Vida
de una mujer amorosa, de Ihara Saikaku es una novela escrita en
el siglo XVII que nos narra, a través de cortas anécdotas, la vida de una mujer
que utiliza su belleza para atraer a los hombres y vivir de ellos de diferentes
maneras; como prostituta, como ayudante de un comerciante, amante de un monje, secretaria
privada, amante del marido de su señora...
La
protagonista de esta narración, de la que nunca sabemos el nombre, utiliza su
condición de mujer hermosa para seducir a los hombres y vivir de ellos; le
ayuda su buena disposición al amor (eufemismo utilizado siempre en el libro
para referirse al sexo, pues nuestra protagonista rara vez ama al hombre con el
que junta la almohada), disposición que
descubre desde muy joven, cuando sus padres la convierten en amante de un señor
a cambio de dinero.
Y
es el hecho de que este primer amante, joven pero de pocas energías, se vaya
consumiendo poco a poco, el detonante de la búsqueda que emprende nuestra mujer
amorosa de experiencias y aventuras, vinculadas siempre al sexo. Pues debemos reconocer que un hombre sin deseo
por el cuerpo de una mujer es una de las cosas más tristes del mundo[i]
La
novela tiene reminiscencias de novela picaresca (desconozco si en Japón existe
tal género; imagino que no), pues la protagonista se sirve de su ingenio para
engañar a todo tipo de personajes y sobrevivir en un mundo que no le es fácil,
dado que –afirma- no hay dolor comparable
al dolor de ser mujer. Éste es, en verdad, un mundo terrible. Y es en este
mundo en el que le ha tocado vivir en el que se mueve a sus anchas, y con un
gran conocimiento de la condición humana, engañando, adulando, amenazando,
chantajeando, según sea menester para conseguir sus fines. ¿Cuáles son esos
fines? Vivir y disfrutar de los placeres que a su alcance están.
A
través de las distintas vivencias de esta mujer amorosa vamos conociendo las
costumbres y usos del Japón de los primeros tiempos del periodo Edo
(1603-1868), especialmente aquellas referidas al mundo de las mujeres.
Así
sabremos, por ejemplo, cuáles son cuatro los rasgos que definen la belleza de
las mujeres:
Los
ojos finos y encantadores; y, sobre ellos, las cejas espesas y separadas. El
puente de la nariz alto y bien terminado. La boca pequeña, los dientes iguales,
blancos y brillantes. Sus orejas proporcionadas, finas y tan transparentes que
se notaban sus raíces.
También
los pies son un elemento erótico importante, deben ser pequeños y con los
pulgares curvados hacia atrás. El pelo, abundante, largo y sedoso. Las manos,
pequeñas y blancas, de dedos largos y finos.
Me
resultó llamativo –lo que demuestra mi ignorancia sobre la cultura japonesa-
que en ningún momento del libro se mencionara a las geishas. Estas se dedicaban
(aún lo hacen) a entretener a los hombres, utilizando la danza, la música, la
conversación; eran libres para mantener relaciones sexuales con ellos –o no-, si
bien no es esta la finalidad de su oficio ni recibían dinero por ello. Una
geisha puede tener un amante o varios, lo habitual es que haya un hombre rico
que la proteja, lo que tampoco la convierte ni en concubina ni en mantenida,
categorías diferentes de vivir de un hombre.
Las
prostitutas, como la protagonista de este libro, son las oirán[ii],
para las que existe un protocolo bastante complejo para relacionarse con sus
clientes, según la categoría de cada uno, pues para juntar las almohadas no sólo es necesario que se produzca una
transacción de dinero, sino que hay un rito previo y posterior. Así, las
mujeres de mayor categoría, pueden elegir libremente a su cliente y aceptarlo o
no (lo harán si es un hombre importante y rico) y deben recibir regalos antes
del primer encuentro; el cliente será llevado a las habitaciones de ella, donde
le espera. Y en el momento de la despedida, halagar al hombre para asegurar que
vuelva
Las
prostitutas de categoría más baja, en cambio –despreciadas por las que ejercen
en casas- son las que buscan a sus clientes en la calle, son mujeres ya mayores
o feas, o marcadas por la enfermedad, que se aprovechan de la oscuridad para
engañar a los hombres sobre su aspecto; son las más baratas y las que dan un
servicio más rápido.
