"Tras una profunda reflexión, y sin dejarme llevar por la emoción del momento, he decidido que no figure Céline en las celebraciones nacionales."
Así daba por cerrada el ministro de cultura francés, Frédéric Mitterrand, la polémica suscitada por la inclusión de Louis-Ferdinand Céline en la Selección de celebraciones nacionales del año 2011. La izquierda francesa se volcó para impedir que se le rindieran honores a este detestable intelectual. Lo mismo sucedió con la declaración de monumento nacional de la casa que fuera su hogar los últimos años de su vida en Meudon. Se conseguía así que siguiera condenado al ostracismo oficial cincuenta años después de su muerte.
Céline es uno de los mejores escritores franceses de todos los tiempos. Al perverso, el infame escritor que apoyo el nazismo, el virulento antisemita y radical nihilista, antibelicista, terrible y desconcertantemente malvado, le pesa más su personalidad que su categoría de escritor, aunque su huella permanezca como influencia en numerosos autores posteriores de primerísima fila.
Y es que como dice Bertrand Delanoë, alcalde de Paris:
Surge aquí la duda: ¿Hasta qué punto es necesario que genialidad y bondad se alíen en la personalidad del artista para que este sea reconocido? Y sobre todo, ¿quien pone la etiqueta de lo que es ético y lo que no lo es? No deja de ser una imposición de la ética del vencedor y aunque en este caso sea la más “decente”, no dejamos de estar ante una represión ideológica.
Así pues, si un escritor merece el calificativo de maldito, ese es sin duda, Céline.
Céline es uno de los mejores escritores franceses de todos los tiempos. Al perverso, el infame escritor que apoyo el nazismo, el virulento antisemita y radical nihilista, antibelicista, terrible y desconcertantemente malvado, le pesa más su personalidad que su categoría de escritor, aunque su huella permanezca como influencia en numerosos autores posteriores de primerísima fila.
Y es que como dice Bertrand Delanoë, alcalde de Paris:
"Céline es un excelente escritor, pero un perfecto cabrón".
Surge aquí la duda: ¿Hasta qué punto es necesario que genialidad y bondad se alíen en la personalidad del artista para que este sea reconocido? Y sobre todo, ¿quien pone la etiqueta de lo que es ético y lo que no lo es? No deja de ser una imposición de la ética del vencedor y aunque en este caso sea la más “decente”, no dejamos de estar ante una represión ideológica.
Así pues, si un escritor merece el calificativo de maldito, ese es sin duda, Céline.
Louis Ferdinand Auguste Destouches más conocido con el seudónimo de Céline, es un escritor atípico y cargado de una larga trayectoria de inconsecuencias que hace difícil entenderlo, empatizar con él o estar seguro de que sus excesos dialécticos, no eran algo más que una burla a todo el mundo o un juego macabro. Resulta difícil conjugar la genialidad de sus escritos con la mezquindad de sus ideas. Algunos pretenden justificarlo con excusas diversas, justificarlo con pantallas como la malinterpretación, o la falta de militancia. Sin embargo su mensaje era transparente y claro, no deja lugar a la duda. Él se encontraba a gusto en su pedestal de marginado y de escoria de una sociedad devastada al final de su vida.
Tal vez la mejor definición de su filosofía de vida sea esta frase de su novela Muerte a crédito:
"Me faltan algunos odios todavía, estoy seguro de que existen."
Nació en 1894, en una familia de pequeños comerciantes de los que fue hijo único. Su pseudónimo proviene de uno de los nombres de su madre y su abuela. Es, pese a su personalidad desquiciada, el escritor francés más traducido junto con Proust, del siglo XX...
Tuvo una formación algo atípica en el seno de una familia algo desubicada socialmente a causa de las pretensiones aristocráticas de su padre, reivindicadas más tarde por el hijo, el “chevalier” Destouches y dadas a conocer por Jules Barbey d'Aurevilly. Tuvo una educación, desordenada y autodidacta. No llegó a hacer el bachillerato, pero si realizó cursos de idiomas en Alemania (Diepholz y Karlsruhe) y más tarde en Inglaterra.
