Los motivos por los que una persona abandona su país para marchar hacia un lugar donde todo será nuevo pueden ser distintos: de este modo podemos encontrar motivos políticos, religiosos o económicos. Hoy en día el tema de la emigración está presente en nuestras vidas por un lado debido a que España se está convirtiendo no solo en un estado receptor de emigrantes sino que también en uno del que parte hacia la Europa más desarrollada algunas de las personas más formadas y cualificadas. Los motivos que provocan estos movimientos migratorios en nuestros días son de carácter económico aunque evidentemente no es la misma situación la que sufren los que llegan a nuestro país que los que salen, pues los primeros llegan de países subdesarrollados y carecen de una formación académica; mientras que los españoles que emigran son por regla general personas con una alta cualificación profesional. Esta introducción, que parece más de un tema de geografía demográfica que literaria, tiene una razón de ser: en este artículo vamos a analizar brevemente las causas que llevaron a escritores europeos a emigrar o en el caso de que no lo hicieran, imaginar que sentirían –a través de sus personajes- si se viesen obligados a hacerlo.
Me he centrado en la emigración hacia los Estados Unidos en la primera mitad del siglo XX y para ello he elegido seis obras que pueden reflejara la perfección los sentimientos del emigrante:
- García Lorca, Federico: Poeta en Nueva York
- Kafka, Franz: América o El desaparecido
- Toibín, Colm: Brooklyn
- Roth, Joseph: Job
- Smith, Betty: Un árbol
crece en Brooklyn
- McCourt, Frank: Las cenizas de Ángela; hijo de irlandeses
En las obras de estos autores
asistimos a una descripción perfecta de los anhelos y esperanzas que tenían los
europeos cuando embarcaban rumbo al “país de las oportunidades” y como esas
esperanzas se truncan en decepciones en la mayor parte de los casos. Podríamos clasificar a estos autores en tres
grupos diferenciados:
-
Descendientes de emigrantes
nacidos en EEUU: Betty Smith y Frank McCourt.
-
Europeos que si han visitado
y vivido en EEUU: Federico García Lorca y Colm Toíbín.
-
Europeos que no visitaron
nunca EEUU: Franz Kafka y Joseph Roth.
Betty Smith es una descendiente
de emigrantes que en su obra Un árbol crece en Brooklyn nos
describe con grandes dosis de realismo
los sueños de una familia irlandesa que emigró a Nueva York en la década de los
años veinte. La consecución del “sueño americano” aparece en toda la novela, lo
interesante es que según la autora ese sueño puede hacerse realidad siempre y
cuando el emigrante cumpla dos requisitos fundamentales: por un lado el
esfuerzo personal y por otro que obtenga una buena formación académica. Para
cumplir con el primer requisito no hace falta nada más que fuerza de voluntad,
de ahí que la protagonista de la novela sea un ejemplo de perseverancia, de una
inagotable fuerza que no se deja arrastrar por el mundo que la rodea. Cualquier
persona con esfuerzo puede salir de esa podredumbre que rodea a los guetos de
emigrantes.
En cuanto a la formación académica, Betty Smith nos muestra con maestría la típica paradoja que acompaña a un pueblo empobrecido al que se le ofrece la posibilidad de la educación gratuita. Y es que en los Estados Unidos de los años veinte todos los niños tenían la posibilidad de estudiar de manera gratuita, eso sí, no era obligatorio que el niño/a tuviera que asistir a las clases. El problema era que estos emigrantes irlandeses –podríamos incluir también a los italianos y a los de otras nacionalidades- vivían sumidos en la más absoluta pobreza por lo que una vez que sus hijos podían trabajar abandonaban inmediatamente la escuela para ayudar económicamente a la unidad familiar. De este modo estos emigrantes se encontraban en un bucle infinito que continuamente los llevaba a la pobreza.
