Improcedentes y necesarias: Las familias de Jane Austen - Ana Vanesa Cremades Medina (Anibennet)



Tradicionalmente, parte de la crítica literaria ha acusado a la autora británica Jane Austen (1775-1817) de acotar su temática narrativa a un sector muy reducido de la sociedad de su época: la vida y costumbres de la pequeña burguesía rural inglesa de finales del siglo XVIII. Frente a autores que la precedieron (como Henry Fielding) o que vendrán después (Charles Dickens), la obra de Austen carece del amplísimo abanico de tipos sociales a los que el lector de la época estaba acostumbrado. Sin embargo, lo que muchos de estos críticos olvidan es que la vida de Austen, por su condición femenina y la economía familiar, se vio muy limitada y que su sentido de la responsabilidad la hizo acotarse literariamente a aquella vida que realmente conocía: una vida sencilla y fuertemente familiar.

En las novelas de Austen encontramos un retrato fiel y lleno de ironía de las familias burguesas de las zonas rurales. Se trata, en buena medida, de familias que viven de las rentas que producen sus tierras y que dedican la mayor parte de sus horas a esparcimientos varios que les dejan mucho tiempo libre para hacer visitas interminables a sus conocidos y organizar bailes en cuanto tienen ocasión. Vislumbrada desde la mentalidad contemporánea, la vida rural burguesa de la Inglaterra del siglo XVIII no está carente de cierta frivolidad e inactividad y las mayores cuitas que sufren los personajes austianos tienen que ver más con asuntos meramente sociales que económicos[1]. Sin embargo, las incongruencias que se producen a nivel social, las dobles intenciones, la hipocresía reinante en estos círculos y la competitividad latente entre las diferentes familias es tema suficiente para una autora que, entre otras cosas, tuvo el valor de denunciar todo aquello de que falso tenían las reglas cívicas de su entorno.

Como séptima hija de una familia de ocho hermanos, una de las leyes no escritas de su sociedad que más preocuparon a Austen tanto en su vida personal como literaria es lo que se dio a conocer como el marriage market (el mercado matrimonial). En una época en que las jóvenes no podían heredar salvo en contadas ocasiones (un ejemplo de una de estas excepciones lo representa la única heroína austiana rica, Emma Woodhouse) era de vital importancia hacer un buen matrimonio. Lo denunciable, desde la perspectiva de nuestra escritora, es que se concertasen matrimonios que, basados únicamente en índices económicos, diesen como resultado parejas incapaces de encontrar la felicidad en su compañero y sentenciadas a una vida de soledad e incomprensión. Por ello, Jane apuesta en sus novelas por matrimonios que unen las dos condiciones, a su juicio, básicas para todo matrimonio de éxito: el respeto mutuo y la seguridad económica. Lejos de lo que se piensa y de etiquetas simplificadoras que a posteriori se le han adjudicado, Jane Austen no es la primera autora de novela romántica. Sus novelas no son novelas románticas, al igual que no son todavía victorianas al estilo de Dickens o Thackeray. Austen representa una isla dentro de las corrientes literarias y, quizá por ello, su irremplazable voz sigue entusiasmando al lector contemporáneo.

Podemos afirmar, por consiguiente, que el objetivo prioritario de Austen como narradora fue ofrecer a sus heroínas su ideal de matrimonio, mostrar a la sociedad de la época que otra concepción familiar era posible y, además, claramente preferible. Para ello, Austen se vale, como elemento fundamental de su narrativa, de distintos modelos de familia que, por un lado, circunscriben a las heroínas a una posición social determinada y por otro, son fuente en muchos casos de ejemplos nefastos de los que las muchachas deben prevenirse.

En una sociedad tan tradicional y reducida como la que retrata nuestra autora, la familia conformaba el eje fundamental de cualquier persona. Nadie podía sobrevivir socialmente fuera de un núcleo familiar y tan importante como los actos y palabras era la procedencia de una buena familia. La definición de buena familia implica en este contexto que sus rentas provengan de herencia y del arrendamiento de tierras y no de la ejecución de profesiones liberales, que hayan realizado buenos matrimonios y que se hayan mantenido al margen de cualquier escándalo que incluya huídas románticas, proclividad a los juegos de azar o filtreos indecorosos. El buen nombre era importantísimo para ser aceptado en las pequeñas reuniones sociales de tal forma que, las familias que incurrían en alguna de las faltas que la sociedad consideraba imperdonables, se veían excluidas por completo y sus vástagos privados del que era objetivo primordial en sus vidas: realizar un buen matrimonio.