Abandonó los estudios, desempeñó trabajos varios sin cualificar. Por rebeldía hacia su familia, a los 18 años, deja todo y se alista en el ejército, era 1912. Antes del estallido de la Gran Guerra ya era suboficial. Muy al principio de la contienda, se ofrece voluntario para una misión y es herido en el hombro derecho de lo que quedara una cierta lesión toda su vida. Nada hay de cierto en la leyenda que el mismo se encarga de divulgar de la herida en la cabeza. Poco después, por otra lesión en el tímpano, es declarado inválido de guerra y doblemente condecorado.
La experiencia de la guerra le dejará más secuelas que las físicas, será uno de los cimientos para su visión del mundo, de su extraño concepto del pacifismo y su nihilismo pesimista.
Pasa luego a trabajos diplomáticos menores en Londres donde se casa con Suzanne Nebout, matrimonio que no fue registrado en la embajada. Se embarca después en una compañía comercial, la Sangha-Oubangui, que lo envía a Camerún de donde enfermo de malaria regresa en 1917.
Entre 1917-1918 trabajó para la Fundación Rockefeller como miembro de una misión en Bretaña que tenia como finalidad educar a la población en la lucha contra la tuberculosis y la educación en medidas higiénicas. Regresa a París para trabajar en la revista científica Eureka, donde conoció al doctor Athanase Follet, con cuya hija, Edith, se casaría y con quien tiene a su única hija, Colette.
Se prepara el bachillerato y, aprovechándose de un plan de estudios aligerado para excombatientes, se licencia en medicina. Su tesis doctoral, La vida y obra de Ignaz Semmelweis, se considera su primera obra literaria, terminando en 1924. Curiosamente Ignaz Semmelweis era un médico húngaro judío, que se destacó en el estudio de la asepsia en tratamiento de las parturientas para evitar las fiebres puerperales.
Tras su doctorado, ingresa en la Sociedad de Naciones como experto en temas de higiene. Fue destinado a Ginebra, pero realiza constantes viajes a Estados Unidos, Cuba, Canadá e Inglaterra. Pasó asimismo largas temporadas en Nigeria y Senegal. Debido a las largas ausencias, terminaría su segundo matrimonio con Edith Follet dos años después de graduarse. En Estados Unidos visita la fabrica de automóviles Ford, en Detroit para analizar las condiciones de los trabajadores. Los efectos de la "cadena de montaje" le resultan repugnantes. Las críticas son feroces, describe la situación como una agresión a los sentidos de los trabajadores. El trabajador es una parte más de la máquina y se buscan trabajadores sumisos, con un bajo nivel intelectual que asimilen el proceso sin protestar, convirtiéndose en un elemento más del engranaje de la máquina,
La Sociedad de Naciones no le renueva el contrato y trata de instalarse para ejercer la medicina privada como obstetra en Montmatre, pero no funciona y termina trabajando en una clínica y como visitador médico.
El genio malévolo, siente la medicina de una forma vocacional y tal vez por eso siempre mantuvo separadas las dos actividades. Es el doctor Destouches que ejerce entre los marginados de forma altruista, y el cínico Céline que ya en su obra L’Eglise, primer esbozo de su genial novela, apunta en 1927 un antisemitismo incipiente. Dejará testimonio de su vocación como médico en una entrevista al final de su vida.
