencia, ni por arriba ni por abajo, es decir ni Iglesia, ni la aristocracia ni el ejército hacen nada para defender al Rey, ni, por supuesto, el pueblo.

Miguel Maura conversando con Manuel Azaña
A las 6 de la tarde, Pla ve pasar a Miguel Maura y a Azaña en un taxi, los cuales ante la lentitud de la negociación se dirigen al Ministerio de Gobernación, lo que ahora sería el Ministerio del Interior. Pla cuenta de forma muy socarrona cómo Maura estaba impaciente y ante la falta de noticias, y con un Azaña temeroso y cobarde, decide presentarse en el Ministerio de Gobernación y que pase lo que tenga que pasar. Así que llegan al Ministerio de Gobernación y en la puerta un oficial de la Guardia Civil les pregunta que qué desean, a lo que les responden que son el Gobierno provisional de la República, así que de repente se les cuadran todos los guardias y suben al despacho del subsecretario donde Maura se identifica como nuevo ministro de Gobernación del Gobierno provisional de la República y que se marche, y así lo hace, todo contado de forma esperpéntica:

Marfil, pálido como un personaje del Greco, se pasó la mano por la barba y dijo con una voz cobarde:

  • Me doy por enterado...”

Maura se puso a llamar a todos los gobernadores de provincia y les ordena entregar el mando a los presidentes de las Audiencias.

Niceto Alcalá Zamora, nombrado ese día presidente de ese Gobierno provisional de la República, en sus memorias da una versión ligeramente diferente, pero es una versión tan buena que si no es del todo real merecería serlo.

Manifiesto del Rey Alfonso XIII

Mientras tanto las calles de Madrid están abarrotadas de gente entusiasmada que devora los periódicos de la tarde donde se publica el manifiesto del Rey, el cual, sin renunciar a sus derechos y según él para evitar la guerra civil, se marcha del país.

Pla rememora tanto la noche como la madrugada de ese día, con el Palacio Real cerrado y a oscuras mientras la multitud llena la plaza y Madrid vive una madrugada frenética de festejos, dando el toque humorístico como siempre al recordar que en la Puerta del Sol oye a una señorita de mal vivir diciéndole a una amiga con aire resignado que con esto de la República aún no se había estrenado.

En sus anotaciones de los días 14 y siguientes se nota en Pla un tono neutral, muy irónico por las situaciones chocantes con las que se encuentra, como el de la rotulación de las calles:

Mientras se ha ido limpiando la población de símbolos monárquicos, de coronas, de escudos y de aquellas bolas del arquitecto Herrera que reprersentaron, en tiempos de los Austrias, aquello de que en los dominios de España no se ponía nunca el sol. Muchas calles disponen de una nueva rotulación, surgida del corazón del pueblo, en la que se han prodigado los nombres de los héroes de la Revolución. El país ha sido pródigo en héroes, y es natural que estas personas tiren para inmortales. En los países latinos, la rotulación de las calles ha ido siempre unida a la política del momento; de ahí que haya sido tan variada y abundante.”

El dietario, sobre todo en esos primeros días, es pródigo en anécdotas, la mayoría divertidas y redactadas con mucha ironía. Otras anotaciones tienen por objeto el análisis del por qué de la caída de la monarquía, y, como siempre sucede en los libros de Pla, muchas de ellas tienen por objeto la descripción del lugar que está visitando, en este caso comparando el nuevo Madrid con el que él visitó en 1921 cuando estuvo durante un breve período como corresponsal, y su evolución desde el viejo Madrid, con su Casa Real y su aristocracia rancia, a la ciudad moderna en la que se había convertido.

Llama poderosamente la atención algunas reflexiones a lo largo del libro, en las que cambiando alguna palabra por otra, se podrían aplicar a la explicación de lo ocurrido en España recientemente:

La Dictadura fue un gobierno de personas mediocres, mejor dicho, muy mediocres, que, por el hecho de mantener durante siete años un orden social y público, lo que ha venido en llamarse la paz y la tranquilidad del país, hizo que los españoles creyeran que España era un país rico. La estabilización de la vida general, el mantenimiento del precio de la moneda, aceleró considerablemente la circulación de capitales. Se hicieron muchas cosas y pasaron tantos duros ante los ojos de la gente y a tanta velocidad, que la gente creyó que había más moneda y más asequible de la que había en realidad. Todo lo cual, claro, es relativo -relativo en relación con otros países-. Lo cierto es que se creó una ilusión económica, y que esta ilusión impulsó en buena medida el hedonismo de la gente. El hedonismo no tiene límites y, cuando se conoce, se inscribe implícitamente en el partido del progreso indefinido –en el partido de los grifos que manan siempre-.

Se produjo, sin embargo, el colapso.”

