Más allá de la contienda, Romain Rolland - Caroline




Romain Rolland, escritor francés nacido en Clamecy en 1866, en el seno de una familia de notarios. En la École Normale Supérieure en 1886, primero estudió filosofía, pero su independencia de espíritu le llevó a abandonarla para no someterse a su ideología dominante. Se graduó en Historia en 1889 y pasó dos años en Roma. Fue profesor de Historia en el Lycée Henri IV, después en el Lycée Louis le Grand y en la École Française de Rome. Más tarde sería profesor de Historia de la Música en la Sorbona y profesor de Historia en la École Normale Supérieure. Seguro de que podría vivir dedicado sólo a la literatura, renunció a la universidad en 1912. Su primer libro fue publicado en 1902, cuando tenía 36 años. Trece años más tarde, ganó el Premio Nobel de Literatura de 1915 «como tributo al elevado idealismo de su producción literaria y a la simpatía y el amor por la verdad con el cual ha descrito diversos tipos de seres humanos».

El autor francés inició su carrera literaria escribiendo para el teatro dramas históricos y filosóficos como Los lobos, El catorce de julio o Robespierre, y también realizó biografías de grandes personalidades como Beethoven, Tolstói o Gandhi. La más famosa de sus obras es Jean-Christophe (10 volúmenes, 1904-1912), una novela en parte autobiográfica sobre un imaginario compositor alemán que criticó la sociedad de su época y en la que Rolland reivindica la armonía entre las naciones.

Pacifista convencido, se exilió a Suiza (1914-1937) y allí escribió el controvertido ensayo Más allá de la contienda (1915), durante la I Guerra Mundial. En 1921, su cercano amigo, el escritor austríaco Stefan Zweig, escribió su biografía: El hombre y sus obras; Zweig admiraba profundamente a Rolland, de quien una vez aseveró que era "la conciencia moral de Europa", durante los años de agitación y guerra en el Viejo Continente.

Su pensamiento es una suma de influencias que van del humanismo cristiano al socialismo y las filosofías y religiones orientales. Sinceramente pacifista, fue uno de los pocos grandes escritores franceses que para conservar su independencia se exilió a Suiza, se le considera uno de los intelectuales franceses más comprometidos con esta causa en los años previos a la Gran Guerra.

Más allá de la contienda, escrito cuando la guerra acababa de desatarse, fue su gran contribución a este objetivo. Se trata de una colección de artículos aparecidos entre septiembre de 1914 y agosto de 1915, muchos de ellos en el Journal de Genève, y recopilados en forma de libro con algunos textos inéditos en septiembre de 1915.

Después de una breve Introducción en la que Rolland se queja amargamente por la escasa difusión de sus artículos en Francia, que los pocos que llegan a publicarse son extractos, pasados por la máquina de la censura y reescritos para defender la postura oficial del gobierno en guerra. El único artículo que llega íntegro a Francia es el que da título a la obra, el que más pasiones encontradas desata y solo llega a su país en 1915. Por esta razón el autor decide recopilar todos los artículos publicados en el Journal de Genève y publicarlos en forma de libro para que puedan ser juzgados en su justa medida, insiste fervorosamente en que los artículos van en orden cronológico, escritos en el momento en que se producen los hechos más importantes y transcendentales de la Gran Guerra, que están completos y que, leídos sin saltos temporales se pueden apreciar contradicciones, juicios irreflexivos que, según el autor, en el momento de la publicación de la recopilación, modificaría y suavizaría. La indignación, escribe Rolland, da paso a la piedad. La perspectiva cambia al poner los acontecimientos en su justa medida. 

Abre esta recopilación de artículos con una Carta abierta a Gerhart Hauptmann y un artículo titulado Pro Aris. Publicados ambos entre finales de agosto de 1914 y octubre del mismo año, tienen en común el dolor y la incredulidad de la barbarie de la guerra, una guerra de destrucción y desolación no solo por la pérdida de vidas humanas. El autor hace especial hincapié en la política de tierra quemada que queda después del paso del ejército invasor. Aturdido por la invasión de Bélgica, la reducción a cenizas de gran parte de Lovaina y la destrucción de la catedral de Reims llega al extremo de solicitar: ¡Matad a los hombres, pero respetad las obras! 