Las novelas de Jane Austen en buena medida pivotan alrededor de esta realidad y si bien sus heroínas deben su protección y estrato social a sus familias, en muchas ocasiones también son la causa de sinsabores y pequeñas transgresiones que ponen en peligro su futuro inmediato.

Orgullo y prejucio es, quizá, la obra austiana que mejor plasma esta situación. Jane y Elizabeth, las hermanas mayores de la familia Bennet, son las únicas capaces de mantener el decoro de una familia en la que los padres son ejemplo de mal matrimonio (mr. y mrs. Bennet son incapaces de hacerse felices mutuamente y mr. Bennet sabe muy bien que se dejó llevar sólo por la belleza de su esposa a la hora de casarse con ella) y peor crianza (las cinco hermanas Bennet tienen libre albedrío para hacer lo que desean con su tiempo). Libres de toda obligación, sólo Jane y Elizabeth han sabido conducirse prudentemente y acatar las normas sociales: la díscola Lidia, la pedante Mary y la pusilánime Kitty no han sido tan afortunadas. En este caso, la carencia de una guía paternal las ha convertido en jóvenes que dejan en evidencia una y otra vez a sus hermanas mayores. Claro que, si ellas no saben comportase en sociedad, poco se puede decir a favor del matrimonio Bennet: él elude sus responsabilidades como padre y se dedica a ironizar sobre su propia sangre; ella, tiene una cabeza hueca y aires de grandeza que no duda en mostrar en público.

Para Jane y Elizabeth, pero sobre todo para Elizabeth que tiene una mente más crítica y menos cándida que Jane, el comportamiento de su familia es deplorable y, únicamente sus propios méritos y la evolución moral de mr. Darcy le proporcionan el final feliz que merece.

En Sentido y sensibilidad, Austen nos presenta otro ejemplo de irresponsabilidad familiar. En este caso, el irresponsable es el heredero de mr. Dashwood, hijo del primer matrimonio de éste y que deja sin apenas medios de subsistencia a la segunda mujer y sus hermanastras. Impelido por su egoísta y avara esposa, mr. Dashwood hijo, es una muestra de uno de los mayores miedos que sufrían las esposas e hijas de su época: o las niñas realizaban un buen matrimonio o corrían el riesgo de que, a la muerte de su padre, el heredero las dejara en la más completa ruina.

El caso de Emma es especial, ya que Emma Woodhouse es la heredera de la inmensa fortuna de su padre. Su seguridad económica la lleva a tomarse el amor como un juego y se entretiene actuando de celestina hasta que es su corazón el que está en peligro. La estructura familiar de esta novela es ligeramente distinta de las que Austen suele presentarnos: mr. Woodhouse sólo tuvo dos hijas debido a la muerte prematura de su esposa y la figura de la institutriz (miss Weston) cobra un papel fundamental como único modelo femenino en el crecimiento de las niñas. Si bien miss Weston les aporta un punto de vista maternal, Emma sabe muy bien que es una empleada y desoye sus consejos cuando no le convienen. La institutriz, como otro miembro de la estructura familiar, fue una figura controvertida en la narrativa austiana. Por un lado, su propia experiencia la prevenía contra unas mujeres que, en muchas ocasiones, violaban la confianza que los padres depositaban en ellas y descuidaban a sus pupilas y, por otro, existía el riesgo que plasma en Emma: que los vástagos fueran plenamente conscientes de su superioridad y la buena voluntad de la institutriz no sirviera para mucho.