Conoce en Ginebra a una joven bailarina norteamericana, Elizabeth Craig, que le inspira una pasión enfermiza y morbosa por el temperamento de la que se describe como una femme fatale, cruel, hermosa y una depredadora sexual, que en su bisexualidad proporcionaba al genio una perversión que confiesa abiertamente en correspondencia privada a un amigo norteamericano entre 1931-1932:
Dada a los excesos, a orgias entre alcohol, drogas, ingenuas muchachas semiadolesentes que atrapa en sus redes y relaciones mafiosas, es a Elizabeth a quien dedicara su Viaje al final de la noche. Es L’Imperatrice, pero su huella está también en los personajes de Lola y Molly
La relación acaba en 1933, poco después de la publicación de su novela cumbre, tal vez por hastío mutuo. No está muy claro si cabe hablar de amor, si el escritor es capaz de amar. En todo caso, con palabras del mismo Céline, fue una influencia importante en su vida:
Voyage au bout de la nuit, se publica en 1932, y es recibida como un acontecimiento literario de primer orden, casi exigiendo la crítica el premio Goncourt que se le niega, le dan el Renaudot (premio que se asocia al anterior y es dado por la crítica). Pero el Goncourt es un escándalo y uno de los jurados dimite al negársele a Céline.
Creo que la mejor descripción que he visto de la novela es la dada en www.operamundi-magazine.com
No voy a analizar ni comentar la novela, porque es el escritor quien nos interesa, pero hay que destacar su consagración como obra de referencia: La critica feroz a la guerra y su alegato pacifista, al colonialismo, la desesperanza, el nihilismo, la denuncia… todo ello vestido con los ropajes de un estilo rompedor y completamente nuevo y alejado de la ortodoxia y el academicismo, la convirtió enseguida en una obra de culto, sobre todo para la izquierda, que considera al escritor uno de los suyos.
Invitado a la Unión Soviética, Trotsky admirador de su novela, era consciente sin embargo de una realidad:
Céline viaja con la esperanza de conseguir recuperar los ingresos que sus derechos de autor ha generado en la traducción al ruso de su novela que estaban bloqueados. Le muestran los logros de esa sociedad que sabrá superar lo que en su crítica feroz denuncia. Y él, el escritor, observa y analiza, a su vuelta escribe un folleto, Mea culpa, que iniciará con estas palabras:
Es una crítica feroz al sistema comunista, y ante ello, la izquierda se lanza encima. Pero él odia, odia la guerra ciega que convierte a los hombres en carne de cañón de los oficiales estúpidos, el capitalismo salvaje que vivió en las fábricas americanas, pero también odia el comunismo que vio en la Rusia de Stalin, y odia a los judíos que controlan y dirigen el poder económico.
Su odio no se limita a los judíos, se amplia y se difunde hacia todos los lados, su militancia entusiasmada en el antisemitismo, se hace grotesca hasta para los mismos alemanes: Ernst Jünger, en aquella época oficial alemán en el Paris ocupado, lo describió con un nombre falso pero fácilmente reconocible como:
Sus escritos a la prensa colaboracionista, cargados de ira y reclamando el exterminio judío, son tan exagerados que provocan recelos ante un antisemitismo “histérico y obsceno” entre los mismos genocidas.
Estos planteamientos de ideario se encuentran en tres panfletos aún hoy prohibidos en Francia, no tengo muy claro si por las autoridades, al hacer apología del odio, o por su esposa y fiel compañera que no ha dado permiso para su reedición, Lucette Almanzor, bailarina como aquella Elizabeth Craig. Pero esta vez, Lucette será la otra cara, la de la bondad y la fidelidad, más allá de la muerte, intentando preservar su nombre. Los títulos de la infamia son Bagatelle pour une massacre, (1938), L’École des cadavres (1938) y Les beaux draps (1941). Desarrolló también una activa labor de articulista y denunció sin piedad a sospechosos de judaísmo. No dejó lugar para la duda en cuanto a sus planteamientos vitales y su rabia.
