Max Aub (París, 2 de junio de 1903 – Ciudad de México, 22 de
julio de 1972), es probablemente uno de los autores más emblemáticos
del exilio español, representativo del abandono y el olvido al que
injustamente fueron condenados la inmensa mayoría de autores que
tuvieron que huir de España para evitar las represalias franquistas
durante la posguerra, olvido que en la mayoría de ocasiones se ha
prolongado hasta la actualidad.
Max Aub es una rara avis en la literatura española, y ya el nombre
del autor denota un origen foráneo. Hijo de padres alemanes,
judeo-alemán a través de su madre, aunque nacido y criado en
Francia, y posteriormente afincado en Valencia desde la adolescencia,
por lo que siempre se le consideró un autor español, aunque llegara
a tener a lo largo de su vida hasta cuatro nacionalidades diferentes,
alemana por los padres, francesa por el nacimiento, española por
opción y mexicana a través del exilio, eso sin contar su origen
judío que le daba un punto de vista diferente al de la nacionalidad.
Durante la Guerra civil española y sobre todo al término de la
misma, se produjo el exilio de muchos intelectuales y escritores
españoles que habían apoyado a la República en su lucha contra el
fascismo. Aub, como socialista y representante de la República en
numerosas instituciones a lo largo de la Guerra Civil Española,
tiene que huir a Francia, donde es internado posteriormente en un
campo de concentración y confinado en Marsella, siendo trasladado el
27 de noviembre de 1941 a Argelia en un buque de carga, no muy
diferente al que después reflejaría en su obra San Juan,
sufriendo numerosas penalidades en el campo de internamiento en
Djelfa en pleno Sáhara, antes de llegar a Casablanca y embarcar
rumbo a México, donde se establecería a finales de 1942 hasta su
muerte y donde escribiría la mayor parte de su obra.
Dentro de la extensa obra del autor, que abarca poesía, novelas,
epistolarios, y obras difícilmente encasillables, destaca su teatro.
Aub mismo dividió su obra dramática en teatro mayor, teatro menor
y obras en un acto, teniendo esta diferenciación según el autor un
aspecto cuantitativo, por la extensión de la obra, pero no obstante
el propio autor corregiría esta impresión cuando declaró
posteriormente que el teatro menor presentaba en primer término
problemas individuales y el teatro mayor era el que daba primacía a lo
colectivo, y ponía como ejemplo de teatro mayor precisamente una de
las consideradas como grandes obras del autor: San Juan. Para el
autor “un intelectual es aquel para quien los problemas políticos
son, ante todo, problemas morales”, de ahí el realismo testimonial
y la voluntad de crónica y de denuncia de su “teatro mayor”.
El San Juan es un buque de carga de caballos, viejo y destartalado,
que lleva hacinados a bordo aproximadamente a 600 judíos. El barco
se encuentra anclado frente a las costas del Asia Menor a la espera
de que se les permita embarcar después de una larga travesía de
tres meses. Estamos a finales del mes de julio de 1938, lo sabemos
porque en un momento dado se da la noticia de la ofensiva de los
republicanos españoles en el Ebro, el barco ha ido dando tumbos de
un lugar a otro y nadie quiere que desembarquen, lleva a los
apestados del Siglo XX.
Así pues, en la obra tenemos un personaje colectivo, representado
por el pueblo judío en su conjunto, y que consta de gente de toda
condición, edad y clase social: comerciantes, niños, mujeres,
hombres, ancianos, ricos, pobres, un rabino, e incluso judíos que
habían renunciado a su fe y que no se consideraban judíos ellos
mismos; y, después, tenemos los personajes individuales, hasta cuarenta y uno,
aunque los más destacados serían los siguientes:
- Parejas como Efraím y Raquel, él pobre y ella de buena familia y padre judío asimilado, con un hermano, Carlos, que no sabía siquiera que era de origen judío, mediocentro de un gran equipo de fútbol, rubio, alto y fuerte, es decir todo lo contrario del estereotipo judío y lo más cerca del ideal nazi ario que se puede encontrar, y sin embargo es judío, a los cuales odia, con lo que Aub muestra por un lado el autoodio que algunos judíos podían tenerse por no reconocerse como parte del pueblo judío y, por otro lado, mostraba lo absurdo de considerar a los judíos como a una raza monolítica, como hacían los nazis.
- El banquero Bernheim, el más rico de los pasajeros, que no entiende su situación, acostumbrado a mandar, a conseguirlo todo con su dinero, no puede entender que su dinero no sirve de nada, como tampoco servirá a los judíos europeos en Auschwitz, y que intenta sobornar al capitán del buque para conseguir desembarcar.
- Leva y su grupo de amigos, comunistas, y los únicos que piensan que en la acción se encuentra la salvación.
- El rabino y otros viejos, que prefieren la espera y la docilidad. De hecho el rabino elige para la última oración antes del hundimiento un pasaje del Libro de Job, que es el personaje bíblico que encarna la docilidad y conformidad ante la adversidad por excelencia.
- Guedel y Lía, padres de Sonia, enamorada del Primer Oficial, y que muestran su intolerancia y su racismo ante las pretensiones de aquel de desposar a su hija.
- El capitán del barco, no judío y una de las personas más íntegras del barco, que rechaza el soborno del rico banquero por entender que es injusto que se salve él por su dinero y los demás no.
