James
Joyce
Unas pinceladas sobre las obras
Pero….
¿se puede hacer una película entera y fiel a un relato de no muchas
páginas?
Sí,
vaya si se puede. ¿La prueba?: la película "Dublineses. Los
Muertos", de John Huston, basada en el relato "Los
Muertos", de James Joyce.
Si
difícil es reseñar obras literarias, aún lo es más escribir sobre
su adaptación al cine. Rogando pues su indulgencia, intentaré en
este artículo presentarles algunos datos y apreciaciones tanto sobre
el relato como el film, esperando que les permitan disfrutar aún más
de las creaciones de estos dos grandes en sus respectivas artes.
El
relato
Poca
presentación necesita el universal irlandés autor de su propio
"Ulises". James Joyce nace en Dublín 1882 y fallece en
Zurich en 1941 pero, a partir de 1904, reside voluntariamente fuera
de Irlanda (sucesivamente en Trieste, Zurich, Paris y, de nuevo,
Zurich).
En
cuanto al texto de Joyce que inspira la película de Huston, se trata
del último de los quince relatos que contiene su libro "Dublineses".
El libro fue escrito en 1904, aunque publicado sólo en 1914. Por más
que sea una obviedad, no está de más mencionar que, como la obra de
Joyce en general, el libro rezuma Irlanda y, más precisamente,
Dublín. A principios del Siglo XX, Dublín es la segunda ciudad más
grande del entonces Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, y su vida
social y política se ve progresivamente dominada por la cuestión de
la independencia de Irlanda. Como veremos más adelante, este tema
aparece de forma destacada en el relato y, por supuesto, en su
recreación para la gran pantalla.
La
acción de "Los Muertos" se desarrolla en un nevado Dublín
en la noche de Epifanía de 1904. Las hermanas Morkan (Kate and
Julia, dos entrañables viejecitas), junto con su también soltera
sobrina Mary Jane, dan su tradicional baile anual. Asisten, entre
otros, su sobrino Gabriel Conroy y la esposa de éste, Gretta Conroy.
La mayor parte del relato se desarrolla en casa de las señoritas
Morkan, aunque el momento decisivo acontece en la habitación del
hotel en el que Gabriel y Gretta han decidido pasar la noche tras el
baile. En este artículo no desvelaré muchos datos sobre el
contenido de la última escena; los amantes del suspense pueden
seguir leyendo -relativamente- tranquilos.
Quizás
resulte interesante para el lector saber que el libro "Dublineses"
ha sido traducido al castellano, entre otros, nada menos que por
Guillermo Cabrera Infante1.
La
película
John
Marcellus Huston nace en Missouri en 1906,
y fallece en Rhode Island en 1987. Su vida, azarosa, así como su
personalidad, han sido a menudo comparadas a la de sus coetáneos
Ernest Hemingway y Orson Welles. Su filmografía como director es
impresionante, y daría pie a páginas de comentarios. Refiramos aquí
simplemente que comienza en 1941 con "El Halcón Maltés" y
finaliza en 1987 con, precisamente, "Los muertos".
En
efecto, Huston rueda su última película ya en un muy precario
estado de salud2,
afectado por un enfisema pulmonar y postrado en silla de ruedas. El
rodaje comienza el 19 de enero de 1987 y dura 33 días. La película
está lista en abril, y Huston muere a finales de agosto3.
El
guion lo escribe su hijo Tony, quien también asiste a su padre en la
dirección de la obra en sus momentos de más debilidad. El papel
(clave en la historia) de Gretta Conroy está interpretado por su
hija, Anjelica, a la que Huston había dirigido dos años antes en
"El Honor de los Prizzi" (y, en 1967, en su debut como
actriz en "Un Paseo con el Amor y la Muerte"). Durante el
rodaje, Anjelica enferma de mononucleosis, aunque, consciente de la
extrema fragilidad de su padre, apenas se ausenta del mismo.
Al
mismo tiempo que la película, se hace también un documental sobre
su rodaje. Huston había pensado para ello en su hijo menor, Tommy,
pero éste había recibido una oferta -que acepta- de Disney para
rodar otra película durante este periodo.
Si
añadimos a todo ello el que, disgustado por las purgas macartistas,
Huston se había mudado a Irlanda en 1953, vivió allí4
durante décadas y acabó obteniendo la nacionalidad del país, el
valor sentimental que esta su última película tuvo para el propio
director no necesita de más glosa.