El caso de Fanny Price en Mansfield Park es muy interesante. Por un lado, nos encontramos ante la familia más paupérrima de la literatura de Austen. Hasta tal punto los Price viven sometidos a todo tipo de penurias que aceptan entregar a Fanny a unos tíos pudientes para que le otorguen una educación que está fuera de su alcance si la crían ellos. El altruista gesto de los Bertram al acoger a la niña desmerece muy pronto cuando Fanny llega a la casa y todos y cada uno de los miembros de la familia (excepto por su primo Edmund) le hacen saber por activa y por pasiva que nunca, jamás, será como ellos. Fanny crece escuchando día sí, día también lo agradecida que debe estar a sus tíos y lo negligentes y ruines que son sus padres. Esta historia es un ejemplo clarísimo del tipo de hipocresías sociales que denuncia Austen: los Bertram acogen a Fanny para quedar bien ante sus conocidos mientras en la intimidad del hogar se muestran airados y muy superiores a la niña. Además, el título de la obra, Mansfield Park, no es fortuito: Austen crea todo un mundo alrededor de la casa familiar y, si bien Fanny no encuentra el cariño en gran parte de sus parientes, ésta se convierte en punto clave para toda la vida social de la niña: allí conocerá el amor, la amistad, los celos, el duelo.

En Persuasión, nos encontramos con una heroína pusilánime (Anne Elliott) que, ejemplo del poder que la familia ejercía sobre el destino de las jóvenes casaderas, rompe su compromiso con un joven porque, según su padre, hermana y tía, es de baja alcurnia para ella. El trabajo del joven mr. Wentworth (es oficial naval y lo poco que tiene lo ha conseguido mediante su esfuerzo) es la verdadera razón para la oposición familiar y un ejemplo muy claro del rechazo que como hemos mencionado sentía la pequeña burguesía rural hacia los oficios profesionales. En la novela encontramos, además, una aguda reflexión sobre los lazos familiares y cómo, a pesar de ser vitales, no deben convertirse en la única guía de las jóvenes.

Por último, Northanger Abbey, la pequeña novela irónica sobre los clichés de la literatura gótica dieciochesca, también nos muestra otro modelo familiar interesante: el padre de la protagonista, Catherine Morland, es sacerdote como el de la propia Jane Austen y, debido a los escasos medios familiares, Catherine viaja a Bath en compañía de unos vecinos mucho más ricos que ella. Los Allens la introducen en una sociedad ligeramente superior a la suya y Catherine aprende a comportarse en sociedad lejos de las faldas maternas. Mrs. Allen, sólo interesada en vestidos, cotilleos y bailes no es el mejor modelo para la joven que busca erróneamente una guía de comportamiento en las novelas góticas que lee con pasión. Austen nos descubre otro de los usos sociales más extendidos de la época entre las familias amigas: las largas, larguísimas visitas que ya pudimos ver en Orgullo y prejuicio y en Sentido y sensibilidad. Catherine protagoniza una de ellas en el hogar de los Tilney, familia con la que entra en contacto en Bath. La abadía donde viven así como los miembros de dicha familia sirven a nuestra autora para caricaturizar los estereotipos de la literatura gótica de su época así como para denunciar los peligros que entrañan para las mentes imaginativas e inmaduras como la de Catherine.

Como hemos comprobado, la familia en las obras de Jane Austen es un pilar fundamental tanto para el desarrollo dramático de la historia como para la evolución personal de sus heroínas. Todas las protagonistas de Austen tienen, de una forma u otra, un fuerte vínculo con su familia que las arropa para enfrentarse al mundo y, al mismo tiempo, les corta las alas para moverse en él. Lo que Austen reclama y lo que concede a sus heroínas, es un espacio en el que no sólo la procedencia familiar cuenta para alcanzar la felicidad, sino también los méritos propios: los valores personales e irremplazables de cada una de sus chicas las hacen merecedoras de los finales felices que tanto sigue disfrutando el lector del siglo XXI.


[1] Sólo en los casos de Sentido y sensibilidad y Mansfield Park las protagonistas se encuentran en una situación realmente peliaguada en este sentido: las hermanas Dashwood porque el heredero de su padre (un hijo de un matrimonio anterior) las deja desamparadas a la muerte de éste; Fanny Price porque su familia es muy pobre y su madre se desprende de ella para que la críen sus tíos lord y lady Bertram, más pudientes pero con escasa filantropía.

6 comentarios:

  1. Qué interesante este artículo Ani! No soy fanática de Jane Austen, pero ahora me dieron ganas de leer algo suyo. :)

    Es cierto el tema del enorme peso que tiene el núcleo familiar en sus novelas; el apellido con que se nace es un condicionante que limita las expectativas que se pueden albergar, marcando una línea más rígida incluso que las clases sociales.

