Monte Verità es una novela corta de Daphne du Maurier, publicada originalmente en 1952 en una colección de cuentos titulada The Apple Tree y reeditada en The birds and other stories, en 1963.
El narrador cuenta la historia desde un pasado lejano a su presente narrativo, con la huella de la nostalgia como filtro al enfocar el recuerdo. Él y su amigo Víctor son dos jóvenes aficionados a la montaña y a la escalada, jóvenes deportista que ven en ella retos y un entorno de libertad y superación, pero en la vida personal cada uno lleva su camino y el narrador debe viajar con frecuencia, mientras el otro vive de las rentas en la comodidad de una vida adinerada. A la vuelta de uno de esos viajes, se encuentra con que Víctor se ha enamorado de una joven de extraña y etérea personalidad, por la que de forma más o menos platónica también se siente atraído. No hay traición, porque todo se mantiene en los limites de la más estricta corrección formal y en ningún momento se pasa por la cabeza del narrador engañar a su amigo, pero hay una evidente atracción por Anna, y una sensación de que tampoco el marido llega a poseerla, que se le escapa como si fuera un ser intangible e irreal. Anna es un ser misterioso, que se refugia en su mundo sin dejarse alcanzar ni por el amor ni por la amistad. Hay en ella un halo que la convierte en un ser casi místico desde el principio.
Al principio Anna se resiste a acompañarlos en sus escaladas, pero en un momento dado se nos revela que el motivo es la fortísima atracción que la montaña ejerce sobre ella y el miedo que tiene a que esta pasión se apodere de su espíritu. Hay en ese miedo, algo siilar a la atracción de un adicto que se ha desenganchado en un momento dado, pero que tiene la seguridad de recaer de forma inevitable en cuanto la tentación este cerca. El tiempo pasa y entre los distintos alejamientos de los amigos por los viajes del narrador, en un momento dado y tras un silencio prolongado, encuentra a Víctor moribundo en un pequeño pueblo al pie de un pico en un lugar del sur de Europa. Un lugar envuelto en la leyenda en el que mujeres jóvenes desaparecen, llamadas por quién sabe qué, para recluirse en un santuario misterioso que oculta el pico de la montaña, en el que según las supersticiones del lugar, permanecen eternamente jóvenes. Las recién casadas dejan a sus maridos, las muchachas abandonan a sus padres tras dar el primer paso dentro de la pubertad, y nunca más se las vuelve a ver, dejando a sus familiares sumidos en la desesperación. Y ahí es donde Anna ha huido, atraída por la llamada mágica de la montaña, tal y como ella siempre había intuído.
Víctor va un día y otro a las puertas del santuario e intercambia algún mensaje con Anna a través de papeles dejados bajo una piedra a lo largo de muchos años. Sin más comunicación y moribundo, cuando lo encuentra, manda al narrador en su lugar y allí, él sí consigue entrar en el Santuario. Se encuentra con una belleza espiritual alejada de lo físico, porque la mujer amada tiene el rostro destrozado por la lepra pero eso no impide que transpire la antigua belleza casi divina que de ella emanaba. Descubre una hermandad que aspira a la pureza, a un misticismo ligado a la esencia de la montaña y de la luna a través de ritos que rememoran los ancestrales cultos celtas de los druidas. Las amenazas hostiles de los lugareños que se proponen destruirlo, precipitan el final que termina con la desaparición de las mujeres cuando entran sin que estas hayan dejado huella alguna de cuál ha sido su final, y con la incertidumbre del destino de la comunidad, que pervive en la memoria del protagonista como un bálsamo.
He visto sobre Monte Verità valoraciones que oscilan entre considerarlo un cuento perfecto y calificarlo de aburrido y sin sustancia o alargado innecesariamente. A mí me ha gustado, me ha parecido un evocador relato de inquietante aspiración a la perfección y a la belleza más pura y esencial.
Lo cierto es que la historia se levanta sobre bases reales y diferentes movimientos intelectuales de finales del siglo XIX y principios del XX, en un entorno de efervescencia de cultos y teorías contrapuestas, filosofía de tintes orientalistas y rechazos a la industrialización, que propugnaban una vuelta a la naturaleza y a una vida mucho más simples.
Un lector siempre pone mucho de sí mismo en la interpretación de lo que lee, pero hubo de verdad un Monte Verità, en un lugar del sur de Europa, cerca de una montaña en la que, como precursores de lo que serian mucho después el movimiento hippie, se concentró una mezcla extraña de teorías y doctrinas que se postulaban fuera del sistema convencional de la sociedad imperante, en una crítica a una sociedad industrial deshumanizadora y creadora de entornos castrantes y hostiles.
