Rara es la vez que se menciona el nombre de Paul Chadwick sin aludir también a la que es su creación más conocida, Concrete, criatura pétrea que desde su primera aparición en 1986 ha protagonizado decenas de historias y más de un millar de páginas, siempre de mano de su creador.
El debut de Concrete tuvo lugar en el número 1 de la revista Dark Horse Presents, publicación con la que comenzaba su andadura la editorial norteamericana Dark Horse y en la que se recopilaban relatos breves de diferentes autores y personajes. El serial escrito y dibujado por Paul Chadwick fue el primer y sorprendente éxito de la cabecera, en la que continuaría apareciendo hasta inaugurar su propio título unos años más tarde. Entre las claves que explican su éxito podemos mencionar su capacidad para crear una obra absolutamente personal, que incorpora elementos de géneros bien definidos (ciencia ficción, superhéroes, slice of life, intriga) sin respetar las fronteras de ninguno de ellos. Su propuesta podría encuadrarse dentro de lo que hoy se denomina “alternative mainstream”, obras que comparten algunos rasgos con el tebeo comercial pero sin someterse al dictado de la industria e incorporando elementos propios del cómic de autor. Aunque hoy es relativamente sencillo encontrar cómics que reúnan estas características, no lo era en absoluto a mediados de los 80, pudiendo considerarse Concrete como una obra pionera en este sentido. Sea como sea, lo cierto es que Chadwick fue capaz de encontrar la fórmula para fidelizar a un lector que lo acompañaría a él y a su creación durante más de dos décadas.
El origen de Concrete es pura serie B: tras un encuentro con alienígenas, el joven Ron Lithgow ve cómo su cerebro es trasplantado a un cuerpo artificial hecho de roca, de apariencia monstruosa pero dotado también de habilidades extraordinarias. Tras escapar de sus captores, Lithgow se descubre convertido en una criatura extraña: posee una fuerza titánica y es prácticamente inagotable, su sentido de la vista está hiperdesarrollado y puede pasar largos períodos de tiempo sin respirar. Al mismo tiempo, está atrapado en una mole de piedra, su sentido del tacto está atrofiado, es torpe, se mueve en un mundo que no está preparado para su presencia. Y carece de genitales. Podríamos estar ante el origen de un nuevo superhéroe o ante la premisa de un relato de ciencia ficción, pero Chadwick prefirió consagrar su extensa obra a explorar las ideas, sentimientos y emociones de un ser que renace en el límite de la humanidad.
La saga de Concrete se compone de un vasto de número de narraciones caracterizadas por su variedad, tanto en extensión (desde historias de unas pocas páginas a largos seriales) como en contenido (relatos de aventura y acción, episodios cómicos, narraciones intimistas), pero detrás de las cuales se encuentra siempre el deseo del autor por profundizar en la personalidad necesariamente compleja de la criatura protagonista, mostrándonos su lucha por adaptarse a su traumático cambio, por encajar en el mundo e intentar llevar una vida satisfactoria. Para mostrárnoslo, Chadwick lo rodea de un escueto elenco de secundarios que le sirven de contrapunto, además de constituirse ellos mismos en coprotagonistas de muchas de las historias: Larry Munro, su secretario y amigo; Maureen Vonnegut, bióloga que le estudia y de la que inevitablemente se enamora; y una especie de figura paterna, el senador Mark Douglas, para el que Lithgow trabajaba en su vida anterior.