En cuanto a la formación académica, Betty Smith nos muestra con maestría la típica paradoja que acompaña a un pueblo empobrecido al que se le ofrece la posibilidad de la educación gratuita. Y es que en los Estados Unidos de los años veinte todos los niños tenían la posibilidad de estudiar de manera gratuita, eso sí, no era obligatorio que el niño/a tuviera que asistir a las clases. El problema era que estos emigrantes irlandeses –podríamos incluir también a los italianos y a los de otras nacionalidades- vivían sumidos en la más absoluta pobreza por lo que una vez que sus hijos podían trabajar abandonaban inmediatamente la escuela para ayudar económicamente a la unidad familiar. De este modo estos emigrantes se encontraban en un bucle infinito que continuamente los llevaba a la pobreza.
En la novela quien tiene esa
visión a largo plazo es la madre de familia: Katie Nolan. Ella es consciente
del hecho de que para conseguir una vida mejor se debe conseguir previamente
una educación completa y justamente eso es lo que Katie quiere para sus hijos.
Por ello desde que éstos son pequeños les inculca el hábito de lectura tan
importante para una buena formación –leyendo todas las noches un par de páginas
de la Biblia y de las obras completas de William Shakespeare-. Parece que en
todo el barrio irlandés Katie es la única persona que es consciente de la
pobreza en la que viven los emigrantes:
“Están encantados con todo esto. Están contentos con el árbol que han ganado sin tener que pagarlo, y con su padre jugando y cantando, y los vecinos llenos de alegría. Están convencidos de que es una suerte estar vivos y de que es Navidad otra vez. No ven que viven en una calle inmunda, en una mísera casa, entre gentuza. Johnny y los niños no comprenden lo lastimoso que resulta que los vecinos tengan que sacar felicidad de tanta mugre y porquería...”
Por otro lado el marido de Katie, Johnny, nos
muestra las dificultades que encontraban en muchas ocasiones estos emigrantes
para conseguir trabajo y ante esta dificultad muchos de estos irlandeses caían
en las garras del alcohol lo que complicaba aún más la situación familiar.
Y nuestra
protagonista Francie, hija de Katie y Johnny, es la persona sobre quien recae
todas las esperanzas de Katie y el resto de la familia y quien cumpliendo con
los dos pilares comentados anteriormente (esfuerzo y educación) va a mostrar al
resto de emigrantes que el futuro se puede ver con optimismo en el país de las
oportunidades.
Betty Smith
nos deja una ventana abierta a la esperanza, al deseo de mejorar y de vivir lo
más dignamente posible.
El punto de
vista que toma Frank McCourt es el de una persona que ha sufrido la pobreza
extrema que supone la emigración cuando ésta se hace por necesidad. Las cenizas de Ángela realmente es un libro de memorias del propio autor por
lo que sus sufrimientos y experiencias son descritos con total naturalidad y realismo.
En la novela McCourt nos describe la vida familiar en Nueva York pero tras una
serie de desgracias –la muerte de una hija-, la familia marcha de vuelta a la
Irlanda de los años treinta. De nuevo nos encontramos con un padre que no
encuentra trabajo y que por ello cae en el alcohol -¿o quizá sea al
contrario?- por lo que la vida familiar se hace insoportable y la pobreza se
agudiza.
Frank crece
con el sueño de volver a su país natal pues cree en todo momento que todo se
solucionará si consigue viajar de nuevo a los Estados Unidos, de ahí que la
novela finalice justo en el momento en el que nuestro protagonista lo cumple.
Como
podemos comprobar la visión de la emigración que nos dan dos autores
descendientes de emigrantes es positiva. Estados Unidos se nos presenta como el
país donde los sueños se pueden hacer realidad si uno pone de su parte. Una
visión optimista y esperanzadora no desprovista de momentos desgarradores como
los descritos en relación al hambre y el problema del alcohol.
Pasemos a
continuación a analizar someramente la obra de dos autores que vivieron en Estados
Unidos. Comencemos por uno de los escritores más universales de nuestra
literatura: Federico García Lorca. El poeta granadino vivió en Nueva York entre
junio de 1929 y marzo de 1930 y en su obra Poeta en Nueva York nos da una
visión oscura y triste del país que se encuentra. La deshumanización de la
sociedad norteamericana le impacta, sobre todo el racismo que sufren los
negros. Básicamente se centra en mostrarnos la pésima forma de vida que sufren
los negros en Nueva York que contrasta con la idea de liberación que éstos tienen, pues
aunque la esclavitud fue abolida en Estados Unidos tras la Guerra de Secesión,
en la práctica éstos eran maltratados como si de la escoria se tratara.