Al final, cuando el nazismo cae, no le queda más alternativa que la huida. Primero a Alemania, luego a Dinamarca donde tras pasar por prisión, vivirá en un semiexilio precario. Su encarcelamiento en la cárcel de Vestre Faengsel fue un descenso a los infiernos. Estuvo recluido en la sección de condenados a muerte en aislamiento y en condiciones durísimas. Adelgazó sesenta kilos, sufrió depresión, padeció migrañas, insomnio, dolores reumáticos y varios problemas más. Se siente acosado por el partido comunista francés PCF, y por una izquierda a la que desprecia y ridiculiza, pero que controla el poder ideológico del nuevo estado. Pese a todo, es el gobierno danés quien le salva la vida al negar la extradición inicialmente en los m o momentos mas duro de la postguerra. Luego llegará el indulto.
Después, su vuelta tras siete años de exilio, con el título de “desgracia nacional”, obtenido después del juicio celebrado en su ausencia, sale bien parado en comparación con algunos de sus amigos y correligionarios. Comienza el exilio interior, repudiado por casi todos, pero en una cierta comodidad económica, ya que su contrato con Gallimard sobre reediciones y adelantos de una trilogía (De un castillo a otro, Norte y Rigodón) sobre su exilio alemán, le permite una seguridad económica mientras se regodea en su situación de marginado que le proporciona los motivos para la rabia y el resentimiento.
Morirá el día antes del suicido de Hemingway, y el mismo día que acaba su último libro Rigodón, que publicará, su mujer.
Jamás pronunció, una palabra de arrepentimiento, se declara inocente, pese a las abrumadoras evidencias de declaraciones reiteradas. Se siente incomprendido, es una ególatra sin corazón, le gusta la placidez en la que se instala solitario tras el escudo del repudio siempre acompañado de su fiel Lucette y sus animales..
Es un ser extraño, rozando la locura y el histrionismo. Intentar justificar o suavizar su parte oscura, es innecesario, porque no va a construir una cara más amable, ni más aceptable.
El conflicto de si moral o ética debe ir ligado a la calidad del arte y su reconocimiento, resulta tan absurdo y vano, como el pretender negar que cada uno de nosotros llevamos dentro un Jano de dos caras que se muestra según el momento propicio. Todos somos un Jekyll y un Hyde, tal vez menos evidentes, con el freno que no tenia Céline. El genio, dejó desbocar su lado oscuro, pero en todo caso, con él controlado, no existiría el mago de las palabras.
Bibliografía
Narrativa
Viaje al fin de la noche (1932), novela
Muerte a crédito (1936), novela
Apología de Muerte a crédito (1936)
Guignol's Band (1943), novela
Casse-pipe (1952), novela
Fantasía para otra ocasión (1952), novela
Fantasía para otra ocasión II —
Normance (1954), novela
Conversaciones con el profesor Y (1955)
De un castillo a otro (1957), novela
Norte (1960), novela
El puente de Londres (1964), novela
Rigodón (1969), novela, obra póstuma
Obra no narrativa
La iglesia, drama escrito hacia 1930
Homenaje a Zola (1933), discurso
Mea culpa (1936), panfletos antisoviéticos
Bagatelas para una masacre (1938), panfleto antisemita
La escuela de los cadáveres (1938), panfleto antisemita
Les beaux draps (1941), panfleto antisemita
Semmelweiss (1936), ensayo novelado
Algunos enlaces bibliográficos
Louis-Ferdinand Céline y la estupidez de la guerra
Los infames escritos de Louis Ferdinand Céline
Louis-Ferdinand Céline
La lección del "caso Céline"
El último maldito
Céline, el hombre enfadado
¿Qué hacemos con los genios infames?
Louis-Ferdinand Céline
La experiencia de la guerra le dejará más secuelas que las físicas, será uno de los cimientos para su visión del mundo, de su extraño concepto del pacifismo y su nihilismo pesimista.
Pasa luego a trabajos diplomáticos menores en Londres donde se casa con Suzanne Nebout, matrimonio que no fue registrado en la embajada. Se embarca después en una compañía comercial, la Sangha-Oubangui, que lo envía a Camerún de donde enfermo de malaria regresa en 1917.