En sus primeras historias Concrete intenta comportarse como un héroe rescatando a unos mineros sepultados; a la manera de Richard Burton y los exploradores decimonónicos se plantea grandes retos, como atravesar el Atlántico a nado o escalar el Everest en solitario; trabaja como guardaespaldas de una estrella de rock; colabora en el rodaje de una película… Quizá fuera el propio autor quien no tuviera claro el contexto que buscaba para su personaje pero una lectura ininterrumpida, que obvia el ritmo de edición original, revela a un personaje perpetuamente insatisfecho, que se replantea constantemente sus objetivos vitales para darle un nuevo sentido a su vida. Entre estos relatos Chadwick intercala narraciones más breves de tono intimista, que giran en torno a la interacción de Concrete con otros personajes o nos permiten escuchar sus reflexiones, ofreciendo al lector acceso directo a las ideas y sentimientos del protagonista. En ocasiones, estas historias mínimas están más cargadas de significado que otras aparentemente más elaboradas.
Una cuestión que Chadwick no elude es la referente a la complicada sexualidad del personaje. Si la falta de genitales imposibilita cualquier desahogo de sus impulsos sexuales, que no se han visto alterados tras su transformación en Concrete, su pétrea sensibilidad y su deficiente sentido del tacto impiden otras formas de afectividad como las caricias o el contacto con la piel de otro. Concrete es un ser irremediablemente frustrado, psicológicamente sexuado pero incapaz de dar o recibir placer de otro ser humano sin dañarlo. En Una vida extraordinaria, Chadwick aborda la cuestión con distancia y sentido del humor, al hacer que el cuerpo de Concrete atraviese una especie de pubertad que lo somete a extravagantes cambios físicos. Más adelante, la cuestión aflora en diversos momentos, muchos de ellos relacionados con la colección de arte del protagonista, significativamente centrada en el desnudo femenino. Pero probablemente el episodio más memorable respecto a esta cuestión tenga lugar en la saga El dilema humano, en la que la larga tensión sexual entre Concrete y la doctora Vonnegut se resuelve al fin.
Si hay algo que una lectura conjunta de la obra demuestra es que Chadwick madura como autor al tiempo que la desarrolla. Su dibujo es cada vez es más limpio, narrativamente más fluido, el carácter de los personajes se va redondeando con cada nuevo capítulo, el tono de la cabecera y los propósitos del autor están cada vez mejor definidos. Aunque las buenas historias afloran ya desde los primeros números, es en los arcos argumentales más recientes donde llegan los momentos más brillantes. En Piensa como una montaña y El dilema humano, dos de las últimas series limitadas del personaje, la cabecera alcanza probablemente su mejor momento. Ambas sitúan al lector ante retos sociopolíticos de gran envergadura, como el desafío ecológico a escala planetaria o el control demográfico. En ambos casos Concrete adopta posiciones que podríamos calificar de extremas, alejadas de la corrección política, invitando al lector bien a replantearse el concepto que tiene del personaje, bien a abandonar sus prejuicios e intentar comprender sus razones. Lo mejor que se puede decir de estas historias es que Chadwick no sólo es capaz de ofrecer una perspectiva amplia y equilibrada de las posiciones en conflicto, sino que además consigue integrar el discurso político en relatos que se sostienen por sí solos.
En nuestro país, Norma Editorial publicó entre 2006 y 2007 siete tomos en blanco y negro que recogen la saga completa del personaje. La recopilación, que sigue una de las más recientes reediciones norteamericanas, no es perfectamente cronológica, sino que considera también un criterio temático a la hora de agrupar las historias. Aunque el último cómic de Concrete publicado data originalmente de 2005, no parece que podamos dar la saga por concluida. Hace ya tiempo que Chadwick afirmaba estar trabajando en una nueva miniserie del personaje titulada Stars over sand y, en cualquier caso, no hay ningún indicio de que el autor se haya aburrido de la creación a la que ha dedicado la parte más significativa de su extensa carrera.
