No hablar más de la cuenta ha sido el estandarte de uno de los grandes señores de las letras orientales del siglo XX. Una bandera que ha ondeado sobre sus escritos y entrevistas. Un lema que han criticado aquellos otros grandes literatos chinos exiliados o encarcelados por mostrar uno más provocador y ofensivo para el Partido Comunista Chino. Claro está que hablamos de Guan Moye, galardonado con el Nobel de Literatura en el 2012, y más conocido por su pseudónimo Mo Yan.
Cuando la oratoria era el camino más fácil para movilizar a un pueblo mayoritariamente analfabeto, se utilizó como una de las armas militares más poderosas. Sin embargo, tras el invento de Gutenberg, cuando la oratoria se convirtió en verbo impreso, el concepto cambió y se comenzó a utilizar los escritos como armas incendiarias contra cualquier enemigo. El escritor Edward Bulwer-Lytton en 1839 escribió que «la pluma es más poderosa que la espada», con el tiempo, se convirtió en uno de los dichos más populares, y hoy en día se sigue escuchando en la calle. Lo cierto es que no le faltaba razón. Por otro lado, años antes, Bonaparte llegó a afirmar que «cuatro periódicos hostiles son más poderosos que mil bayonetas», y de nuevo podemos volver a confirmar que no le faltaba razón. Y si continuáramos remontándonos en el tiempo, podríamos ir citando diversos personajes históricos que expresaron esta misma idea. Sin embargo, por no ser tedioso y una vez mostrada esta idea, nos centraremos en la actualidad.
Sabemos que muchos de los actuales gobernantes, con una cuestionable naturaleza democrática, han llegado en algún momento de su mandato a intentar ejercer su poder sobre los medios de comunicación y, en algunos casos, han conseguido censurar artículos u obras literarias que promovían conceptos contrarios a sus ambiciones o ideología. Algunos lo hicieron de una forma sutil; otros, de una forma más llamativa. Por otro lado, aquellos otros gobernantes de países con un mandato dictatorial, las sutilices se desvanecen y ejercen una férrea censura sobre periodistas y escritores, permitiéndo publicar solamente lo que ellos consideran banal o aceptable para su intereses. Y es aquí cuando entra en juego la ética del escritor —sea periodista o literato—, pues debe sopesar su condición de sumiso o rebelde. Y yo me pregunto: ¿hasta qué punto se puede exigir o criticar a un escritor si decide no elevar su pluma y utilizarla como arma arrojadiza contra las injusticias que ve a su alrededor? O dicho de otra forma, ¿es admisible que un literato no eleve la pluma ante la espada?
Mo Yan, el hombre complaciente.
Mo Yan es miembro del Partido
Comunista Chino desde 1979 y, actualmente, ocupa el puesto de vicepresidente de
la Asociación de Escritores del PC, por lo que no es de extrañar su postura
complaciente ante sus gobernantes, ondeando su estandarte de no hablar más de
la cuenta en sus entrevistas o escritos. Tras el nombramiento de Mo Yan como galardonado del Premio Nobel de Literatura en el 2012, diversos
escritores elevaron sus plumas contra dicho escritor. El disidente escritor Liao
Yiwu lo tachó de ser una persona cínica, y el artista Ai Weiwei declaró que era
un aprovechado por ser guardián del sistema dictatorial, por poner unos
ejemplos. No obstante, no sólo sus compatriotas llegaron a criticarlo
abiertamente, la ganadora en el 2009 con el premio Nobel de Literatura, Herta Müller,
afirmó que llegó a llorar cuando se enteró que le otorgaban el premio a un
autor que elogiaba la censura. Así pues,
su afirmación de que sus enemigos son sobre todo escritores en una entrevista otorgada al periódico El País, no está tan alejada de la realidad. No cabe duda que
Mo Yan es complaciente con su partido, por lo que se mantiene en equilibrio sobre la delgada
línea de lo políticamente correcto. Y Sí, algunos me dirán que en algunas de sus novelas realiza una crítica abierta a la corrupción de ciertos gobernantes regionales, pero estos juegan en segunda división, y ciertos peces gordos del partido hablan abiertamente de este tema. También podrían afirmar que en su novela Rana condena la inducción al aborto provocado por la política del hijo único, algo que cierta facción del partido condena abiertamente. Y no sólo eso, si uno visita China, puede llegar a apreciar la falta de nerviosismo de sus guías si uno saca a relucir este tema tan controvertido en su presencia, hasta nos confirmarían que esta práctica suele producirse en las zonas rurales de forma habitual. Por contra, si uno expone abiertamente temas contrarios a los dictámenes del partido, comienzan a andar sobre esa tan apreciada delgada línea de Mo Yan. Llegados a este punto, los que nos consideramos demócratas, debemos tener en cuenta la
libertad de cada individuo en andar o no sobre esa delgada línea de lo políticamente correcto, permitiendo que ejerzan con
libertad el derecho a expresar públicamente su parecer político. Del
mismo modo, como demócratas, no podemos
dejar de reivindicar la libertad de expresión y los derechos civiles de todos
los ciudadanos. Por lo tanto, uno se siente en la obligación de reprender, gracias
a estar en un país de carácter democrático, la forma que tiene Mo Yan de ejercer el poder
que la pluma le ha dado y ha sabiendas del peso político que posee actualmente dentro del
partido. Criticar, por ejemplo, su silencio ante la condena a once años de
prisión al galardonado en el 2009 con el Nobel de La Paz, Liu Xiaobo, por «incitar a la sublevación»
al apoyar la carta 08, un documento que firmaron otros intelectuales chinos
donde se reclamaba la apertura y democratización de la República Popular China.