Entre 1917-1918 trabajó para la Fundación Rockefeller como miembro de una misión en Bretaña que tenia como finalidad educar a la población en la lucha contra la tuberculosis y la educación en medidas higiénicas. Regresa a París para trabajar en la revista científica Eureka, donde conoció al doctor Athanase Follet, con cuya hija, Edith, se casaría y con quien tiene a su única hija, Colette.
Se prepara el bachillerato y, aprovechándose de un plan de estudios aligerado para excombatientes, se licencia en medicina. Su tesis doctoral, La vida y obra de Ignaz Semmelweis, se considera su primera obra literaria, terminando en 1924. Curiosamente Ignaz Semmelweis era un médico húngaro judío, que se destacó en el estudio de la asepsia en tratamiento de las parturientas para evitar las fiebres puerperales.
Tras su doctorado, ingresa en la Sociedad de Naciones como experto en temas de higiene. Fue destinado a Ginebra, pero realiza constantes viajes a Estados Unidos, Cuba, Canadá e Inglaterra. Pasó asimismo largas temporadas en Nigeria y Senegal. Debido a las largas ausencias, terminaría su segundo matrimonio con Edith Follet dos años después de graduarse. En Estados Unidos visita la fabrica de automóviles Ford, en Detroit para analizar las condiciones de los trabajadores. Los efectos de la "cadena de montaje" le resultan repugnantes. Las críticas son feroces, describe la situación como una agresión a los sentidos de los trabajadores. El trabajador es una parte más de la máquina y se buscan trabajadores sumisos, con un bajo nivel intelectual que asimilen el proceso sin protestar, convirtiéndose en un elemento más del engranaje de la máquina,
La Sociedad de Naciones no le renueva el contrato y trata de instalarse para ejercer la medicina privada como obstetra en Montmatre, pero no funciona y termina trabajando en una clínica y como visitador médico.
El genio malévolo, siente la medicina de una forma vocacional y tal vez por eso siempre mantuvo separadas las dos actividades. Es el doctor Destouches que ejerce entre los marginados de forma altruista, y el cínico Céline que ya en su obra L’Eglise, primer esbozo de su genial novela, apunta en 1927 un antisemitismo incipiente. Dejará testimonio de su vocación como médico en una entrevista al final de su vida.
Conoce en Ginebra a una joven bailarina norteamericana, Elizabeth Craig, que le inspira una pasión enfermiza y morbosa por el temperamento de la que se describe como una femme fatale, cruel, hermosa y una depredadora sexual, que en su bisexualidad proporcionaba al genio una perversión que confiesa abiertamente en correspondencia privada a un amigo norteamericano entre 1931-1932:
“A mí me ha gustado siempre que las mujeres fueran bellas y lesbianas. Muy agradables de contemplar y sin fatigarme con sus apetencias sexuales. Que se lo pasen bien, que se meneen, que se devoren –mientras yo hago de voyeur–, ¡eso me chifla, una barbaridad y desde siempre! Así que soy desde luego un voyeur y consumidor entusiasta, vaya, bastante, pero muy discreto”.
Dada a los excesos, a orgias entre alcohol, drogas, ingenuas muchachas semiadolesentes que atrapa en sus redes y relaciones mafiosas, es a Elizabeth a quien dedicara su Viaje al final de la noche. Es L’Imperatrice, pero su huella está también en los personajes de Lola y Molly
La relación acaba en 1933, poco después de la publicación de su novela cumbre, tal vez por hastío mutuo. No está muy claro si cabe hablar de amor, si el escritor es capaz de amar. En todo caso, con palabras del mismo Céline, fue una influencia importante en su vida:
“Es un fantasma, pero uno al que le debo mucho. ¡Qué genio el de esa mujer! Yo nunca hubiese sido nada sin ella. ¡Qué talento! ¡Qué sagacidad!… Qué panteísmo doloroso y a la vez travieso. Qué poesía… Qué misterio… Lo comprendía todo antes de que se le hubiese dicho una sola palabra. Son realmente raras las mujeres que no son unas vacas o unas marmotas, pero entonces resultan unas brujas encantadoras.”