John
Huston con sus hijos durante el rodaje de la película
Es
importante aclarar que, quizás por razones comerciales, la versión
en español de la película de Huston fue distribuida con el nombre
"Dublineses" (es decir, con el título del libro que agrupa
los 15 relatos), con la mención de "Los Muertos" incluida
sólo a modo de subtítulo en una línea inferior.
Cartel
de la película en inglés
Adaptando
el relato al cine
Todas
las críticas son unánimes en lo que cualquier lector/espectador
constatará también fácilmente por sí mismo: la película es
extremadamente fiel al relato. De hecho, la experiencia de seguir la
película con el libro en la mano depara numerosas y gratas epifanías
en las que el espectador/lector puede comprobar que las
intervenciones de los actores reproducen textualmente los diálogos
del relato.
Pero
el director usa también otros recursos para conseguir dicha
fidelidad. Por ejemplo, todos los actores, excepto Anjelika Huston,
están formados en los teatros Abbey y Gate de la capital de
Irlanda5.
También, en la versión original se aprecia con claridad que los
intérpretes utilizan la característica pronunciación y entonación
del inglés hablado por los dublineses.
Sin
embargo, es imposible conseguir una literalidad absoluta en la
adaptación de un texto literario al cine. Visionar la película
desde el relato nos proporciona la interesante experiencia de
descubrir las distintas técnicas que el guionista utiliza para
transformar lo que en origen es un texto con un narrador omnisciente
en una acción cinematográfica no narrada por nadie.
- Por ejemplo, a la llegada de los esposos Conroy a la fiesta, el narrador del relato nos presenta con cierto detalle las dudas de Gabriel acerca del discurso que tendrá que pronunciar más tarde durante la cena. Transcribiendo el párrafo en cuestión a lenguaje cinematográfico, la película nos muestra durante unos instantes a un Gabriel pensativo. Pero como, obviamente, esto no es suficiente para informar al espectador de la razón de su cavilar, el guionista pone la explicación en boca de su mujer, Gretta, quien en ese momento pasa junto a él charlando con sus tías.
- Más adelante en el relato, el narrador nos cuenta como el simpático (aunque algo borracho) Freddy, está contando cierta historia a otro de los asistentes, el señor Browne. Joyce quiere enfatizar el buen gesto de este último, quien, intentando recomponer a Freddy para el resto de la velada, le sirve una limonada en vez de un vaso de whisky; el escritor no nos da ningún detalle sobre lo que Freddy está contando al señor Browne. Sin embargo, en la película, la escena requiere obviamente poner algo específico en boca de Freddy. La creatividad del guionista suple la falta de concreción de Joyce en este punto con una historia que resulta del todo creíble y apropiada al personaje que la relata.
- Joyce incluye en el cuento ciertos detalles descriptivos sobre la decoración de la casa de las señoritas Morkan. Estos detalles van más allá de la pura ambientación, y juegan un papel importante en el retrato no tanto de la casa sino de las propietarias mismas. Se podría pensar que adaptar la descripción del interior de una casa al cine no debe ser particularmente difícil; sin embargo, lo es cuando se trata de pequeños objetos y fotografías a los que planos muy generales de los salones no darían toda la importancia que poseen en el relato, ya que pasarían desapercibidos en ellos. El director lo soluciona introduciendo, durante una de las interpretaciones musicales de la noche, un plano en el que la cámara viaja a muy corta distancia sobre esos objetos y fotografías.
La
película se toma también ciertas licencias con respecto al relato.
Destacaría tres:
- El guiño -amistoso- de la señorita Ivors (la encarnación del nacionalismo irlandés en la historia, tema del que hablaremos más adelante) a Gabriel Conroy antes de su común baile. Sin ser necesario, este guiño sugiere que ambos se conocen; aquí quizás podamos decir que Huston facilita la mejor comprensión del relato. En efecto, en su texto, Joyce no da a entender que ambos se conocen (esto se deduce sólo ya avanzado el diálogo entre los dos personajes), con lo que el lector puede en un primer momento juzgar exagerada la familiaridad con la que la señorita Ivors se dirige a Gabriel.
