La simbología en las novelas de Ernesto Sábato - Conchi Sarmiento




" La imaginación del hombre no es Caratis  para explorar con impunidad todas sus cavernas."
Egdar A. Poe


Las novelas de Ernesto Sábato -El túnel (1948), Sobre héroes y tumbas (1961) y Abaddón el exterminador (1974)- forman un solo sistema de significación en el que se emplean los mismos códigos y se presentan similares estructuras. Como diría el propio Sábato, "todas son formas de los mismos fantasmas".

Al analizar el conjunto sus novelas es posible ver una serie de semejanzas entre ellas, y que funcionan de manera semejante, hasta el punto de que casi podríamos decir que sus tres títulos no son sino aspectos de una sola novela, tales son sus conexiones. Las tres forman una especie de ciclo, con personajes que transitan de uno a otro libro, ampliaciones de motivos antes presentados y reiteraciones de paradigmas y símbolos éticos. Entre éstos últimos se incluyen el carácter morboso de la pasión amorosa; la obsesión con la ceguera física tratado como emblema de la moral; la naturaleza impenetrable y oscura del mundo; la estéril lucidez de la conciencia que solo agrava la sospecha de que la vida carece de sentido alguno; la omnipresencia del mal; el extraño lenguaje de los sueños, etc. Así, la simbología del surrealismo y del psicoanálisis en Sábato es el camino más firme para penetrar en el misterio del mundo. Hay una fuerte unión entre el psicoanálisis y el concepto de inconsciente, porque el inconsciente sirve de mediador entre el mundo sensible y el inteligible. Y el inconsciente se puso en relación con la enfermedad nerviosa y mental (la que parecen adolecer Juan Pablo Castel, Fernando Vidal..., inclusive cabría decir la familia Vidal Olmos en general). Probablemente el texto que más corresponda a este aspecto sea “Informe sobre ciegos” (capítulo III de Sobre héroes y tumbas). 

En general, Sábato se refiere a los símbolos en el contexto de la tradición literaria, la herencia mítica o el conocimiento esotérico, extrayendo analogías de diversa cosmogonías y tradiciones, principalmente de la clásica helénica y la judeo-cristiana.