- Boris, un viejo periodista de vuelta de todo, que da el contrapunto irónico a las situaciones que se va encontrando.
- Y la vieja Esther, violada ella en su juventud, y su hija retrasada y también violada y embarazada, que recuerda los salvajes pogromos con miles de muertos y mutilados realizados contra los judíos a lo largo de su vida y la esperanza que tenía en que el mundo los vengaría y pararía los pies a los asesinos, y cómo al recordar que nadie hizo nada en aquel momento pronostica que el San Juan no tiene salvación porque no le importa a nadie.
La obra respeta a la manera de las tragedias clásicas la unidad de
tiempo y acción, todo transcurre en apenas un día, en el mismo
buque, y está dividida en tres actos, en el primero reina la
esperanza, en el segundo aparece la desesperación y en el tercero se
produce el hundimiento. Desde el punto de vista escénico es una obra
que en principio puede parecer difícil de llevar a escena, los
personajes son múltiples y las escenas se desarrollan en distintos
puntos del barco, siendo que el barco es un personaje más, tan
importante como los de carne y hueso, porque los sonidos, la luz, el
olor, e incluso el calor, forman parte de la acción, por lo que se
puede o bien optar por el gigantismo, como se hizo en el montaje que
en Valencia estrenó la obra en España, por fin, en 1998, o bien por
una opción mucho más intimista y económica, donde el director
escénico dé preponderancia a los personajes y actores quedando el
barco más en segundo plano.
Aub muestra que los judíos del San Juan valen menos que los
caballos que solía transportar, por lo que el carbón que la
compañía ha hecho embarcar es de tan mala calidad que no sirve para
nada, y ante la expulsión de las aguas territoriales en las que se
encuentra el buque hacia alta mar se produce una gran tormenta que
los lleva a la perdición. La diferencia con la tragedia clásica
reside en que no son los dioses, ni la fatalidad ni el destino, los
que llevan a la muerte. El hundimiento del San Juan tiene culpables,
por un lado los gobiernos de todo el mundo libre que están dejando
que el fascismo acabe con la República española, son los mismos que
deniegan la salvación de los judíos y miran para otro lado, y
después se convertirán ellos mismos en víctimas de los nazis, y
por otro, dentro de los judíos encontramos que en la mayoría hay
una conformidad, una inacción, que les llevará a la muerte. El
personaje de Leva y sus amigos, que son comunistas, son los únicos
que intentarán algo diferente, y logran evitar la muerte segura que
supone el quedarse en el San Juan.
La grandeza de esta obra reside no solo en la doble visión,
colectiva e individual, de tragedias individuales y de los judíos
como pueblo, sino también en la falta de maniqueísmo, no todos los
personajes por el hecho de ser judíos tienen una caracterización
positiva, de hecho el capitán no es judío y es el personaje más
íntegro, y dentro de los judíos encontramos desde intolerantes, a
mezquinos, egoístas, idealistas, buenas y malas personas.
La obra se convierte en atemporal precisamente por esa falta de
maniqueísmo y por la universalidad de lo que ocurre con el San Juan.
Esta obra no trata del pueblo judío, o por lo menos no solamente,
trata de los exiliados, de los desfavorecidos, de los abandonados, de
los gitanos, de los homosexuales, de las mujeres, de cualquier grupo
de personas que por su condición social, personal, religiosa,
política, etc..., pueda ser menospreciado, expulsado, agredido, o
simplemente ignorado en su desgracia. Es esa indiferencia de los
gobiernos y de las poblaciones de las democracias occidentales las
que llevan a los pasajeros del San Juan a la muerte y la que denuncia
el autor, y esa misma indiferencia es la que sigue ocurriendo en
pleno siglo XXI respecto a todos y cada uno de los conflictos
existentes, homosexuales que mueren a diario en países islámicos y
a los que se les deniega el asilo político, pateras y barcos a la
deriva llenos de africanos a los que se les agrede para que no entren
en el país, sirios que huyen de la guerra..., todos ellos forman
parte del San Juan, y de ahí que una obra que fue escrita a finales
de 1942, y que se basaba en la propia experiencia de su traslado a
Argelia en un buque de carga, y en noticias de barcos con judíos
rechazados en las costas de varios países, se conviertan en un
alegato universal contra la indiferencia ante la injusticia y la
persecución de las personas por cualquier causa política,
económica, racial, religiosa, etc..., y por lo tanto en atemporal.
Ante ello, y desde el humanismo socialista que caracterizaba al
autor, Aub preconiza la acción para combatir la injusticia, por eso
los únicos que se salvan son los personajes que no se quedan con los
brazos cruzados, Leva y sus amigos, cuyo destino es precisamente
luchar por la República española para atajar el mal desde la raíz
intentando que no venza el fascismo, es una solución colectiva, que
no fracasa, ante ella las opciones individuales, a través de la
huida inconsciente de Carlos o del intento de soborno del banquero,
no prosperan. Por lo tanto, es la lucha desde la acción colectiva la
que consigue el cambio de la situación y no las acciones
individuales o la inacción colectiva, y esta es una tesis que a día
de hoy sigue tan vigente como cuando fue escrita la obra.
Yo pertenezco al grupo de leva y sus amigos!!Podemos!!
ResponderEliminar