- La licencia más llamativa que se permite Huston es la introducción de la recitación por un invitado de la traducción inglesa de un poema irlandés ("Donal Óg")6. Con este recurso, Huston consigue añadir una mención a Lady Gregory7, dramaturga y, en lo que es más interesante para el propósito de esta reseña, gran figura del renacimiento cultural romántico irlandés. Sin embargo, desde el punto de vista de la propia historia, la mayor innovación es la muy intensa reacción de Gretta al poema. La cámara se detiene con atención en ella, anunciando, de algún modo, la última escena del relato/película. Si bien ello no desvirtúa la historia de Joyce, no deja de ser una anticipación del final que el autor no incluyó en su obra. De todos modos, Huston, en este punto, tampoco quiso cargar las tintas, ya que decidió no incorporar a la película uno de los tres cortes de la reacción de su hija que se filmaron, en el cual ella mostraba una expresión que John juzgó excesivamente trágica8.
- En su relato, Joyce no nos explica la razón del temprano abandono de la fiesta por parte de la señorita Ivors. Nos dice, eso sí, que se va contenta, que lo hace con una cierta prisa y que rechaza todas las propuestas de ser acompañada a casa. En la película, sin embargo, la misma señorita Ivors nos presenta la causa de su precipitada salida: va a asistir a una reunión política de un comité nacionalista, en la que participará el mismísimo Collins, héroe de la lucha por la independencia. Es, qué duda cabe, una libertad importante que se toman los Huston sobre el relato – pero, releyendo el texto a la luz de las explicaciones que la señorita Ivors da en el film… ¿no es al fin y al cabo lo que Joyce quiso decir sin mencionarlo?
¿Hay
omisiones en la película? Si las hay, son mínimas. El que esto
escribe creyó haber encontrado el Santo Grial cuando advirtió que,
a la salida de la fiesta, nadie cuenta la historia del caballo
Johnny, que Joyce refiere en el texto con evidente deleite. Falso
triunfo: en el viaje en coche al hotel, Gabriel cuenta a Gretta dicha
historia siguiendo casi literalmente a Joyce. Por lo demás, la
película desplaza ligeramente ciertas líneas de diálogo en el
tiempo, respetando en todo momento el espíritu de cada escena y del
conjunto.
Subrayado
especial merece la adaptación de los últimos párrafos del relato,
en los que se encuentran la clave de bóveda de la historia. El texto
de Joyce es una descripción de los pensamientos de Gabriel hecha por
el narrador. Los Huston deciden poner esas reflexiones interiores de
Gabriel en su propia voz; la cámara nos lo muestra pensativo y,
progresivamente, nos presenta también imágenes de las situaciones y
lugares a las que el monólogo interior de Gabriel se va refiriendo.
El resultado es que el texto, mensaje y sentido del cuento se ven y
escuchan en la pantalla con toda la fuerza del texto de Joyce.
Los
temas del relato/película
Me
atrevo a decir que el relato "Los Muertos" (como el de
otros de Joyce) no anda muy lejos de los que escribía el gran
maestro Chejov: bajo el barniz de la aparente trivialidad del
argumento y sus situaciones, se esconde una insospechada riqueza de
temas y emociones.
Modestamente,
yo he encontrado los siguientes:
- Dublín, el Dublín de Joyce: como ya hemos señalado, Dublín es, qué duda cabe, un protagonista fundamental del relato. Cierto es que el título global del libro ("Dublineses") apunta más a los habitantes de la ciudad que a la ciudad en sí, y sería por supuesto absurdo pretender que Joyce no pretende presentarnos un abanico de los tipos humanos que pueblan la capital de Irlanda en los albores del Siglo XX. Pero no es tampoco menos cierto que la ciudad en sí juega un papel en sus relatos (como en su "Ulises") que va más allá del mero decorado.
Aunque
no llega a dar la dirección precisa de las casa de las señoritas
Morkan, Joyce la emplaza explícitamente en Usher's Island, nombre
que recibe un tramo de la ribera derecha del Rio Liffey a su paso por
el centro de Dublín. El autor ayuda al lector a situar la casa en el
conjunto más amplio de la ciudad mediante referencias a dos hitos
cercanos en la ribera opuesta (los 15 Acres del Parque Fénix y el
Palacio de Justicia9).
Todas
las fuentes sitúan la acción de "Los Muertos" en el
número 15 de Usher's Island10.
En esa casa habrían vivido unas tías de Joyce con las que el
escritor habría pasado fiestas navideñas de joven11.