La simbología de la maternidad predomina de forma casi absoluta en su obra. Es un tema que afectó notoriamente al autor en su vida privada, que deja translucir en el capítulo II de su libro de memorias Antes del fin (1998): La madre de Sábato perdió a su madre con solo 8 años y a su vez, ella perdió a un hijo de 2 años de edad, Ernestito, mientras estaba embarazada de Ernesto. También el propio Sábato perdió a un hijo. La imagen de la madre aparece presentada de diversas maneras, por ejemplo, el cuadro que pinta Juan Pablo Castel y que tanto llama la atención de María Iribarne, se titula "Maternidad", y dentro del psicoanálisis, la matriz de una madre es comparada con un túnel del que, por otra parte, nunca saldrá Castel. Por tanto, al matar a María (nombre de la mujer- madre por antonomasia), el protagonista también está matando a su propia madre, y en cierta medida, a sí mismo. En Sobre héroes y tumbas la relación incestuosa entre Fernando Vidal y su hija Alejandra no resulta tan destructiva como la que mantiene ésta última con Martín de Castillo (merece señalar la similitud entre los apellidos de Juan Pablo Castel y Martín del Castillo, que para los psicoanalistas el castillo es símbolo de la madre protectora). Las referencias a la maternidad son continuas. No es casualidad que, al principio de Sobre héroes y tumbas, Martín se sitúe en el parque Lezama justo enfrente de la estatua de Ceres, diosa de la fertilidad, y por ende, representante también de la maternidad y eso, inconscientemente, haga reflexionar a Martín sobre su madre. Martín sabe que su madre trató de evitar que él naciera, razón por la cual la llama "madre-cloaca", y estas referencias edípicas remiten nuevamente a El túnel, e incluso a "Informe sobre ciegos", ya que Fernando sí acabó en las cloacas buonarenses...y también hace referencia a la maternidad, representada en Alejandra. Tanto la relación que mantienen Martín y su madre como la de Alejandra con su padre, son destructivas. En ambos casos la referencia al mito de Edipo es directa, y ya no solo por la relación incestuosa entre padre e hija, sino porque Fernando Vidal, una vez que ha penetrado en la verdad de su propia existencia (cap. XXXV de "Informe sobre ciegos") , pierde los ojos materiales con los que ve, para verse a sí mismo, al igual que al héroe clásico. El tema edípico es una clave de lectura. Fernando por su propia voluntad penetra en los laberintos de su propio destino: el incesto. La ciega que tanto le aterra en sus alucinaciones no es otra que la misma Alejandra, y es ahí donde reside el sentido trágico de destino del héroe. Básicamente Fernando, quien en su locura cree firmemente en la Secta del Mal, es guiado por su propia voluntad a penetrar en el reino de lo distinto, de lo impensable para la mayoría de los hombres y mujeres, es decir, el incesto o la unión sexual entre padre e hija. Como en Edipo Rey de Sófocles, Edipo no tiene más remedio que seguir con su destino fatal, de la misma forma que Fernando lo declara. Por ello será asesinado por su propia hija, quien luego prenderá fuego a la casa familiar y se quemará ella misma a fin de redimir la tragedia a través del fuego purificador y ete
rno. No obstante, Sábato no explicita si este acto se destina exactamente a la depuración a través del fuego después de haber sucumbido ante un amor incestuoso con su padre. El complejo de Edipo ha sido un aspecto clave en la obra se Sábato. El incesto, uno de los motivos básicos, aparece en El túnel como parte del conflicto en la relación entre Castel y María, se encuentra en la base de la tragedia de Sobre héroes y tumbas, ya que este parece ser el origen de la problemática de Alejandra quien ha tenido relaciones sexuales con su padre. A la vez, la relación de Fernando con Georgina – madre de Alejandra y prima, a su vez, de Fernando- es un reflejo de la atracción que éste sentía por su propia madre. Algo semejante le ocurre a Bruno, quien en un momento se da cuenta que su atracción por Alejandra no es más que una extensión de su amor por Georgina, y eso es justo lo mismo que le pasa a Fernando, porque Alejandra es un vivo retrato de su madre. En Abaddón no faltan tampoco las relaciones incestuosas. El complejo de Edipo y los problemas de la líbido, siendo un punto básico de la teoría freudiana, han pasado a ser herramienta de trabajo en la interpretación de los textos sabatianos.

Otro de los pasajes más cargados de simbología, es el que compone los capítulos XXXV y XXXVI de la tercera parte de Sobre héroes y tumbas, de "Informe sobre ciegos", cuando Fernando Vidal, en su persecución de los ciegos pierde el conocimiento ante la visión de la ciega. 

Pasemos a un somero análisis del texto atendiendo a su simbología:

En cada una de las obras, cada protagonista se "transforma" en un animal, de tal suerte que Juan Pablo Castel se convierte en un pájaro en uno de sus sueños (capitulo XXII), Fernando Vidal Olmos se transforma en pez (capítulo XXVI) y Sabato (sin acento, el alter ego del autor en Abaddón el exterminador) se metamorsea en murciélago (un animal nocturno y ciego).

