Anhelos y desengaños de un emigrante europeo - Antonio Ponce (olamiamol)




Los motivos por los que una persona abandona su país para marchar hacia un lugar donde todo será nuevo pueden ser distintos: de este modo podemos encontrar motivos políticos, religiosos o económicos. Hoy en día el tema de la emigración está presente en nuestras vidas por un lado debido a que España se está convirtiendo no solo en un estado receptor de emigrantes sino que también en uno del que parte hacia la Europa más desarrollada algunas de las personas más formadas y cualificadas. Los motivos que provocan estos movimientos migratorios en nuestros días son de carácter económico aunque evidentemente  no es la misma situación la que sufren los que llegan a nuestro país que los que salen, pues los primeros llegan de países subdesarrollados y carecen de una formación académica; mientras que los españoles que emigran son por regla general personas con una alta cualificación profesional. Esta introducción, que parece más de un tema de geografía demográfica que literaria, tiene una razón de ser: en este artículo vamos a analizar brevemente las causas que llevaron a escritores europeos a emigrar o en el caso de que no lo hicieran, imaginar que sentirían –a través de sus personajes- si se viesen obligados a hacerlo.

Me he centrado en la emigración hacia los Estados Unidos en la primera mitad del siglo XX y para ello he elegido seis obras que pueden reflejara la perfección los sentimientos del emigrante:
  -    García Lorca, Federico: Poeta en Nueva York
-    Kafka, Franz: América o El desaparecido
-    Toibín, Colm: Brooklyn
-    Roth, Joseph: Job
-    Smith, Betty: Un árbol crece en Brooklyn
-    McCourt, Frank:  Las cenizas de Ángela; hijo de irlandeses

En las obras de estos autores asistimos a una descripción perfecta de los anhelos y esperanzas que tenían los europeos cuando embarcaban rumbo al “país de las oportunidades” y como esas esperanzas se truncan en decepciones en la mayor parte de los casos. Podríamos clasificar a estos autores en tres grupos diferenciados:
-      Descendientes de emigrantes nacidos en EEUU:  Betty Smith y Frank McCourt.
-      Europeos que si han visitado y vivido en EEUU:  Federico García Lorca y Colm Toíbín.
-      Europeos que no visitaron nunca EEUU:  Franz Kafka y Joseph Roth.


Betty Smith es una descendiente de emigrantes que en su obra Un árbol crece en Brooklyn nos describe  con grandes dosis de realismo los sueños de una familia irlandesa que emigró a Nueva York en la década de los años veinte. La consecución del “sueño americano” aparece en toda la novela, lo interesante es que según la autora ese sueño puede hacerse realidad siempre y cuando el emigrante cumpla dos requisitos fundamentales: por un lado el esfuerzo personal y por otro que obtenga una buena formación académica. Para cumplir con el primer requisito no hace falta nada más que fuerza de voluntad, de ahí que la protagonista de la novela sea un ejemplo de perseverancia, de una inagotable fuerza que no se deja arrastrar por el mundo que la rodea. Cualquier persona con esfuerzo puede salir de esa podredumbre que rodea a los guetos de emigrantes. 


