Los 100 años de José Ricardo Morales - Chubbchubb


José Ricardo Morales es un dramaturgo y ensayista valenciano que nació en Málaga, fortuitamente, el 3 de noviembre de 1915. Estudió Magisterio y Filosofía y Letras en la Universidad de Valencia, y pronto se interesó por la cultura y el teatro. Pero el fatídico 18 de julio de 1936 le cogió en Barcelona con su equipo de waterpolo, donde había ido para participar en las Olimpiadas Populares, que se celebraban allí aquel año, pero que quedaron suspendidas debido al golpe de estado fascista. Morales, a sus 20 años, se implicó en la lucha desde un principio, llegando a ser comisario de brigada del Ejército Popular Republicano. Durante los años de la guerra, no dejó de formar parte de otro ejército, el de la cultura, y participó activamente en El Búho, el grupo de teatro de la Universidad de Valencia que dirigió durante un tiempo Max Aub. El joven dramaturgo escribió para dicha compañía tres breves farsas, aunque sólo se llegara a estrenar (y conservar) una de ellas, Burlilla de don Berrendo, doña Caracolines y su amante (1938).


Pero todos conocemos cuál fue el resultado de aquella guerra, y Morales se vio forzado a huir a Francia, donde, como a tantos miles de españoles más, le metieron en un campo de concentración, en su caso el de Saint-Cyprien, hasta que gracias a la intervención de Pablo Neruda, cónsul honorario de Chile en el país vecino, que fletó el barco Winnipeg para que llevara a cabo −como habían hecho ya antes el Sinaia o el Ipanema− una expedición de refugiados republicanos a su país, que iba a acogerlos, logró llegar a Valparaiso en 1939 junto con su familia. 

En Santiago de Chile ha vivido prácticamente la totalidad de su vida, ya que es un dramaturgo exiliado que nunca vio una obra suya publicada ni estrenada en España, salvo la ya mencionada; que toda su carrera, desde su doctorado hasta sus estrenos, publicaciones, cargos académicos… la ha desarrollado en el exilio, que él prefiere llamar destierro; que ha creado una familia propia, con hijos y nietos chilenos; y que siente, en fin, aquel su hogar. Prueba de ello es que, habiendo huido de una dictadura, se encontrara con otra en 1973, la de Pinochet, y la resistiera de la mejor manera posible durante los 17 años que duró, sin plantearse siquiera un nuevo destierro.




Su teatro es de una riqueza y de una precocidad apabullantes. En 1944, Margarita Xirgu, impresionada por el texto, le estrenaba El embustero en su enredo, una obra de estética del absurdo, cuando ese movimiento todavía no había ni aparecido en Europa. Y es que la dramaturgia de Morales se basa en un teatro del intelecto, lleno de juegos formales, innovador, tremendamente crítico, en el que denuncia todo aquello que no funciona en el mundo y en la especie humana, todo aquello que no entiende, que le parece de una absurdidad feroz. Por eso, entre sus obras, podemos encontrarnos títulos tan elocuentes (y tan actuales) como La corrupción al alcance de todos (1995), Recomendaciones para cometer el crimen perfecto (1988) o Cómo el poder de las noticias nos da noticias del poder (1969), entre muchos otros, ya que tiene más de 40 títulos, y todavía goza de una perfecta lucidez y capacidad para seguir escribiendo.

Porque este interesante autor está a punto de cumplir los 100 años, el 3 de noviembre de este 2015. Y ya iba siendo hora de que, después de vivir casi un siglo en el exilio, en su nacionalidad natal (porque siempre ha conservado la doble nacionalidad) empezaran a conocerle, cosa que no había ocurrido aún hasta hace relativamente poco, a pesar de que ha habido especialistas en teatro y en exilio que llevan velando por difundir su literatura desde hace ya tiempo, con iniciativas tan elogiables como la publicación de sus Obras Completas en dos volúmenes, uno de teatro y otro de ensayo, en edición (y por iniciativa) de Manuel Aznar Soler en la Institució Alfons el Magnànim, de Valencia, en 2009 y 2012, respectivamente.




Pero lo más esperado no llegó hasta que, en 2012, la periodista y crítica teatral Rosana Torres fuera galardonada con el premio Paco Rabal de periodismo cultural por una completísima entrevista que le hizo al dramaturgo y que publicó en un extenso artículo en las páginas de cultura de El País, periódico para el que escribe habitualmente. Aquello, sumado a los trabajos de especialistas como el citado Aznar Soler, Ricardo Domenech –ausente desde hace unos años− o Pablo Valdivia, fue el toque de atención para que Ernesto Caballero, actual director de nuestro Centro Dramático Nacional, programara un Ciclo José Ricardo Morales la temporada pasada, en el que pudieron verse estrenadas aquí cuatro de sus obras: Oficio de tinieblas (1966), Las horas contadas (1967), la ya mencionada La corrupción al alcance de todos (1995) y Sobre algunas especies en vías de extinción (2007), dirigidas por Salva Bolta la primera, Aitana Galán la última, y Víctor Velasco las dos restantes. Y las cuatro aparecieron, además, dentro de la colección «Autores en el Centro» que publica el CDN.

Con motivo de estos estrenos y del feliz centenario del autor, la revista "Laberintos: revista de estudios sobre los exilios culturales españoles", en su último número 16 (2014), dedicó un dossier monográfico a Morales en el que pueden leerse las interesantes aportaciones de varios especialistas, así como un texto del propio autor y textos de los directores de los montajes y de Caballero acerca de la experiencia de llevar a escena a este joven dramaturgo. Todos pueden consultarse en línea en el siguiente enlace: http://bv.gva.es/documentos/lab16dos1.pdf. También la célebre revista Primer Acto le dedicará un espacio en el próximo número, coincidiendo con su aniversario.




Además, Morales cuenta también con un documental sobre su vida y obra, José Ricardo Morales, de mar a mar, promovido por el especialista en su teatro Pablo Valdivia, quien ha publicado también recientemente el libro José Ricardo Morales de mar a mar. Teatro transnacional, exilio y periferia (Renacimiento, 2014).

Sin duda, todas las aportaciones teóricas sobre su obra y su figura son muy interesantes por lo desconocido que resulta el autor para el gran público, y porque es deber de todos rescatar del exilio a los escritores que, debido a ello, no se les conoce en su país de origen. Pero lo más importante para un escritor es tener lectores que le lean, así que quiero aprovechar desde estas líneas para animaros en la lectura de sus obras y de sus ensayos (también muy interesantes), porque es un autor que, aunque de buenas a primeras, y según qué título se elija para iniciarse en él, puede asustar un poco por la complejidad teatral que suele manejar, en cuanto se entiende su dinámica y se entra en el juego, se disfruta mucho. A modo de recomendación, y dado lo fácil que resultan de encontrar, el volumen del CDN es una buena opción para empezar a leerle, aunque tiene otras decenas de obras más que también valen la pena. Y, si no, que le pregunten a Sartre, que incluso le plagió descaradamente una obra de lo buena que le pareció.

3 comentarios:

  1. Me ha encantado tu artículo, Chubb, felicidades!!
    Ahora tengo el gusanillo, además de leer al autor, de saber qué obra plagió el descarado de Sartre. Saludos.

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  2. Un artículo estupendo Chubb de una autor del exilio que es un gran desconocido en su país desgraciadamente, aunque se haya intentado corregir últimamente.

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  3. ¡Muchas gracias a ambos!
    hierbamora, la obra sartriana en cuestión es Le diable et le bon dieu, plagio de Bárbara Fidele de Morales.

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