Una simple búsqueda de esta dirección en internet arroja como
resultado muchas fotografías del edificio y sus alrededores
inmediatos. Para encontrarla físicamente, el visitante a Dublín
podrá guiarse no sólo por los mapas, sino también por la llamativa
estructura del puente "James Joyce", construido por el
arquitecto valenciano Santiago Calatrava en su reconocible estilo
justo a la altura del número 15 en cuestión.
El
momento final del relato y la respectiva última escena de la
película tienen lugar en un clásico establecimiento hotelero
dublinés todavía en funcionamiento: el Hotel Gresham.
- El nacionalismo irlandés: como hemos señalado, el nacionalismo irlandés está encarnado en el relato y en la película por la señorita Ivors, a la que Joyce y Huston nos retratan como una joven entusiasta, políticamente comprometida y activista. Todo lo que el relato nos da a conocer sobre la señorita Ivors (sus gustos, sus actividades) está teñido por su convicción nacionalista. Pero quizás más interesante que la persona de la señorita Ivors en sí es la función del personaje como trasunto de la irrupción del nacionalismo irlandés en la previsible vida social de las clases acomodadas dublinesas del momento. En su desafiante diálogo con Gabriel, lo que al fin y al cabo hace la señorita Ivors es introducir una dimensión política en dos actividades que para su compañero de baile, hasta ese momento, no la tenían: su colaboración literaria para un periódico (sospechoso de ser próximo al poder británico) y el destino de sus vacaciones (el extranjero, al que la señorita Ivors opone nada menos que las Islas Aran, el epítome de la Irlanda celta virgen de influencia anglosajona). La decidida señorita llega, medio en broma medio en serio, a acusar a Gabriel de "Británico Occidental"12.
¿Qué
nos quiere decir Joyce? ¿Quién de los dos personajes está más
cerca de lo que él pensaba sobre el nacionalismo? ¿Le parece algo
positivo la presencia del nacionalismo en la fiesta, o quizás sea
algo que lamenta? El que esto suscribe ha encontrado en internet ríos
de bytes acerca de Joyce y el nacionalismo irlandés, y le resulta
difícil formular una opinión al respecto. Si la "irlandesidad"
de Joyce está fuera de toda duda, también lo está su rechazo al
fomento de la lengua gaélica y al catolicismo como aglutinadores de
la oposición al dominio británico, y no parece discutible que su
difícil relación con el catolicismo fue una razón más poderosa
para su voluntario exilio de Irlanda que la pertenencia de la isla al
Reino Unido. Sea de uno u otro modo, mediante el personaje de la
señorita Ivors, Joyce hace de excelente notario de la irrupción del
nacionalismo en el ambiente social que su relato retrata.
Huston
añade tres elementos al relato que podrían suscitar también
interesantes reflexiones al respecto de su posición acerca del
nacionalismo irlandés. Ya hemos referido que las explicaciones de la
señorita Ivors sobre su temprana partida de la fiesta no se
encuentran en el texto. Además, en la película la tía Kate
proscribe explícitamente la política de su mesa para asegurar la
concordia durante la cena. El cochero que recoge a Freddy Malins y su
madre a la salida de la fiesta (del que el relato sí deja claro que
no conoce Dublín) añade que es nativo, precisamente, de las islas
Aran.
- La religión: el relato cuenta con un personaje protestante, el señor Browne. La manera en la que se nos revela su adscripción religiosa es interesante. No lo hace el narrador, sino Mary Jane, quien no utiliza el término "protestante" sino los elípticos "de la otra confesión". Sea o no una convención de la época, el caso es que Mary Jane no lo define como "inglés" o "británico", es decir, no niega a la persona "de la otra confesión" su pertenencia a la comunidad irlandesa.
El
diálogo entre el señor Browne y Freddy sobre las costumbres de los
monjes católicos del monasterio en el que Freddy planea una estancia
(¿para curarse de su adicción a la bebida?) ocupa un lugar muy
importante tanto en el relato como en la película. De nuevo, es
difícil saber quién de los dos personajes está más cerca de las
convicciones de Joyce. Por un lado, las preguntas del señor Browne
ponen de relieve el aparente absurdo de ciertas costumbres extremas
de los monjes (como el dormir en ataúdes). Por otro lado, el autor y
el director, de modo perceptible, buscan suscitar en el
lector/espectador una cierta simpatía por la candidez con la que
Freddy defiende la motivación altruista de los monjes frente al más
mercantilista racionalismo del señor Browne.
