Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez - Eliena


Dice su autor que Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón. Que le gustan las naranjas, las mandarinas, las uvas; y que no bebe agua, sino estrellas. Cuenta que es mimoso, igual que un niño. Que sus ojos son duros cual dos escarabajos negros. Y para que no lo creamos un burrito tonto ─que no lo es, digan lo que digan los diccionarios─, dice Juan Ramón que tiene acero: acero y plata de luna, de tan duro es por dentro. Como a su dueño no le gustan los carnavales; sí los niños y los pájaros. Y cuando rebuzna diviniza, porque no es el suyo un rebuznar cualquiera. Tienen sus orejas un lenguaje secreto, como un sacudir lleno de entendimiento. Y a la voz de «Vamos, Platero»acude manso, en un alegre trotecillo cascabelero. Platerillo, Platerón, Plateruco, amigo y confidente de un poeta ¡Qué suerte! 
«Platero la miraba fijamente y sacudía, con un duro ruido blando, una oreja. Me miraba absorto y sacudía la otra… (La luna. Capítulo 78)» 




Platero y yo se publicó por primera vez en 1914 (Ediciones La lectura) con ilustraciones de Fernando Marcos,e incluía sesenta y tres capítulos─de los ciento treinta y ocho que contiene la edición completa─ seleccionados expresamente para un público infantil, formando parte de una colección de literatura destinada a los más pequeños. Aunque, según sus biógrafos, Juan Ramón nunca había tenido la intención de escribir para niños. Ya, en el prólogo, el mismo autor lo advierte: «Este breve libro, en donde la alegría y la pena son gemelas, cual las orejas de Platero, estaba escrito para… ¡qué sé yo para quién!... para quien escribimos los poetas líricos…» De hecho, en algunos de sus capítulos (sobre todo en la edición completa), se percibe una clara intención de crítica social: niños harapientos y sucios haciendo trabajos poco propios de su edad, como se aprecia en el capítulo «La carretilla», donde Platero y Juan Ramón ayudan a una niña a la que se le ha quedado atascado un carro de naranjas. O en el capítulo siguiente, titulado «El pan», cuyo último párrafo proyecta una clara imagen del hambre y la pobreza que padecían muchos niños en Morguer (pueblo natal del poeta): «Y los niños pobres llaman, al punto, a las campanillas de las cancelas o a los picaportes de los portones, y lloran largamente hacia adentro: “¡Un poquiiito de paaan!...”» 

En ciertos pasajes parece que,también, el autor señala esa falta de compasión, o empatía, del hombre hacia los animales. Especialmente en el capítulo «El perro sarnoso», en el que un guardia mata a un pobre perro flaco (capítulo triste donde terminan llorando hasta los eucaliptos). O en el no tan crudo capítulo titulado «Libertad», que explica cómo el poeta y Platero espantan a unos pájaros de un pinar, para que no caigan en la trampa que unos niños le tendían. No solo se fija Juan Ramón en la naturaleza en el sentido más estético, también queda retratada la naturaleza del hombre, para bien a veces, para mal otras tantas. 

Juan Ramón se sirve de Platero ─un único burrito que en realidad representa a los varios Plateros que pasaron por su vida─, para realizar una especie de monólogo lírico sobre la belleza de lo cotidiano, de la naturaleza, de las gentes del campo. Un canto a la sencillez de todo cuanto nos rodea, visto a través de la mirada ─su mirada─ del poeta. Donde un simple pozo no lo es tanto, pues contiene la noche entera con su luna y sus estrellas y, si uno se descuida, hasta se le puedeescapar el alma en aquellas honduras; o el lamento por lo efímero y delicado de una flor, que no sobrevivirá al otoño.Platero es el interlocutor ideal del poeta en sus paseos, pues no protesta, ni replica, solo a veces sacude sus orejas en qué sé yo lenguaje burril,o frota agradecido la espalda del nobel, cuando este le quita una púa que llevaba clavaba en la pata. 