Entre
ambas categorías hay toda una jerarquía de mujeres, cada una con unas
condiciones, usos y precios diferentes, adecuadas para cada clase social y
ocupación masculina.
Generalmente,
los que se divierten con mujeres bellas consideran que la vida de ellas es tan
justa como conviene a su condición. Quienes disponen de medios por encima de
quinientos kamme de dinero pueden tranquilamente contratar a una Tayu. Quienes poseen doscientos kamme, pueden
relacionarse con una Tenshoku. A
quienes pueden gastar cincuenta kamme, les conviene una Kakoi. En cuanto a los que necesitan trabajar para
comer, ellos simplemente no pueden pensar en divertirse con mujeres
Todas
las anécdotas están salpicadas de comentarios sobre el peinado de las mujeres,
la ropa y sus significados, oficios, relaciones, convirtiéndose la novela en un
catálogo de usos y costumbres salpicado por referencias al amor, al sexo y a la
condición de ser mujer en un mundo de hombres.
Y
es este último punto el que más me llamó la atención, en primer lugar, porque
el libro está escrito por un hombre; en segundo lugar, por la época, hace más
de 300 años y algunas reflexiones y anécdotas son totalmente actuales; y, por
último, porque la protagonista es una mujer libre, inteligente, decidida,
autónoma, muy lejos del estereotipo de mujer sumisa que tendemos a asignar a
las mujeres orientales (a las que vivieron antes de los años 60 y 70 del siglo XX). Una mujer descarada, lista, superviviente,
que hace de su gracia y su belleza su medio de vida, que mejora a medida que
también mejoran sus habilidades para el oficio.
Un
libro interesante para saber algo más del Japón del siglo XVII, no el de los
samuráis o los emperadores, sino el Japón de las mujeres; y de una manera
amena, divertida y –en ocasiones- sorprendente.
[i] Todas
las citas, salvo que se indique lo contrario son del libro Vida de una mujer amorosa, Narrativa Sexto Piso, 2013
[ii] Ver http://es.wikipedia.org/wiki/Oiran
Montse, ¿se nota mucho qué es un escrito del XVII? ¿Se lee bien? La portada es preciosa y el tema me gusta, de hecho lo tenía apuntado por ahí ;-)
ResponderEliminarun saludo
Ima, a mi me parece que no se nota demasiado que está escrito hace 300 años; en algunas cosas me resultó muy moderno. Son anécdotas cortas de 4 o 5 páginas que se leen muy cómodamente (es verdad que cuando se pone a filosofar, a veces puede ser algo pesado, pero en general es muy ameno)
ResponderEliminarLo más interesante me resulta que fuera escrito en el XVII y describiendo con tanta soltura ese submundo del que se conoce tan poco. Me pregunto qué tipo de vida llevaría Ihara Saikaku, con cultura suficiente para escribir un libro, con conocimiento en detalle de la vida de una mujer con esa profesión y con la libertad de escribir sobre ella.
ResponderEliminarIsma, si lees la entrada sobre el autor en Wikipedia (http://es.wikipedia.org/wiki/Ihara_Saikaku) seguro que te sorprendes. Yo, desde luego, lo hice... No incluí nada de esto en el artículo, porque quería centrarme en el libro, y tampoco me voy a poner a buscar fuentes sobre el autor, pero es curioso que no sólo tenga este libro sobre el tema, sino otro sobre pederastia y prostitución masculina (además de algún otro sobre el mundo de la prostitución)
ResponderEliminarYo me quedo con ganas de leer Amores de un vividor ;-)