Todos son culpables en una guerra - Antonio Ponce (olamiamol)




Romain Rolland, Ernest Hemingway, Hans Herbert Grimm y Alexander Lernet-Holenia tienen en común que de una u otra forma no estaban de acuerdo con las políticas belicistas de las potencias europeas que desembocaron en la I Guerra Mundial.


Sin duda el caso más curioso es el del francés Romain Rolland que de ser un firme defensor de la política francesa de inicios de la Gran Guerra pasó a convertirse en el principal defensor de la paz entre las potencias beligerantes. Esta evolución en su pensamiento la podemos apreciar en su obra Más allá de la contienda publicada recientemente por Nórdica editorial y que nos presenta una colección de artículos que hoy en día es considerada como el manifiesto pacifista más importante que se escribió por aquellos años. 

Cuando empezamos a leer nos llevamos una sorpresa debido a que en los dos primeros capítulos -o artículos- lo único que deja entrever Rolland es que la culpa de lo que está ocurriendo en Europa es exclusivamente de Alemania. En lugar de intentar apaciguar los ánimos de todos aquellos potenciales lectores de sus artículos, Rolland atiza fuerte y duro enervando el sentimiento nacionalista francés; cierto es que en algunas frases -para edulcorar su posición- defiende al pueblo alemán para a continuación “golpearla” en el caso de que no levanten la voz contra su gobierno autoritario.

Los primeros artículos siguen la línea editorial marcada desde los medios franceses: los alemanes se creen superiores y son los únicos culpables del enfrentamiento al que nos hemos visto abocados a participar. En la página 25 dice Rolland que los dos argumentos utilizados por los alemanes contra los franceses en los dos últimos meses (julio-septiembre de 1914 -justo coincide con el inicio de la Gran Guerra-) son y cito:
1. La guerra es la guerra, decís, lo que equivale a decir que no puede medirse con el resto de las cosas y que se halla al margen de la moral, de la razón y de todos los límites de la vida cotidiana, en una especie de trono sobrenatural ante el que uno sólo puede inclinarse sin rechistar.

2. Alemania es Alemania, es decir, sin medida común con el resto de los pueblos; las leyes que se aplican a los otros no se aplica a ella, y los derechos que se arroga para violar el Derecho no pertenecen a nadie más que a ella. De este modo Alemania puede, sin delito alguno, incumplir sus promesas, traicionar sus juramentos y violar la neutralidad de los pueblos que un día juró defender."

La actitud de Rolland me parece hipócrita no en balde sabemos que una de las razones que los alemanes esgrimían para enfrentarse a Francia -y sobre todo a Gran Bretaña- era el que la hubieran dejado fuera del reparto colonial que llevaron a cabo durante el siglo XIX franceses e ingleses, amén de otra serie de conflictos estratégicos y económicos. Curiosamente Rolland no hace referencia en absoluto a la negligencia francesa e inglesa que llevó a este punto.

Por otra parte el pacifismo de Rolland es algo extraño porque llega a entender que en el conflicto mueran personas pero detesta que se bombardeen ciudades históricas como Lieja o Lovaina, o monumentos como la catedral de Reims. Para ser considerado un escritor pacifista su ideario no casa mucho con estos pensamientos…

¡Y lo escrito hasta ahora hace referencia solo a los dos primeros artículos! Si pasamos a los dos siguientes vemos que aún no se ha producido una evolución en el pensamiento de Rolland. Sigue presentándose como el adalid de la paz y en cambio continúa con la exaltación del sentimiento patrio francés denigrando a lo germánico; sigue salpicando su discurso de referencias en favor de los derechos humanos y de los pueblos, para finalizar culpando a los alemanes de todo. La página 40 es un claro ejemplo de ello:

"¿Quién ha provocado en ellos esta necesidad desesperada de destruir al adversario o morir en el intento? ¿Quién, sino sus estados, y entre ellos, los que en mi opinión han sido los tres grandes culpables, las tres águilas rapaces, los tres imperios: la tortuosa política de Austria, el zarismo devorador y la Prusia brutal?"

Empiezo a entender el motivo por el que justamente un año después obtuvo el Premio Nobel.

