Humbert Humbert y la fidelidad ninfúlica - Conchi Sarmiento




Cuando en 1955 el editor
Maurice Girodias, de la editorial parisina Olympia Press, accedió a publicar Lolita, la vida de Vladimir Nabokov cambió de forma radical. El autor contaba ya con 56 años, así que no debió ser un cambio fácil. Era un profesor universitario, exiliado y semidesconocido pese a que ya había publicado algunas de sus mejores obras, como Rey, Dama, Valet (1928), Desesperación (1936) o Risa en la oscuridad (1938). Lolita le reportó fama, dinero e incluso estudiosos de su obra, pero también un escándalo de órdago que le acompañaría durante el resto de su vida: ¿acaso le gustaban al autor las niñas de la edad de Lolita?, ¿por qué esta historia, de dónde vino su inspiración?, ¿dónde empezaba la realidad y dónde acababa la ficción?, ¿por qué había escrito esta novela?... Nabokov, resignado, solía decir que “era interesante hacerlo. ¿Por qué he escrito cualquiera de mis libros, a fin de cuentas? Por el placer, por la dificultad. No tengo ningún propósito social, ningún mensaje moral; no tengo ideas generales que explotar, simplemente me gusta componer enigmas con soluciones elegantes”.
Nabokov sentía por Lolita una especial predilección. Para él escribir esta novela supuso un reto creativo de cotas muy elevadas. Las dificultades técnicas y las dudas le agobiaban hasta el punto de llevarle a tomar la decisión de arrojar el manuscrito al fuego. De hecho, un día de 1950 Vera, su mujer, consiguió disuadir al escritor cuando éste preparaba una hoguera en la que inmolar el manuscrito de los primeros capítulos.


Humbert Humbert era “perfectamente capaz de mantener relaciones sexuales con Eva, pero suspiraba por Lilith” (Cap. 5 de la Primera parte).

Vladimir Nabokov acuñó un término específico para esa Lilith humbertina: nymphet, una especie de diminutivo de ninfa (nymph en inglés). El primer traductor de Lolita al castellano, Enrique Tejedor, tradujo nymphet como nínfula, traducción eufónica del vocablo que también adoptó Francesc Roca en su, al parecer, ya definitiva traducción de Lolita.

Pero, ¿qué es una nínfula?

Nabokov usó ese término para designar de forma genérica a las lolitas, de tal manera que la protagonista lo ejemplificó. Parafraseando al autor, veamos un compendio de algunas de sus características:


Una nínfula es una adolescente de entre 9 y 14 años (aunque algunas pueden llegar hasta los 16) que adopta actitudes propias de una mujer sexualmente adulta pese a que su cuerpo femenino aún no esté formado. No tienen acné, aunque se atiborren de comida grasienta, y jamás engordan. Su naturaleza es ambigua, una mezcla de “tierna y soñadora puerilidad y especie de desconcertante vulgaridad”. Posiblemente esto se deba a que ven demasiadas películas de Hollywood. Son de carácter distraído, astutas, maquiavélicas, lo que les envuelve en un halo de misterio erótico que nunca va más allá de los 15 ó 16 años. Ese erotismo está relacionado con su olor. (Humbert Humbert hace muchísimas referencias al olor de Lolita, especialmente cuando juega al tenis y su olor corporal se entremezcla con el olor acre del sudor).
Todo este misterio erótico, ese olor, solo lo perciben los hombres que doblan, triplican e incluso cuadruplican la edad de la nínfula. Solo ellos, al parecer, son capaces de distinguir a una nínfula o de captar las potenciales cualidades ninfúlicas.


Lolita Haze, además de estas características, tiene un alto coeficiente intelectual. Su lenguaje es vulgar. Se pirra por los helados, los cómics, los refrescos, la ropa, el cine; de hecho, su sueño dorado es ser actriz. Físicamente es de complexión delgada, caderas estrechas como las de un muchacho –su cuerpo de mujer aún por desarrollar-, de hombros frágiles y espalda esbelta. Su piel es sedosa, sin imperfecciones, homogénea. Suele estar tostada por el sol, excepto en invierno. Tiene el pelo castaño y muy abundante: flequillo, bucles en las sienes, y rizos detrás, en la nuca.


Es una criatura de doblez exquisita que, desde que sale del campamento Q, se supera a sí misma en cinismo cada vez que engaña a Humbert. El culmen bien podría ser la escena de la piscina, cuando juega con un perrillo mientras es consciente de que Clare Quilty y Humbert la están observando, cada uno en un extremo del césped, acérrimos enemigos ya, y conscientes ambos del deseo de cada uno.


Y es que Humbert es poco más que un muñeco manipulado por Lolita. Sin embargo cuando ella mantiene una relación con Quilty, está tan enamorada, que no es capaz de dominar la situación. Ni siquiera desde el momento en el que se niega a dejarse filmar durante una sesión de sexo con un grupo de desconocidos. Y eso es la prueba de fuego para Quilty, que la echa de su mansión, la deja tirada en la calle. Sorprendentemente, años después Lolita seguirá absolutamente enamorada de quien considera el amor de su vida: Clare Quilty. Si Lolita fue cruel con Humbert, Quilty lo fue con ella, y al final, el único que parece sufrir es Humbert, pues Lolita, después de todo, perdona a Quilty.