En cuanto a la formación académica, Betty Smith nos muestra con maestría la típica paradoja que acompaña a un pueblo empobrecido al que se le ofrece la posibilidad de la educación gratuita. Y es que en los Estados Unidos de los años veinte todos los niños tenían la posibilidad de estudiar de manera gratuita, eso sí, no era obligatorio que el niño/a tuviera que asistir a las clases. El problema era que estos emigrantes irlandeses –podríamos incluir también a los italianos y a los de otras nacionalidades- vivían sumidos en la más absoluta pobreza por lo que una vez que sus hijos podían trabajar abandonaban inmediatamente la escuela para ayudar económicamente a la unidad familiar. De este modo estos emigrantes se encontraban en un bucle infinito que continuamente los llevaba a la pobreza.
En la novela quien tiene esa visión a largo plazo es la madre de familia: Katie Nolan. Ella es consciente del hecho de que para conseguir una vida mejor se debe conseguir previamente una educación completa y justamente eso es lo que Katie quiere para sus hijos. Por ello desde que éstos son pequeños les inculca el hábito de lectura tan importante para una buena formación –leyendo todas las noches un par de páginas de la Biblia y de las obras completas de William Shakespeare-. Parece que en todo el barrio irlandés Katie es la única persona que es consciente de la pobreza en la que viven los emigrantes:
Están encantados con todo esto. Están contentos con el árbol que han ganado sin tener que pagarlo, y con su padre jugando y cantando, y los vecinos llenos de alegría. Están convencidos de que es una suerte estar vivos y de que es Navidad otra vez. No ven que viven en una calle inmunda, en una mísera casa, entre gentuza. Johnny y los niños no comprenden lo lastimoso que resulta que los vecinos tengan que sacar felicidad de tanta mugre y porquería...
Por otro lado el marido de Katie, Johnny, nos muestra las dificultades que encontraban en muchas ocasiones estos emigrantes para conseguir trabajo y ante esta dificultad muchos de estos irlandeses caían en las garras del alcohol lo que complicaba aún más la situación familiar.
Y nuestra protagonista Francie, hija de Katie y Johnny, es la persona sobre quien recae todas las esperanzas de Katie y el resto de la familia y quien cumpliendo con los dos pilares comentados anteriormente (esfuerzo y educación) va a mostrar al resto de emigrantes que el futuro se puede ver con optimismo en el país de las oportunidades.
Betty Smith nos deja una ventana abierta a la esperanza, al deseo de mejorar y de vivir lo más dignamente posible.

El punto de vista que toma Frank McCourt es el de una persona que ha sufrido la pobreza extrema que supone la emigración cuando ésta se hace por necesidad. Las cenizas de Ángela realmente es un libro de memorias del propio autor por lo que sus sufrimientos y experiencias son descritos con total naturalidad y realismo. En la novela McCourt nos describe la vida familiar en Nueva York pero tras una serie de desgracias –la muerte de una hija-, la familia marcha de vuelta a la Irlanda de los años treinta. De nuevo nos encontramos con un padre que no encuentra trabajo y que por ello cae en el alcohol -¿o quizá sea al contrario?- por lo que la vida familiar se hace insoportable y la pobreza se agudiza.
Frank crece con el sueño de volver a su país natal pues cree en todo momento que todo se solucionará si consigue viajar de nuevo a los Estados Unidos, de ahí que la novela finalice justo en el momento en el que nuestro protagonista lo cumple.
Como podemos comprobar la visión de la emigración que nos dan dos autores descendientes de emigrantes es positiva. Estados Unidos se nos presenta como el país donde los sueños se pueden hacer realidad si uno pone de su parte. Una visión optimista y esperanzadora no desprovista de momentos desgarradores como los descritos en relación al hambre y el problema del alcohol.

Pasemos a continuación a analizar someramente la obra de dos autores que vivieron en Estados Unidos. Comencemos por uno de los escritores más universales de nuestra literatura: Federico García Lorca. El poeta granadino vivió en Nueva York entre junio de 1929 y marzo de 1930 y en su obra Poeta en Nueva York nos da una visión oscura y triste del país que se encuentra. La deshumanización de la sociedad norteamericana le impacta, sobre todo el racismo que sufren los negros. Básicamente se centra en mostrarnos la pésima forma de vida que sufren los negros en Nueva York que contrasta con la idea de liberación que éstos tienen, pues aunque la esclavitud fue abolida en Estados Unidos tras la Guerra de Secesión, en la práctica éstos eran maltratados como si de la escoria se tratara.