Sí es cierto que en estos primeros artículos atiza fuerte y duro a los internacionalistas y a la Iglesia por ponerse al lado de la guerra y no de la paz (el gran fracaso del movimiento socialista fue ese, que en lugar de defender que los trabajadores como miembros de un mismo grupo social no debían intervenir en la Gran Guerra, apoyaron el nacionalismo y por tanto la intervención en el conflicto) pero nuevamente finaliza de la misma forma la culpa de todo es de los alemanes.

La Carta a Romain Rolland es una carta que publica Rolland y que "en teoría" -otorguémosle el beneficio de la duda- le envía un ciudadano letón en la que acusa a los alemanes de ser históricamente unos opresores -en este caso de los ciudadanos de los estados bálticos- y que ve en los franceses e ingleses como libertadores.

Esto pasa de castaño oscuro; joder que si hay dos pueblos que históricamente han oprimido al débil estos han sido los ingleses (recordemos las colonias de explotación de la India o Egipto por poner los ejemplos más conocidos; o la llamada "Guerra del Opio" que se produjo entre los ingleses y chinos porque los primeros estaban inundando de este producto al país asiático para conseguir intervenir económicamente en ese estado; por no hablar de la colonización francesa del sureste asiático o el reparto de África que hicieron franceses e ingleses que los llevó a enfrentarse en numerosas ocasiones. 

Y de esclavitud pues mejor no hablemos que los ingleses -y sus aliados portugueses- hicieron un gran negocio a costa del ser humano (los portugueses en los lejanos s.XV-XVI y los ingleses sobre todo en el s.XVIII y XIX).

Pero a partir de estos momentos la visión de Rolland cambia, por primera vez indica que el ejército alemán trata igual de bien a sus prisioneros que los franceses y que son los periódicos de ambos estados los que mienten con tal de provocar más odio entre las dos naciones. Además alaba la labor de la Cruz Roja -por primera vez una institución no religiosa tiene esa función humanitaria-.

Luego responde en un artículo a todos los que lo critican, pero ojo, lo critican por tener amigos alemanes no porque defienda a lo alemán -que como hemos visto hasta ahora es evidente que no hace sino más bien todo lo contrario-.

Y lo más interesante es la crítica que hace al ala política más belicoso de Francia que defiende:
"la generosa promesa de una guerra perpetua, de una guerra que dure tras la guerra, indefinidamente..." 

Desgraciadamente éstos son los que triunfaron y los que provocaron en el Tratado de Versalles esa humillación a Alemania que provocaría que el odio entre los dos estados continuara tras finalizar la guerra.

El giro radical en su pensamiento ya está dado y Rolland publica dos cartas que le envían por un lado los intelectuales catalanes y por otro los holandeses donde por ningún lado se ve rencor sino ganas de alcanzar una paz en la que no haya vencedores y vencidos.

Cada vez es más evidente que Rolland se percata que la guerra no es culpa de un solo estado sino de todos los que se ven inmersos en ella.

Por fin en los últimos artículos da marcha atrás en parte de su argumentación inicial y habla de la barbarie occidental en África, China... (Justo lo que comentaba de la esclavitud, la "Guerra del Opio" y demás). Ese artículo se llama "A los pueblos asesinados" y en él si vemos a un Rolland 100% pacifista, lo mejor del libro sin duda. Evidentemente ha transcurrido tiempo desde esos cuatro primeros artículos hasta éste último, exactamente dos años.

¿Qué conclusión podemos sacar de la lectura de esta colección de artículos? Desde el punto de vista histórico es muy interesante porque se ve en una primera parte a un Rolland imbuido de las ideas nacionalistas francesas (teniendo en cuenta que acaba de iniciarse la I Guerra Mundial, y del palo que supuso a los franceses la humillación en la Guerra Franco-Prusiana 40 años antes, con la pérdida de Alsacia y Lorena) y como ese odio hacia lo alemán se va suavizando a medida que avanza la Guerra hasta que llega un momento en el que se percata que los culpables de ese estado de violencia y odio son todos los implicados y no solo los de un bando.

Solo por ver esa evolución merece mucho la pena.