La desilusión de Lorca fue más allá pues se encuentra ante una sociedad más preocupada por el dinero que por la situación de pobreza en la que viven sus conciudadanos. Y toda esta crítica a la sociedad norteamericana la hace cuando los efectos de la crisis del 29 aún no han sido devastadores y de momento solo había afectado a los grandes especuladores de la bolsa.
Si nos
centramos en lo puramente literario solo puedo decir que Lorca me resulta más
interesante como dramaturgo que como poeta, quizá porque a lo largo de su obra
poética el escritor granadino nos muestra más sus sentimientos que una crítica
a la sociedad en la que vive, al contrario de lo que sucede en sus obras
teatrales. Pero nos desviamos del tema del artículo; lo realmente interesante
de Poeta en Nueva York es que nos da una visión totalmente contraria a
la que los autores norteamericanos descendientes de emigrantes nos han dejado
en sus novelas. Lorca visitó Nueva York con unas expectativas que se
desvanecieron ante el primer contacto con la realidad; una vez que se asentó
fue consciente del individualismo imperante en esa sociedad tan envidiada en
Europa y que te rechazaba con virulencia al no pertenecer culturalmente a ella.
No es pues una visión esperanzadora la que nos muestra Lorca sino más bien todo
lo contrario.
Y del poeta de Fuente Vaqueros pasamos a Colm Toíbín y su novela Brooklyn. Este escritor irlandés nació en 1955 y publicó esta novela en 2009, es decir, no es coetáneo de lo que nos narra en ella. La importancia de lo que escribe estriba en el proceso de documentación que llevó a cabo para poder escribir esta magnífica novela. Su protagonista es una irlandesa, Eilis, que por una serie de circunstancias totalmente ajenas a ella se ve obligada a emigrar al barrio de Brooklyn -Nueva York-. En esta novela Toíbín no solo nos describe con minuciosidad esta emigración transoceánica sino también a lo largo de varios capítulos nos muestra el llamado “éxodo rural” que se suele dar en aquellas zonas que se están desarrollando industrialmente. En este caso es interesante la descripción que nos hace de la situación de los irlandeses –un par de hermanos de Eilis- que emigran a Inglaterra para trabajar en sus diferentes industrias. Son respetados en sus trabajos porque cumplen con él pero fuera de ello son despreciados como si los irlandeses fueran parias de la sociedad británica de la década de los cincuenta, de esta manera no resulta chocante que una vez en Nueva York estos mismos irlandeses vean normal el ser mal considerado por los estadounidenses. Por otro lado Colm Toíbín nos muestra con maestría la estratificación social existente en Brooklyn sin hacer referencia en ningún momento a aspectos económicos sino a aspectos raciales: de esta manera encontramos lógicamente a los estadounidenses de varias generaciones en el escalón más alto de esta hipotética pirámide social, a continuación encontraremos a los nacidos en Estados Unidos pero cuyos padres o abuelos habían sido emigrantes, el siguiente escalón estaría ocupado por los emigrantes -por muchos años que llevaran asentados en Estados Unidos no dejaban de ser considerados extranjeros- italianos, irlandeses… y en el último escalón se encontraban los negros, despreciados por todos los demás. Este hecho solo lo hemos apreciado en esta novela y en Poeta en Nueva York lo cual no deja de sorprender pues parece que los autores nacidos en Estados Unidos quisieron correr un tupido velo sobre este aspecto racista de la sociedad norteamericana.
Por otro
lado también resulta interesante en esta novela el hecho de que la protagonista
tiene que volver a Irlanda tras conocer la muerte de su hermana. Una vez en su
tierra natal, Eilis se siente de nuevo extraña. En resumidas cuentas se siente
extranjera no solo en Estados Unidos sino que también en Irlanda; Eilis se
siente desubicada y desorientada pues parece haber perdido las raíces que en
muchos momentos la hacían sentirse viva cuando se encontraba en un estado
melancólico en Brooklyn.
