"Sátira: Composición poética u otro escrito cuyo objeto es censurar acremente o poner en ridículo a alguien o algo."
Son numerosos los escritores que a lo largo de su carrera se han servido de esta técnica literaria para criticar todo lo que se le ponía por delante y quizás dos de los más reconocidos sean Tom Sharpe y Eduardo Mendoza. Éstos además tienen la capacidad de mostrarnos aquello con lo que están en desacuerdo a través del sentido del humor de manera que en muchas ocasiones el lector presta más atención a los delirantes diálogos que muestran sus personajes que a la crítica que hay implícita en ellos.
Si analizamos la obra de ambos autores nos daremos cuenta que en ella encontramos duras críticas a elementos tan importantes como la sociedad, la religión, el sistema educativo o el sexo aunque uno hace más hincapié en unos aspectos que el otro de manera que podríamos decir que sus obras se complementan a la perfección aunque lo mejor es que entremos en faena y lo comprobemos.
El elemento fundamental sobre el que se sustenta la vida del ser humano es la sociedad. Tal y como explicaba Jean Jacques Rousseau en El Contrato Social el hombre necesita vivir en sociedad pero para ello es necesario que ceda parte de su libertad al Estado mientras que éste garantizará el cumplimiento de una serie de normas que permitan la convivencia en sociedad.
Un siglo antes Hobbes en su obra Leviatán defendía la creación de un contrato social que permitiera al ser humano convivir en paz porque (utilizando la expresión latina de Plauto) “el hombre es un lobo para el hombre” (homo homini lupus) y si no alcanzaba ese acuerdo el ser humano se destruiría.
Pues bien, esa crítica social que ya hicieran filósofos tan renombrados como Hobbes y Rousseau (uno intentando sustentar la teoría política del absolutismo, y el otro intentando mostrar los parabienes de los ideales de la Ilustración) se realiza aun hoy en día pero con unas connotaciones muy distintas. En este sentido Sharpe se vale del sentido del humor y la sátira para criticar con acidez a esa sociedad de finales del siglo XX en la que el lema fundamental era “tanto tienes tanto vales”; de ahí que la mayor parte de los personajes que aparecen en su obra son ricachones y esnobs que no tienen la menor conmiseración hacia esos otros personajes que arrastran sus aburridas y pobres vidas como buenamente pueden. De esta manera en la saga “Wilt” (una pentalogía en la que en mi opinión sobran al menos un par de novelas) nos encontramos con los Gaskell, una pareja de snobs que se aprovechan de la inocencia de Eva (esposa de Henry Wilt) para intentar camelársela y hacer un trío con ella.
Su alto tren de vida contrasta enormemente con la monótona vida que llevan los Wilt que representan a la baja clase media británica de los años 70 del siglo pasado. La comparación que realiza Sharpe de estos estilos de vida llegan a ser tan grotesca que al lector no le queda más remedio que posicionarse del lado de los Wilt.
En Vicios Ancestrales, Lo mejor de cada casa o Los Grope sucede tres cuartos de lo mismo, Sharpe nos muestra de nuevo a unos ricachones que viven en grandes mansiones en unos casos, o en castillos en otros a los que la fortuna da de lado y acaban por perder su privilegiada posición económica y social. Y el caso es que estas desgracias no hacen que el lector les coja simpatía sino que en muchas ocasiones sonría o incluso suelte una carcajada alegrándose de que por una vez y aunque sea en la ficción sean a estos ricos burgueses a los que le ocurra una desgracia.
En contraposición a estos antihéroes Sharpe nos muestra a unos personajes que pertenecen a esa clase media baja tan denostada por los snobs que inmediatamente se ganan el cariño del lector; por regla general el escritor londinense se vale de un profesor (Wilt o Vicios Ancestrales) que muestra el ingenio suficiente para salir victoriosos de los problemas que le plantean tanto su monótona vida diaria como sus nuevos vecinos que tratan de humillarlos. Baste recordar los magníficos capítulos en los que Henry Wilt se cachondea del derecho y del revés de los inspectores que lo interrogan y a los que acaba sacando de sus casillas cuando les confiesa –falsa confesión- que hizo pasteles de carne con los restos de su esposa…
Sexo es otro concepto clave para entender las novelas de Sharpe; felaciones, muñecas hinchables, fetichismo, consoladores, tríos… aparecen en la práctica totalidad de la obra. Estas prácticas sexuales nos la muestra como una especie de lujuria desenfrenada que llevan a esas clases altas (quizás por aburrimiento) a pensar casi en exclusiva en él.
En la obra de Mendoza apenas encontramos referencias sexuales si exceptuamos aquellas -casi infantiles- que realiza en su tetralogía respecto a Cándida, la hermana prostituta del protagonista, sin entrar en demasiados detalles.