Y ahora pasamos a ver el pensamiento de uno de los corresponsales de guerra más importantes del siglo XX: Ernest Hemingway. Intervino en la I Guerra Mundial en el último año de guerra como conductor de ambulancia, y allí en Italia donde fue destinado es cuando crecerá el germen de su novela Adiós a las armas

Si hay un adjetivo que se utiliza por parte de los detractores del escritor norteamericano para calificarlo, éste sería el de sobrevalorado. En mi opinión Hemingway es un escritor genial que con una sencillez abrumadora nos muestra la vida del ser humano con sus miserias y grandezas. No encontraremos una ácida crítica en la mayor parte de su obra porque lo que realmente lo define es su excelencia narradora.

En esta novela ambientada en la I Guerra Mundial no nos hace un alegato pacifista como muchos otros autores (ya vimos el ejemplo de Romain Rolland) simplemente se centra en relatarnos una historia de amor en medio de un conflicto que destrozaba a todo un continente, sin mostrarnos ningún tipo de odio hacia alguno de los bandos.

Para ser más precisos nos describe los días que pasa un voluntario norteamericano -Henry- durante la I Guerra Mundial en Italia donde encontrará el amor con una enfermera inglesa - Catherine Barkley-. Si por momentos olvidamos al leer la novela que nos encontramos ante uno de los acontecimientos más terribles de la historia de la humanidad es porque Hemingway nos muestra el otro lado de ese conflicto; podríamos decir que todo "yin" tiene su "yang" de manera que aparecen numerosos párrafos en el que el fragor de la batalla queda en un tercer o incluso cuarto plano mientras que el cortejo entre nuestros protagonistas toman ese primer plano en importancia.

Esto no es óbice para que nos encontremos con párrafos tan terribles como aquel en el que nos describe la caída del mortero que acaba con la muerte de un chófer compañero suyo, y con su pierna dislocada -la rodilla la tenía junto a la tibia-; o aquel otro en el que un soldado con una hernia galopante se golpea y deja de ponerse la faja con tal de que no lo lleven al frente.

En una segunda parte Hemingway nos describe el proceso de recuperación que lleva a cabo Henry en un hospital de Milán tras las heridas sufrida en un ataque austriaco; mientras, su novia Catherine, ha conseguido que la trasladen a Milán para poder encargarse de cuidar junto a otras enfermeras de Henry.

Lo que más puede llamar la atención del lector es que en Milán se viviera ajena a la guerra: la Scala, los grandes hoteles y restaurantes funcionaban como si el frente estuviese a miles de kilómetros de allí cuando realmente se encontraba cerca. Podría decirse que el ser humano se comporta como ese avestruz que ante el peligro esconde su cabeza entre las patas creyendo que de esta manera nada podrá sucederle.

En resumidas cuentas Hemingway a pesar de sufrir los horrores de la guerra prefiere hacer hincapié en lo poco bueno que se puede sustraer de ella, de ahí que algunos críticos lo consideren un escritor poco comprometido con los problemas de su tiempo.

La tercera novela de la que tratamos es la escrita por Alexander Lernet-Holenia: El Estandarte

Lo más interesante de ella es que describe con bastante acierto la marabunta de naciones que componían el Imperio Austro-Húngaro y lo complicado que era el mantenimiento de su unidad. 

Para que nos hagamos una idea, el Imperio estaba formado por italianos (Trieste), rumanos, serbocroatas, eslovenos, ucranianos, polacos, eslovacos, magiares, checos y alemanes. Y convivían católicos, protestantes, ortodoxos, musulmanes y judíos.

Para que el Imperio no explotara en mil pedazos era fundamental una administración fuerte que controlara cualquier conato de levantamiento a través de un poderoso ejército. En este contexto encontramos la parte más interesante de la novela -página 95 en la edición publicada por Libros del Asteroide- donde se describe el momento en el que las tropas formadas por una soldadesca tan heterogénea decide no seguir las órdenes del Estado Mayor Austriaco y decide marchar a defender sus tierras que están siendo atacadas por las tropas de la Triple Entente. 

Y un último aspecto interesante de la novela es la descripción que realiza el autor del enfrentamiento bélico. De este modo nos presenta a la I Guerra Mundial como un conflicto que nada entre las antiguas y nuevas técnicas militares. Por ello sorprende que asistamos a cargas de la caballería austriaca y a la vez nos estremezcamos con el uso de armas químicas de manera indiscriminada que diezman a los ejércitos

Es una buena novela bélica si omitimos la parte que nos muestra la historia de amor entre los dos protagonistas (soporífera desde mi punto de vista).

