Etty Hillesum: una vida, de Sylvie Germain - Mistral

Etty Hillesum: Una vida. (Sylvie Germain)
Ed. Sal Terrae



Mistral


Los Diarios de Etty fueron publicados por primera vez el 1 de octubre de 1981, treinta y ocho años después de su muerte. Posteriormente se publicarían las cartas escritas en el campo de Westerbork. Estos libros entran dentro de la tradición del Diario de Anne Frank, pero salvando la distancia que da la edad con sus vivencias y la evolución espiritual de su autora sin referencias explícitas de una tradición confesional.

El libro se convirtió rápidamente en todo un éxito en Holanda, especialmente al tratarse de una persona que eligió voluntariamente la deportación, una judía que se solidariza con los demás perseguidos. Desde su publicación ha sido traducido a más de catorce idiomas siendo un testimonio de la vida en el campo de Westerbork y del espíritu de su autora. Su belleza radica en la belleza de la propia alma de quien lo escribió. No me detendré en aspectos de la vida interior del campo, sino en las reflexiones y postura de su autora. En cualquier caso es una mirada personal sobre lo que Sylvie Germain denomina en su libro lo “inconcebible” “inconsolable”, “incompensable”.

Etty Hillesum nace el 15 de enero de 1914 en Middelburg, tras sucesivos traslados su familia se instala en Deventer. Estudiará derecho y también lenguas eslavas, obteniendo su licenciatura en 1939. Sabemos poco de los primeros años de su vida.

En 1940 cuando las tropas alemanas invaden los Paises Bajos, Etty estaba profundizando su conocimiento del ruso y estudiando a Tolstoi y a Dostoyevski, su vida sentimental era al parecer y por los ecos que se desprenden de su Diario bastante ajetreada. El ardor en todas las cosas era una de sus señas de identidad, de hecho ella comienza a escribir sus Diarios para tratar de ordenar su pensamiento y su vida:

¿Tengo una actividad demasiado intensa? Es que quiero conocer este siglo por fuera y por dentro. Lo palpo cada día, tengo en la punta de los dedos los contornos de nuestro tiempo. Me sumerjo incesantemente en la realidad. Me confronto con todo lo que se cruza en mi camino. A veces tengo la impresión de desollarme viva. Se diría que me meto de cabeza en todo y antes que nadie, con todas mis fuerzas, para no recoger más que heridas y chichones. Pero imagino que tiene que ser así. A veces creo que estoy hundida en un fuego de infierno para ser forjada en él. Pero forjada ¿para convertirme en qué?”

En 1941 se instala el gueto de Ámsterdam, los rehenes del barrio judío son conducidos al campo de Mathausen. En febrero de este año, Etty conoce al que será el gran catalizador de su vida, Julius Spier, un judío berlinés emigrado a Ámsterdam. Antiguo director de banca había abandonado las finanzas para dedicarse a la psicoquirología recibiendo las enseñanzas de Gustav Jung durante dos años en Zurich. Sus sentimientos hacia él son contradictorios, pero este hombre insólito y turbador poseía la destreza de reavivar la energía de quienes le rodeaban, redirigir a los extraviados en el caos íntimo. “Usted es un reto para mí” le confesó un día.

Mientras, el cerco a los judíos se estrecha con restricciones para desplazarse, en su Diario escribe “El odio feroz que sentimos contra los alemanes vierte un veneno en nuestros corazones”. Etty se siente dividida, es un pequeño campo de batalla, entre el instinto de supervivencia ante la amenaza y su preocupación por la equidad : “exhalo mi odio: ¡esa raza asquerosa!, y al mismo tiempo me muero de vergüenza, soy profundamente desgraciada, no consigo recobrar la serenidad y tengo la impresión de encontrarme en un enorme atolladero”. Transcurren los días cada vez más amenazadores, los amigos van desapareciendo, unos deportados, otros huidos, otros se suicidan. Ella interioriza todo, su cuerpo es una caja de resonancia. En medio del dolor un pensamiento liberador se levanta tímidamente: aunque no hubiera más que un solo alemán digno de respeto, merecería ser defendido contra toda la horda de bárbaros, y su existencia nos arrebata el derecho a derramar nuestro odio sobre todo su pueblo.
La palabra Dios empieza a aparecer en su Diario, al principio de manera bastante vaga, pues no se le conocen inclinaciones a la fe judía, ni a ninguna otra. Sin embargo esta palabra empieza a hacerse cada vez más presente con el transcurso de los meses y sobre todo con un sentido más denso y profundo.

El terrible año de 1941 ella lo describe así en su Diario con fecha 30 de diciembre: “Es el último día de un año que, indudablemente, se ha revelado para mí como el más rico y también el más dichoso de mi vida. Si tuviera que decir con una expresión lo que me ha aportado (…), sería ésta: una enorme toma de conciencia. Toma de conciencia y liberación de las fuerzas profundas que había en mí”

Las amenazas exteriores se agravan sin cesar, y el terror aumenta día a día. Yo elevo a mi alrededor la oración como un muro protector lleno de sombra propicia, me retiro a la oración como a la celda de un convento, y salgo de ella más concentrada, más fuerte, más recogida.”

Hay muchos autores que la acompañan en este aislamiento interior, Dostoyevski y Tolstoi, por supuesto, pero también Rilke, al que nombra con frecuencia y cuyos poemas no deja de leer, la Biblia por indicación de Spier o los evangelistas.

El 15 de julio de 1942 entra en el Consejo Judío. Fueron muchas las reticencias que tuvo que superar para hacerlo y tan sólo la posibilidad de estar haciendo algo, por poco que fuese en el consuelo de su pueblo la llevaron a elegir este camino. En agosto recibe la citación para presentarse en Westerbork, el campo de paso hacia los campos de concentración en los que tendrá lugar la solución final... Por este campo intermedio pasó Anne Frank y su familia, y también Edith Stein. El sentido de lo que resta de vida va a ser compartir la angustia de las victimas, proporcionarles hasta el final un poco de humanidad.