La desilusión de Lorca fue más allá pues se encuentra ante una sociedad más preocupada por el dinero que por la situación de pobreza en la que viven sus conciudadanos. Y toda esta crítica a la sociedad norteamericana la hace cuando los efectos de la crisis del 29 aún no han sido devastadores y de momento solo había afectado a los grandes especuladores de la bolsa.
Si nos centramos en lo puramente literario solo puedo decir que Lorca me resulta más interesante como dramaturgo que como poeta, quizá porque a lo largo de su obra poética el escritor granadino nos muestra más sus sentimientos que una crítica a la sociedad en la que vive, al contrario de lo que sucede en sus obras teatrales. Pero nos desviamos del tema del artículo; lo realmente interesante de Poeta en Nueva York es que nos da una visión totalmente contraria a la que los autores norteamericanos descendientes de emigrantes nos han dejado en sus novelas. Lorca visitó Nueva York con unas expectativas que se desvanecieron ante el primer contacto con la realidad; una vez que se asentó fue consciente del individualismo imperante en esa sociedad tan envidiada en Europa y que te rechazaba con virulencia al no pertenecer culturalmente a ella. No es pues una visión esperanzadora la que nos muestra Lorca sino más bien todo lo contrario.


Y del poeta de Fuente Vaqueros pasamos a Colm Toíbín y su novela Brooklyn. Este escritor irlandés nació en 1955 y publicó esta novela en 2009, es decir, no es coetáneo de lo que nos narra en ella. La importancia de lo que escribe estriba en el proceso de documentación que llevó a cabo para poder escribir esta magnífica novela. Su protagonista es una irlandesa, Eilis, que por una serie de circunstancias totalmente ajenas a ella se ve obligada a emigrar al barrio de Brooklyn -Nueva York-. En esta novela Toíbín no solo nos describe con minuciosidad esta emigración transoceánica sino también a lo largo de varios capítulos nos muestra el llamado “éxodo rural” que se suele dar en aquellas zonas que se están desarrollando industrialmente. En este caso es interesante la descripción que nos hace de la situación de los irlandeses –un par de hermanos de Eilis- que emigran a Inglaterra para trabajar en sus diferentes industrias. Son respetados en sus trabajos porque cumplen con él pero fuera de ello son despreciados como si los irlandeses fueran parias de la sociedad británica de la década de los cincuenta, de esta manera no resulta chocante que una vez en Nueva York estos mismos irlandeses vean normal el ser mal considerado por los estadounidenses. Por otro lado Colm Toíbín nos muestra con maestría la estratificación social existente en Brooklyn sin hacer referencia en ningún momento a aspectos económicos sino a aspectos raciales: de esta manera encontramos lógicamente a los estadounidenses de varias generaciones en el escalón más alto de esta hipotética pirámide social, a continuación encontraremos a los nacidos en Estados Unidos pero cuyos padres o abuelos habían sido emigrantes, el siguiente escalón estaría ocupado por los emigrantes -por muchos años que llevaran asentados en Estados Unidos no dejaban de ser considerados extranjeros- italianos, irlandeses… y en el último escalón se encontraban los negros, despreciados por todos los demás. Este hecho solo lo hemos apreciado en esta novela y en Poeta en Nueva York lo cual no deja de sorprender pues parece que los autores nacidos en Estados Unidos quisieron correr un tupido velo sobre este aspecto racista de la sociedad norteamericana.
Por otro lado también resulta interesante en esta novela el hecho de que la protagonista tiene que volver a Irlanda tras conocer la muerte de su hermana. Una vez en su tierra natal, Eilis se siente de nuevo extraña. En resumidas cuentas se siente extranjera no solo en Estados Unidos sino que también en Irlanda; Eilis se siente desubicada y desorientada pues parece haber perdido las raíces que en muchos momentos la hacían sentirse viva cuando se encontraba en un estado melancólico en Brooklyn.
Y un último apunte a la novela de Colm Toíbín. De las seis obras elegidas para realizar el artículo ésta es la única en la que el autor nos muestra que el hecho de emigrar no es duro solo desde un punto de vista emocional sino que también lo era desde un punto de vista físico, pues la travesía desde Reino Unido hasta Estados Unidos era dura y larga y si se hacía con un billete de baja categoría la situación era aún peor; así por ejemplo nos describe con sencillez la lucha que la protagonista mantuvo con las vecinas de otro camarote por poder utilizar el baño que debían compartir a lo largo de la travesía. Esta lucha era cruel puesto que el objetivo era dominar ese pequeño habitáculo para poder tener libre acceso a él en cualquier momento de necesidad, máxime cuando los vómitos estaban a la orden del día.