Y un último
apunte a la novela de Colm Toíbín. De las seis obras elegidas para realizar el
artículo ésta es la única en la que el autor nos muestra que el hecho de
emigrar no es duro solo desde un punto de vista emocional sino que también lo
era desde un punto de vista físico, pues la travesía desde Reino Unido hasta
Estados Unidos era dura y larga y si se hacía con un billete de baja categoría
la situación era aún peor; así por ejemplo nos describe con sencillez la lucha
que la protagonista mantuvo con las vecinas de otro camarote por poder utilizar
el baño que debían compartir a lo largo de la travesía. Esta lucha era cruel
puesto que el objetivo era dominar ese pequeño habitáculo para poder tener
libre acceso a él en cualquier momento de necesidad, máxime cuando los vómitos
estaban a la orden del día.
Como podemos apreciar, tanto Lorca como Toíbín, nos dan una imagen de la emigración totalmente distinta a la que nos dieron Betty Smith o Frank McCourt. Ahora nos encontramos con que nos hablan de deshumanización, individualismo, desorientación, racismo… La esperanza no parece tener sitio en estas obras...
Y por
último nos quedan las obras de dos autores centroeuropeos que ni vivieron, ni
visitaron Estados Unidos en ningún momento: Joseph Roth y Franz Kafka.
Comencemos
por Joseph Roth. Este novelista nació en 1894 y murió en 1939 en el seno del
Imperio Austrohúngaro. Era de origen judío, lo que va a influir en su obra, no en
vano la novela que vamos a analizar es Job que hace referencia a la
historia Bíblica en la que se nos narra todas las desgracias que sufre este santo
pues es puesto a prueba por Dios.
Primero me
gustaría decir que precisamente esta novela no es de las mejores de este autor
pero realmente se adapta a la perfección al tema que estamos analizando. El
protagonista -Mendel- vive en Rusia y tiene cuatro hijos, uno de ellos, Menuchim
sufre una dura enfermedad que no le permite hablar ni andar.
Otro de sus
hijos, con tal de no servir al ejército ruso en la I Guerra Mundial, decide
emigrar a los Estados Unidos y allí comienza a progresar económicamente hasta
tal punto que reúne el suficiente dinero para poder llevarse con él al resto de
su familia, pero Mendel y su esposa deciden dejar a Menuchim en Rusia y marchan
con su hija Miriam al “nuevo mundo”.
Una vez
asentados en Estados Unidos la semilla de la nostalgia crece en sus vidas hasta
tal punto que tanto Mendel como su esposa Deborah desean volver a Rusia para
morir en su tierra natal. Además no dejan de culparse por haber abandonado a su
hijo Menuchim en Rusia.
Todo estos
sentimientos de culpa van acompañados de todo tipo de desgracias que son las
que hacen que pensemos que nuestro protagonista Mendel es el nuevo Job del
siglo XX; pero lo que nos interesa de esta breve novela es que en el tema de la
emigración toca un aspecto que el resto de las novelas no lo han tocado: la
nostalgia. Ciertamente Joseph Roth nos muestra las pésimas condiciones de vida
del pueblo ruso a principios del siglo XX que contrastan con la imagen de
riqueza que se tenía de Estados Unidos. Vuelve a aparecer la idea de que el
país norteamericano es el de las oportunidades; es aquel en el que cualquiera
puede escalar social y económicamente porque nadie te lo va a impedir. Pero una
vez que abandonas tu país, la tierra en la que naciste, jugaste, creciste, te
enamoraste… en ese preciso momento te das cuenta que todo eso que has
abandonado tiene más valor que lo material y ahí es donde la melancolía y la
nostalgia se hacen tan fuerte que no te deja ser feliz de ninguna de las
maneras; de esta forma la emigración se ha convertido más en una condena que
una posibilidad de mejorar tus condiciones de vida.
Y por fin
llegamos al gran Kafka. América o El desaparecido no está
considerada al mismo nivel que La metamorfosis o El proceso pero en cambio en mi opinión se encuentra al mismo nivel que estas grandes
novelas de la literatura universal.
Posiblemente de las obras analizadas nos encontramos ante la más
completa pues en todo momento asistimos a una completa evolución del personaje
principal de la obra y ello a pesar de que nos encontramos ante una novela
inconclusa.