A finales del siglo XIX se establece en el monte Monescia, más conocido como Monte Verità, una colonia en medio de un paisaje que domina el lago Maggiore, cerca de la ciudad suiza de Ascona. En ella se juntan un grupo de intelectuales en los que predominan los valores contraculturales: naturistas, teósofos, místicos, anarquistas, literatos, psicoanalistas de distintas corrientes, utópicos de todo tipo, en definitiva. Luego tomaran caminos diferentes y unos derivarán incluso hacia el nazismo, otros se mantendrán en esa vuelta a la naturaleza, y alguno de los teóricos terminara su vida en un manicomio, pero en ese momento coinciden en una mezcla extraña y a veces contrapuesta. Tienen en común un inconformismo y una búsqueda de alternativas de vida más en contacto con los elementos. Entre quienes de una forma o de otra pasaron por allí, apoyaron, recibieron su influencia o encontraron inspiración podemos citar a Sigmund Freud , Carl G. Jung , Otto Gross, Elíade, Rilke, Thomas Mann, Paul Klee, Bertold Brecht, Isadora Ducan, Fran Kafka, James Joyce, Lawrence, Hermmann Hesse, Max Weber... solo como muestra.
Los miembros de la comuna practicaban el nudismo, danzaban descalzos, realizaba ceremonias de supuestos ritos de culto al sol o a la luna, el amor libre… Era cierto que los habitantes locales del entorno los miraban con recelo y una cierta hostilidad, campesinos incultos que veían como sus vecinos transgredían sus hábitos de vida y la moral.
En el relato encontramos todo esto, mucho más depurado, y una evidente influencia de la teoría de una de las fundadoras de la colonia suiza, Ida Hofmann, que en un panfleto que promocionaba su doctrina predicaba que las mujeres podían aspirar a la salud y una vida armónica, siempre al margen de un matrimonio, que significaba una cadena de mentiras, y al margen de la religión.
La aspiración a esta sublimación de pureza trascenderá cuando el narrador consiga entrar en un momento dado al final, y descubra que el referente no es la belleza física sino la espiritual y observe uno de esos ritos con tanto paralelismo a las referencias reales. Los detalles que relacionan el relato con el autentico Monte Verità están por todos los lados el ascetismo de la vida que se enseña, un fresco en una sala descrito e inspirado sin duda en el pintado por el pintor Elisàr von Kupfer, el lugar que se describe de resonancias mágicas.
Creo sin embargo que en el relato hay más evocaciones. No he podido evitar acordarme de los perfectos cátaros y su vida ascética, alejada de los deseos de todo tipo, incluso en ese final en el que las turbas invaden el santuario para encontrarlo vacío. También con ese escondido santuario, solo visible por la noche, se convierte en una especie de Sangri La donde las mujeres no envejecen en el imaginario supersticioso de los pueblos que lo rodean. El entorno inaccesible, la belleza y la pureza del paisaje desolado, la sobriedad a la que se someten las adeptas, la renuncia a la vida familiar y en sociedad fuera de la comunidad. Y finalmente el eco de etérea belleza, de elegancia formal y de pureza que deja esa desaparición final de la que no hay explicación ¿se funden con la divinidad, se despeñan por la grieta inaccesible de la montaña autoinmolándose, o simplemente escapan?
En el contexto de una Europa de entreguerras, se asoma un mito de evocaciones precristianas, de connotaciones escapistas, que al final no sabemos si es derrotado o si triunfa sobre la realidad brusca y fea que les rodea, porque el cuento termina en un final abierto para su narrador, arrastrando con él al lector.
El relato se mueve entre la ambigüedad de una narración fantástica, esta vez ambientada en espacios abiertos, con antecedentes de antiguos ritos, pero con la simplicidad de una narración tradicional en la que lo mágico se ve tamizado por el amor sin desaliento del marido, que al igual que la protagonista femenina renuncia a todo para recuperar a su esposa, por la fidelidad de la amistad mas allá de la muerte, y por el recuerdo de una belleza que al final transforma al protagonista dándole una cierta esperanza trascendente.
Enhorabuena Julia. Muy buen artículo. Más que el relato en sí, me ha interesado lo del Monte Veritá. No lo conocía. Me lo apunto. A ver si algún día que vaya por allí me doy una vuelta, que he visto que algo queda. Me atraen los lugares donde se organizaron sociedades utópicas, como los icarianos o los falansterios. Creo que se llegó a hacer un falansterio en Gerona y otro en Pozal de Gallinas. Qué cosas. Estas historias, que para mí tienen su cierto interés, surgían en las élites intelectuales –curioso cómo el nudismo llegó a cuajar entre los nazis- y han terminado dando su último coletazo en los jipis como algo marginal.
ResponderEliminarGracias Jumareva, a mi tambien me resultan muy interesante ese tipo de comunas, y sobre todo hacia donde derivaron, la mezcla de ideologias que se mezclaban,... Me gusto mucho la solucion que Daphne du Maurier dio a la historia
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