Best-sellers históricos - Lifen


Tenía pensado titular mi artículo “Los mal llamados best-seller históricos”, que los hay y muchos, lamentablemente, pero luego decidí ser más políticamente correcta y englobar los que sí se pueden considerar históricos o, más bien, los que yo sí considero que son realmente históricos, siendo mis razones totalmente subjetivas.

Estos libros son los que me marcaron claramente la diferencia entre unos y otros, siendo los culpables de que luego, a la hora de leer o elegir una novela histórica, pusiera el listón muy alto y casi por completo dejara de leer este tipo de género. Hablo de Mary Renault, Paulina Gedge, Nicholas Guild, Colleen McCollough o Robert Graves que me permitieron ampliar mis conocimientos sobre las culturas de las que trataban y facilitarme el estudio de las asignaturas que por aquel entonces llevaba entre manos. Nunca les estaré suficientemente agradecida porque me permitieron encuadrar lo que iba aprendiendo dentro de una visión más agradable como es una historia novelada que se aleja lo suficiente de la aridez de los textos educativos como para permitirte aprender mejor. Porque son novelas perfectamente documentadas y encuadradas en su época, en las que los personajes son tratados con cuidado para no caer en un efectismo que los haría poco creíbles.


En cuanto a Roma, destaco sobre todos la saga de Roma de Colleen McCoullough y las dos novelas de Robert Graves: Yo, Claudio y Claudio el dios y su esposa Mesalina. La primera porque me enseñó todo lo que la República romana escondía y la segunda porque hizo lo mismo con el Imperio.

Colleen McCoullough, tristemente fallecida el año pasado, escribió una gran saga sobre los últimos años de la República romana entre los años 110 y 27 a.C., y reúne un elenco protagonista que ya lo quisiera cualquier película al uso. Desde Cayo Mario a César Augusto (el primer emperador romano) pasando por Sila, Craso, Pompeyo y Julio César, nos ofrece un detallado retrato de la vida política de la época: las diferentes facciones políticas y su lucha por el poder y la corrupción de la clase política romana, así como de la vida cotidiana de sus personajes, en muchos casos muy alejada de lo que comúnmente se entiende por cotidiana en su sentido de rutinaria y habitual.





Porque todos estos personajes históricos que nos han llegado envueltos en halos de casi leyenda no fueron normales en absoluto, ni mucho menos rutinarios, incluidas, por supuesto, las personas que los rodeaban y que en muchas ocasiones tuvieron mucho que decir sobre su ascensión al poder y con esto último me refiero a las mujeres, siempre a la sombra de los poderosos hombres de Roma pero que les dieron más de un impulso a muchos de ellos.

La saga de Roma está compuesta por una serie de siete libros, de los que tres se dedican a la figura de Julio César en distintos momentos de su vida, lo que nos habla de la importancia de este personaje en la historia. Esta saga es una inmensa novela-río que nos conduce, como ya he dicho por todo el periodo republicano romano, sin apenas solución de continuidad, pues cada uno de los libros comienza donde ha acabado el anterior, prácticamente.




Esto supone un trabajo ingente de documentación y escritura que llevó a cabo la autora desde 1990 fecha en que se publicó el primer libro (y por supuesto, su trabajo comenzaría mucho antes),  El primer hombre de Roma hasta 2007 en que apareció el séptimo, Antonio y Cleopatra, y con el que dio por cerrada la saga.

Y para seguir con la historia romana, qué mejor que continuar con Robert Graves y sus dos novelas más conocidas: Yo, Claudio y Claudio, el dios y su esposa Mesalina que, aunque escritas mucho antes que las de la saga de McCoullough, vendrían por estas cosas del tiempo, a completar y continuar con la fascinante vida de los habitantes de la Roma clásica.



Yo, Claudio está narrada en primera persona por Claudio que, en los últimos años de su vida, temiendo que vayan a asesinarlo, decide narrar todos los acontecimientos de su vida para dejar fe de los mismos y, sobre todo, de la familia que le ha tocado en suerte que no es, ni más ni menos, que la familia Julio-Claudia.

Claudio fue considerado por la historia, durante mucho tiempo, como un personaje deficiente debido a su tartamudeo, cojera y los numeros tics que tenía y a que su propia familia lo consideraba de la misma forma, sin embargo, esto le permitió sobrevivir durante mucho más tiempo que cualquier familiar que tuviera alrededor. Al considerarlo medio tonto, no se le pensaba capaz de nada amenazador para las propias aspiraciones de sus numerosos tíos, primos y demás familia así que se le dejaba tranquilo, hasta que la casualidad lo puso en el ojo del huracán.

Es el propio Graves el que cuenta que se le apareció el propio Claudio en sueños y le pidió que escribiera su verdadera historia. ¿Verdad o mentira? Da igual, el caso es que Graves la escribió y consiguió un verdadero tesoro literario.

Entre los principales personajes destacan, aparte de los cuatro primeros emperadores romanos, Augusto, Tiberio, Calígula y el propio Claudio, unos personajes femeninos muy poderosos, Livia, abuela de Claudio y esposa de Augusto, Agripina, esposa de Gernánico y madre de Calígula, la propia madre de Claudio, Antonia que apoyan en la sombra a sus maridos o hijos consiguiendo a través de sus maquinaciones el triunfo de los suyos. No es muy agradable como pinta Graves a estas mujeres, es cierto, pero también lo es el hecho de que no tenían otra forma de hacerse valer que a través de los varones de la familia.

En la segunda parte, Claudio, el dios y su esposa Mesalina, se narran ya los años como emperador de Claudio, desde la muerte de su sobrino y emperador Calígula hasta su propia muerte. Y en él se incide, entre otras cosas, en la idea de la república frente a la corrupción del imperio lo que, entre otras historias de ambiciones ajenas, sería uno de los hechos determinantes de su asesinato.

