Pregunté
a mi madre por qué no podíamos tener libros y me contestó: «El
problema con un libro es que nunca sabes qué contiene hasta que es
demasiado tarde».
Jeanette Witerson es una escritora
inglesa nacida en 1959 y galardonada dos veces con el premio Lambda
Literary Award que
se atrribuye anualmente a obra publicadas sobre temática LGTB, por
sus obras Escrito
en el cuerpo
y ¿Por qué ser
feliz cuando puedes ser normal?.
Adoptada por unos padres de
confesión evangélica, en el seno de una familia en la que el
fervor religioso se imponía frente a cualquier otra circunstancia,
creo que se puede afirmar que su infancia y adolescencia fue de todo
menos normal. Precisamente esa normalidad a la que su madre parecía
aludir cuando le hizo la pregunta que da título a la autobiografía
de la autora: «¿Por qué ser feliz cuando puedes ser
normal?» Imagino que la señora Winterson entendía
“normalidad” como sinónimo de heterosexual y esto, junto con
otras cosas, fue la gota que colmó el vaso de las razones por las
que Jeannette Winterson abandonó el hogar familiar a los dieciséis
años para estudiar en Oxford. Ella prefirió ser feliz con su amante
mujer antes que ser “normal” en un hogar en el que no se sentía
querida ni comprendida.
No lo tuvo Winterson fácil en
absoluto, la estrechez de miras de su madre era más que notoria y
frases como las que encabeza este artículo y como la que ya he
mencionado son un claro ejemplo de esas dificultades y lo que es más
importante, de la sensación de no sentirse integrada en esa familia
que le había tocado en suerte. Porque al igual que su madre afirma
que “fueron a elegir la cuna equivocada”, Jeanette podría
también desear que ójala no se hubieran equivodao y elegido otra.
Mientras le
tocaba vivir esa vida que ella no había elegido leía muchísimo,
siempre a escondidas de su madre ya que no le estaba permitido leer
ficción: «mi madre no quería que los libros cayeran en
mis manos. Nunca se le ocurrió que sería yo la que caería en los
libros, que me metería dentro de ellos para conservarme a salvo».
Hasta tal punto llegaba esa prohibición que cuando su madre
descubrió los libros que escondía los quemó como castigo por su
desobediencia. Y pienso que fue una suerte para nosotros, los
lectores, porque a partir de aquel momento, ante la visión humeante
de los restos de papel, Jeanette decidió que era ella la que iba a
escribirlos.
En Oxford solicitó plaza en
filología inglesa porque «era
lo más imposible que podía hacer»
y
aunque no consiguió entrar en un primer intento, finalmente lo logró
para el año siguiente... y
chocó contra los prejuicios masculinos, dice,
refiriéndose al programa de lectura en el que solo figuraban cuatro
mujeres: «Oxford
no era un pacto de silencio en lo que a las mujeres se refiere; era
un pacto de ignorancia». Ella
quería escribir, ser escritora de sus propios libros.
Estamos hablando de mediados de los años 70, de como en la época
las mujeres eran todavía consideradas como meras amas de casa y eran
los hombres los que tenían el poder económico. Las reflexiones de
Winterson acerca de la igualdad no tienen desperdicio, son poco
convencionales, como no podría ser de otra manera «Yo
era una mujer. Yo era una mujer de clase trabajadora. Yo era una
mujer que quería amar a las mujeres sin culpabilidad ni burlas. Esas
tres ideas formaban la base de mi pensamiento político, no los
sindicatos ni la lucha de clases tal y como la entendía la izquierda
masculina. »
Jeanette
Winterson publicó su primera novela Oranges Are Not
the Only Fruit
en 1985, a
las 24 años, traducida
al castellano como Fruta
prohibida.
Esta
novela obtuvo el premio Whitbread
Award
a la mejor primera novela Se
trata de una ficción semibiográfica en la que el personaje
principal también llamado Jeanette se inspira mucho en la propia
autora. De hecho, cuando el libro se publicó su madre le dijo que
«Es la primera
vez que he tenido que dar un nombre falso para pedir un libro» .
En esta novela, igual que sucedió en la vida real y que aparece
narrado en su autobiografía, el personaje principal descubre y
acepta su homosexualidad como algo natural, como algo que le hace
feliz y en una apuesta arriesgada, teniendo en cuenta la época,
abandona su casa y decide encontrar su lugar. Algo que su madre nunca
le perdonará. Y
con ese algo, me refiero tanto a la publicación del libro como al
hecho de que Jeanette Winterson prefieriera ser feliz.