Y por último llegamos a la visión que de la guerra tiene el alemán Hans Herbert Grimm en su novela Historia y desventuras del desconocido soldado Schlump. Lo primero que hay que comentar es que esta novela fue quemada por los nazis de Hitler por lo que tenía de antibeligerante, y si ésta ha llegado a nuestros días ha sido porque al autor se le ocurrió esconder un ejemplar en el interior de una pared. Gracias a este ejemplar ha sido posible publicarlo de nuevo 85 años después.

El protagonista, Schlump (que no es tan bobalicón como el bueno de Svej al que nos recuerda en varios pasajes) parece que tiene un gran éxito entre las chicas. Esta primera parte puede parecernos incluso cómica porque se trata al tema de la guerra como algo lejano. 

En la segunda parte en cambio apreciamos ya una dura crítica hacia las condiciones de vida de los soldados. Para ello nos describe la vida en las trincheras: ratas, amputaciones, máscaras de gas, esquirlas que destrozan los cuerpos de los soldados, hambre, sed y lo peor de todo -quizá el motivo por el que se quemó esta obra en tiempos de Hitler- el trato vejatoria que se le daba dentro del propio ejército alemán a la infantería que luchaba en las trincheras. En este sentido -y es una opinión personal- habría que tener en cuenta que Hitler participó en la I GM pero que de los 42 meses que estuvo en el frente -de un total de 51 que tuvo la guerra- solo estuvo cuatro días en él (Somme) eso si a 2 kilómetros. Era mensajero y aunque se trataba de un puesto peligroso -de hecho fue herido un par de veces y por ello obtuvo la Cruz de Hierro (que por esos tiempos se otorgaba a muchos soldados para elevar la moral)- nada tenía que ver con las malas condiciones de vida de un infante en trinchera. 

Quizá el hecho de que públicamente se reconociera como más peligroso el papel que jugaba un simple infante que el que el propio Hitler desempeñó durante la guerra hiciera mella en la mente de un personaje tan siniestro y por ello ordenara la quema de este libro. 

Además hay otros aspectos que aparecen en todas las guerras y que están perfectamente tratadas en la novela:

1. La importancia que tiene en toda guerra el contrabando y la falsificación de papel moneda (a lo que se dedica Schlump en territorio francés colindante con Bélgica). De manera que mientras la mayor parte de la población vive en la miseria, unos pocos se enriquecen.

2. La descripción tan aterradora que hace el autor sobre el bombardeo que sufre un hospital repleto de heridos situado junto a un arsenal que estalla. Simplemente dantesco; el autor logra tocar la fibra del lector que no puede dejar de imaginar el sufrimiento de tantas y tantas personas.

3. El final de la guerra. Mientras buena parte de la población está contenta con el fin de la contienda, existen unos pocos que no logran asimilar que el mundo en el que vivían ha cambiado definitivamente, lo que los lleva en gran número al suicidio. En esta novela encontramos a algún personaje que no fue capaz de asimilar ni la rendición ni la posterior huida de Guillermo II.

En definitiva lo que resulta evidente es que intelectuales de todas las nacionalidades de una manera u otra lucharon contra esos Estados que llevaron a Europa a desangrarse, unos de una manera más comprometida como Hans Herbert Grimm o Roland Romain y otros de una manera menos efectista como Hemingway y Lernet-Holena, pero todos denunciaron el horror de la guerra. 

Si se puede vivir en paz ¿por qué no intentarlo?

4 comentarios:

  1. Cuatro obras representativas de la Gran Guerra, cuatro acercamientos diferentes al conflicto.

    Gran trabajo, Antonio, un artículo de lo más interesante.

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  2. Gracias Eyre. Yo recomiendo la novela del soldado Schlump que recuerda en varios aspectos a la novela de Hasek aunque ciertamente es menos divertida y más dura.

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  3. Enorme trabajo de Literatura comparada que me ha dejado fascinado y que amplía mis horizontes lectores. Así que no puedo por menos de pasarme por aquí y elogiar este pequeño ensayo que nos ofreces y que eleva el nivel de este Foro como todos los comentarios que estoy leyendo en los diferentes números de la Revista.

    Un saludo a ti y a todos los que escriben,

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  4. Gracias Aben por tu comentario. Me encanta que te haya gustado.
    Saludos!

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