En cuanto a la precisión histórica de ambas novelas, el autor no es absolutamente fiel a las fuentes de las que bebió para escribir esta historia y de las que llegó incluso a traducir a Suetonio y su Vidas  de los doce Césares con el fin de comprenderla mejor. Graves tiende a dulcificar de alguna manera las figuras de sus protagonistas, principalmente Claudio, y muchos de los errores atribuidos a éste se los achaca a otros, como Nerón o Mesalina.

Esto hizo de Claudio un personaje simpático e incomprendido del que las pocas sombras que se le ven son por culpa de otros y no por su propia culpa. Sin embargo, me reitero en que es una obra absolutamente recomendable. Como también lo es la fiel adaptación que la BBC hizo de estas dos novelas con el inconmesurable Derek Jacobi en el papel de Claudio.



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Hablando de otras épocas y autores que también consiguieron que sus libros fueran bestsellers, está, entre otros que se citan más adelante, Nicholas Guild autor de El asirio y La estrella de sangre, dos libros insperables, cuya acción transcurre en la Asiria del siglo VII a.C. Magníficas novelas en las que el protagonista no es un personaje histórico real por lo menos, yo no he encontrado referencias suyas en ninguna parte pero si de su supuesto hermanastro, Asharaddon, con él que en el libro se disputa el trono y que, finalmente, reinó en Asiria y fue padre de Asurbanipal.

Es curioso que, con todo el interés que ha despertado siempre el antiguo Egipto, haya tan pocas novelas dedicadas al antiguo próximo Oriente, cuna de la civilización y de la escritura y llena de personajes tan fascinantes como los mencionados.

Nicholas Guild también escribió El macedonio (1993), dedicada a la vida de Filipo Ii de Macedonia, padre de Alejandro Magno.

Por seguir en línea con la historia, Mary Renault es la autora de una trilogía sobre Alejandro Magno, Fuego del paraíso (1969), El muchacho persa (1972) y Juegos funerarios (1981), en la que narra la vida de Alejandro Magno desde una perspectiva distinta puesto que nos lo cuenta a través de otros ojos, como en el segundo volumen de la trilogía que lo hace desde el punto de vista de su amante. Este Alejandro probablemente se aleje de la figura real que fue, y está presentado de forma muy favorable, es el único punto que podría chocar pero que se logra sobrellevar gracias a una narración muy cuidadosa. Por otro lado, Mary Renault lanza un mensaje que le preocupaba mucho a ella misma, tratando el tema de la homosexualidad del personaje de una forma elegante y progresista, teniendo en cuenta los años en que fue escrita la obra.

Si nos trasladamos ahora al Antiguo Egipto, al contrario que sucede con el Oriente Próximo, nos encontramos con muchos autores que han escrito largo y tendido sobre el mismo, casi hasta la saciedad y el aburrimiento, en algunos casos.

Mi autora de cabecera es Pauline Gedge, escritora neozelandesa aunque afincada en Canadá, que tiene una serie de novelas ambientadas en este periodo de la historia, todas ellas de lectura independiente puesto que hablan sobre distintos personajes históricos. Especial mención para mi, por ser la primera y por estar dedicada a una mujer, merece La Dama del Nilo, dedicada a la primera mujer que fue faraón, la reina Hatshepsut, en una época en que los hombres
dominaban el mundo conocido y casi dos mil años antes de que reinara Cleopatra. Quizá por ello sea una figura de la que se ha escrito mucho y, en consecuencia, hay tantas opiniones  como lectores o historiadores han hablado sobre ella, desde ser una una intrigante usurpadora que no se detenía ante nada hasta ser considerada como una mujer que tuvo que elegir entre el amor y el reino. Quizá haya sido una suma de todas ellas.

Otras novelas de esta autora son El papiro de Saqqara. La casa de los sueños o El Faraón, todas ellas dedicadas al Antiguo Egipto. Pero Gedge tiene otras novelas y, entre ellas, hay que destacar también la magnífica Aguilas y cuervos ambientada en la Britania del siglo I d.C. que nos cuenta, con gran riqueza de detalles y a través de tres generaciones, la oposición y feroz resistencia de las tribus celtas a la conquista de Britania por los romanos. Un libro en el que no hay héroes ni villanos, sino personajes profundamente humanos y verosímiles, muy alejados de los arquetipos a los que nos tienen acostumbrados determinados autores.

Es verdad que en la actualidad existen novelas consideradas históricas y que gozan de un buen número de lectores pero, como ya dije al principio, me he permitido el lujo de ser un poco elitista en este aspecto y por eso me he dedicado a estos libros que resisten el paso del tiempo porque más que bestsellers de usar y tirar son lo que ahora se ha dado en llamar long-sellers y no por su longitud o extensión (aunque también podría ser de aplicación) sino porque su interés no decae con el tiempo y no es raro ver como se siguen comentando y leyendo estas novelas. Es lo que los convierte en long-seller y eso, precisamente, es lo que los diferencia del resto.

2 comentarios:

  1. Palin Gedge, igual que yo. Te gustaría mi novela Potinija, Amazon.

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  2. Aunque probablemente terminaré no atendiendo tus sugerencias de lectura, por aquello que me dijeron un día de que "en Ciencia se dice que la etapa más creativa es la primera, cuando todavía no has modelado tus neuronas a base de leer lo que han hecho los demás: en ese momento eres capaz de buscar como solución cualquier cosa, por muy disparate que sea y, a veces atinas", es siempre un placer leerte, queridísima Lifen.

    Por supuesto, mis "do, re, mi" siguen siendo para ti.


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