¿Quién no ha oído hablar de Odiseo y de sus aventuras y desventuras? Todos conocemos las hazañas de este héroe griego caracterizado por su astucia y su ingenio, pero ¿acaso es la Odisea el mero relato de su tortuoso regreso a Ítaca? Ciertamente no. Este sucinto escrito expondrá la siguiente teoría: la Odisea como ese largo peregrinaje de un ser humano para recuperar su identidad y ser alguien en el mundo. Para ello, se emplearán diversos pasajes de este poema homérico, con especial interés en el canto 9, para su demostración. Este canto no sólo es importante por ser el comienzo de la historia del propio Odiseo narrada por él mismo, sino también por contener elementos claves para la comprensión y articulación de este escrito. Antes de comenzar con el desarrollo del presente trabajo, se presentará la siguiente tríada de conceptos a modo de guía para una mayor aprehensión del mismo. A saber: olvido- sueño- muerte. Estos tres conceptos son muy relevantes y están presentes a lo largo de todo el poema homérico, sobre ellos se articulará la problemática de la identidad y la ineludible necesidad de Odiseo por superarlos y volver a ser el que es.
El noveno canto presenta al primero de esos pueblos vinculados con la alteridad, con lo Otro, los lotófagos. Estos pacíficos seres preludian los peligros a los que se enfrentará este héroe griego. Al llegar a la isla de los lotófagos, Odiseo envía un pequeño grupo de hombres con el fin de averiguar quiénes habitan ahí y las costumbres que tienen. Sus compañeros no regresan, los habitantes de esta isla son pacíficos pero les ofrecen en un acto de hospitalidad un alimento cargado de fatalidad, el loto. Éste produce el olvido no sólo de aquello de que les rodea sino también el olvido de sí mismo. Con estas palabras lo describe Homero: “(…) El que ellos probaba su meloso dulzor, al instante perdía todo gusto de volver y llegar con noticias al suelo paterno; sólo ansiaba quedarse entre los lotófagos, dando al olvido el regreso, y saciarse con flores de loto. Los conduje a las naves a la fuerza y en llanto; arrastrélos por la cala y, al fin, los dejé bien atados debajo de los bancos. Al punto ordenaba a mis otros amigos que embarcaran aprisa en las rápidas naves, no fuese que comieran algunos la flor y olvidasen la patria.” [1] Olvido, peligrosa trampa cuyo final es la muerte. [2]
Después de esta primera etapa, Odiseo llega a la isla de los cíclopes. El enfrentamiento con el fiero Polifemo es muy importante, pues a partir de éste comienza el paulatino y progresivo borrado de su identidad. Como es sabido por todos, Odiseo vence a Polifemo empleando tres características propias del ser humano: el fuego, la agricultura y el lenguaje. Odiseo oculta su verdadera identidad presentándose bajo el nombre de “nadie”. Homero utiliza dos términos diferentes: el primero, es oudèn y el segundo es mêtis. Oudèn es el artículo indefinido griego y mêtis es un adverbio que significa “nadie”. Sin embargo, “mêtis” también es el nombre “mêtis/-idos”. Éste significa “prudencia”, “astucia”, “ingenio”, todos ellos connotan la personalidad de este héroe griego. Éste se presentó a Polifemo como “mêtis”, y a través de este juego de palabras vence al fiero cíclope. La astucia de la razón supera la bestialidad. No obstante, Odiseo comete un error. Su vanidad desvela su verdadera identidad. A partir de este momento, todo serán infortunios y desgracias. Poseidón le castigará [3] y estará durante un año sacro [4] vagando errante, superando múltiples trampas hasta el punto de quedar solo. Su identidad se irá diluyendo de forma progresiva, paradójicamente se irá convirtiendo de forma paulatina en “nadie”. Téngase en cuenta que los antiguos griegos no conciben su yo interior, su identidad, como lo hace un hombre moderno. Un antiguo griego tiene conciencia del mundo exterior (objetos, animales, planetas…) pero no de su propia interioridad. La célebre máxima del Oráculo de Delfos: “Conócete a ti mismo” no invita a una meditación espiritual interna como se piensa. El conocimiento interiorista comenzó con San Agustín, no en la Antigua Grecia. Actualmente muchos estudiosos e investigadores helenistas aseveran que el yo de un griego está en relación con un otro que nos reconozca y dé una identidad. Es decir, nos conocemos a través de otros. En palabras de J. P. Vernant: “el individuo se busca y se encuentra en el otro, en esos espejos que reflejan su imagen y que son para él cada alter ego, cada