Como podemos apreciar, tanto Lorca como Toíbín, nos dan una imagen de la emigración totalmente distinta a la que nos dieron  Betty Smith o Frank McCourt. Ahora nos encontramos con que nos hablan de deshumanización, individualismo, desorientación, racismo… La esperanza no parece tener sitio en estas obras...

Y por último nos quedan las obras de dos autores centroeuropeos que ni vivieron, ni visitaron Estados Unidos en ningún momento: Joseph Roth y Franz Kafka.

Comencemos por Joseph Roth. Este novelista nació en 1894 y murió en 1939 en el seno del Imperio Austrohúngaro. Era de origen judío, lo que va a influir en su obra, no en vano la novela que vamos a analizar es Job que hace referencia a la historia Bíblica en la que se nos narra todas las desgracias que sufre este santo pues es puesto a prueba por Dios.
Primero me gustaría decir que precisamente esta novela no es de las mejores de este autor pero realmente se adapta a la perfección al tema que estamos analizando. El protagonista -Mendel- vive en Rusia y tiene cuatro hijos, uno de ellos, Menuchim sufre una dura enfermedad que no le permite hablar ni andar.
Otro de sus hijos, con tal de no servir al ejército ruso en la I Guerra Mundial, decide emigrar a los Estados Unidos y allí comienza a progresar económicamente hasta tal punto que reúne el suficiente dinero para poder llevarse con él al resto de su familia, pero Mendel y su esposa deciden dejar a Menuchim en Rusia y marchan con su hija Miriam al “nuevo mundo”.
Una vez asentados en Estados Unidos la semilla de la nostalgia crece en sus vidas hasta tal punto que tanto Mendel como su esposa Deborah desean volver a Rusia para morir en su tierra natal. Además no dejan de culparse por haber abandonado a su hijo Menuchim en Rusia.
Todo estos sentimientos de culpa van acompañados de todo tipo de desgracias que son las que hacen que pensemos que nuestro protagonista Mendel es el nuevo Job del siglo XX; pero lo que nos interesa de esta breve novela es que en el tema de la emigración toca un aspecto que el resto de las novelas no lo han tocado: la nostalgia. Ciertamente Joseph Roth nos muestra las pésimas condiciones de vida del pueblo ruso a principios del siglo XX que contrastan con la imagen de riqueza que se tenía de Estados Unidos. Vuelve a aparecer la idea de que el país norteamericano es el de las oportunidades; es aquel en el que cualquiera puede escalar social y económicamente porque nadie te lo va a impedir. Pero una vez que abandonas tu país, la tierra en la que naciste, jugaste, creciste, te enamoraste… en ese preciso momento te das cuenta que todo eso que has abandonado tiene más valor que lo material y ahí es donde la melancolía y la nostalgia se hacen tan fuerte que no te deja ser feliz de ninguna de las maneras; de esta forma la emigración se ha convertido más en una condena que una posibilidad de mejorar tus condiciones de vida.