Al
respecto de la presencia de la religión en el relato/película,
resulta también destacable la rebelión de la tía Kate ante injusta
exclusión de su hermana Julia del coro parroquial por parte de los
sacerdotes responsables. Es una rebelión que llega -casi- a poner en
cuestión la autoridad papal. La tía Kate no tiene más remedio que
recoger velas, pero no sin ofrecer urbi
et orbe
un vehemente ejemplo del muy irlandés sentido de la justicia frente
a la arbitrariedad.
- El alcohol: lugar común o no en un relato de temática irlandesa, lo cierto es que Joyce, en el retablo de la sociedad dublinesa que hace en "Los Muertos", incluye al personaje del hijo tarambana adicto sin remedio al whisky (Freddy Malins). De hecho, ni los excesos del alcohol ni el personaje mismo de Freddy son elementos menores del relato, porque Joyce se recrea en ellos cuando nos presenta la preocupación de las tías por el estado en el que Freddy aparecerá en la fiesta, así como la decepción de su madre ante el estado en el que lo hace. Sobre este punto sí me atrevo a aventurar una conclusión: Joyce quiere "absolver" a este personaje arquetípico y a todos aquellos a los que representa. No sólo porque hace decir a sus tías al final de la velada que, en el fondo, Freddy es un buen chico, sino también por la manera en la que Joyce presenta el grado de ebriedad del personaje: lo suficientemente borracho para que sus intervenciones caigan como una mosca en la sopa de una cena burguesa, pero no tanto como para arruinar la velada a sus tías. La versión cinematográfica (y el actor que encarna a Freddy) plasman de manera magistral este delicado punto de equilibrio que permite al personaje seguir siendo un miembro de la sociedad dublinesa a pesar de la desaprobación general de su conducta. El término "equilibrio" no parece artificioso si sabemos que, en el rodaje, cuando el actor que interpreta a Malins comenzó en cierto momento a sobreactuar; Huston lo llevó aparte para decirle "Freddy consume alcohol, no cocaína"13.
- Dos discusiones ajenos al siglo XIX pero que serán muy intensas durante el siglo XX (y aún en la actualidad). La primera es la igualdad de la mujer (Joyce encarna al nacionalismo no en hombre sino en una mujer; la cual, además, en todo recuerda a las sufragistas ya activas en aquellos momentos). La segunda es la discriminación racial: Freddy pregunta abiertamente a los comensales si no piensan que un tenor de color que canta esos días en Dublín (no en la Opera, como se insinúa que debiera, sino en un teatro de varietés) pueda tener una buena voz por el hecho de serlo.
- El deseo sexual, tema bien querido a Joyce. Está presente de manera muy explícita en un momento del relato, cuando el narrador nos presenta los pensamientos y gestos de Gabriel a su llegada al hotel tras la fiesta con su mujer. En cambio, la película, conscientemente o no, no presenta este elemento de manera tan explícita.
- El amor frustrado es otro gran tema de la historia que aparece con algo más de fuerza en la película que en el relato. Sin entrar en detalles que puedan destripar la resolución de la trama, la película incluye o enfatiza ciertas pistas que atraen la atención del espectador hacia esta dimensión de la historia. Señalaré el deleite con el que la cámara refleja la reacción de Gretta al poema que se recita durante la velada (situación que, como hemos indicado, no figura en el relato), y el despliegue de recursos interpretativos de la actriz que encarna a la tía Kate cuando habla del tenor al que admiró en su juventud.
- La muerte: obviamente, la muerte está presente en el relato, y ya desde el título. Permítaseme ser también discreto en este punto.
- Sin embargo, más allá de los temas del amor frustrado y la muerte, así como de la general nostalgia que destilan el relato y su adaptación al cine, el tema principal del relato es, en mi modesta opinión, el inexorable transcurso del tiempo.
En
efecto, el relato y su fiel transcripción a la pantalla grande van
desgranando situaciones que permiten a los personajes concluir que
"ya
nada es como antes".
Dicho de otro modo, situaciones que contraponen un más lozano pasado
con un decepcionante presente.