uno de sus parientes, hijos o amigos.” [5]. Este punto es muy importante porque esclarece el motivo de por qué Odiseo no sólo rechaza a la bella Calipso sino también la inmortalidad que ella misma le ofrece si acepta ser su esposo. “Calipso” deriva del verbo griego “kalyptô”, “ocultar”, por tanto, esta ninfa es la que oculta y se oculta. Ella mantiene lejos de la mirada de dioses y hombres a Odiseo. El no ser visible implica, el olvido y la desaparición del mundo de los vivos, incluso siendo inmortal estaría muerto en vida. Muy significativas son las palabras del poeta Píndaro acerca de los vencidos: “(…) ni al regreso junto a su madre, el dulce reír suscitó benevolencia en torno suyo. Por el contrario, por callejas, lejos de sus enemigos, andan a hurtadillas mordidos por el fracaso” (Pítica, 8, 83-87). En vez de disfrutar de la fama (kléos) del vencedor y de su condición de objeto de comparación, en su calidad de thaetós o ekrepês, “admirado” y “destacado”, el perdedor ha de sufrir ocultación y olvido.” [6] Odiseo si aceptase vivir junto a Calipso, perdería su kléos, su fama y su dignidad que le hace ser el que es. Dejaría de ser rey de Ítaca, ser esposo de Penélope, perdería su oikòs donde es amo y señor, nadie cantaría sus hazañas porque reemplazaría ese ideal de “muerte bella” por una muerte anónima (incluso siendo inmortal) cayendo en el más profundo olvido y desapareciendo de la memoria colectiva.
Kalpis (hidria) con figuras en rojo, procedentes de Pestum (sur de Italia), Último cuarto de siglo V A.C.
Nápoles, Museo Nazionale,Cat.2899
Nápoles, Museo Nazionale,Cat.2899
Téngase en cuenta cómo en Ítaca su identidad se encuentra en esta situación. Nadie sabe nada de él, es como la figura de un espectro. Su propio hijo, Telémaco, desearía que hubiese muerto en Troya para al menos haber sido honrado y recordado entre todos. [7] Llegados a este punto es preciso señalar la importancia que tiene la visión y el oído en relación con esta problemática. Los antiguos griegos, como se ha podido comprobar en este artículo, otorgan un gran papel a la visión. Tal es su relevancia que es equivalente de conocimiento. Aquello que se conoce es lo que está presente, a la vista, por el contrario lo desconocido es lo oculto. Es más, el verbo theoreîn aplicado al conocimiento significa “visión”. Por tanto, como acertadamente señala Charles Segal “el sujeto cognoscente se construye como alguien que ve; lo desconocido es también lo no visto, ya sea la oscuridad cubierta de niebla tras el sol poniente (Odisea, 10, 190; 11,13ss) o las profundidades del Hades bajo la tierra (Eurípides, Hipólito, 190 ss). Estar vivo es “ver la luz del sol”. La omisión y el olvido, lêthê, pertenecen a la oscuridad, donde la gloria o la fama se encuentra rodeada por un resplandor (aglaìa)”. [8] No obstante, no es suficiente ser visto y estar presente en el mundo, es absolutamente imprescindible una reciprocidad, un reconocimiento entre lo visto y el que lo ve. Por tanto, la identidad de un individuo se encuentra en esta misma dialéctica. Además de esto, en este juego del reconocimiento es necesario el oído para pervivir en la memoria colectiva. Los aedos recitan aquello que es digno de ser cantado [9] para que perdure en el tiempo. Por tanto, como bien señala Segal, “el peor destino que puede acontecer a un hombre en Homero es morir aklêês, sin dejar la historia que podría preservar su memoria en una comunidad de hombres”.[10] Éste es el gran peligro al que Odiseo se ha estado encontrando hasta su regreso a Ítaca. La parte del poema perteneciente a este punto es muy importante porque implica el reconocimiento de su comunidad para volver a ser aquel que es. A su llegada a Ítaca, nadie le reconoce, han pasado unos 20 años desde su marcha y su apariencia física no es la misma. ¿Cómo consigue recuperar ese reconocimiento de su comunidad? A través de hechos y señales, pràgmata, que connoten el hombre “Odiseo”. Por eso, en primer lugar, muestra su cicatriz a la sirvienta Euriclea porque, como señala Fenik, “(…)wants to be recognized and picks out the one person who will surely do it”. [11] Euriclea, al ver la antigua cicatriz de su amo, le reconoce y le devuelve su identidad perdida. Otros momentos de esta reciprocidad y del desvelamiento de la identidad de Odiseo ante su comunidad, oikòs, se encuentran en el episodio de la matanza de los pretendientes o en la correcta resolución del enigma del lecho de su esposa Penélope.