Siendo
muy pequeña, Jeanette
creyó encontrar
su partida de nacimiento y en
ella el nombre de sus
padres biológicos. Más adelante cuando escribió el guión de Fruta
prohibida para la
televisión, cambió el nombre del personaje principal y le puso
Jess, por Jessica, el nombre de su madre biológica. Esta adaptación
televisa fue aclamada, no solo por la historia que contaba sino
por la forma en que había sido tratada. La autora misma menciona en
su autobiografía que supuso un hito en la cultura gay. También
menciona que quizás pensó que su madre biológica ataría cabos al
ver su obra de televisión pero no fue así. Aquella
no era su partida de nacimiento, encontró los verdaderos documentos
tras la muerte de la segunda esposa de su padre, en una caja, aunque
tampoco hizo nada.
Después
de una dolorosa ruptura sentimental que la llevó hasta plantearse el
suicidio, esta mujer remontó de nuevo el vuelo y gracias, una vez
más, a los libros. En estas memorias, sobre todo en esta parte, nos
habla continuamente de la dualidad, de
una especie de doble identidad, de
lo que supone “haber nacido dos veces” una cuando nació, otra
cuando la adoptaron. Habla
de la locura y de la cordura, de morir y renacer, de escribir y de
leer, Fue el hecho de ponerse a escribir un libro lo que le hizo
salir del pozo en el que había caído en lucha con su particular
criatura interior. Un libro para niños:
La Criatura que apareció en la
habitación estaba partida en dos justo por la mitad, de modo que una
parte tenía un ojo y una ceja, un agujero de la nariz, una oreja, un
brazo, una pierna, un pie, y lo mismo la otra mitad. Bueno, casi lo
mismo, porque como si la Criatura no fuera ya lo bastante
sorprendente, una mitad era de hombre y la otra mitad era de mujer.
Superada esta etapa que ella
denomina de “locura” Jeanette conoció a su pareja actual y,
gracias a esa estabilidad, se sintió con fuerza para iniciar la
búsqueda de su pasado y conoció
a su madre biológica y a
su hermano,
y si bien este tema no tuvo una conclusión feliz del tipo “y
comieron perdices”, creo que de alguna forma Jeanette se reconcilió
con ese
pasado que nunca llegó a vivir: «Existe
un gran vacío entre nuestras
vidas. Ella todavía está molesta con
el
mundo Winterson. Se echa la culpa, pero
yo prefiero ser este yo
—el yo en el que
me he convertido— que el yo en el que
podría
haberme convertido sin libros,
sin educación, y sin todas las cosas
que
me han sucedido a lo largo del camino.
Creo que soy
afortunada.
»
No
puede tacharse a Winterson de ser una escritora de tal o cual género,
sus obras trascienden todos ellos y es difícil encasillarla.
Documentándome para este artículo he visto opiniones de todo tipo
si bien las que más predomina es que es una escritora peculiar, que
su estilo es particular... Por
ejemplo, en
nuestro foro sus
libros están
ubicados en varios subforos: ciencia-ficción
(Planeta Azul, The
Stone Gods, 2007),
fantasía (Espejismos,
Sexing the Cherry, 1990),
terror y gótica (La mujer
de púrpura, The
Daylight Gate, 2012)
además de contemporánea, en el que están todos los demás que
están traducidos al castellano: La
pasión, The passion
(1987), Escrito en el
cuerpo, Written On The Body (1992),
La niña del faro,
Lighthousekeeping
(2004), La
carga, Weight
(2005), El guardián del
tiempo, Tanglewreck
(2006).
Y la verdad es que una vez conocida
esa vida que nos cuenta en ¿Por
qué ser feliz cuando puedes ser normal?
lo
que te queda es un enorme interés por conocer más de esta mujer hoy
convertida en una
de las mejores escritoras anglosajonas de la época contemporánea. Y
qué mejor hacerlo que a través de sus obras. Os invito a conocerla,
no decepciona, aunque ya he advertido, de alguna manera, que no es
una autora fácil. Quizás porque es original, quizás porque se aparta
de los convencionalismos a la hora de contarnos sus historias. No
importa, creo y estoy firmemente convencida de que lo importante es
disfrutarla.
Disfruté tremendamente leyendo ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? y me quedé con ganas de leer más sobre esta escritora desgarrada y desgarradora, con un sentido del humor raro (por lo absurdo y por lo escaso) y con una sinceridad que impacta. Me gusta mucho el artículo, refleja bien esa pasión y tormento, que puede llegar a ser esperanza, de la escritora
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