Sigue el texto de septiembre de 1914 que da título al libro, que inicia con un homenaje a los jóvenes de todas las naciones en guerra que marchan llenos de ilusión y esperanza en defensa de la libertad de sus países invadidos y les exhorta a no olvidar que esa lucha es por la libertad de todos los pueblos, no solo los invadidos, los invasores deben también liberarse de la opresión. Prosigue con una fuerte crítica contra todos los responsables de la masacre: los gobiernos los primeros, entre los que ve como principales culpables a Austria, Alemania y Rusia. Culpa a estos tres países de desatar en Europa un imperialismo devastador que no conoce fronteras. Tampoco resta su parte de culpa a los partidos socialistas que toman partido por una ideología determinada sin pararse a pensar que están defendiendo una tiranía contra un despotismo y no olvida el papel de la Iglesia cristiana que no se posicionó ante los que desataron las hostilidades.

Quizá estos primeros artículos pueden resultar algo extraños, el primar la destrucción de la catedral de Reims sobre una sangrienta batalla y darle más importancia que a la pérdida de vidas humanas no parece que sea la mentalidad de un renombrado pacifista. Y cuando carga contra el colonialismo, olvida que Alemania fue la gran perdedora en el reparto colonial llevado a cabo en el siglo XIX por Francia y Gran Bretaña.

Prosigue el autor con otro artículo, una carta remitida por un ciudadano letón. En dicha misiva, el ciudadano letón se queja amargamente de la opresión que sufre el pueblo a manos de los alemanes que han fomentado una colonia que ha sido favorecida con las mejores tierras y negocios, haciendo de ellos una élite burguesa y opresora. Defiende con gran ardor a los franceses y británicos como grandes libertadores, incluso contraponiendo a Rusia y Alemania, el ciudadano letón prefiere y defiende el vivir bajo el paraguas del gobierno zarista. No podemos olvidar que esta carta fue escrita en septiembre de 1914, Rusia vivía momentos convulsos bajo el despotismo del último zar, el país estaba en guerra al lado de los aliados, los movimientos revolucionarios están ya preparando el germen que finalizaría con la dinastía de los Romanov y llevaría al país a una guerra civil.

Sin olvidar que el autor trabaja para Cruz Roja, dedica un artículo en el que detalla la gran labor realizada por este organismo, no solo en vigilar que los militares prisioneros de guerra sean tratados de una forma digna. No ignora a los civiles, los que a causa de los enfrentamientos son separados de sus familias, trasladados a campos de refugiados y desaparecidos, los grandes olvidados e inocentes en cualquier contienda. La labor que realiza Cruz Roja tratando de localizar a miles de personas desplazadas e ignoradas por los gobiernos y mandos militares tiene sus frutos, fundamental es la colaboración ciudadana, los que viven cerca de esos infames campos y ayudan, colaboran e informan de la localización de los internados para que, al fin, sus familias puedan tener, al menos, la constancia de que siguen vivos.

Los meses pasan y la guerra continua, en diciembre de 1914 la postura del autor se vuelve menos beligerante, más conciliadora, no por ello sigue lanzando ataques contra la Kultur alemana, posicionada claramente con el belicismo prusiano, en el artículo titulado Los ídolos arremete sin piedad contra los intelectuales alemanes que defienden con toda clase de argumentos, incluso inverosímiles, la superioridad de Alemania. Pero Romain Rolland no olvida en sus críticas a los intelectuales franceses, que contraponen a los argumentos alemanes la latinización o la civilización. Para el autor, ambos lados son únicamente ídolos que impiden crecer en los hombres la libertad y la solidaridad.

Continua con la publicación de dos manifiestos firmados por intelectuales, uno de Cataluña y otro de Holanda, que solicitan moderación con el adversario, no lanzar soflamas incendiarias contra los contendientes de cualquier bando, sean o no los que incitaron al inicio y continuación de la contienda, escuchar, entender, intentar suavizar los muy demoledores ataques que se transmiten a la población civil, tanto por los medios de comunicación como por los propios gobiernos, aluden al hecho irrefutable de un final de la contienda donde tendrán que dialogar y sentar unas bases para la convivencia. Si los ataques dialecticos siguen subiendo en intensidad cuando llegue, por fin, la paz, será mucho más difícil olvidar, pasar página y vivir en armonía. Son países que por su cercanía geográfica están condenados a entenderse, a regular unos tratados que sean beneficiosos para la economía de todos. Por lo que consideran fundamental rebajar el tono agresivo y poner en su justa medida la contienda.

A partir de estos últimos artículos, ya a principios de 1915, la postura del autor se acerca más al pacifismo, a la reconciliación y sobre todo al dialogo entre las partes beligerantes, su tono belicista y agresivo contra Alemania se rebaja.