En el capítulo XXXVI, en primer lugar Fernando sale de una caverna guiado por una relativa luminosidad opaca, una luz como de crepúsculo, "rojiza y violácea". Para los psicoanalistas, la caverna o gruta es símbolo de genitales femeninos. Hay numerosos símbolos que remiten al claustro materno y a los genitales femeninos, como la habitación – donde encontró a la ciega, donde perdió el sentido, de donde salió hacia las cloacas- , la puerta – de la habitación anterior- y la de la estatua de páramo- y el túnel, de sobradas referencias. La imagen del crepúsculo es muy utilizada en la obra sabatiana, es un momento especial del día, que induce a la reflexión. Prácticamente todos los personajes, Bruno, Martín, Alejandra, Castel y Fernando se mueven en esas horas del día. El crepúsculo es observado como un proceso psíquico o algún asunto de la vida que llaga a su término. En Sobre héroes y tumbas hay una breve reflexión sobre el atardecer en Buenos Aires, al igual que en Abaddón el exterminador, realizadas por Bruno y Sabato respectivamente. Da cierta sensación de que estos personajes no se mueven ni de día ni de noche, sino en los atardeceres, hacia la noche, la bruma. Es un momento intermedio que se podría llegar a relacionar con la contradicción en Sábato entre razón e intuición. Como la justa medida. O como el ocaso de la civilización. Por eso viene la venida del fin de los tiempos, el apocalipsis anunciado por el ángel exterminador, por Abbadón.

De hecho, cuando Fernando alcanza el páramo donde va a encontrar a la estatua del Ojo Fosforescente (nueva alusión a la vista) parece haber encontrado la solución a problemas, el fin ansiado. Curiosamente, esta enorme estatua es una Gran Deidad con cuerpo de mujer y su famoso "Ojo Fosforescente" no se encuentra en su cabeza, sino en el ombligo. El ombligo es una cicatriz, la marca que deja el cordón umbilical, lo que une a un recién nacido con su madre. Por lo tanto, aquí nos encontramos con dos claras referencias a la ceguera (vista- Ojo Fosforescente) y a la madre (ombligo). Dos símbolos obsesivos para Sábato, porque, como dice en El escritor y sus fantasmas:

 "La ceguera es una metáfora de las tinieblas, un descenso a los infiernos o un descenso al tenebroso mundo del inconsciente, es la vuelta a la madre o al útero, es la noche".

También es bastante significativo que se trate de un ídolo femenino. En su significación arquetípica, la Mater se relaciona con la materia; es la diosa de la naturaleza, de las criaturas, del mundo intermedio. El cristianismo destruye el sentido negativo que puede atribuirse a estas categorías para incorporarlas al impulso de la salvación. Lilith, Eva, Helena, Pandora son las figuras- símbolos que el mito antiguo presenta como desencadenantes del Mal. Para el psicoanálisis vendría a significar la inmadurez en tanto que implica cierta dependencia materna (en caso de ser un dios masculino, sería paterna). Las estatuas representan la soledad, la frigidez. Martín suele ir al parque Lezama, ya sea solo o con Alejandra, y gusta de observar a las estatuas, le dan qué pensar. La de Fernando es una estatua con cuerpo de mujer, con alas y cabeza de vampiro, y con manos y pies en forma de garras. Y "con poder sobre la vida y la muerte", un ser con forma de mujer que implica maternidad, vida y muerte en tanto que a través de su forma vampírica remite a la sangre, y la sangre es vida. Y los vampiros la absorben, arrebatando esa vida. A pesar de hallarse en un paraje tan inhóspito, terrible y crepuscular, y de su aterrador aspecto, ésta estatua representa la vida, probablemente en mayor medida que a la muerte. Además la gigantesca estatua carece de rostro, con lo cual pierde el sentido de la identidad, lo es todo, lo abarca todo porque también es lo desconocido.

También aparece el símbolo del fuego en la alucinación de Fernando Vidal. Se trata del gran Ojo de la estatua, cuya fosforescencia se debía al reflejo de un fuego interior que vacila, crece y disminuye. El fuego dentro del psicoanálisis, es uno de los símbolos oníricos más importantes. Viene a ser la fuerza instintiva, el poder del espíritu, pero sobre todo, la excitación sexual. Es una visión purificadora, por ello Alejandra se quema a sí misma, y el Loco Barragán (Natalicio Barragán, personaje que aparece en Sobre héroes y tumbas y en Abaddón el exterminador) profetiza que el mundo arderá cuando llegue el inminente Apocalipsis. Esa fuerza intuitiva hace que Fernando sepa con certeza lo que tiene que hacer, adonde ir. Así, se acerca a la estatua y sabe que tiene que entrar en ella: "YO SABÍA que debía haber una entrada para que yo pudiese pasar, y quizá solo para eso. En ese momento mi espíritu estaba dominado por la certeza de que todo aquello había estado esperando mi llegada y es unicamente por eso no se había derrumbado ya hacia la nada" (Informe sobre ciegos, capitulo XX).

