Antes de la llegada del famoso efecto del año 2000 y de la preocupación que gran parte de la población tenía acerca de lo que ocurriría en los ordenadores con este cambio de milenio, ya teníamos marcado a fuego en nuestra memoria una cifra del tercer milenio: 2001.
Creo que casi todo el mundo, en algún momento de su vida, ha visto o quizás ha oído hablar de los famosos monolitos negros, de los efectos visuales de esas naves espaciales bailando a ritmo de vals o de la utilización de la música clásica como banda sonora, Y como no, le ha dado vueltas al extraño final de esta maravillosa historia.
2001, odisea espacial es una de las más famosas obras de ciencia ficción tanto en su versión literaria escrita por Arthur C. Clarke en 1968 como en su versión cinematográfica dirigida por Stanley Kubrick también en 1968. Sin duda, la versión cinematográfica alcanzó muchísima mayor repercusión que la escrita en el público en general.
Previo a esta obra, el 1948, Arthur C. Clarke escribe y publica el relato corto El centinela que será utilizado como punto de partida por Kubrick y Clarke para escribir el guión de la película. Simultáneamente Clarke escribía la novela 2001, odisea en el espacio. Se podría decir que esta novela está escrita a cuatro manos ya que hay una intrínseca relación entre guión, filmación y escenas nuevas no recogidas en el guión que acaban formando parte de la novela. Siendo justos, si atribuimos la autoría de la película al genio de Kubrick, debemos atribuir la novela al genio de Clarke: a cada cual lo suyo; si bien, novela y film se retroalimentan de tal forma que casi podría decirse que realmente ambas forman un todo.
A mi modo de ver, la idea central de la novela es el nacimiento de la consciencia y la evolución de la inteligencia eliminando el concepto del antropocentrismo: Unas inteligencias superiores viajan por la galaxia sembrando inteligencias, dejando centinelas que avisen de las cosechas exitosas. Esa chispa de inteligencia que el monolito primigenio deposita sobre nuestros ancestros africanos puede que se haya depositado en otras especies de otros sistemas solares. En el caso de la Tierra, esos monos-hombres evolucionan, conquistan los viajes espaciales alertando al centinela que les llevará a una nueva forma de vida al dar un nuevo salto evolutivo.
La inteligencia humana, vista así, no sería algo único, sino que podría ser la regla, no la excepción, si más chispas han prendido. ¿Quienes son estos entes superiores que van plantando inteligencia y cómo han llegado a ser lo que son? Esta puerta se queda cerrada en la novela. Ni siquiera se entorna levemente para poder intuir lo que hay detrás, por lo que cada cual puede especular con lo que quiera: dioses podrán pensar algunos o formas de inteligencia mucho más antiguas podrán pensar otros.
Esta misma idea principal de la novela se repite en segundo plano, como si dijéramos en voz baja, con el nacimiento de la inteligencia artificial. En este caso, seríamos los hombres esos seres superiores que depositan la chispa de la inteligencia en los compuestos de silicio: las computadoras.
HAL es la computadora omnipresente en la tercera parte de la novela, encargado del control de la nave y de la misión. Realmente es el último responsable de la misma en el caso de que los tripulantes humanos faltaran. Pero al parecer, los humanos no han alcanzado el nivel de sus inductores ya que la inteligencia artificial que creamos no es tan perfecta como se esperaría: las dudas humanas son trasladadas a la programación de HAL. La duda se instala en HAL desde el mismo momento en el que recibe las instrucciones precisas de la misión que sólamente conoce él y que los demás tripulantes conocerán una vez lleguen a las lunas de Júpiter. Las órdenes de HAL son contradictorias: proteger a la tripulación mientras que les oculta la verdadera misión que están acometiendo. Esta contradicción, tan humana, hace que HAL empiece a cometer fallos y acabe desmoronándose. ¿Es un toque de atención por jugar a ser dioses o un primer intento fallido de la evolución hacia la inteligencia artificial? Otra pregunta más que queda en el aire.
Al final de la novela vemos como Bowman se encuentra con sus creadores y evoluciona a una nueva forma de vida o inteligencia: el niño de la estrellas. Se cierra el círculo: iniciamos la obra con una evolución y acabamos con otra.
Hablando de la película, creo que todos conocemos ese arranque con los monos-hombre africanos luchando por la comida y el agua, por sobrevivir un día más, hasta que hace su aparición el monolito y suena Así habló Zaratustra de Richard Strauss de fondo justo cuando la inteligencia hace su aparición. Visual y sonoramente es, a mi modo de ver, una de las mejores películas de ciencia ficción. No hay que perder de vista que la obra data del 1968.
Poco más que añadir salvo que vean la película y lean el libro o lean el libro y vean la película ya que como se dijo allá en el siglo XV: tanto monta, monta tanto.
Muy bien el artículo. Coincido en que quizá parte de la gracia que tienen película y novela es que en el fondo, cada uno puede entender lo que quiera.
ResponderEliminarHubo una serie de cómics con guión y dibujo de Jack Kirby en los setenta, que reinterpretaban 2001. Eran unas historias muy desmadradas, pero Kirby estaba en su mejor época e hizo que el conjunto fuera algo memorable. La lástima es que creo que debe haber problemas de derechos (con Kubrick de por medio, ya se sabe) y desde entonces, que yo sepa, ese material no se ha reeditado.
Muchas gracias por el artículo. Recuerdo que cuando ví la película por primera vez me decepcionó: era un niño y esperaba algo más parecido a La Guerra de las Galaxias. Ya en la edad adulta, se le saca todo el partido a la película.
ResponderEliminarUno de los grandes momentos de la película es la transición entre el Paleolítico y la Era Espacial, mediante la transformación del hueso en nave espacial y la aproximación de ésta a la estación orbital al compás del Danubio Azul... Bellísima.
tendre que leer el libro
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