En el articulo Literatura de guerra publicado en abril de 1915 hace un repaso a los escritores alemanes del momento, constata que los mayores siguen firmes en su militarismo prusiano, en cambio los jóvenes muestran una actitud más pacífica, muchos de ellos hacen llegar sus escritos desde el frente y en ellos reflejan el horror y la tragedia que supone la contienda. Los que no han sido llamados a filas siguen luchando por ser oídos, desde publicaciones, revistas, conferencias, artículos, piden sin cesar que se detenga la barbarie, abogan por un entendimiento entre los países y el fin de las hostilidades. Posteriormente, en el artículo El asesinato de las élites, publicado en junio de 1915, constata que esta corriente de hostilidad a la guerra llega a las trincheras, es apoyado no solo por los combatientes, sino también por altos oficiales alemanes. Se incluyen fragmentos de cartas, relatos, poemas en los que los militares alemanes muestran su desesperación ante la destrucción que les ha sido encomendada. 

Finaliza el autor con un emocionado artículo dedicado a Jean Jaurès, político socialista francés asesinado el 31 de julio de 1914, articulo que hace un repaso a su trayectoria y sus ideas sobre la guerra, su postura antibelicista y llamamiento a los hombres de cualquier ideología a parar un desastre que se avecina. 

Se añaden como apéndice dos textos más, A los pueblos asesinados y Declaración de Independencia del Espíritu. Este último fechado en agosto de 1919, una vez finalizada la guerra y firmada por una larga lista de intelectuales de toda Europa, hace un llamamiento a todos los trabajadores y apela a las conciencias para que no se vuelvan a repetir las circunstancias que llevaron a la guerra, los odios, los rencores, superar las diferencias y trabajar por el bien común.

En A los pueblos asesinados fechado el 2 de noviembre de 1916, no solo hace un repaso a estos últimos años de la guerra, también recuerda con tristeza y amargura los hechos sucedidos previamente, el genocidio del pueblo armenio, la tristemente famosa Guerra del Opio que esclaviza a un pueblo para enriquecer a unas empresas a costa de envenenar a sus ciudadanos, el olvido de los pogromos en Rusia o las razas perseguida en el este de Europa. Hace un sentido llamamiento a todos los pueblos en lucha para superar las diferencias, vivir el luto juntos, aprender de los errores, derribar muros de los interesados en volver a levantarlos y aboga por una profunda renovación social, política y económica de los países, para así poder vivir en paz y armonía, destacando que una mala paz solo terminaría en una nueva guerra. Desgraciadamente, el tiempo le daría la razón.

Más allá de la contienda es una compilación de artículos que hay que leer en su justo contexto, en el momento en que fue escrito y con los datos que se disponían entonces, puede que defraude por su animosidad extrema contra todo lo alemán y su defensa a ultranza a lo francés, a quien espere encontrar un manifiesto pacifista tal y como lo entendemos hoy en día seguramente le decepcionará. Lo más interesante es la evolución del autor, de una beligerancia extrema en los primeros artículos pasa a abogar por un entendimiento entre los distintos pueblos más allá del nacionalismo imperante.


Un premio Nobel hoy en día olvidado pero rescatado por el centenario de la Gran Guerra, atractivo por las ideas que defiende y la fuerte controversia que levantaron sus artículos entre propios y extraños. Vapuleado dialécticamente tanto por alemanes como por franceses, supo mantenerse fiel a su ideología y defenderla hasta el fin de sus días. 



7 comentarios:

  1. Exhaustivo análisis de esta obra, esos artículos muestran diversos aspectos relacionados con la Primera Guerra Mundial. Llamativo el cambio que se observa Rolland conforme se desarrollaba el conflicto.

    Gracias, Caro.

    Un beso.

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    1. Gracias a ti, Eyre, sin tu ayuda y ánimos durante todo el proceso de preparación y finalización no hubiese llegado al final.

      Un beso

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  2. Me parece un artículo muy bueno, brillante y profundo porque nos ayuda a ver muchos aspectos de ese periodo de la historia a través de algunos intelectuales de la época.

    Gracias por el esfuerzo, Caroline

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    1. Gracias Aben :) ya sabes que tu opinión es muy importante para mi, aunque, como ya te dije por otro lado, lo de brillante me viene un poco grande y me hincha el ego.

      Un beso

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  3. Gracias Caro por el artículo. Me ha encantado y me ha descubierto un autor que no conocía. Enhorabuena.

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  4. Arden, gracias ;) para mi también era desconocido el autor, pero tiene una biografía muy interesante.

    Un beso

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  5. Qué recorrido tan interesante por la vida y la obra de un autor que en su día significó tanto. Me ha gustado muchísimo, y me ha dado ganas de leer algo suyo. Con que escriba la mitad de bien que tú, Caroline, me doy por satisfecha :-)

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