Y por fin llegamos al gran Kafka. América o El desaparecido no está considerada al mismo nivel que La metamorfosis o El proceso pero en cambio en mi opinión se encuentra al mismo nivel que estas grandes novelas de la literatura universal.
Posiblemente de las obras analizadas nos encontramos ante la más completa pues en todo momento asistimos a una completa evolución del personaje principal de la obra y ello a pesar de que nos encontramos ante una novela inconclusa.
El protagonista Karl, llega a Nueva York a bordo de un barco alemán. En los primeros capítulos se nos muestra como un personaje seguro de sí mismo, optimista, que no duda en ponerse del lado del más débil cuando aparecen las dificultades. Esta fase en la personalidad de Karl la apreciamos en el capítulo “El Fogonero” que abre la novela. Posiblemente esta actitud es consecuencia de los anhelos y esperanzas que tiene depositada el protagonista en su nueva vida en “el país de las oportunidades”. En los siguientes capítulos la situación sigue siendo totalmente esperanzadora pues Karl descubre que su tío es un importante senador norteamericano que lo lleva a su casa a vivir a cuerpo de rey.
Pero de repente Kafka vuelve a ser Kafka y Karl es expulsado de la casa del tío. La esperanza se convierte en amenaza, en peligro, en miedo a lo desconocido, inseguridad… Karl de golpe ha sufrido tal golpe que su personalidad sufre un cambio brutal del que apenas es consciente.
En Karl apreciamos el mismo proceso que encontramos anteriormente con Katie en Un árbol crece en Brooklyn. Karl es consciente que necesita estudiar si quiere ascender y mejorar sus condiciones de vida por lo que cuando encuentra un trabajo como ascensorista en el “Hotel Occidental” no duda en estudiar en su tiempo libre mientras el resto de compañeros de trabajo prefieren vivir al día sin ser tener en cuenta que cuando lleguen a una determinada edad serán expulsados del hotel pues para el puesto de ascensorista solo requieren de personal joven.  Aún así, finalmente el único ascensorista despedido es Karl…
Nuestro protagonista se había unido a dos vagabundos que curiosamente eran también europeos (un irlandés y un francés) y con ellos va a sufrir todo tipo de desagradables aventuras que le harán variar sus aspiraciones futuras.
De la novela destaca la crítica que se hace del sistema capitalista imperante más como sistema socio-económico que como movimiento político-económico, entiéndase que en la primera acepción nos referimos al sistema social perfilado por el capitalismo a todas luces injusto (unos pocos viven en grandes mansiones con todos los lujos que puedan imaginar, tales como poseer luz eléctrica en sus viviendas o incluso ascensores; mientras que la inmensa mayoría de la sociedad se conforma con tener algo con lo que sustentarse), mientras que con la segunda acepción haríamos referencia a la influencia del marxismo (con la oposición entre burguesía y proletariado como eje central) en las acciones políticas de los gobiernos; por ello en los primeros capítulos Kafka nos muestra cómo son tratados los emigrantes en Estados Unidos: rumanos, irlandeses, franceses, alemanes, austriacos, italianos...todos acaban ocupando los peores trabajos (en el supuesto de que consigan uno) y solo Jakob ha conseguido triunfar de entre todos los personajes que en algún momento de sus vidas han llegado a Nueva York.
La superioridad con la que se ven los norteamericanos respecto a los europeos es grande; se critica por ejemplo el modelo educativo europeo al que se supone de menor calidad que el estadounidense indicando en numerosas ocasiones por ejemplo la superioridad de las universidades americanas respecto a las europeas (olvidándose por ejemplo del prestigio de universidades como las de Cambridge, Oxford, la Sorbona o Lovaina a principios de siglo; evidentemente la situación ha cambiado mucho en este último siglo).

