La Segunda Guerra Mundial supuso una vuelta de tuerca a la mayoría de los campos sociológicos, artísticos y conceptuales que se venían dando desde principios del siglo XX. La literatura no se salvó de estos cambios y de las construcciones que inscribió el conflicto a la hora de proyectar una dialéctica. Uno de los mayores exponentes de esta mutación en Europa fue Cesare Pavese, cuyas características formales se verán cristalizadas en generaciones venideras como la de Calvino, en escritores patrios de la talla de Delibes e incluso en contemporáneos como Vittorini. La luna y las hogueras es, junto a Entre mujeres solas, la obra que mejor responde a esta nueva concepción del relato.
En este punto hay que recalcar que Pavese fue un importante pensador de la izquierda de su tiempo, bastante independiente pero con ciertos paralelismos con las ideas anarquistas, hecho que fundamenta muchos de los principios políticos e ideológicos que atraviesan su obra. Esto, unido al hecho de ser un amante de Joyce y Melville, le configurarían un estilo bastante alejado del modernismo, cuya identidad en un nombre o una etiqueta no se había encontrado aún y hoy en día recibe su calificativo con el dudoso honor cualitativo del momento temporal en el que se produjo: literatura de entreguerras, literatura de postguerra, etc.
El relato de La luna y las hogueras parte desde una arquitectura interior en dos tiempos, dos relatos y dos caminos que irán entrelazándose entre el espacio y el tiempo. La peculiaridad de esta característica, unida a su concepción de relato onírico, transforma al libro en un ente más allá del clasicismo puramente convencional y burgués.
Pavese nos cuenta su regreso al Piamonte, a su Piamonte, al hogar de su niñez. Él es ahora un hombre medianamente acomodado que tuvo que emigrar a Estados Unidos por los acontecimientos del pasado en esa tierra, desde la pobreza hasta Saló. A partir de este reencuentro se provoca un impacto, un choque con la memoria y la multiplicidad de sentimientos que desprenden esas tierras. El regreso tiene un plano tangible por la tierra y las personas, y por otra hay un plano abstracto que enriquece a la obra de manera magistral. El plano abstracto viene definido por la concepción del tiempo y el espacio, y ello conlleva la decadencia descrita en sus páginas. Pavese entiende el tiempo como una consecución nietzscheana de acontecimientos que se repiten en el infinito, en un eterno retorno que explica las consecuencias de su nueva visita al Piamonte. Todo es inmutable en el entorno físico y conceptual, todo se desarrolla de la misma manera: las personas, los sentimientos, los esclavos, los amores, las muertes y las generaciones. Nada cambia, nada avanza y nada funciona. El libro es un canto de desesperación desgarrador que tiene el poder de iluminar, esa es una de las características de la maestría narrativa de Pavese y de esta obra en especial.
También hay una obsesión por el mito que se traslada al relato en forma de superstición, me refiero a las hogueras. Pavese lo trata como objeto milenario y muerto, a la vez que en elemento que pondera toda la evolución humana y la historia desde la Antigua Grecia. La definición de mito entendida por Pavese es distinta a la convencional o a la compleja red de sistemas de aparatos ideológicos de Barthes, aunque se encuentre cerca de esta última. Para él el mito es la consecución de los recuerdos, de la infancia y de nuevo su Piamonte. Es una conexión entre el símbolo, el objeto, el significante y -aquí incide- en la creencia subjetivista, e intransferible. El mito es una parte fundamental de la constitución del individuo que le une con su tierra y sus recuerdos, dos cosas indispensables que forman a la persona.
En última instancia La luna y las hogueras refleja multitud de elementos personales, historiográficos y sociales. La conciencia asimilada a posteriori del conflicto bélico tiene su proyección en esta idea del desmoronamiento de toda lucha, ya que la obra también cuenta la inmovilidad y la pasividad de acción que ha provocado la futilidad guerrillera de los partisanos de izquierda. Pero también tiene su encuentro con una burguesía cacique en plena caída física y moral, este es el segundo tiempo, el tiempo y el espacio al que no pertenece al protagonista pero se impregnan en la desdicha de aquellas tierras. Al final todos esos personajes se encuentran en el círculo mortuorio del tiempo y el Piamonte, en una espiral hacia los peores caminos.
Muy interesante el artículo, Musidora. Llevo tiempo con ganas de indagar en el mundo pavesiano, sobre todo en el diario literario y existencial "El oficio de vivir". Aunque la obra que comentas también me atrae mucho. Gracias por compartir.
ResponderEliminarMe ha gustado el artículo, me han dado ganitas de leer a Pavese, a quien todavía no he catado. Y ya si lo vinculas con Delibes... me tienes conquistado. M. Corleone
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