En
ocasiones, el relato opone dichos conceptos de forma explícita, como
cuando el narrador describe las dudas de Gabriel acerca de si debe
mencionar en su discurso la más generosa hospitalidad de las
antiguas generaciones frente al carácter más abrupto de las nuevas.
También, durante la cena, varios comensales mantienen que ya no hay
cantantes de ópera como los de antaño.
Pero
quizás el momento en el que este tema está tratado con más fuerza
es la interpretación por la tía Julia de un aria de Bellini. La
película no deja lugar a dudas: la voz de la antigua cantante de
coro ha conocido mejores tiempos. Además del sonido roto y gastado
de su voz, los planos de la ya anciana mujer sólo hacen que reforzar
esa impresión. Les invito sin embargo a comparar esta escena con el
párrafo correspondiente del relato. En apariencia, Joyce alaba la
voz de la mujer durante varias líneas. Pero unas muy escasas
palabras ("Esto
[el aplauso] sonó tan genuino…")
bastan para revelarnos la verdadera naturaleza de la prestación de
la tía Julia, que no es ciertamente la de una cantante en plenitud
de facultades, sino que está más bien a mitad de camino entre lo
patético y lo entrañable, punto que Huston (y la actriz) plasman a
la perfección en la película.
Más
allá de los momentos concretos, sin embargo, toda la primera parte
del relato/película supura un lamento por el paso del tiempo. El
contraste entre, por un lado, la concatenación de elementos de la
establecida tradición (el acontecimiento en sí, la interpretación
al piano de Mary Jane, la canción de la tía Julia, la cena, el rol
de Gabriel en el trinchado de la carne, etc.) y, por otro, los
cambios que inexorablemente produce el paso del tiempo en los
protagonistas y en sus vidas, produce un efecto paradójico: la
tradición, a través de su repetición, no acaba sino subrayando la
impermanencia de aquello que pretende preservar (en este caso, la
juventud, la voz, la hospitalidad, la presencia de los ya ausentes).
De ese contraste surge la profunda nostalgia que impregna el relato y
la película; nostalgia magistralmente encapsulada en la escena en
la, a la salida de la fiesta, Gretta escucha, transportada, esa
canción tan evocadora, de la que podrán escuchar una versión en el
enlace adjunto14.
Pero,
yendo de nuevo más allá de la nostalgia, es la nieve la que, en ese
hermoso párrafo final del cuento (y sus correspondientes bellísimos
planos de la película), representa al tiempo. Y su suave caer, no
sólo sobre la totalidad de Irlanda sino sobre el entero universo, no
sería sino el curso inexorable del mismo, al que nada ni nadie puede
escapar.
Conclusión
En
esta reseña he intentado compartir con ustedes algunas observaciones
sobre el texto del relato de Joyce y la película de John Huston, así
como algunas reflexiones sobre todo lo que este cuento -sencillo sólo
en apariencia- encierra.
¿Mi
conclusión? Lean el relato y vean la película. No les puedo
asegurar que no sufrirán un ataque agudo de nostalgia, pero sí que
disfrutaran de dos joyas de la literatura y del cine, gemelas entre
sí, y talladas con esmero, maestría y sentimiento.
1
Edición de Alianza Editorial, Madrid, 1972.
2
Las informaciones contenidas en este apartado provienen en su
mayoría de dos obras: "La última Mirada. Testamentos
fílmicos", de Domènec Font, Ediciones de la Mirada, Valencia,
1999-2000, y ""Los Huston. Historia de una Dinastía de
Hollywood", Lawrence Grobel, T&B editores, Madrid.
3
http://www.rogerebert.com/reviews/great-movie-the-dead-1987
5
"La última mirada…", ibíd, página 92
6
https://en.wikipedia.org/wiki/The_Dead_(1987_film)
7
https://es.wikipedia.org/wiki/Lady_Gregory
8
"Los Huston…" Ibíd, página 46.
9
Phoenix Park y Four Courts, respectivamente
10
www.facebook.com/JamesJoyceHouse.
Sin embargo, a juzgar sin embargo por los enlaces disponibles en
esta página, parece que la principal actividad que tiene
actualmente lugar en la casa estaría más relacionada con otros
aspectos menos literarios de la cultura irlandesa:
http://www.jamesjoycewhiskey.ie/our-story.
12
"West Briton".
Un análisis impecable. Como siempre poniendo el listón altísimo.
ResponderEliminarMuchas gracias Sebas
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