Dentro encuentra una escalera de piedra que conduce al Ojo (fuego interno) de miles de escalones. El hecho de subir denota ansias de renovación y la escalera es un inequívoco símbolo de contenido sexual para los psicoanalistas. Podría decirse que esta estatua es una alusión misma a la propia Alejandra.

Después de muchos desfallecimientos, Fernando consigue llegar a Él (Sábato no especifica, pero se esclarece que se trata de un tramo que va a conducir directamente al centro de la estatua, justo al Ojo Fosforescente, al ombligo, donde se halla el fuego interior), y todo se transforma en un estrechísimo túnel de carne, en que me fue preciso trepar reptando sobre mi vientre, es como una matriz. Es una gruta submarina, pero seguramente no se trata de agua, sino del líquido amniótico. Poco a poco, Fernando, a medida que avanza hacia el epicentro (vientre) por el túnel (matriz), va retrocediendo en sus recuerdos: "(...) algo que me recordaba, como en un sueño, hechos remotísimos que no podría precisar (...)", hasta que se metamorsea en pez: "Algo me sucedió a medida que ascendía en aquel resbaladizo y sofocante túnel de carne: mi cuerpo se iba convirtiendo en pez, mis extremidades se transformaban repugnantemente en aletas, mi piel se cubría de escamas" (Ambas citas en capítulo XXXVI de Informe sobre ciegos).

Finalmente alcanza la "caverna" (que sería el vientre materno), "hundiéndose en un líquido caliente y gelatinoso" (líquido amniótico). Partiendo de esta línea, sería interesante ver la interpretación simbólica del ritual erótico en Abbadón, ya que, partiendo de los antiguos rituales cátaros se podría decir que el simbólico ojo sexual de Abaddón el exterminador (casi todos los ojos simbólicos en las novelas de Sábato en general) es un ojo maligno, enjuiciador, objetivamente que desnuda a quien mira. El hecho de que el ojo esté situado en una posición genital implica además una inversión profunda del simbolismo tradicional metafísico del órgano óptico, penetrando en el sexo ocular de la mujer se entra así en el insondable mundo de los ciegos, por eso Fernando se acuesta con la ciega. Tras esto, Fernando pierde el conocimiento, es decir, regresa a su estado inicial de vida, el vientre de su madre, como feto e incluso como embrión. Es su principio y su fin. Esta idea remite en cierta medida a Señas de identidad de Juan Goytisolo, ya que trata también el tema del retroceso hacia el vientre materno.

Otro de los símbolos que huelga destacar y que aparecen en esta tenebrosa ensoñación de Vidal (capítulo XXXVI) es el de las torres. Hay exactamente 21 torres de colosal altura construidas en piedra negra, parcialmente derruidas y formando un polígono en cuyo centro se yergue la Gran Deidad, tan alta como las torres mismas. Y es que Sábato, para quien la oposición establecida entre pensamiento  intuitivo y pensamiento racional representa otra de sus grandes obsesiones, considera la simbología de las "altas torres" como una metáfora del conocimiento, el cual se divide en dos grandes axiomas: por un lado estaría el conocimiento científico o la razón, representado por las "altas torres" (en El túnel, Sobre héroes y tumbas y Abaddón el exterminador estarían representadas por los rascacielos de Buenos Aires) , y por otro, el conocimiento intuitivo, representado tanto por el agua y la tierra como en su forma aleatoria, el barro (no hay que olvidar que gran parte del suelo del gran páramo sobre el que se alzan las torres y la estatua es barro...y que muchas mitologías creían que los primeros hombres fueron hechos con barro). Es hacía esto, hacia la mentalidad intuitiva, donde Juan Pablo Castel se resiste a vivir, el que asquea a Alejandra hasta la muerte, el que casi ahoga a seres como Martín o Bruno y donde Fernando Vidal Olmos tiene que sumergirse como un anfibio. Por ello Sábato presenta unas torres negras y derruidas, porque representan a una razón que ya no puede sostenerse. Esta dicotomía entre la razón y la intuición también las encontramos en el cuadro de Juan Pablo Castel, titulado "Maternidad". Las referencias descriptivas a esta obra pictórica dentro de la novela de El tunel, son las siguientes:

"(...) un cuadro llamado "Maternidad. Era del estilo de muchos otros anteriores: (...) sólido y bien arquitecturado. Tenía los atributos que esos charlatanes [los críticos] encontraban siempre en mis telas, incluyendo "cierta cosa profunda e intelectual". Pero arriba, a la izquierda, a través de una ventanita, se veía una escena pequeña y remota: una playa solitaria y una mujer que miraba al mar (...) , como esperando algo, quizás algún llamado distante y apagado. La escena sugería, en m opinión, una soledad ansiosa y absoluta". (capitulo III).

Y al romper la tela que contenía la pintura, es cuando cita algunos elementos que forman el resto del cuadro (aparte de "la ventanita"):

"(...) columnas en pedazos, estas estatuas mutiladas, estas ruinas humeantes, estas escaleras infernales!" (capitulo XXXIV).

Es posible postular una relación en cuanto a la impresión visual que provoca el signo "torre" y la posición de la "ventanita" en el cuadro. La imagen visual de las "altas torres" se reedita en el lienzo representando dos mundos, dos formas de sentir y de pensar. La escena de la "ventanita" está tan separada del mundo de las madres, como lo están las "torres" donde domina el azar y la conjetura. Así, los críticos consideran que es un cuadro "bien arquitecturado", donde predomina la razón y ni siquiera ven en la esquina superior izquierda a la mujer que espera junto al mar, porque ya escapa a los límites de la razón para entrar de lleno en el arte, en lo intuitivo, en lo espiritual.

En el contexto de Sobre héroes y tumbas, el representamen "altas torres" se transmite en diversas manifestaciones. Así, el mirador de la Casa de Barracas, donde duerme Alejandra, es una de ellas, porque allí se ha detenido el tiempo en un doble aspecto: primero cuando escolástica se enclaustró durante decenas de años allí, enloquecida guardiana de la cabeza de su padre, y después, porque es allí donde se consuma el incesto, años después.


Mucho queda en el tintero, pero sirva este apunte como botón de muestra. La simbología en la obra novelística de Sábato es tan vasta como la conciencia de cada lector. Pero cuidado con dejarse llevar por la parte implacable del espíritu humano que pudo con Fernando Vidal Olmos, cuando se preguntó aquello de "¿y quién que ahonde en los pliegues de su conciencia puede respetarse?"…


  • Sábato, Ernesto.  El túnel, ed. Cátedra, Madrid, 1994.
  • __________, Sobre héroes y tumbas, ed. Seix Barral, Barcelona, 2001.
  • __________ , Narrativa completa, ed. Seix Barral, Barcelona, 1982.

1 comentario:

  1. Interesante análisis. Siempre me ha parecido fundamental la lectura de las tres novelas de Sabato para una adecuada omnicomprensión de cada una de ellas. "Abaddón el exterminador" sólo se comprende adecuadamente con la lectura previa de "Sobre héroes y tumbas" y leer "El túnel" es una suerte de preparación iniciática para estar mejor predispuestos a introducirnos en el complejo mundo de "Sobre héroes y tumbas".
    Saludos.

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