«De cuando en cuando, Platero deja de comer, y me mira… Yo, de cuando en cuando, dejo de leer, y miro a Platero…(Domingo. Capítulo 68)»

Tiene Morguer en la novela un algo de atemporal, de cambiante, de un pasar de estaciones que transforman su paisaje en colores, olores y fiestas. Los campos arados, los campos secos; la luz dorada de la primavera y el desnudo del invierno. Los días se mezclan en ocasos, mañanas y noches, con sus diferentes tonalidades. En las noches se escucha el canto de grillos y la luna asoma sobre una colina, se expande en el pozo, aparece en río. Las mañanas están llenas de alborotos de pájaros, de mariposas, de cielos claros, de sonidos de campanas. Los crepúsculos son melancólicos y solitarios, teñidos de rosados. Como una esfera loca gira Morguer en torno de las sensaciones del poeta, que va pintando una estampa viva de la naturaleza en pleno movimiento, en su eterno ciclo de vida y muerte. 

«El paraje es conocido, pero el momento lo trastorna y lo hace eterno, ruinoso y monumental. Se dijera, a cada instante, que vamos a descubrir un palacio abandonado… La tarde se prolonga más allá de sí misma, y la hora, contagiada de eternidad, es infinita, pacífica, insondable…
─Anda, Platero…(Paisaje grana. Capítulo 19)»

Se mezclan estas sensaciones con recuerdos de su infancia, con anécdotas y sueños inocentes del niño que fue. Anilla, la mujer vestida de fantasma; la tortuga griega; Lord, el perrillo de su infancia y Almirante, su caballo. Con visiones efímeras y cargadas de romanticismo. La mujer del tren que los observa, apenas unos instantes, desde la ventana;Platero pisando la luna en el arroyo, deshaciéndola en pedazos. U otras estampas más entrañables y de tinte costumbrista: Darbón, el simpático médico de Platero, o los gitanillos que persiguen al poeta gritando«¡El loco! ¡El loco!»

«Y quedan, allá lejos, por las altas eras, unos agudos gritos, velados finamente, entrecortados, jadeantes, aburridos:
─¡El lo… co! ¡El lo… co! (El loco. Capítulo 7)»

Ronda en la novela, o en el poema en prosa, una mezcla de alegría en la tristeza, de nostalgia en el olvido. Un enlazar a la vida con la muerte como si fuesen una misma cosa. En el capítulo «El cementerio viejo» se aprecia bien esa sensación. Cuando el poeta, entre tristezas, nombra uno a uno a todos los allí enterrados; mientras, de fondo, se escucha el alegre trinar de unos pájaros que,dándose un festín de pan, han construido su nido sobre un nicho. Y la muerte, implacable, anda siempre merodeando entre sus páginas, alcanzando a las criaturas que en ella aparecen:al canario, a la yegua blanca, al niño tonto,a la niña chica… y a Platero… también a Platero. 

5 comentarios:

  1. Me ha encantado el artículo. Yo nunca he leído Platero y yo entero, sí algún pasaje, y lo veía como un cuento para niños poético, y ahora veo que es algo más y que vale la pena leerlo.

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  2. Muchas gracias, Sebastián. A mi no me pareció para nada infantil, más bien lo contrario. Y sí, merece mucho la pena, cualquiera de las dos versiones. Saludos!
    Eliena.

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  3. Precioso el artículo, Eliena. Me ha encantado leerte. Ahora sólo falta hacerlo con el libro que reseñas. Gracias.

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  4. Gracias, Hierbamora. Es un libro precioso, no te arrepentirás si te animas. Un abrazo!
    Eliena.

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  5. Muchas gracias por este comentario; dan ganas de descubrirlo. Y digo descubrirlo porque aunque lo estudiamos en la EGB, creo que se nos presentó como un libro para niños antes que como una puerta a todo lo que incluyes en tu reseña. Gracias

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