Pearl S. Buck, la voz de China en Occidente - Sue Storm


La concesión del Premio Nobel de Literatura a Pearl Comfort Sydenstricker Buck (Hillsboro, Virginia, 26 de junio de 1892 – Danby, Vermont, 6 de marzo de 1973), en diciembre de 1938, escandalizó al mundo de la cultura a uno y otro lado del Atlántico.
Nadie comprendía que la Academia Sueca hubiera galardonado a una autora de best sellers, que sólo tenía a su favor la extraordinaria popularidad de su obra y la originalidad de los temas que abordaba en la misma, temas costumbristas que conocía bien gracias a sus experiencias en China durante su infancia y primera juventud. Pero la crítica internacional era unánime al negarle méritos literarios; al menos, no le reconocía los suficientes para justificar la concesión del Nobel, pasando por encima de otros ilustres norteamericanos como F. Scott Fitzgerald, Theodore Dreiser, Willa Cather, John Dos Passos, William FaulknerErnest Hemingway o T. S. Eliot. Verde de envidia, el poeta Robert Frost resumió el sentir general de la intelectualidad de su país en una frase furibunda: “¡Si ella puede ganarlo, cualquiera puede!” 

La escritora reaccionó con elegancia ante el aluvión de descalificaciones, y en su discurso de agradecimiento durante la ceremonia de entrega del Nobel se mostró extremadamente discreta, hasta el punto de que apenas se refirió a sí misma, ni a su obra, de forma directa. Habló de un tema general: la novela en China, y dijo haberlo elegido porque, a pesar de ser y sentirse norteamericana, sus primeros conocimientos e impresiones sobre el arte de contar historias los había adquirido en China. Quiso, pues, hablar de la novela china tradicional, autóctona, que nunca fue considerada en aquel país como obra de arte, sino como un producto de clara vocación popular, totalmente ajeno a la literatura y la filosofía que cultivaban los intelectuales.

Explicó Pearl S. Buck que se trata de un género nacido para entretener, pero que no se limita a ofrecer acción trepidante, pues el pueblo chino es demasiado maduro para conformarse con tal cosa; por el contrario, la novela tradicional recoge también una cuidadosa elaboración de los personajes, que pese a ser muy numerosos aparecen siempre impecablemente individualizados, cada uno con sus propios rasgos distintivos. Además, una buena narración tal como se concibe en China debe ser ante todo tse ran, es decir, natural, sin afectación alguna, tan flexible como lo requiera la historia que se propone contar. Y después de hacer un breve recorrido por las más destacadas obras del género, concluyó la autora que su vocación era la misma que la de esos novelistas tradicionales del país en donde creció: contar, con la mayor naturalidad posible, historias capaces de apasionar al público que las lee.

Y en efecto, ese es el gran mérito de Pearl S. Buck. Ciertamente está alejada de todo tipo de experimentación narrativa; no tiene nada que ver con las vanguardias literarias con las que coincidió en aquellas convulsas décadas de los 20 y los 30 del siglo pasado, cuando empezó a publicar. Ella es nada más, y nada menos, que una gran narradora de estilo tradicional: sabe contar historias, sabe construir personajes, y sabe describir ambientes con la mayor claridad, sin abrumar al lector con detalles innecesarios. Con sus obras consiguió que miles de millones de lectores del mundo occidental llegaran a apreciar, y a percibir como si fuera propia, la realidad histórica, política y cotidiana de China, un país que cultural y geográficamente no podía serles más ajeno. ¿Merecía por ello el Nobel de Literatura? Ella declaró en su momento sentirse abrumada, y que en su opinión el galardonado debería haber sido Theodore Dreiser, el autor de Una tragedia americana. Pero sin duda debió sentirse orgullosa, en el fondo de su corazón, de ser la primera mujer norteamericana en recibir el premio. 

La obra de Pearl S. Buck es ingente y, como suele suceder con casi todos los autores muy prolíficos, desigual. Su talento brilla más en la novela que en el relato corto, género que también cultivó asiduamente, destinado a revistas y periódicos; con carácter más esporádico, durante su larga carrera escribió también ensayo, poesía, teatro, cuentos infantiles, y hasta un libro de cocina. Muchos lectores tienen como favorita la primera novela que publicó: Viento del este, viento del oeste (1929), una narración epistolar de delicadeza y sensibilidad extraordinarias, donde aparecen multitud de temas: el choque cultural entre Oriente y Occidente, el enfrentamiento generacional entre adultos y jóvenes de una misma familia, la maternidad, la idea del matrimonio, las costumbres ancestrales que van cediendo en favor de las nuevas… La forma es sencilla, poética, incluso sentimental; el contenido es espinoso y complejo, hasta el punto de tratarse de una de esas lecturas a las que se vuelve más de una vez a lo largo de la vida, y según el momento vital en que el lector se encuentre, percibirá mensajes bien distintos.