El debut de Concrete tuvo lugar en el número 1 de la revista Dark Horse Presents, publicación con la que comenzaba su andadura la editorial norteamericana Dark Horse y en la que se recopilaban relatos breves de diferentes autores y personajes. El serial escrito y dibujado por Paul Chadwick fue el primer y sorprendente éxito de la cabecera, en la que continuaría apareciendo hasta inaugurar su propio título unos años más tarde. Entre las claves que explican su éxito podemos mencionar su capacidad para crear una obra absolutamente personal, que incorpora elementos de géneros bien definidos (ciencia ficción, superhéroes, slice of life, intriga) sin respetar las fronteras de ninguno de ellos. Su propuesta podría encuadrarse dentro de lo que hoy se denomina “alternative mainstream”, obras que comparten algunos rasgos con el tebeo comercial pero sin someterse al dictado de la industria e incorporando elementos propios del cómic de autor. Aunque hoy es relativamente sencillo encontrar cómics que reúnan estas características, no lo era en absoluto a mediados de los 80, pudiendo considerarse Concrete como una obra pionera en este sentido. Sea como sea, lo cierto es que Chadwick fue capaz de encontrar la fórmula para fidelizar a un lector que lo acompañaría a él y a su creación durante más de dos décadas.
El origen de Concrete es pura serie B: tras un encuentro con alienígenas, el joven Ron Lithgow ve cómo su cerebro es trasplantado a un cuerpo artificial hecho de roca, de apariencia monstruosa pero dotado también de habilidades extraordinarias. Tras escapar de sus captores, Lithgow se descubre convertido en una criatura extraña: posee una fuerza titánica y es prácticamente inagotable, su sentido de la vista está hiperdesarrollado y puede pasar largos períodos de tiempo sin respirar. Al mismo tiempo, está atrapado en una mole de piedra, su sentido del tacto está atrofiado, es torpe, se mueve en un mundo que no está preparado para su presencia. Y carece de genitales. Podríamos estar ante el origen de un nuevo superhéroe o ante la premisa de un relato de ciencia ficción, pero Chadwick prefirió consagrar su extensa obra a explorar las ideas, sentimientos y emociones de un ser que renace en el límite de la humanidad.
La saga de Concrete se compone de un vasto de número de narraciones caracterizadas por su variedad, tanto en extensión (desde historias de unas pocas páginas a largos seriales) como en contenido (relatos de aventura y acción, episodios cómicos, narraciones intimistas), pero detrás de las cuales se encuentra siempre el deseo del autor por profundizar en la personalidad necesariamente compleja de la criatura protagonista, mostrándonos su lucha por adaptarse a su traumático cambio, por encajar en el mundo e intentar llevar una vida satisfactoria. Para mostrárnoslo, Chadwick lo rodea de un escueto elenco de secundarios que le sirven de contrapunto, además de constituirse ellos mismos en coprotagonistas de muchas de las historias: Larry Munro, su secretario y amigo; Maureen Vonnegut, bióloga que le estudia y de la que inevitablemente se enamora; y una especie de figura paterna, el senador Mark Douglas, para el que Lithgow trabajaba en su vida anterior.
En sus primeras historias Concrete intenta comportarse como un héroe rescatando a unos mineros sepultados; a la manera de Richard Burton y los exploradores decimonónicos se plantea grandes retos, como atravesar el Atlántico a nado o escalar el Everest en solitario; trabaja como guardaespaldas de una estrella de rock; colabora en el rodaje de una película… Quizá fuera el propio autor quien no tuviera claro el contexto que buscaba para su personaje pero una lectura ininterrumpida, que obvia el ritmo de edición original, revela a un personaje perpetuamente insatisfecho, que se replantea constantemente sus objetivos vitales para darle un nuevo sentido a su vida. Entre estos relatos Chadwick intercala narraciones más breves de tono intimista, que giran en torno a la interacción de Concrete con otros personajes o nos permiten escuchar sus reflexiones, ofreciendo al lector acceso directo a las ideas y sentimientos del protagonista. En ocasiones, estas historias mínimas están más cargadas de significado que otras aparentemente más elaboradas.