Voyage au bout de la nuit, se publica en 1932, y es recibida como un acontecimiento literario de primer orden, casi exigiendo la crítica el premio Goncourt que se le niega, le dan el Renaudot (premio que se asocia al anterior y es dado por la crítica). Pero el Goncourt es un escándalo y uno de los jurados dimite al negársele a Céline.
Creo que la mejor descripción que he visto de la novela es la dada en www.operamundi-magazine.com
“Viaje al fin de la noche era, por donde se viera, una obra de destrucción, un evangelio de odio, y Céline era su profeta.”
No voy a analizar ni comentar la novela, porque es el escritor quien nos interesa, pero hay que destacar su consagración como obra de referencia: La critica feroz a la guerra y su alegato pacifista, al colonialismo, la desesperanza, el nihilismo, la denuncia… todo ello vestido con los ropajes de un estilo rompedor y completamente nuevo y alejado de la ortodoxia y el academicismo, la convirtió enseguida en una obra de culto, sobre todo para la izquierda, que considera al escritor uno de los suyos.
Invitado a la Unión Soviética, Trotsky admirador de su novela, era consciente sin embargo de una realidad:
“Podía ser un gran escritor, pero jamás sería socialista, porque en él no existía la esperanza.”
Céline viaja con la esperanza de conseguir recuperar los ingresos que sus derechos de autor ha generado en la traducción al ruso de su novela que estaban bloqueados. Le muestran los logros de esa sociedad que sabrá superar lo que en su crítica feroz denuncia. Y él, el escritor, observa y analiza, a su vuelta escribe un folleto, Mea culpa, que iniciará con estas palabras:
“¿Saben qué es Rusia?...Arenque ahumado y delación.”
Es una crítica feroz al sistema comunista, y ante ello, la izquierda se lanza encima. Pero él odia, odia la guerra ciega que convierte a los hombres en carne de cañón de los oficiales estúpidos, el capitalismo salvaje que vivió en las fábricas americanas, pero también odia el comunismo que vio en la Rusia de Stalin, y odia a los judíos que controlan y dirigen el poder económico.
Su odio no se limita a los judíos, se amplia y se difunde hacia todos los lados, su militancia entusiasmada en el antisemitismo, se hace grotesca hasta para los mismos alemanes: Ernst Jünger, en aquella época oficial alemán en el Paris ocupado, lo describió con un nombre falso pero fácilmente reconocible como:
“Un personaje repugnante que ramoneaba por las dependencias que los alemanes ocupaban en Paris buscando su beneplácito.”
Sus escritos a la prensa colaboracionista, cargados de ira y reclamando el exterminio judío, son tan exagerados que provocan recelos ante un antisemitismo “histérico y obsceno” entre los mismos genocidas.
Estos planteamientos de ideario se encuentran en tres panfletos aún hoy prohibidos en Francia, no tengo muy claro si por las autoridades, al hacer apología del odio, o por su esposa y fiel compañera que no ha dado permiso para su reedición, Lucette Almanzor, bailarina como aquella Elizabeth Craig. Pero esta vez, Lucette será la otra cara, la de la bondad y la fidelidad, más allá de la muerte, intentando preservar su nombre. Los títulos de la infamia son Bagatelle pour une massacre, (1938), L’École des cadavres (1938) y Les beaux draps (1941). Desarrolló también una activa labor de articulista y denunció sin piedad a sospechosos de judaísmo. No dejó lugar para la duda en cuanto a sus planteamientos vitales y su rabia.