El
protagonista Karl, llega a Nueva York a bordo de un barco alemán. En los
primeros capítulos se nos muestra como un personaje seguro de sí mismo,
optimista, que no duda en ponerse del lado del más débil cuando aparecen las
dificultades. Esta fase en la personalidad de Karl la apreciamos en el capítulo
“El Fogonero” que abre la novela. Posiblemente esta actitud es consecuencia de
los anhelos y esperanzas que tiene depositada el protagonista en su nueva vida
en “el país de las oportunidades”. En los siguientes capítulos la situación
sigue siendo totalmente esperanzadora pues Karl descubre que su tío es un
importante senador norteamericano que lo lleva a su casa a vivir a cuerpo de
rey.
Pero de
repente Kafka vuelve a ser Kafka y Karl es expulsado de la casa del tío. La esperanza
se convierte en amenaza, en peligro, en miedo a lo desconocido, inseguridad…
Karl de golpe ha sufrido tal golpe que su personalidad sufre un cambio brutal
del que apenas es consciente.
En Karl
apreciamos el mismo proceso que encontramos anteriormente con Katie en Un
árbol crece en Brooklyn. Karl es consciente que necesita estudiar si
quiere ascender y mejorar sus condiciones de vida por lo que cuando encuentra
un trabajo como ascensorista en el “Hotel Occidental” no duda en estudiar en su
tiempo libre mientras el resto de compañeros de trabajo prefieren vivir al día
sin ser tener en cuenta que cuando lleguen a una determinada edad serán
expulsados del hotel pues para el puesto de ascensorista solo requieren de personal joven. Aún así, finalmente el
único ascensorista despedido es Karl…
Nuestro
protagonista se había unido a dos vagabundos que curiosamente eran también
europeos (un irlandés y un francés) y con ellos va a sufrir todo tipo de
desagradables aventuras que le harán variar sus aspiraciones futuras.
De la novela destaca la crítica que se hace del sistema capitalista
imperante más como sistema socio-económico que como movimiento
político-económico, entiéndase que en la primera acepción nos referimos al
sistema social perfilado por el capitalismo a todas luces injusto (unos pocos
viven en grandes mansiones con todos los lujos que puedan imaginar, tales como
poseer luz eléctrica en sus viviendas o incluso ascensores; mientras que la
inmensa mayoría de la sociedad se conforma con tener algo con lo que
sustentarse), mientras que con la segunda acepción haríamos referencia a la
influencia del marxismo (con la oposición entre burguesía y proletariado como
eje central) en las acciones políticas de los gobiernos; por ello en los
primeros capítulos Kafka nos muestra cómo son tratados los emigrantes en
Estados Unidos: rumanos, irlandeses, franceses, alemanes, austriacos,
italianos...todos acaban ocupando los peores trabajos (en el supuesto de que
consigan uno) y solo Jakob ha conseguido triunfar de entre todos los personajes
que en algún momento de sus vidas han llegado a Nueva York.
La superioridad con
la que se ven los norteamericanos respecto a los europeos es grande; se critica
por ejemplo el modelo educativo europeo al que se supone de menor calidad que
el estadounidense indicando en numerosas ocasiones por ejemplo la superioridad
de las universidades americanas respecto a las europeas (olvidándose por
ejemplo del prestigio de universidades como las de Cambridge, Oxford, la
Sorbona o Lovaina a principios de siglo; evidentemente la situación ha cambiado
mucho en este último siglo).
En el último
capítulo de la novela Karl está buscando empleo en el Teatro Oklahoma; allí hay
numerosas ventanillas cada una destinada a un tipo de titulación. Nuestro
protagonista empieza por la mejor de todas la de Ingeniero, pero allí lo
rechazan y va de ventanilla a ventanilla hasta que llega a la última. Allí el
entrevistador duda en admitirlo pues entre otras cosas Karl no tiene
identificación que acredite sus datos, y aún así el escribiente decide
admitirlo porque:
“Al parecer el escribiente era de la opinión de que ser un estudiante de enseñanza media europeo era algo tan ignominioso que había que creerlo sin más de cualquiera que lo afirmase de si mismo”.