El Diario de Etty Hillesum es un camino único hacia lo más hondo del espíritu, llevado a cabo exponiendo hasta la extenuación las propias fuerzas. Sus pensamientos están alejados de dogmas. Pero por otra parte la situación opresiva en la que vive, le obliga a meditar sobre el mal y sobre el sufrimiento, a enfrentarse con sus miedos, es el yunque en el que se golpea su alma. Y surge la luminosidad de sus reflexiones, al final aparece el camino que llena su vida y cuyo Diario es testimonio. Aquí dejo otra de sus reflexiones:

La porquería de los demás también está en nosotros. Y yo no veo otra solución, realmente ninguna, que entrar dentro de ti mismo y extirpar de tu alma toda esa podredumbre. Yo no creo que vayamos a ser capaces de corregir nada en el mundo exterior que no hayamos corregido previamente en nosotros. La única lección de esta guerra es que hemos aprendido a buscar en nosotros mismos y no en los demás”.

Cuando se quiere influir moralmente en los demás, hay que combatir seriamente la propia moral personal (…) es preciso ordenar la propia vida de una manera consecuente”.

Pudo contemplar de cerca a los verdugos, y también a sus víctimas, entre ellas figuras de la vida política y cultural si cabe todavía más desorientadas y temblorosas, derribadas de repente de su pedestal:

Caminan a lo largo de las alambradas, y sus siluetas vulnerables se recortan a tamaño real contra la inmensa extensión del cielo. Hay que haberlos visto caminar así, no les queda más vestido que la tenue camisa de su humanidad. Se encuentran en un espacio vacío, únicamente delimitado por el cielo y la tierra, que ellos mismos tendrán que amueblar con sus propios recursos interiores; no les queda nada más”.

Son estos recursos interiores los que despliega Etty Hillesum, los que ofrece a todos aquellos que se cruzan en su camino. No se trata de transformar el sufrimiento en violencia pues esta postura vuelve a reproducir el mal. Se trata pues de vencer desde una auténtica resistencia interior ante la amenaza de expulsar a los hombres de su condición humana y que además estos lo acepten.

Es difícil en este punto llegar a abordar todo el pensamiento de Etty, quizá para que nos acerquemos a su reflexión interna podemos reflexionar sobre sus siguientes palabras:

La rebeldía que espera para mostrarse el momento en que la desgracia nos afecte personalmente no tiene nada de auténtica y jamás dará frutos (…) Muchas personas que se indignan hoy ante las injusticias cometidas sólo lo hacen cuando son ellas las víctimas”

Los acontecimientos han adquirido a mis ojos, unas proporciones demasiado enormes, demasiado demoníacas, como para permitirse reaccionar ante ellos por un rencor personal o por una hostilidad exacerbada. Tal reacción me parece pueril, totalmente inadecuada al carácter fatal del acontecimiento”

Todo aquí es de una locura y de una tristeza indescriptibles y grotescas. Yo estoy bien. Sigo estudiando ruso una hora al día, y leo los Salmos y hablo con mujeres de cien años de edad que insisten en contarme sus vidas”

Una de las particularidades de su escritura es su espontaneidad, sus impresiones eran consignadas y no podían ser reescritas o muy elaboradas, no había tiempo, escribía según sentía y pensaba, esto le da un valor muy auténtico a su testimonio. Sin embargo como buena lectora de los maestros rusos, si se preocupa por su escritura. Me gustan mucho sus palabras ante la contemplación de una litografía japonesa:

Me sentí golpeada por una repentina evidencia: así es como yo quiero escribir, con tanto espacio alrededor de unas cuantas palabras. Y es que odio el exceso verbal (…) en realidad las palabras deben acentuar el silencio. (…)Si algún día escribo, me gustaría trazar unas cuantas palabras con el pincel sobre un trasfondo de silencio. Se tratará de encontrar la debida proporción entre los dicho y lo no dicho, un no dicho mas preñado de acción que todas las palabras que puedan urdirse juntas. Cada palabra sería como una piedra milliar o un pequeño cerro a lo largo de caminos infinitamente llanos y extensos, de llanuras infinitamente vastas.”

Todos los martes sale un tren regularmente camino de los campos de exterminio, Etty presencia decenas de veces esos embarques, nadie vuelve. Su gran amigo Spier ya había muerto, en su Diario anota esta reflexión que nos impacta por su contundencia y porque sigue siendo muy real:

Tu solías decir: Es un pecado contra el espíritu y habrá que pagarlo. Todo pecado contra el espíritu se paga tarde o temprano. Yo también creo que todo pecado contra la caridad humana ha de pagarse, tanto en el plano personal como en el colectivo”.

El 7 de septiembre de 1943 Etty Hillesum y su familia fueron embarcados a su vez. Hasta el último momento se intento evitarlo, pero fue inútil:

La gente no quiere admitirlo, pero a partir de un momento dado no se puede hacer nada excepto “ser” y “aceptar”. El proceso de aceptación, en mi caso comenzó hace mucho tiempo, pero no tiene validez más que para una misma, no para los demás. Por eso es tan desesperante estar aquí justo ahora. Mi madre y Mischa no se resignan, pretenden mover cielo y tierra, y yo me siento impotente como para asistirles. No puedo hacer nada, jamás he podido hacer algo….Sólo puedo asumir la realidad y sufrir. Esa es la base de mi fuerza, y no es poca la que poseo” .

En su mochila la Biblia, una gramática rusa y las obras de Tolstoi. Muere en Auschwitz el 30 de noviembre de 1943.

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