El escritor Alejandro Núnez Alonso nace en Gijón en el
principio del siglo XX. Se forma de modo autodidacta, leyendo novelas como “Quo
vadis?” o “Los últimos días de Pompeya”, las que harán de él un pionero en la
novela histórica moderna en nuestro país. Con un afán desmedido por escribir y
rodeado por intelectuales como Gerardo Diego o el pintor Evaristo Valle da sus
primeros pasos como periodista, pero enseguida se le queda pequeño su Gijón
natal y decide hacer sus maletas y trasladarse a Madrid en busca de fortuna
como dramaturgo.
Tiene veintidos años y la vida no es fácil para la intelectualidad de la España de los últimos años veinte. Por eso tiene que aparcar sus obras teatrales y dedicarse al periodismo en los trabajos que le van surgiendo, haciendo incluso de crítico de cine. Pero en un par de años, también Madrid se le queda pequeña. Es entonces en plena crisis del año 1929 cuando arriba a México, donde una dama crucial en su vida, Leonor Bravo, consigue que se case con ella. Alejandro, es todo un galán, guapo, con bigotillo fino, pulcramente peinado. Leonor despierta sus instintos de cultura y hace de él un escritor minucioso, erudito, con un conocimiento detallado de la antigüedad.
El dinero sigue proviniendo de periódicos, esta vez
mexicanos, como el “Excelsior” o “El Universal”, pero las aficiones artísticas
siguen creciendo y no sólo escribe, sino que también pinta. Es entonces cuando
da a luz sus primeras novelas como Konco, Mujer de medianoche o Días de
huracán. Empieza a ser un escritor de éxito y con muy buenas ventas, pero con
grandes dosis de ternura, imaginación y crítica social. Es entonces, cuando ya
ha colmado sus aspiraciones de una vida cómoda, cuando se viene a Europa como
corresponsal de una revista. Tras unos efímeros pasos por París y Roma,
finalmente se instala en Madrid en la calle Hermosilla.
En la España de entonces, años cincuenta, el realismo se
impone como la tendencia literaria predominante, pero Alejandro Núñez viene con
ideas propias, e influencias venidas del extranjero. Lejos de centrarse en el
realismo, crea una literatura llena de imaginación y erudición que podríamos
llamar arqueológica. Convierte su vivienda de la calle Hermosilla de Madrid en
todo un montaje documental recreando el Imperio Romano en toda su extensión y
sobre todo la ciudad de Jerusalén donde colocará la vivienda de su personaje
Benasur de Judea. Llena la casa de mapas, maquetas, datos arqueológicos,
nombres de personajes,... Parecería la obra de un loco, pero es la obra de un
minucioso escritor.
Mientras planea la revolución de la novela histórica
española, gracias a su buen hacer obtiene el premio de finalista del Nadal con
La gota de mercurio donde demuestra su conocimiento de autores tan en la vanguardia como Proust o James Joyce. También escribe novelas ambientadas en
México un año antes de empezar con su pentalogía sobre Benasur de Judea. Su
primer libro, a pesar de romper con toda la novela histórica española
precedente, obtiene un éxito inmediato de público y crítica. De hecho esa
novela, El lazo púrpura le vale el Premio Nacional de Literatura y los
siguientes cuatro volúmenes completarán un extraordinario fresco de la Roma de
principios del cristianismo. Alejandro parece entonces un corresponsal enviado
al Imperio Romano mediante una máquina del tiempo, que describe con
minuciosidad, erudición sin pedantería, y absoluta profusión de detalles todo
lo que compone el imperio. Edificios, vestimentas, templos, calles, gentes,
comidas, anécdotas graciosas, todo es descrito como si el propio escritor
estuviera allí. Incluso lo ficticio nos lo hace pasar por verdadero, tal es su
credibilidad literaria.
Pero no se conforma con eso. Cuando acaba con esta maravilla de recreación, aún nos deleita con otro giro mortal.
Primero escribe una delicia de novela al más puro estilo
Truman Capote en su A sangre fría, que titula Gloria en subasta y que le
vale el Premio de la Crítica. Y luego nos traslada a la Mesopotamia de
Semíramis y escribe una tetralogía que maravilla a su generación por su
minuciosidad arqueológica. Recrea lo que nadie se había atrevido a recrear, un
mundo lejano y casi desconocido, pero de una forma que aún hoy sorprende,
después de todos los descubrimientos en el campo de la Arqueología que
desconocía aún el escritor.
Desgraciadamente su gran inspiradora, su mujer Leonor muere
y su producción literaria se va extinguiendo como una flor marchita. Se va a
acompañar a su único hijo al Canadá y en el gélido Quebec acabas sus días.
Hay quien dice que murió dos veces, hay quien dice que pasó un tiempo en el purgatorio, quizá penando sus culpas por cierto apologismo
moralizante cristiano en su pentalogía de Benasur, lo cierto es que fue
castigado con el olvido editorial, pese a sus méritos innegables y a su éxito
de ventas en su época. Pasó a ser “el buscado” por ciertos eruditillos de tres
al cuarto en las librerías de viejo y los mercadillos de ocasión. Ahora parece
que poco a poco va resurgiendo gracias a ciertas apuestas editoriales y a su
innegable calidad.
¡Bienvenido seas, Alejandro! Quizá algún día este mezquino
país reconozca lo que te debe en la novela histórica.
Pues, un muy interesante artículo de un escritor para mí total y absolutamente desconocido. También es cierto que no soy un lector de novela histórica, pero una buena novela siempre es de agradecer tenga el tema que tenga y has conseguido despertar mi curiosidad. Gracias por el artículo.
ResponderEliminarMe sumo a todo lo de Arden. Voy corriendo a Google a ver qué pone de este hombre y qué se ha reeditado, porque pinta muy bien. El artículo ha cumplido su misión, desde luego. Chapeau, Ciro. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias a los dos. Creo que merece la pena conocer a este gran autor que revolucionó la novela histórica española.
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