Al final, cuando el nazismo cae, no le queda más alternativa que la huida. Primero a Alemania, luego a Dinamarca donde tras pasar por prisión, vivirá en un semiexilio precario. Su encarcelamiento en la cárcel de Vestre Faengsel fue un descenso a los infiernos. Estuvo recluido en la sección de condenados a muerte en aislamiento y en condiciones durísimas. Adelgazó sesenta kilos, sufrió depresión, padeció migrañas, insomnio, dolores reumáticos y varios problemas más. Se siente acosado por el partido comunista francés PCF, y por una izquierda a la que desprecia y ridiculiza, pero que controla el poder ideológico del nuevo estado. Pese a todo, es el gobierno danés quien le salva la vida al negar la extradición inicialmente en los m o momentos mas duro de la postguerra. Luego llegará el indulto.
Después, su vuelta tras siete años de exilio, con el título de “desgracia nacional”, obtenido después del juicio celebrado en su ausencia, sale bien parado en comparación con algunos de sus amigos y correligionarios. Comienza el exilio interior, repudiado por casi todos, pero en una cierta comodidad económica, ya que su contrato con Gallimard sobre reediciones y adelantos de una trilogía (De un castillo a otro, Norte y Rigodón) sobre su exilio alemán, le permite una seguridad económica mientras se regodea en su situación de marginado que le proporciona los motivos para la rabia y el resentimiento.
Morirá el día antes del suicido de Hemingway, y el mismo día que acaba su último libro Rigodón, que publicará, su mujer.
Jamás pronunció, una palabra de arrepentimiento, se declara inocente, pese a las abrumadoras evidencias de declaraciones reiteradas. Se siente incomprendido, es una ególatra sin corazón, le gusta la placidez en la que se instala solitario tras el escudo del repudio siempre acompañado de su fiel Lucette y sus animales..
Es un ser extraño, rozando la locura y el histrionismo. Intentar justificar o suavizar su parte oscura, es innecesario, porque no va a construir una cara más amable, ni más aceptable.
El conflicto de si moral o ética debe ir ligado a la calidad del arte y su reconocimiento, resulta tan absurdo y vano, como el pretender negar que cada uno de nosotros llevamos dentro un Jano de dos caras que se muestra según el momento propicio. Todos somos un Jekyll y un Hyde, tal vez menos evidentes, con el freno que no tenia Céline. El genio, dejó desbocar su lado oscuro, pero en todo caso, con él controlado, no existiría el mago de las palabras.
Bibliografía
Narrativa
Viaje al fin de la noche (1932), novela
Muerte a crédito (1936), novela
Apología de Muerte a crédito (1936)
Guignol's Band (1943), novela
Casse-pipe (1952), novela
Fantasía para otra ocasión (1952), novela
Fantasía para otra ocasión II —
Normance (1954), novela
Conversaciones con el profesor Y (1955)
De un castillo a otro (1957), novela
Norte (1960), novela
El puente de Londres (1964), novela
Rigodón (1969), novela, obra póstuma
Obra no narrativa
La iglesia, drama escrito hacia 1930
Homenaje a Zola (1933), discurso
Mea culpa (1936), panfletos antisoviéticos
Bagatelas para una masacre (1938), panfleto antisemita
La escuela de los cadáveres (1938), panfleto antisemita
Les beaux draps (1941), panfleto antisemita
Semmelweiss (1936), ensayo novelado
Algunos enlaces bibliográficos
Louis-Ferdinand Céline y la estupidez de la guerra
Los infames escritos de Louis Ferdinand Céline
Louis-Ferdinand Céline
La lección del "caso Céline"
El último maldito
Céline, el hombre enfadado
¿Qué hacemos con los genios infames?
Louis-Ferdinand Céline
Magnifico Julia. No le conocía. Un joven sindicalista de mi trabajo me lo ha aconsejado. Mirando en el foro he llegado aquí.
ResponderEliminarFelicidades por este artículo, me has dado una visión muy completa.
Nosequé