Bosque Mitago, de Robert Holdstock - Luis Angel Oliva París (Fley)







Bosque Mitago se ha ganado un hueco por derecho propio en el panteón de la fantasía. Rober Holdstock logró crear una novela única y original, utilizando los elementos clásicos de aventuras, intriga y misterio, y construyendo alrededor de los mitos celtas una narración ejemplar. Un hito que brilla con luz propia y mezcla la sobriedad y el derroche imaginativo de la literatura inglesa de la segunda mitad de siglo XX.



Rob, el mayor de cinco hermanos, soñaba con grandes naves vikingas, con batallas celestiales entre míticos dioses nórdicos y viajes imposibles por tierras y mares desconocidos mientras paseaba por los tormentosos riscos de la costa del condado de Kent, en Reino Unido.
El estudioso, crítico, ensayista y profesor de zoología, Robert Holdstock, creció maravillado por la enormidad de los sueños que había creado en su infancia sin poder, ni querer, desprenderse de ellos en ningún momento. Así, en 1976, después de trabajar como obrero, maquinista y pescador, comenzaría a dedicarse en cuerpo y alma a escribir e iniciaría la serie de novelas fantásticas, Los bosques de Ryhope, de la que Bosque Mitago, el libro que nos ocupa, es la que se ha grabado a fuego en la memoria de los aficionados a la fantasía clásica.
Holdstock se las ingenió para elaborar un caldo de cultivo del cual elaboraría el sustento principal del que se valdría la novela. La psicología, la sociología, la antropología se mezclaba con la metafísica, el misticismo, el folclore y la parapsicología. Como no podía ser de otra manera ante tal despliegue y teniendo en cuenta la naturaleza atrayente y oscura de muchos de estos campos, Bosque Mitago se leía anudada a una trama convulsa, turbadora en ocasiones y de plasticidad ocre, apagada, triste, cercana a una melancolía certera pero ajena a la vez, la que consigue empatizar con el lector pero al que le resulta ciertamente complicado explicarse el porqué de aquello.
Y esto último, la empatía, viene a ser la razón principal por la que Bosque Mitago se convierte en una fiesta sentimental de la nostalgia fantástica.
La elaboración de esta novela incluye tantos elementos clásicos que, casi podríamos decir que no resulta novedosa, lo cual la convierte en un clásico casi por derecho. Y sin embargo, su lectura no deja de resultar refrescante y sorpresiva. No es novedoso su planteamiento, ni el que se le da a sus protagonistas: Steven Huxley vuelve a su antigua casa de campo, Refugio de Roble, en el condado de Gloucester, en el linde de un enorme y desconocido bosque. Tras conocer que su padre ha muerto y recibir una carta alarmante de su hermano Christian, el cual presenta un comportamiento cada vez más esquivo y obseso. Sí es novedoso sin embargo el tratamiento del que hace uso Holdstock para utilizar el clasicismo de los mitos en la historia, como novedoso es hablar de ello tratando de elaborar un discurso científico que huye del exceso y contempla los hechos con las armas empíricas de un hombre culto y plegado a la realidad: ¿Cómo se crean los mitos? ¿Por qué? ¿Son proyecciones de nuestros deseos o nuestros miedos? ¿Es posible que hayamos canalizado nuestra energía cultural en las metáforas creadas desde hace milenios y que existan lugares de mayor amplitud energético que las guarde con celo? ¿Un bosque? ¿qué es un bosque si no una cuna de leyendas, mitos, miedos y misterios, y porqué el ser humano guarda un anquilosado sentimiento primitivo con estos lugares?
A más preguntas que estas querrán dar respuestas sus protagonistas. Y para ello utilizan la cercanía de una época en la que los estudios de Jung y Freud daban enormes coletazos, una época post bélica, la de 1946, en la que el hombre ha dejado de creer en el honor y se ha dado cuenta de que la muerte no es lo más espantoso que puede llegar a provocar la guerra. Y sin embargo, aún retozan días en los que los hombres se reunían alrededor de un fuego y contaban historias de hombres y mujeres valientes, sabios y orgullosos.
No hace más que acertar Holdstock en elaborar el contexto que da lugar a la trama de la novela. Un puñado, corto y eficiente de secundarios, realzan la trama para posicionarse en el lugar adecuado, en el momento preciso, y preguntar y mostrar al lector todo en lo que quizá no había podido reparar y era necesario para seguir adelante. Esconde esto una doble lectura que puede hacer dudar de que la trama sepa solventarse por sí misma, pero Holdstock demuestra ser un maestro dinamizador y nos lleva de la mano intercalando situaciones, gags, pensamientos, extractos de cartas y del diario del fallecido George Huxley y conversaciones lo suficientemente nudosas como para tener el peso que notamos que en ocasiones le falta a la novela. Pues si de algo puede pecar es de su fingida ligereza, dada la ingente cantidad de temas que puede tocar y que asoman la cabeza pero que no llegan a bajarse al escenario para dejarse ver bien, algo que puede ahuyentar a algún lector poco avezado en el lado más chirriante del género fantástico y ansioso de acción.