Eso nos lleva a una cuestión: ¿Es Humbert más inocente de lo que queremos admitir?


En primer lugar, Humbert es un hombre enfermo. Vive obsesionado por una idea y un deseo frustrado durante toda su vida, desde que conoce a Annabel Leigh en el verano de 1923 (ambos tienen alrededor de 13 años) hasta mayo de 1947, cuando conoce a Dolores Haze. Y Humbert siempre va hacia Lolita. Pero jamás la alcanza. Es un hombre marcado por la fidelidad erótica a una niña eterna de 12 años: Annabel Leigh. En todas las nínfulas Humbert ve a ese primer amor, frustrado e impedido por la muerte prematura de la muchacha. Annabel es la protonínfula: fue la primera en la vida de Humbert y jamás cumplirá más de 14 años. Desde que él es consciente de ese amor imposible su vida girará en torno a la búsqueda, a la sustitución y al fracaso. El erotómano Humbert viviendo casi 30 años de un sueño fracasado. Y queda desencantado, dejándose arrollar por la depresión que encubre la frustración sexual…, hasta que ve a Lolita. Pero Lolita Haze no es Lolita Haze, sino la encarnación de Annabel Leigh, porque si a Humbert la Muerte le arrebató a su amada Annabel, la Muerte le brindará a Lolita, 25 años después y mediante la muerte de Charlotte Haze.


Estoy persuadido de que, en cierto modo, fatal y mágico, Lolita empezó con Annabel […] el elfo fatal de mi vida”


Y si no hubiera sido Lo, hubiera sido otra. Lolita estaba allí, cercana y posible. Era la “primera en toda mi vida que, por fin, estaba al alcance de mis garras angustiadas, dolientes y tímidas”, dice Humbert, conmovido hasta la caña de sus huesos.


Está enfermo. Tiene fuertes accesos de melancolía y depresión. Ha estado ingresado en varias ocasiones y durante largos periodos de tiempo en varios sanatorios, especialmente en uno bastante lujoso de Quebec. Incluso como terapia pasó 20 meses en el Canadá ártico. Pero no funciona: Humbert regresará una y otra vez a estos sanatorios a lo largo de su vida, antes y después de su años con Lolita. Durante su estancia en Ramsdale, antes de la muerte de Charlotte, nos indica casi de continuo que si en determinados momentos el Diablo no mete la pezuña y añasca la situación, se veía de regreso a un sanatorio, siempre al borde de la locura. Y no era un farol, a fe.


En segundo lugar, Humbert en su madurez jamás llega a tocar a ninguna niña de las que espía en los parques, en los transportes públicos, en las calles. Su sentido moral se lo prohíbe, y solo se limita a mirar y a resoplar para sí mismo. Es tan tímido que sueña con que solo una catástrofe podría unirle alguna de ellas. Una catástrofe natural que acabara con la humanidad y solo dejara ruinas a su paso, y unificara amor y muerte. Humbert sobretodo tiene miedo de que esas nínfulas queden traumatizadas, lo demás para él es secundario. Pero no se arriesga. Humbert no es pederasta, Quilty sí.

En tercer lugar, Humbert sufre de forma continua por sus tentaciones y sus deseos sexuales hacia las nínfulas. Eso no le redime de la culpa, pero sí puede entenderse como una penitencia. Quilty por su parte no reprime nada: lo quiere, lo consigue, lo desecha. Sin más pena, sin el mínimo desasosiego.


Y por último: Humbert Humbert está completamente enamorado de Lolita. Si eso no le excusa, nada lo hará. Es incuestionable su culpa: comete intento de homicidio, con premeditación, alevosía y diurnidad, pero no lo hace para reparar su honor, sino su dolor de bestia herida. Y el de Lolita.


¿Cómo iba Humbert a superar sus tendencias sexuales si la vida – o la Muerte- le brindaban a Lolita? ¿Iba a tener la suficiente fuerza de voluntad como para huir? ¿Humbert, el vanidoso, el erotómano, negando a una nínfula al alcance de las manos? Imposible. Solo era un náufrago llegando a puerto. Y con Lolita naufragó para siempre, y en alta mar, sin posibilidades de regreso. Lo ganaba todo, desde su punto de vista. Naufragar para siempre a causa de la lucha con su Leviatán particular, esa Lilith transformada. Lo-li-ta.

3 comentarios:

  1. Hypathia, no he leído la obra pero me encantó esta reseña tan penetrante y objetiva en el análisis del personaje masculino. Además desconocía el tema de las nínfulas. :=0

    ResponderEliminar
  2. Algún día te daré tanto la vara que acabarás leyéndolo..., y lo agradecerás, Andrómeda. ^^ Incluso aunque no te guste. :P

    ¡Un abrazo!

    ResponderEliminar
  3. Es simplemente precioso y profundo. Debo decir que me he leído el libro y me encanta, tú análisis enfatiza aquello que humbert siempre quizo dejar en claro a través de su increíble prosa.

    ResponderEliminar

No hay comentarios