    Saludos.

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  2. Concuerdo con Veromosis, un muy interesante artículo.

    Con todo quisiera defender a Anne Elliot del calificativo de "pusilánime". No creo que deba calificársele así, pues no fue tanto el prejuicio social lo que hizo retractarse de su compromiso.

    En el quinto capítulo de la novela (en el quinto párrafo además) se nos dice que habría podido resistir la oposición paterna (que era solamente por lo de la baja alcurnias no por la parte prudente que su madrina -que no tía- Lady Russell manejó):

    "But it was not a merely selfish caution, under which she acted, in putting an end to it. Had she not imagined herself consulting his good, even more than her own, she could hardly have given him up. The belief of being prudent, and self-denying, principally for his advantage, was her chief consolation, under the misery of a parting, a final parting"

    Es decir, no sólo era una cautela egoísta, sino que pensó también que era más por bien de él que de ella romper el compromiso.

    Pero lo del sacrificio, también ella podría ser un lastre en la carrera de un joven marino (apenas en ascenso), la preocupación de no poder arriesgarse en su carrera por ella.

    No se si estoy siendo clara en mi argumentación. No me parece del todo la debilidad de un pusilánime su decisión.

    Y como se descubre al final. También el orgullo herido de él los mantuvo separados, pues dos años después él ya tenía una posición más segura tanto económica como en su carrera, ella habría reanudado el compromiso.

    Por si fuera poco, creo que podemos imaginar cuál habría sido el destino de Anne si acaso hubiera quedado viuda y peor aún con hijos y sin nada de sostén económico.

    Cinthia

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  3. Estupendo Anni. ¿Y qué si acota?, hay muchos excelentes autores que se ciñen a un tema o escriben casi siempre de lo mismo. Lo importante es que lo hagan bien, y Austen lo borda.

    un saludo

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  4. Ani, qué artículo más estupendo!!
    Me ha encantado el análisis y contextualización que has hecho de la autora, y el de su obra tampoco se queda atrás ;)

    Un beso!!

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  5. Gracias por los comentarios, me hace muy feliz que hayáis leído el artículo. Austen es mi autora favorita y le he dedicado tantos años de estudio...
    Cinthia, respeto por completo tu opinión, pero desde mi punto de vista Anne carece de la determinación de otras heroínas austianas y sufre una carencia de estima que la conduce a dejarse llevar por los demás, el camino (quizá) más fácil.
    De todas formas, también te digo que el hecho de que fuera marino no era un carrerón en la época de Austen (por lo menos en el grupo social que trabaja en sus novelas). Las grandes fortunas eran "dignas" si provenían de herencia y las profesiones liberales no eran bien vistas. Es cierto que al hablar de la Marina, el prestigio social no sufría tanto, pero vamos Wenworth no era más que "aspirante a", no tenía todavía nada seguro su futuro.
    Imation, ya digo, la crítica la acusa de ello como algo muy negativo (todos no, pero un sector importante sí). Tati y Veros, me alegra mucho que os haya gustado.

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  6. Hola Ana. Muchas gracias por poner atención a mi comentario. Supongo que tendremos que seguir estando en desacuerdo :). Quizá se deba a que también en todos estos años en los que he estudiado la vida y obra de Jane Austen, el hecho de que Anne fue la primera de sus heroínas que conocí (hace más de oopps! 25 años) hace que tenga tanta debilidad por ella, la forma digna en que soporta a su familia y en mi opinión fue valiente al tomar la decisión que tomó a los 19 años, creo que sólo Elinor podría haber actuado de manera similar.

    Por lo que se refiere a la carrera naval. Quizá sería prudente revisar el libro Jane Austen and the Navy, del difundo Brian Southam, para poner en mejor perspectiva nuestras opiniones sobre la Marina. Yo creo que Jane Austen no estaría tan de acuerdo en que digas que no era un carrerón. Era una profesión aceptable y sólo los clasistas como Sir Walter ponían objeciones. Por eso precisamente era tan importante que el joven comandante Wentworth pudiera ascender, era una meritocracia y un una aristocracia en la Armada.

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