Esa
era la visión que se tenía del sistema educativo europeo. En otro orden de
cosas apenas distinguían entre franceses, irlandeses o rumanos para los
norteamericanos eran un grupo homogéneo. No se percatan en ningún momento de
que Europa no es un concepto unitario sino un conjunto de naciones que por
cierto están a punto de entrar en guerra. La percepción que tienen los
norteamericanos es que lo que ocurre en Rumanía puede ocurrir perfectamente en
Francia, o Irlanda (este hecho tampoco debe sorprendernos puesto que hoy en día
este fenómeno se sigue produciendo en EEUU y siguen sin diferenciar entre la
realidad social-político-económica de un estado con el de otro) de manera que
para ellos si acuden miles y miles de emigrantes irlandeses, rumanos o
italianos a Estados Unidos lo hacen porque en el país de origen se vive mucho
peor que en el de destino, sin tener en cuenta que quienes suelen emigrar a
principios del siglo XX son las capas más bajas de la sociedad europea. Si esta
es la visión de los estadounidenses imaginad cual será la de estos europeos; la
decepción es grande cuando llegan con unas esperanzas al país de las
oportunidades y se encuentran finalmente con que son explotados de la manera
más brutal por los grandes capitalistas neoyorkinos, y en muchas ocasiones
acaban como vagabundos recorriendo los caminos y carreteras de los distintos
estados que forman parte del país (como Delamarge, Robinson o finalmente el
propio Karl).
Kafka nos ofrece la visión doble de la
sociedad de principios del siglo XX, pues no solo nos ofrece las percepciones
de los emigrantes una vez que llegan a los Estados Unidos sino que a la vez nos
muestra el desprecio con el que los norteamericanos tratan a estos europeos.
Distintas visiones de la emigración la que
nos ofrecen los autores dependiendo de sus circunstancias. Podemos apuntar que
evidentemente en las seis obras tratadas se describe la dureza de la vida del
emigrante pero mientras que los nacidos en Estados Unidos edulcoran algo la
novela dándole ciertos rasgos de esperanza y optimismo a sus personajes –caso
de Frank McCourt o Betty Smith – los demás hacen más hincapié en lo que estas
personas dejan tras de sí cuando abandonan su tierra y se aventuran hacia una nueva
vida, presentándonos con extrema dureza las distintas situaciones que
tienen que sufrir para que finalmente sigan sintiéndose tan o más desgraciados
que antes de su partida.
Para finalizar, un par de citas que vienen
como anillo al dedo para el tema de la entrega. La primera del gran Jorge Luis
Borges, la segunda de Isabel Allende. Léanla y reflexionen sobre lo que nos
dicen de la emigración.
“Los lugares se llevan, los lugares están en uno”.
“Aprendí pronto que al emigrar se pierden las muletas que han servido de sostén hasta entonces, hay que comenzar desde cero, porque el pasado se borra de un plumazo y a nadie le importa de dónde uno viene o qué ha hecho antes”.
Un artículo muy completo y que presenta una interesante visión de la vida de los emigrantes.
ResponderEliminarGracias por tu colaboración, Antonio.
Muy, muy interesante, bien documentado y ameno. Me ha encantado leer el artículo
ResponderEliminarQué artículo más interesante, ¡y cuánto trabajo! Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarSolo he leído alguna de las novelas, pero la de Joseph Roth me ha intrigado, echaré un vistazo, porque diciendo que no es la mejor del autor, tampoco sé muy bien qué hacer ;)
Gracias por vuestros comentarios. La intención que perseguía en el artículo era el que conociéramos las distintas consecuencias que un mismo acto podía ejercer en el ser humano, a través de las obras de grandes maestros de la literatura del siglo XX - y espero haberlo conseguido-.
ResponderEliminarTatiasha la novela de Joseph Roth no está mal, el problema que le encontré fue que comparada con las otras cinco obras es decepcionante tanto en el estilo que utiliza como en la trama que describe.
Posiblemente si la hubiese leído de manera independiente de las otras obras me hubiese gustado más.
Te animo a que la leas pues en un par de tardes la terminas.