Sí, lo más coherente siendo demócrata es rechazar el silencio asumido por Guan Moye, el hombre, pero no por ello debemos dejar de ensalzar la obra de Mo Yan, el escritor, pues es claramente merecedora de un premio como el Nobel.
Mo Yan, el escritor.
Las raíces de Guan Moye están íntimamente conectadas a su obra: su nacimiento en el seno de una familia de agricultores; la tierra que le vio crecer, plagada de sorgo rojo y maíz; los cuentacuentos a los que escuchaba relatar fantásticas narraciones orientales; las vivencias con sus vecinos, y los relatos de sus compañeros militares; la convivencia entre lo tradicional y lo moderno… Todo un elenco de vivencias que ha utilizado a lo largo de su carrera literaria.
Guan Moye, más conocido como Mo Yan, nació en Gaomi, un pueblo de la provincia de Shandong. Al poco tiempo de iniciar su educación tuvo que abandonarla por culpa de la Revolución Cultural, llegando a manifestarse contra sus propios profesores. Tras este abandono forzoso, se dedicó a trabajar en el campo y después en una fábrica de petróleo. En 1973, a los veinte años, tras varios intentos, por fin consigue ingresar en el Ejército Popular de Liberación. Allí es donde conseguirá formarse como escritor, en un principio de una forma autodidacta —Mo Yan es inteligente y constante—; después, en 1978, consigue formarse como escritoe en un curso de creación literaria. No sólo logra con su perseverancia educarse en su pasión, la literatura, sino que gracias a ella consigue escalar puestos dentro del ejército, dedicándose a la enseñanza como profesor de economía política y filosofía. En 1981 pública su primera novela. Su constancia e inteligencia vuelve a jugar otra baza a su favor, y en 1984 aprueba el examen de ingreso en el Departamento de Literatura del Instituto de Artes del Ejército de Liberación. Sorgo Rojo, la novela que le consagra como novelista universal, ve la luz en 1987 y, justo un año después, es admitido en el curso de postgrado sobre Literatura organizado por la Universidad Normal de Beijing, una de las universidades más antiguas de China y más conocida con el sobrenombre de Behisida .
Mo Yan pertenece a un elenco de escritores que se dieron a conocer en los años ochenta, y que, gracias a una relajación de la censura en su país, pudieron disfrutar de la publicación de grandes obras literarias occidentales prohibidas hasta entonces. Por aquél entonces conoció, junto a sus compatriotas, la obra de García Márquez y William Faulkner, que junto a la obra de Tolstoi son las grandes referencias literarias que se percibe en sus escritos. Manel Ollé Rodríguez, profesor titular en Historia y Cultura de China Moderna Contemporánea de la universidad UPF, confirma que «García Márquez junto con otros autores latinoamericanos, pero sobre todo él, tuvo un influjo notable en buena parte de los escritores de la generación de Mo Yan, y él mismo ha reconocido su cercanía literaria. La base realista distorsionada por las propiedades irreales, extrañas, mágicas o surreales de aquello que se describe, en parte les puede emparentar». De tal manera que por este afán de clasificar los diferentes estilos de autores se ha llegado a nombrar la prosa de Mo Yan como «realismo alucinado», por su gran influencia del mágico latinoamericano. No obstante, yo me permitiré la licencia de cambiarlo a «realismo visceral», pues en la literatura oriental lo visceral prevalece sobre el lirismo de la prosa.