Me resisto a contar más de la trama por ser irrelevante para hablar de Bosque Mitago, tal fuerza tiene de por sí la novela de Holdstock. Y no porque no lo merezca, ya que la historia principal que enlaza todo lo que la novela se atreve a insinuar resulta tensa y veloz. La novela huele a bosque húmedo y antiguo, y atosiga, algunos pasajes son realmente certeros en su recreación, en su acercamiento a lo antiguo y como tal se oscurecen y resultan turbios, algo que no deja de ser otro logro de Holdstock, saber tensar las situaciones hasta el punto de parecer en todo momento que la tragedia se cernirá sobre del joven Steven y su entorno. Y además, contar algo más de la trama solo sería estropear las impresiones de futuros lectores.
El ciclo oscuro milenario de la naturaleza que lleva al hijo a sustituir al padre, y el hermano pequeño al mayor, se cierne sobre los Huxley. Holdstock lleva a sus personajes a una vertiente obsesiva sacándoles las razones místicas del comportamiento natural del ser humano, de sus pulsiones apasionadas. Cabe destacar los cambios de registro que el autor consigue para sus personajes, sobre todo con Christian, el hermano mayor, cuando se dirige a Steven, todo un ejemplo de evolución narrativa en apenas unas frases que no descarrila a pesar de darse en pocos capítulos.
El misterio como constante puro de irrealidad, de cercanía al mito, como los Bigfoot, Nessie y sobre todo los mitos célticos, es el maná de la novela. La pretensión de análisis psicológicos y biológicos (Holdstock sabe introducirlos cuando debe y con la ligereza que necesitan), con las ideas de vórtices energéticos como una gracia científica que da contundencia y continuidad al texto. Y sus personajes, sus mistéricos destinos y los momentos que nos regala la novela, cercanos en ocasiones al terror, resultan un engranaje lúdico de lo más adecuado.
Sin incidir en las sensaciones que puedan dejar al lector, la lectura de Bosque Mitago resulta inaudita, efectiva e impecable. Nos resulta estar ante un texto bien llevado, capaz de persuadir al que lo lee sin contemplaciones ni artimañas, con naturalidad y sencillez, sabiendo moverse entre las formas de narrar que contempla.
Incidiendo en las sensaciones, Bosque Mitago es un canto a los que escudriñaban en tiempos lejanos y al ver las estrellas en el cielo pensaron que quizá eran algo más que restos de dioses, a quienes se detienen ante una melodía ancestral y sienten que hay algo en ella tan antiguo que les acongoja escapando a todo razonamiento. Es una oda al mito, a la fábula, al cuento, a las raíces antropológicas de quienes iniciaron la primera ficción narrada, como decíamos antes, posiblemente alrededor de una hoguera, cuando debían de dormir en cuevas y no sabrían si la muerte les llevaría al día siguiente.




1 comentario:

  1. Un artículo muy interesante, Fley, hace tiempo que me había llamado la atención este libro pero ahora tengo claro que lo leeré :-D

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