Por tanto, tal y como se ha expuesto, este poema homérico no es la simple narración fantástica de los viajes del héroe Odiseo hasta su regreso a Ítaca. Más bien, es el largo peregrinaje en el cual deberá superar múltiples trampas y peligros procedentes de la alteridad, de lo Otro para recuperar su identidad y volver ser el que es.
Bibliografía:
Homero, “Odisea”, Ed. Gredos, Madrid, 2000
Vernant, J. P., “El individuo, la muerte y el amor en la Antigua Grecia”, Ed: Paidós, Barcelona, 2001
Vernant,J. P., “Ulises / Perseo. Breve conferencia sobre los heroes de la Antigüedad”, Ed. Paidós, Barcelona, 2010
Vernant, J. P., “La muerte en los ojos. Figuras del Otro en la antigua Grecia”, Ed. Gedisa, Barcelona, 2001
Vernant, J. P. (coord.), “El hombre griego”, Ed. Alianza, Madrid, 1991
Cabrera, Paloma y Olmos, Ricardo (Coords.), “Sobre la Odisea. Visiones desde el mito y la arqueología”, Ed. Polifemo, Madrid, 2003
Fenik, Bernard “Studies in the Odyssey” en Hermes-Einzelschriften, vol.30, 1974
Crane, Gregory “Calypso: Backgrounds and conventions of the Odyssey”, Athenäum, Frankfurt, 1988
Wulff Alonso, Fernando, “Calipso y Odiseo: Diosas y hombres” en Baética. Estudios de Arte, Geografía e historia, 10, 1987, PP.247-259
Lessing, Erich “Las aventuras de Ulises. La Odisea de Homero narrada en imágenes”, Ed. Herder, Barcelona, 1970
[1] Homero, “Odisea”, canto IX, VV. 93-102, Ed. Gredos, Madrid, 2000, Pág.133
[2] Como se verá más adelante, el olvido y la muerte se encuentran estrechamente relacionados, pues ambos aniquilan la identidad del individuo.
[3] Es preciso matizar cierto detalle. Poseidón no le levanta el castigo, pero sí el resto de los dioses. En el primer canto del poema, Atenea insta a su padre Zeus su suspensión, no porque sea injusto, sino porque ese año sacro de pena está expirando. Recuérdense las palabras de la propia Atenea sobre la naturaleza de los infortunios de los hombres: “Es de ver cómo inculpan los hombres sin tregua a los dioses achacándonos todos sus males. Y son ellos mismos los que traen por sus propias locuras su exceso de penas”. Homero, “Odisea”, canto I, VV. 32-34, Ed. Gredos, Madrid, 2000, Pág.2
[4] Apolodoro menciona que las ofensas cometidas a los dioses se pagan a través de un año sacro de exilio, el equivalente a ocho años mortales. Justamente, los mismos años en los que Odiseo se encuentra alejado de su querida Ítaca (sin contar con el tiempo que estuvo en Troya). Odiseo no es el primer caso de este castigo, se encuentran otros ejemplos en Cadmo y en Heracles.
[5] Vernant, J. P. “El individuo, la muerte y el amor en la Antigua Grecia”, Ed: Paidós, Barcelona, 2001, PP. 215-216.
[6] Segal, Ch. “El espectador y el oyente” en “El hombre griego” (coord. J. P. Vernant), Ed. Alianza, Madrid, 1991, Pág. 219
[7] Homero, “Odisea”, Canto I, VV. 230-248, Ed. Gredos, 2000, Madrid, PP. 8-9
[8] Segal, Ch. “El espectador y el oyente” en “El hombre griego” (coord. J. P. Vernant), Ed. Alianza, Madrid, 1991, Pág. 221
[9] La fama, klèos, deriva del verbo griego klýein, oír.
[10] Segal, Ch. “El espectador y el oyente” en “El hombre griego” (coord. J. P. Vernant), Ed. Alianza, Madrid, 1991, Pág. 215
[11] Fenik, Bernard “Studies in the Odyssey” en Hermes-Einzelschriften, vol.30, 1974, Pág. 43
Muy bueno el artículo, Sandra. Interesantísima la visión contextualizada de la idea de inmortalidad, fama, visibilidad y búsqueda de uno mismo en el reconocimiento de los otros. Se me ha hecho corto, y me han entrado una ganas de leer La Odisea tremendas, que sólo lo he hecho de modo fragmentario.
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