El gran éxito comercial le llegó a Pearl S. Buck con su segunda novela, La buena  tierra (1931), que
le valió el Premio Pulitzer. Con los dos títulos que la  siguieron, Hijos (1932) y Un hogar dividido (1935), constituye una trilogía o saga familiar que abarca varias generaciones, y también un vívido fresco que recoge la historia reciente de China. La apasionante vida del campesino Wang Lung, que gracias a un golpe de suerte salió de la miseria para convertirse en un rico propietario, pero no supo encontrar la felicidad en su nuevo estado; su inolvidable y sufrida esposa O-Lan, su rastrero y adulador tío, la concubina Loto, los hijos que en el futuro seguirán caminos tan distintos, no dejan indiferente a ningún lector, cualquiera que sea su nivel de exigencia. Es una de esas viejas historias para leer y comentar al amor de la lumbre: el sueño dorado de cualquier editor. 

La madre (1934) es la historia de una campesina cuyo nombre no llegamos a saber. En cierto modo, es el reverso del personaje masculino protagonista de La buena tierra, aunque el de la madre sin nombre resulta mucho más rico, en sus múltiples facetas. Se trata de una novela más áspera que las anteriores, donde la figura de la mujer, que pasa por experiencias de gran dureza, aparece tratada con respeto y admiración, pero también sin idealización alguna. 

El exilio (1936) y El ángel luchador (1938) son dos obras paralelas de no ficción, de corte biográfico. La primera recoge la experiencia vital de la madre de la autora, Caroline Stulting, la joven de Virginia que dejó atrás su país y su hogar para seguir a su marido, misionero presbiteriano en China, y vio morir allí a tres hijos uno tras otro, mientras la obra a la que tanto esfuerzo había dedicado fracasaba estrepitosamente. La segunda es la biografía del padre, Absalom Sydenstricker, un fanático tan ingenuo como estrecho de miras, incapaz de comprender la mentalidad de las personas a quienes pretendía evangelizar. La autora expone las luces y las sombras de sus propios padres con serena lucidez, hablando de ellos con un cariño adulto, sin maquillar ninguna de sus debilidades. Ella, “Carie”, es la mujer fuerte y valiente a quien la vida termina por vencer, y que decide exiliarse de todo, hasta de sí misma, profundamente decepcionada de la experiencia misionera, de su marido, de la maternidad y de la religión. Él, que aparece bajo el nombre ficticio de “Andrew”, no es un hombre, no es un padre ni un marido; es un alma, dice su hija, que a lo largo de las páginas de ambos libros se refiere siempre a sí misma como “la hija de Carie”, y deja adivinar con bastante claridad la enseñanza que ha extraído de todo lo que aquí nos cuenta: la firme resolución de no someterse jamás a ningún hombre, ni a ningún credo.

Tres libros más forman la obra publicada por Pearl S. Buck en el momento de la concesión del Premio Nobel: La joven revolucionaria (1931), La primera esposa (1933) y Orgullo de corazón (1938), siendo ésta la primera de sus novelas que transcurre en Estados Unidos y entre personajes norteamericanos, y además de tintes claramente feministas. Por entonces la autora, que desde 1934 se había trasladado definitivamente a los Estados Unidos, estaba casada en segundas nupcias con su editor, Richard Walsh. Su primer marido había sido John Lossing Buck, profesor universitario con quien se casó en 1917 en China; de ese primer matrimonio nació Carol, la única hija biológica de Pearl, afectada de un grave retraso mental, que inspiró sin duda el personaje de la hija retrasada de Wang Lung en La buena tierra. John y Pearl habían adoptado además otra hija, Janice. Imposibilitada para volver a concebir desde el alumbramiento de Carol, Pearl S. Buck junto a su segundo marido Richard Walsh adoptó hasta seis hijos más, con los que ambos se establecieron en una gran casa de campo en Pennsylvania. Durante veinte años Pearl S. Buck formó parte del cuadro directivo de la Universidad Howard, practicó el activismo en favor de los derechos civiles y de los derechos de la mujer, y además en 1942 fundó con Walsh la asociación “Este y Oeste”,  para promover el intercambio cultural y la comunicación entre Asia y el mundo occidental. 

En 1949 su mayor preocupación era facilitar el proceso de adopción de niños procedentes de Asia, principalmente huérfanos de guerra, por familias norteamericanas. Cuando se encontraron con el rechazo frontal de las autoridades, Buck y Richard Walsh fundaron la Welcome House, la primera agencia de adopción en la que aceptaban asiáticos y mestizos, gracias a la cual más de cinco mil niños encontraron un hogar en los Estados Unidos. Hoy, la fundación Pearl S. Buck International, presidida por su hija Janice, continúa la labor. 

