Ciudades por Julia Duce



Sueño con frecuencia con ciudades que jamás he visitado. Ciudades reales que espero recorrer algún día reconociendo sus calles con la memoria perdida en esos libros que me las presentaron, ciudades del pasado cuyas avenidas y canales transito en planos imaginarios, ciudades de fantasía, que solo podré conocer mientras las paseo en viajes de palabras, en las que puedo convertirme en constructor y hacerlas fluir a mi medida.


A veces, en este mundo infinito que habitamos, abro una ventana en el vacío y deambulo sin rumbo por sus calles, por sus parques, por sus recintos secretos; intentando estimular mis sentidos con las imágenes que brillan en mi mente. Es la literatura la que me inspira. Es la literatura la que abre esa ventana de mi curiosidad, construye mis sueños y dibuja sus edificios, sus recovecos y suburbios. Sus matices pueden ser oscuros o melancólicos, sus olores suaves o acres, sus colores brillantes o celados por la niebla y la oscuridad.

A veces tengo la suerte del encuentro, del reencuentro con la ciudad real, con el París luminoso de mis primaveras literarias, con la melancólica Venecia y sus canales y sus melodías de silencios acuáticos, con el Chicago nocturno de luces infinitas, con el Madrid de paseos románticos de antaño, con la Viena señorial y el Berlín terrible de tantas rupturas que deviene en una ciudad amable y acogedora.

Hay algunas ciudades que temo visitar. Me asusta la posible decepción. Dilato viajes y remoloneo entre páginas y lecturas. Hago mías esas ciudades de palabras, pongo en un mismo espacio la ciudad imaginada, construida con cimientos de fantasía, y las antiguas metrópolis de la antigüedad que veía dibujada en grandes libros por ilustres exploradores de las exóticas ruinas del pasado. A veces no me planteo conocer la ciudad, porque sé que nunca se acercará a la que yo habito en la intimidad de mis lecturas.

Viajar al infinito en un pasaje sin destino con paradas en mil urbes, que encierra mil historias, mil personajes que se han convertido en parte de mi vida.

Queremos en este número de nuestra Revista construir una guía, limitada, pero emocional a esas ciudades que pueblan nuestros sueños. ¿A quién le importa la realidad si podemos visitarlas siempre que abramos las páginas de un libro?

2 comentarios:

  1. Gracias por esta editorial tan sentida que rebosa melancolía y recuerdos a partes iguales.

    Estoy seguro que este número será muy interesante.

    Un saludo,

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  2. Interesante reflexión la que plantéa Julia. ¿Son más deseables, bonitas, entrañables o habitables, las ciudades que nos imaginamos por la lectura que las reales? A veces, creo que sí, sin duda. Pero, en otras ocasiones, nos crea la necesidad de la visita y esta última, bien sea producto de nuestra ansia o deseo desatado por encontrar lo leído, acaba dándonos algo de lo que buscábamos. ¿Hay mayro satisfación que esta? Pocas, la verdad.

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