En el último capítulo de la novela Karl está buscando empleo en el Teatro Oklahoma; allí hay numerosas ventanillas cada una destinada a un tipo de titulación. Nuestro protagonista empieza por la mejor de todas la de Ingeniero, pero allí lo rechazan y va de ventanilla a ventanilla hasta que llega a la última. Allí el entrevistador duda en admitirlo pues entre otras cosas Karl no tiene identificación que acredite sus datos, y aún así el escribiente decide admitirlo porque:
Al parecer el escribiente era de la opinión de que ser un estudiante de enseñanza media europeo era algo tan ignominioso que había que creerlo sin más de cualquiera que lo afirmase de si mismo.
Esa era la visión que se tenía del sistema educativo europeo. En otro orden de cosas apenas distinguían entre franceses, irlandeses o rumanos para los norteamericanos eran un grupo homogéneo. No se percatan en ningún momento de que Europa no es un concepto unitario sino un conjunto de naciones que por cierto están a punto de entrar en guerra. La percepción que tienen los norteamericanos es que lo que ocurre en Rumanía puede ocurrir perfectamente en Francia, o Irlanda (este hecho tampoco debe sorprendernos puesto que hoy en día este fenómeno se sigue produciendo en EEUU y siguen sin diferenciar entre la realidad social-político-económica de un estado con el de otro) de manera que  para ellos si acuden miles y miles de emigrantes irlandeses, rumanos o italianos a Estados Unidos lo hacen porque en el país de origen se vive mucho peor que en el de destino, sin tener en cuenta que quienes suelen emigrar a principios del siglo XX son las capas más bajas de la sociedad europea. Si esta es la visión de los estadounidenses imaginad cual será la de estos europeos; la decepción es grande cuando llegan con unas esperanzas al país de las oportunidades y se encuentran finalmente con que son explotados de la manera más brutal por los grandes capitalistas neoyorkinos, y en muchas ocasiones acaban como vagabundos recorriendo los caminos y carreteras de los distintos estados que forman parte del país (como Delamarge, Robinson o finalmente el propio Karl).
Kafka nos ofrece la visión doble de la sociedad de principios del siglo XX, pues no solo nos ofrece las percepciones de los emigrantes una vez que llegan a los Estados Unidos sino que a la vez nos muestra el desprecio con el que los norteamericanos tratan a estos europeos.

Distintas visiones de la emigración la que nos ofrecen los autores dependiendo de sus circunstancias. Podemos apuntar que evidentemente en las seis obras tratadas se describe la dureza de la vida del emigrante pero mientras que los nacidos en Estados Unidos edulcoran algo la novela dándole ciertos rasgos de esperanza y optimismo a sus personajes –caso de Frank McCourt o Betty Smith – los demás hacen más hincapié en lo que estas personas dejan tras de sí cuando abandonan su tierra y se aventuran hacia una nueva vida, presentándonos con extrema dureza las distintas situaciones que tienen que sufrir para que finalmente sigan sintiéndose tan o más desgraciados que antes de su partida.

Para finalizar, un par de citas que vienen como anillo al dedo para el tema de la entrega. La primera del gran Jorge Luis Borges, la segunda de Isabel Allende. Léanla y reflexionen sobre lo que nos dicen de la emigración.
  “Los lugares se llevan, los lugares están en uno”.
  “Aprendí pronto que al emigrar se pierden las muletas que han servido de sostén hasta entonces, hay que comenzar desde cero, porque el pasado se borra de un plumazo y a nadie le importa de dónde uno viene o qué ha hecho antes”.

4 comentarios:

  1. Un artículo muy completo y que presenta una interesante visión de la vida de los emigrantes.

    Gracias por tu colaboración, Antonio.

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  2. Muy, muy interesante, bien documentado y ameno. Me ha encantado leer el artículo

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  3. Qué artículo más interesante, ¡y cuánto trabajo! Me ha gustado mucho.

    Solo he leído alguna de las novelas, pero la de Joseph Roth me ha intrigado, echaré un vistazo, porque diciendo que no es la mejor del autor, tampoco sé muy bien qué hacer ;)

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  4. Gracias por vuestros comentarios. La intención que perseguía en el artículo era el que conociéramos las distintas consecuencias que un mismo acto podía ejercer en el ser humano, a través de las obras de grandes maestros de la literatura del siglo XX - y espero haberlo conseguido-.
    Tatiasha la novela de Joseph Roth no está mal, el problema que le encontré fue que comparada con las otras cinco obras es decepcionante tanto en el estilo que utiliza como en la trama que describe.
    Posiblemente si la hubiese leído de manera independiente de las otras obras me hubiese gustado más.
    Te animo a que la leas pues en un par de tardes la terminas.

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