Y mientras tanto, y a lo largo de todas las décadas que habían de venir hasta su fallecimiento en 1973, la actividad literaria de Pearl S. Buck fue continua. Entre su muy numerosa producción, las mejores novelas son las de ambiente asiático. Cabe destacar por su gran calidad Pabellón de mujeres (1946) también traducida como Mujeres sin cielo: un libro de madurez, donde con la excusa de narrar la relación entre dos personajes inolvidables - la exquisita e inteligentísima señora Wu, a punto de comenzar el otoño de su vida, y un sacerdote católico que se hace llamar padre André -, la autora vuelca sus propias reflexiones acerca de la condición femenina, el sentido espiritual de la existencia y la capacidad de integración de las culturas oriental y occidental. Pero también es apasionante La estirpe del dragón (1942), que tiene su continuación en La promesa (1943), saga familiar ambientada en la guerra chino-japonesa y que ofrece el mismo vigor narrativo que La buena tierra. Un fino sentido del humor recorre todas las páginas de Los parientes (1949), sobre las peripecias de una familia de Chinatown que decide regresar a su país de origen. Y de su producción más tardía, merecen ser destacadas: Las tres hijas de Madame Liang (1963), ambientada en Shanghai durante la Revolución Cultural y que ofrece un interesante panorama del contraste entre la China eterna y la China revolucionaria; y asimismo Bambú (1964) donde por medio de cuatro generaciones de una misma familia, la autor narra la historia reciente de Corea, desde finales del siglo XIX hasta la división del país tras la Segunda Guerra Mundial.

Siempre con gran éxito de ventas en todo el mundo, traducida a las lenguas más diversas, Pearl S. Buck es sin duda mucho más conocida que otros Premios Nobel de Literatura más elitistas, que en su momento no despertaron, como le sucedió a ella, el rechazo de la intelectualidad. Sus obras, en continua reedición, forman parte de muchas bibliotecas familiares. Somos muchos los que nos iniciamos en las lecturas adultas con algún libro suyo, y los que hoy continuamos leyéndolos, porque su obra, tan numerosa, forma parte de nuestra educación sentimental. Descubrir algún título de Pearl S. Buck que no hayamos leído, y adentrarnos en él, siempre es un placer. 


BIBLIOGRAFÍA

Buck, Pearl S.: “Novelas”, Volúmenes I a IV. Editorial Planeta, Barcelona, 1961.

Buck, Pearl S.: “Nobel lecture: The Chinese novel”.
http://www.nobelprize.org/nobel_prizes/literature/laureates/1938/buck-lecture.html

Brief biography of Pearl S. Buck: http://www.english.upenn.edu/Projects/Buck/biography.html






10 comentarios:

  1. De Buck sólo he leído "Viento del este, viento del oeste", que me fascinó. Tu artículo -tan cuidado y documentado- anima aún más a leer a la autora. Excelente trabajo, Sue.

    ResponderEliminar
  2. Que gustazo de artículo, Sue, he leído varias novelas de P.S. Buck y ha sido como retroceder en el tiempo, en el mismo que tú las has relatado. No sabía lo de la polémica por su Nobel. Interesante los contrarios. Un repaso magnífico.

    Caro.

    ResponderEliminar
  3. Me he quedado boquiabierto. Enorme trabajo de investigación, adornado con una excelente expresión que hace más comprensible el fondo del artículo.

    ¡Enhorabuena, Sue!

    ResponderEliminar
  4. Me ha encantado el artículo, querida Sue, y esta frase ya bastante al final es magnífica:
    "Somos muchos los que nos iniciamos en las lecturas adultas con algún libro suyo, y los que hoy continuamos leyéndolos, porque su obra, tan numerosa, forma parte de nuestra educación sentimental."

    Enhorabuena de mi parte también.

    ResponderEliminar
  5. Sois muy generosos, muchas gracias a todos.

    ResponderEliminar
  6. Tardía mi felicitación. Leí hace un par de semanas el artículo en la playa con una tableta y no supe poner el comentario. Un modelo de artículo. De los que animan a conocer a la autora. Leí "La buena tierra" hace un montón y tengo pendiente "La estirpe del dragón". Desde que he leído tu texto, tengo más novelas atrasadas. De nuevo enhorabuena, Sue.

    ResponderEliminar
  7. En el 1975 leí a esta autora por primera vez, me fascino.
    Felicidades por este articulo

    nosequé

    ResponderEliminar
  8. Bien, Sue. No había comentado antes el artículo porque tenía pendiente el libro. Y mira que lo tenía ganas. No me ha decepcionado: un deleite de prosa, una de las mejores narradores que he podido leer. Y que les den a los que dijeron que no se merecía el Nobel: sólo con este libro se lo ganó.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. se me ha pasado poner el libro, jajaja. "Viento del este, viento del oeste"

      Eliminar

No hay comentarios