Una cuestión que Chadwick no elude es la referente a la complicada sexualidad del personaje. Si la falta de genitales imposibilita cualquier desahogo de sus impulsos sexuales, que no se han visto alterados tras su transformación en Concrete, su pétrea sensibilidad y su deficiente sentido del tacto impiden otras formas de afectividad como las caricias o el contacto con la piel de otro. Concrete es un ser irremediablemente frustrado, psicológicamente sexuado pero incapaz de dar o recibir placer de otro ser humano sin dañarlo. En Una vida extraordinaria, Chadwick aborda la cuestión con distancia y sentido del humor, al hacer que el cuerpo de Concrete atraviese una especie de pubertad que lo somete a extravagantes cambios físicos. Más adelante, la cuestión aflora en diversos momentos, muchos de ellos relacionados con la colección de arte del protagonista, significativamente centrada en el desnudo femenino. Pero probablemente el episodio más memorable respecto a esta cuestión tenga lugar en la saga El dilema humano, en la que la larga tensión sexual entre Concrete y la doctora Vonnegut se resuelve al fin.
Si hay algo que una lectura conjunta de la obra demuestra es que Chadwick madura como autor al tiempo que la desarrolla. Su dibujo es cada vez es más limpio, narrativamente más fluido, el carácter de los personajes se va redondeando con cada nuevo capítulo, el tono de la cabecera y los propósitos del autor están cada vez mejor definidos. Aunque las buenas historias afloran ya desde los primeros números, es en los arcos argumentales más recientes donde llegan los momentos más brillantes. En Piensa como una montaña y El dilema humano, dos de las últimas series limitadas del personaje, la cabecera alcanza probablemente su mejor momento. Ambas sitúan al lector ante retos sociopolíticos de gran envergadura, como el desafío ecológico a escala planetaria o el control demográfico. En ambos casos Concrete adopta posiciones que podríamos calificar de extremas, alejadas de la corrección política, invitando al lector bien a replantearse el concepto que tiene del personaje, bien a abandonar sus prejuicios e intentar comprender sus razones. Lo mejor que se puede decir de estas historias es que Chadwick no sólo es capaz de ofrecer una perspectiva amplia y equilibrada de las posiciones en conflicto, sino que además consigue integrar el discurso político en relatos que se sostienen por sí solos.
En nuestro país, Norma Editorial publicó entre 2006 y 2007 siete tomos en blanco y negro que recogen la saga completa del personaje. La recopilación, que sigue una de las más recientes reediciones norteamericanas, no es perfectamente cronológica, sino que considera también un criterio temático a la hora de agrupar las historias. Aunque el último cómic de Concrete publicado data originalmente de 2005, no parece que podamos dar la saga por concluida. Hace ya tiempo que Chadwick afirmaba estar trabajando en una nueva miniserie del personaje titulada Stars over sand y, en cualquier caso, no hay ningún indicio de que el autor se haya aburrido de la creación a la que ha dedicado la parte más significativa de su extensa carrera.
BIBLIOGRAFÍA
Chadwick, Paul (2006): Concrete 1: Las profundidades. Norma. Barcelona.
Chadwick, Paul (2006): Concrete 2: Las alturas. Norma. Barcelona.
Chadwick, Paul (2007): Concrete 3: Una criatura frágil. Norma. Barcelona.
Chadwick, Paul (2007): Concrete 4: La sonrisa del asesino. Norma. Barcelona.
Chadwick, Paul (2007): Concrete 5: Piensa como una montaña. Norma. Barcelona.
Chadwick, Paul (2007): Concrete 6: Extraña armadura. Norma. Barcelona.
Chadwick, Paul (2007): Concrete 7: El dilema humano. Norma. Barcelona.
¡Una obra maestra del comic, absolutamente recomendable!
ResponderEliminarBuen artículo, Eduardo y muy necesario para dar a conocer este gran tebeo :D
Tienes razón, Sinkim, es probable que no sea una serie muy conocida, desde luego menos de lo que merece. Gracias por tu comentario.
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