En cuanto a la crítica al sistema educativo Sharpe se “sale del pellejo” como se suele decir vulgarmente. En su obra es recurrente el tema del profesor débil incluso inocente que se encuentra atrapado por un sistema educativo que lo devora –normalmente hace referencia a lo que ahora en España denominamos Formación Profesional Básica- en la que los alumnos llegan a anular la personalidad del profesor. Por desgracia tal y como nos muestra Wilt y Vicios Ancestrales el futuro que nos espera es aterrador porque aproximadamente entre el 50 y el 60% de estos NINIS (jóvenes que ni estudian ni trabajan) que están empezando a aparecer en nuestras vidas provienen del antiguo PCPI y de la nueva Formación Profesional Básica; con razón los últimos gobiernos no dejan de incitarnos a que contratemos unos planes de pensiones que nos aseguren cierto desahogo económico en ese futuro tan incierto que nos espera. En la novela de Sharpe estos alumnos son los de fontanería, carnicería, albañilería… ¡y éstos al menos estudiaban!
¿Y Mendoza? Este hombre es un genio. Su manera de criticar el sistema educativo español y por tanto el nivel cultural de nuestra sociedad se basa en el uso de un vocabulario arcaico y formal que no se relaciona con el contexto que nos describe ni con el personaje que lo utiliza, de manera que al lector le queda claro que el autor está tirando del sarcasmo y la ironía para realizar esta crítica.
Siguiendo con Mendoza encontramos en su novela El asombroso viaje de Tito Pomponio una parodia de la novela histórica tan de moda en la última década, así como un cuestionamiento de algunos de los principales dogmas de la religión cristiana sirviéndose para ello de la descripción de varios pasajes que aparecen en el Nuevo Testamento de una manera “sui géneris”. El ejemplo más evidente lo tenemos cuando el niño Jesús contrata a Pomponio para que defienda a su padre José de la acusación de asesinato que pesa sobre él.
Pomponio le explica el proceso a José y le preguntan si lo ha entendido a lo que José responde que no: “pero cosas más raras he tenido que dar por buenas a lo largo de mi vida" en clara referencia a la virginidad de María.
15. 03. Me caigo en una zanja abierta por la Compañía de Aguas de Barcelona.
15. 04. Me caigo en una zanja abierta por la Compañía Telefónica Nacional.
15. 05. Me caigo en una zanja abierta por la asociación de vecinos de la calle Córcega.”
Lo que resulta curioso es que los protagonistas de la novela son dos extraterrestres que a modo de diario describen sus impresiones sobre lo que sucede en nuestro planeta. Este concepto no es novedoso en Mendoza sino que ya un par de siglos antes Voltaire en su obra Micromegas lo utiliza sirviéndose de otros dos extraterrestres para mostrarnos el desconcierto que en éstos provoca la filosofía imperante -en su época- de Locke y Santo Tomás.
Si iniciamos el artículo retrotrayéndonos a Thomas Hobbes y a Rousseau ¿qué mejor forma que finalizarlo haciendo alusión a Voltaire? Es más, leyendo el nombre de estos tres grandes filósofos ¿quién se atrevería a decir que el artículo en cuestión hace referencia a dos escritores tan denostados como geniales –ese es el problema de escribir este tipo de novelas- como lo son Tom Sharpe y Eduardo Mendoza?
En mi opinión hay una clara diferencia entre la obra del británico y el español: la obra del primero es bastante previsible, una vez que leemos Wilt podríamos decir que hemos leído la totalidad de la obra de Sharpe. El mismo estilo, la misma temática (asesinato, o intento del mismo: importancia del sexo en las clases altas…), los mismos roles de los personajes (profesores que representan a la clase media baja, científicos y multimillonarios que explotan a las clases inferiores), es decir, que Wilt es el auténtico testamento literario de Sharpe ya que en el resto de su obra solo asistiremos a una reiterada repetición de lo narrada en ella. Literariamente podríamos decir que el resto de su obra podría habérsela ahorrado.
En cambio con Eduardo Mendoza no ocurre lo mismo. Nos encontramos con un autor versátil que es capaz de escribir obras de la envergadura de La verdad sobre el caso Savolta o La Ciudad de los Prodigios, en el que su famoso sentido del humor apenas aparece –de ahí que la crítica las considere sus obras mayores- y de deleitarnos con esas “obras menores” en las que la temática, el estilo y los personajes nada tienen que ver con las primeras.
Nos encontramos con la siguiente paradoja: Wilt como novela y a título individual supera a cualquiera de las obras de Eduardo Mendoza tanto en sentido del humor, crítica social y todos esos aspectos externos a la literatura que hacen de ella una de las artes más interesantes de nuestra sociedad; en cambio el conjunto de la misma de Eduardo Mendoza es superior en todos los aspectos a la de Tom Sharpe porque en la obra del escritor barcelonés se tratan diversos estilos, temáticas y crítica que consiguen que para el lector cada novela de Mendoza sea una aventura diferente.
Nos encontramos con la siguiente paradoja: Wilt como novela y a título individual supera a cualquiera de las obras de Eduardo Mendoza tanto en sentido del humor, crítica social y todos esos aspectos externos a la literatura que hacen de ella una de las artes más interesantes de nuestra sociedad; en cambio el conjunto de la misma de Eduardo Mendoza es superior en todos los aspectos a la de Tom Sharpe porque en la obra del escritor barcelonés se tratan diversos estilos, temáticas y crítica que consiguen que para el lector cada novela de Mendoza sea una aventura diferente.
Yo me quedo con Eduardo, ¿y tú?
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