Sorgo Rojo, un realismo visceral.
Existen grande novelas creadas por Mo Yan, muchas de ellas ya traducidas al castellano, no obstante, nos centraremos en su novela Sorgo Rojo, publicada en 1987, y que le abrió las puertas de occidente. La novela que le consagró como novelista.
Sorgo Rojo posee todas las influencias del escritor: tiene aroma oriental, se huele y se siente el sorgo rojo a lo largo de sus líneas; también posee giros argumentales más propios de occidente, por lo que las influencias de García Márquez o Faulkner se palpa en su prosa; introduce leves charlas con un estilo más propio de los hsiao-shuo, novelas clásicas chinas; en definitiva, Sorgo Rojo es una obra de arte oriental con pinceladas occidentales.
Cuando un lector occidental se enfrenta a un escrito oriental, lo que más le llama la atención es la visión que tiene el autor del mundo que le rodea. Un mundo que el lector occidental huele, saborea y escucha de una forma lejana, casi de una forma irreal, pero que son tan reales para el autor como el aire que respira. Son olores, sabores y voces que penetran en su mente cada día. Sin embargo, la narrativa oriental no siempre es bucólica, como se puediera pensar, pues la crudeza baña el lirismo de su prosa. Por ello, Sorgo Rojo tiene sabor a vino fermentado del sorgo, un tacto tan suave como el jade y un nombre de hermano mayor, pues nos hace sentir hermanos pequeños a su lado. Pero también tiene olor a muerte, a sangre derramada, a traición y a verdugos. El sabor amargo se mezcla con el dulce tan visceralmente que uno sólo puede pensar que está viviendo una pesadilla en el interior de una imagen bella. Sí, Mo Yan nos muestra la realidad en todo su esplendor, sin edulcorar, de una forma visceral, como sólo lo saben hacer los autores orientales. Así es la prosa de Mao Yan: «realismo visceral». Qué más se puede decir… ¿El argumento? Para eso se encuentran las contraportadas de los libros, pero lo que no se pueden expresar en ellas es lo que el lector apreciará cuando abra el libro y sean tan poco precavidos de penetrar en el mundo narrativo de Mo Yan. ¿Son valientes? Si lo son: lean el libro. Después, si lo desean, podemos comentar impresiones.
Buen artículo, Miguel Ángel. Tengo pendiente de ver Sorgo Rojo, la película, y desde ahora también la novela. Se me ha despertado el interés por Mo Yan. A ver qué tal.
ResponderEliminarAhora ya no tengo excusa para seguir dándole largas. ¿De verdad es como lo pintas, Miguel Ángel? ¡Habrá que ser valiente y decidirse! Gracias por un análisis tan personal y tan interesante.
ResponderEliminarMe ha gustado lo de realismo visceral, creo que describe muy bien la prosa de Mo Yan, aunque lo de realismo alucinado no lo había leído y me ha hecho mucha gracia. XD
ResponderEliminarEn cualquier caso es una experiencia leerle, se le nota influencia de autores como García Marquez pero llevado a su estilo y a su temática, con lo cual gana mucho interés.
Yo lo recomiendo.
Los que hemos vivido en Hong Kong estamos acostumbrados a frecuentar centros literarios, especialmente el Club Marcopolo, donde los narradores de orígen chino, tienen más libertad de expresión -en épocas de la Colonia y hoy- que los escritores chinos radicados en China. Sin embargo, hay que indicar que en los últimos años, a partir del 2003 ha habido un intercambio beneficioso entre el espíritu liberal de los escritores chinos de Hong Kong, acostumbrados a hablar, discutor, abrirse e incorporarse al occidente a través del cine, sin que ello signifique el respeto a sus colegas que toleran el regimen de su país con los quienes, todos, chinos y occidentales hemos mantenido lazos literarios. Creo y considero a Mao Yan un escritor que expresa con mesura, habilidad,y pulcritud el quehacer del hombre y mujer sobre su tierra que no podemos ni debemos desconocer si pretendemos entender China. Es sobrio, discreto y ponderado y ofrece al lector una visión completa del acontecer diario fuera de la órbita oficial. Y eso es lo que interesa de este gran escritor chino. Por sus temas inalcazables y alejados de nuestro prsente es pertinente recomendar a sete gran escritor chino.
ResponderEliminarNo me he pasado por aquí antes y lo siento. Quiero agradecer vuestros comentarios. Gracias.
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