Otra de las reflexiones interesantes viene a cuento de una nueva palabra de gran éxito creada en esa época: el enchufismo, la cual, como bien sabemos todos, no solo ha tenido éxito como palabra sino que se instaló definitivamente como institución

También aprovecha Pla estas notas para analizar el carácter de algunos de los personajes de la época, como los filósofos Ortega y Gasset y Eugenio D'Ors, o el banquero Joan March, personaje turbio donde los haya y que iba a tener un papel decisivo y preponderante en el futuro de la República y de España; y, sobre todo, es muy interesante la reflexión sobre Azaña, que aunque en principio aparece como negativa después no resulta serlo tant. Le pronostica que va a ser un estadista fracasado, pero también lo atribuye a los grandes enemigos que se puede crear por la envidia española. Realmente es un artículo muy curioso cuya lectura recomiendo.

Asistentes a la conferencia de Unamuno en el Ateneo en 1930
Una vez pasados estos primeros momentos de euforia, Pla ya empieza a mostrar su descontento con el nuevo régimen político. Critica la política de Ateneo que según él se está aplicando. El Ateneo era una institución liberal, centro de gran agitación social y política. Muchos de los ministros eran ateneístas, y por lo tanto de lo que les acusa Pla es de hacer una política de salón, donde se tienen todas las soluciones pero donde lo que falta es poder aplicarlas, siendo más crítico con el que considera el paradigma del ateneísmo, don Manuel Azaña. Y, sobre todo, empieza a apuntar la deriva del país hacia el desorden. El 10 de mayo se producen disturbios que podrían haber acabado con el allanamiento del Ministerio de Gobernación y el día 11 de mayo, y con la pasividad de las fuerzas de orden público, en Madrid se produce la quema de conventos, aunque la gravedad de dichos actos queda inmediatamente atrás por nuevos acontecimientos, algo que hace notar Pla con reflexiones que a día de hoy son de igual vigencia:

En esta tierra puede ocurrir cualquier cosa, incluso algo muy grave, el acontecimiento más sensacional, uno de aquellos acontecimientos más sensacional, uno de aquellos acontecimientos que en otro país preocupan durante mucho tiempo y en los que, al cabo de poco de producirse, buena parte de la gente toma primero un aire de suficiencia, luego de real o fingida indiferencia, para acabar glosando la última ocurrencia del mometo. No creo que exista en el mundo imaginación suficiente para describir las dimensiones que tendría que tener una desgracia o un simple hecho como para llegar a interesarnos de verdad durante un tiempo prolongado. Lo único que realmente interesa es la sensación momentánea, el instante momentáneo e inmediato.”

Y es que, en realidad, las cosas no han cambiado tanto. En el libro Pla refleja la nueva política, que en realidad lleva a un nuevo tipo de caciquismo, y escribe frases tan lúcidas como que “No hay nada peor en política que las cristalizaciones mentales”, y también observamos que las críticas que se realizan a según qué políticos tampoco han cambiado, porque Pla hace una crítica de la indumentaria de los nuevos diputados, elegidos en las elecciones generales del mes de junio y que representaban partidos de raigambre más popular. Estas críticas no se alejan mucho de las realizadas a los diputados de determinados partidos en las últimas dos elecciones generales, donde parece que lo importante no era el discurso político sino si tal o cual diputado llevaba vaqueros o rastas, además de criticar la demagogia de los nuevos partidos de izquierda. Y es que en definitiva, y como se refleja en este libro, España en esencia es el mismo país.

Manifiesto proclamando la República catalana

También es curioso el paralelismo con la época actual respecto a la cuestión catalana. Cataluña tenía tantas ansias de independencia que el Sr. Macià proclamó el mismo día 14 de abril la República catalana como Estado integrante de la Federación ibérica. Sin embargo, un problema que podría haber evolucionado a una situación extrema y violenta y que llevaba enconado muchísimos años fue solucionado rápidamente con una negociación seria con los catalanistas desde el gobierno de España. De hecho Pla refleja que 

“en los meses venideros, el problema de Cataluña no será más que un pequeño detalle accesorio de la cuestión electoral. ¡Ganar las elecciones! ¡Ganar las elecciones siempre! ¡Ganar las elecciones como sea! En los próximos meses, el problema catalán va a quedar reducido a esto.”
Y así, poco a poco, el tiempo va pasando llegando a las anotaciones del 10 de enero de 1932, donde Pla hace un repaso de determinadas personalidades cuya relevancia antimonárquica y en contra de la dictadura era tremenda pero que con el advenimiento de la República habían decaído. Escritores, políticos e intelectuales, que me han hecho recordar la frase acuñada por el escritor Manuel Vázquez Montalbán: “Contra Franco vivíamos mejor.”

El libro termina con un repaso de “Las cuestiones esenciales”, donde fundamentalmente Pla se refiere a sí mismo como un hombre eminentemente práctico y que, por lo tanto, choca con un gobierno que quiere hacer muchas cosas pero que no sabe qué camino tomar para hacerlas, y pone como ejemplo el de la reforma agraria, acabando todo con el “ya veremos...vuelva usted mañana”, y lo mismo con el problema de la Iglesia o la cuestión catalana. Y como podemos ver en esas estamos...




1 comentario:

  1. Muy interesante y muy actual. Este país no avanza; afortunadamente quedan los testimonios de aquellxs intelectuales capaces de reflejarlo, con ironía generalmente, única arma para distanciarse, para evitar el desencanto que conduce al infierno personal...

    ResponderEliminar

No hay comentarios